Tengo la Espada Sagrada? - 2
Interludio – ¡Una deuda de pelos!
—Oye, Ernesto… ¿Por qué no ha vuelto, Isuke?
—¡Por quinta vez, ya te dije que no lo sé!— Cansado de mis preguntas, Ernesto se levantó de su silla.
—Estoy preocupada.
—¿Oh? ¿En serio? ¡No lo noté!
Notando el sarcasmo en sus palabras; seguí con mi monologo:
—Han pasado 2 días… ¡2 días! ¿Qué estará haciendo ese bastardo?
—¡Algo productivo!— Me interrumpió. —A diferencia tuya, él está tratando de conseguir sus objetivos. ¿Podrías dejarme en paz?
Dirigiéndose al mostrador, Ernesto se sentó lejos de mí. El tamaño de la biblioteca es enorme; pilas de diversos libros se encuentran ubicados, en lo que parece ser, una interminable cantidad insana de estanterías. El sitio donde estamos sentados Ernesto y yo, es la recepción.
—Igual no tienes nada que hacer, no hay nadie.
—¡Porqué estas tú!
—No— Negue con mi cabeza. —Definitivamente antes de que llegara; esto ya estaba vacío. Además de que con esa cara de pendej-
—¡Ya, ya entendí! No comiences— Lanzándome un cuaderno, Ernesto me interrumpe.
Naturalmente lo esquivé con facilidad. Ni en mil años esta persona podría enfrentarme. Este humano es solo un cerebrito; un ratón de biblioteca, no, creo que llamarlo así sería ofender a los ratones de bibliotecas.
—Eres un inmaduro.
—No más que tú— Agarrando otro libro que tenía en el escritorio, lo empezó a leer. —¿Y cuánto necesitas?
—¡Eh! No lo digas así…— Desvié mi mirada.
—¿Lo digo en lenguaje antiguo?
Irritada ante ese comentario; mi cola se movió por instinto.
«Oh, Ernesto… ¿Debería matarte?» Suspiré y traté de calmarme. «Tengo que ser paciente. Solo… sopórtalo»
Exhale e inhale por unos momentos; hasta que me mentalice.
—Son caros, necesitaré que me ayudes a pagar la mitad.
Ernesto se quedó callado ante ese comentario. Por varios minutos se enfoco en el libro. Noté que me miro de reojo algunas veces. Y no fue hasta que leyó toda una página completa, me respondió:
—Además del equipo que le regalaste… ¿También compraste algo más? Deberías de ser capaz de pagar algo así tú sola.
—¡Si pudiera hacerlo por mi cuenta no te pediría ayuda, tonto!
—Buen punto— Respondió mientras cerro el libro. Saco los anteojos que tenía en el bolsillo, y dirigiéndome su mirada, me contesto: —Alexa, ten cuidado con endeudarte en exceso.
—¡Ya lo sé! ¿Ayudaras? ¿O solo hablaras mier-
Tirándome una bolsa de cuero oscura, Ernesto desvía sus ojos hacia la entrada mientras se pone sus lentes. Un anciano, que reconocí enseguida, había entrado. Sus ropas lucían muy lujosas; tanto la camisa y pantalón son de un cuero amarillo de alto calibre.
—Bienvenido, jefe— Inclinando su cabeza, Ernesto le muestra sus respetos a mi abuelo.
—Oh, ¿interrumpo algo?
Guardando la bolsa en mi bolsillo izquierdo; corro para saludarlo.
—¡No! ¿Paso algo? ¿Isuke llego?
Frunciendo el ceño al escuchar ese nombre, fríamente contesto:
—No. Aunque ya llamé al equipo de búsqueda, pero… ¿estás segura?
Ciertamente investigar a fondo el desierto de Azir es peligroso por la gran cantidad de goblins que habitan por toda la zona, por eso la cantidad a pagar es muy considerable; solo nobles son capaces de solicitar búsquedas a esta escala.
—¡Claro! Es un amigo, ¡un amigo que ya verá como pagarme!
Suspirando al escuchar mi respuesta, el abuelo entro a la biblioteca. Observando las estanterías; empezó a revisar varios libros.
—Jefe, esos son…
Eran libros eróticos.
—Sí, lo sé… Vengo a recoger 1 para llevárselo a alguien.
Ernesto dio un paso atrás al oír tales palabras.
—J-jefe… no me diga que… ¿¡Es para su sucesor!?
El abuelo se río al escuchar esas palabras.
—Tan perspicaