Super Robot Saiber Beizer - 00
El espacio era un abismo insondable, un océano infinito de oscuridad y galaxias lejanas donde las estrellas titilaban como faros distantes, indiferentes a las ambiciones de los mortales. En medio de ese vacío eterno, dos titanes de metal y energía se alzaban como dioses de la guerra, testigos de un destino aún por decidirse.
Frente a uno de ellos, el Saiber Beizer, una colosal figura de casi cincuenta metros brillaba tenuemente con un resplandor verde que palpitaba como el latido de un corazón que apenas despertaba. Pero su estructura estaba dañada. La batalla para llegar hasta aquí había sido brutal, y cada grieta en su blindaje contaba la história del esfuerzo sobrehumano que le permitió alcanzar este momento.
Dentro de la cabina, Rosh respiraba con dificultad. Sus manos temblaban sobre los controles mientras trataba de mantenerse firme. Sentía cómo su propia energía se entrelazaba con la del Beizer, vibrando en su interior como un torrente indomable que aún no terminaba de comprender. Frente a él, la gigantesca sombra de su adversario se alzaba con una presencia abrumadora. El Guardián del Dios Saiber.
Su armadura negra parecía devorar la luz, y el vacío mismo se retorcía a su alrededor. En su pecho, un núcleo rojo incandescente palpitaba como un corazón de furia contenida. No era solo un enemigo. Era una prueba. Un juez. Un muro infranqueable que solo los dignos podían atravesar.
El Guardián dio un paso al frente.
El vacío del espacio no debía transmitir sonido, pero Rosh sintió la vibración recorrer cada fibra de su ser. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras la magnitud del desafío se hacía evidente.
—No importa lo que pase… No voy a rendirme ahora. He llegado demasiado lejos…
Sus dedos se aferraron con más fuerza a los controles, sintiendo el latido de la energía Saiber en cada movimiento.
El Guardián alzó su brazo titánico. En su mano, una lanza de luz ardía con intensidad cegadora, su resplandor carmesí devorando la oscuridad del cosmos. No era solo un arma. Era un juicio.
—Tsk… Así que este es su verdadero poder… —Rosh respiró hondo, sintiendo el peso de la batalla inminente. —Si de verdad este es el último obstáculo… Entonces, que así sea.
El Saiber Beizer reaccionó, su estructura metálica iluminándose con destellos de energía verde. No importaba cuán dañado estuviera. Su espíritu seguía en pie.
Pero entonces, un pensamiento cruzó su mente. ¿Por qué había llegado hasta aquí?
No era solo por la gloria. No era solo por el poder del Saiber Beizer.
Era por ella. Desde el momento en que la vio, supo que su destino había cambiado. La princesa Saiber, Rubelya.
Su cabello luminoso reflejaba el brillo de un melocotón bajo la luz de las estrellas. Sus ojos irradiaban una serenidad inquebrantable, su voz llevaba la elegancia de la realeza. Desde aquel instante, Rosh supo que haría lo que fuera necesario para llegar hasta ella.
—Rubelya… —murmuró, cerrando los ojos por un instante. —No sé si soy digno de ti… Pero no puedo quedarme atrás. No hasta que te lo diga con mis propias palabras.
Y entonces, la batalla comenzó.
El Guardián arrojó su lanza. La energía ardiente surcó el vacío como un relámpago rojo, rasgando la oscuridad con una velocidad imposible. La presión era abrumadora, como si el universo entero se partiera en dos ante la violencia del ataque.
Pero Rosh ya estaba en movimiento.
—¡Saiber Beizer, adelante!
Sus manos se cerraron con fuerza sobre los controles y, en un destello verde, el titán respondió. Sus propulsores rugieron, impulsándolo con una velocidad que su enemigo no esperaba. No importaba cuán dañado estuviera. No importaba que la diferencia de poder fuera colosal. Rosh no iba a caer sin luchar.
El impacto fue devastador.
La lanza rozó el costado del Saiber Beizer, desgarrando su armadura y dejando una grieta ardiente que expuso parte del esqueleto metálico del gigante. La cabina tembló con violencia, y Rosh sintió la sacudida en cada hueso de su cuerpo.
—¡Maldita sea…! —escupió, intentando estabilizar los controles.
El Saiber Beizer aterrizó con fuerza, y las estrellas en el fondo oscilaron como si el espacio mismo reaccionara a su caída.
No había tiempo para respirar.
El Guardián ya estaba sobre él, su sombra envolviéndolo como la sentencia de un dios antiguo.
Pero Rosh no se rendiría.
El Saiber Beizer giró sobre sí mismo, alzando un escudo de energía verde, un campo de fuerza vibrante que tomó forma en su mano derecha justo cuando el coloso oscuro lanzaba su siguiente golpe.
El choque de energías fue descomunal.
Verde contra rojo. Luz contra sombra. Fuerza contra voluntad.
La explosión de energía se expandió en todas direcciones, iluminando la silueta del Dios Saiber, que permanecía inmóvil en la distancia, como si aguardara el desenlace de la batalla.
Dentro de la cabina, Rosh sintió la presión aplastándolo.
Era como si su propio espíritu estuviera en juego, como si la energía del Saiber Beizer le exigiera más. Más sincronización. Más convicción. Más determinación.
Y en ese instante, algo cambió.
Rosh apretó los dientes. Su miedo se desvaneció. Su duda se disipó.
Su voz rugió con una fuerza renovada.
—¡Vamos, Saiber Beizer! ¡Tú y yo, juntos podemos vencer!
La luz verde del Saiber Beizer se intensificó.
El Guardián titubeó. Retrocedió un paso. Por primera vez en siglos, algo desafió su poder.
Rosh lo sintió. Su conexión con el Beizer se fortalecía, las ondas de energía fluyendo en su cuerpo como si su alma y la de la máquina se volvieran una sola.
La batalla no había hecho más que empezar. Y en algún lugar, en el corazón del universo, el Dios Saiber seguía observando. Esperando a aquel que pudiera reclamar su verdadero poder.
La Historia de los Saibers y los Saidarianos
En un rincón del universo donde la luz y la oscuridad se entrelazaban como un lienzo infinito, existía un mundo de belleza sin igual: Sairadian. Este planeta, bañado en la radiante energía del cosmos, albergaba una civilización majestuosa y antigua: los Saidarianos. Su cabello rojo brillante no era solo un rasgo distintivo, sino un reflejo de su conexión con la Energía Saiber, la fuente de toda vida en su mundo. Esta energía fluía a través de todo ser viviente, vinculando la esencia de cada habitante con el alma del planeta.
A medida que los Saidarianos evolucionaron, aprendieron a canalizar la Energía Saiber, utilizándola para dar forma a la materia y a la tecnología. Fue entonces cuando nacieron los primeros Saibers, colosos titánicos de metal y energía viva, con cabezas de un resplandeciente color rojo, simbolizando la fusión entre la tecnología y el espíritu de Sairadian. Sin embargo, estas entidades no eran meras máquinas de guerra; eran guardianes, compañeros y extensiones del alma de sus pilotos.
Los Saibers poseían consciencia propia y solo elegían a aquellos con los que compartían una sincronización perfecta. El vínculo entre un piloto y su Saiber era más que una simple compatibilidad física o mental; era un lazo de voluntad y destino, imposible de forzar. Solo aquellos dignos podían establecer esta conexión y desbloquear el verdadero potencial de estas majestuosas creaciones.
Durante siglos, los Saibers y sus pilotos protegieron Sairadian, exploraron los confines del universo y aseguraron la prosperidad de su gente. Sin embargo, su grandeza atrajo la atención de una amenaza insondable. Desde las profundidades del cosmos, una civilización despiadada conocida como los Oscuradores puso sus ojos en Sairadian. Eran una raza temible que devoraba la vida y la energía de los mundos para alimentar su insaciable imperio. Con sus ejércitos de sombra, descendieron sobre el planeta con una fuerza arrolladora, destruyendo todo a su paso.
A pesar de la valentía de los Saidarianos y el poder de los Saibers, la superioridad numérica de los Oscuradores era abrumadora. Su tecnología oscura les permitía convertir a los habitantes en piedra, drenando su esencia vital para alimentar su maquinaria infernal. Ciudades enteras fueron reducidas a ruinas y las tierras de Sairadian se tornaron sombrías y desoladas. En un último intento por preservar su legado, un grupo de Saidarianos organizó una evacuación masiva. Con dolor en sus corazones, abandonaron su hogar, llevando consigo lo que quedaba de su tecnología, su conocimiento y la esperanza de un día regresar.
Durante generaciones, los Saidarianos vagaron por el universo hasta encontrar un mundo similar al suyo: una Tierra alternativa, un planeta que les ofrecía una segunda oportunidad. Al llegar, su presencia causó temor y asombro entre los humanos. Sin embargo, al demostrar sus intenciones pacíficas, lograron integrarse y compartir su sabiduría.
Los Saidarianos transmitieron su conocimiento sobre la Energía Saiber, y con el tiempo, surgieron los Saibers Terrenales, una fusión de ingeniería Saidariana y creatividad humana. Aunque poderosos, estos nuevos Saibers carecían del vínculo espiritual que los originales poseían con sus pilotos, pero aún así se convirtieron en protectores del planeta. No pasó mucho tiempo antes de que los Oscuradores rastrearan a los Saidarianos hasta la Tierra. Sin embargo, esta vez, los humanos y Saidarianos lucharon juntos. Gracias a los nuevos Saibers y la alianza entre ambas razas, lograron rechazar la invasión y proteger su nuevo hogar.
A medida que los Saidarianos y los humanos comenzaban a convivir, una transformación silenciosa pero profunda se extendía entre ellos. No tardaron en influenciarse mutuamente en distintos aspectos de la vida, forjando una nueva etapa en la historia de ambos mundos.
El arte y la espiritualidad fueron los primeros en entrelazarse. Los Saidarianos, cautivados por la capacidad creativa y expresiva de los humanos, comenzaron a experimentar con nuevas formas de manifestar su sensibilidad, más allá de sus tradicionales estructuras simbólicas. Al mismo tiempo, algunos humanos, asombrados por la armonía que los Saidarianos mantenían con la Energía Saiber, empezaron a percibirla como una fuerza sagrada, casi divina, digna de respeto y veneración.
La tecnología fue otro puente, pero también un terreno de conflicto. La creación de los Saibers Terrenales, resultado de la colaboración entre ambas civilizaciones, representaba un símbolo de unidad y esperanza. Sin embargo, esta fusión no fue aceptada por todos. Mientras algunos humanos comenzaban a temer el poder y los avances tecnológicos Saidarianos, ciertos Saidarianos sentían que, al compartir su saber ancestral, estaban diluyendo su identidad y renunciando a una parte de su legado.
Con el paso del tiempo, la interacción constante entre las dos especies dio origen a algo aún más profundo: la formación de familias mixtas. Estas nuevas uniones no solo unían cuerpos, sino también culturas, memorias y visiones del universo. De esa mezcla nació una nueva generación de seres únicos, portadores de la esencia combinada de ambos mundos, destinados quizás a abrir un nuevo capítulo en la historia del cosmos.
Años después, con el avance de la tecnología y el crecimiento de esta nueva civilización, una esperanza renació. Un grupo de pilotos Saidarianos y humanos encontraron un Saiber sin igual, impulsado por el poder del sol. Con valentía, viajaron de regreso a Sairadian, enfrentándose a los Oscuradores en una última batalla. Estos dos pilotos, unidos por un lazo inquebrantable, lograron lo que generaciones antes habían fallado. Liberaron Sairadian del dominio de los Oscuradores, devolviendo la luz a su mundo natal. Con el tiempo, la Tierra y Sairadian se convirtieron en un solo pueblo, compartiendo su conocimiento, su cultura y su legado.
Sin embargo, la paz no era eterna. Con el resurgir de Sairadian, surgieron nuevas incógnitas. ¿Por qué los Oscuradores habían invadido el planeta en primer lugar? Esta pregunta llevó a un grupo de exploradores a descubrir una antigua profecía sobre la existencia del Dios Saiber, una entidad mítica que, según los registros ancestrales, era la fuente original de la Energía Saiber.
Este hallazgo dividió a la sociedad. Mientras algunos veían en ello una revelación trascendental, otros temían que esta verdad desatara un conflicto aún mayor. Las disputas llevaron a una guerra entre facciones que buscaban el control del conocimiento sagrado. Los Reyes Saiber, gobernantes de ambas civilizaciones, lograron apaciguar los conflictos, pero la sombra de la discordia aún se cernía sobre el futuro.
La historia de los Saidarianos y los humanos no terminó con la liberación de Sairadian. Su legado continuó creciendo, con cada generación explorando los límites del cosmos y descubriendo los misterios de la Energía Saiber. ¿Quién era realmente el Dios Saiber? ¿Qué otros secretos se escondían en las estrellas?
El destino de ambas razas aún estaba por escribirse, en una historia que trascendería los confines del tiempo y el espacio.
Comments for chapter "00"
QUE TE PARECIÓ?
Una gran batalla🍀💫
Me pareció entretenido, espero con ansias el siguiente capítulo ✨💫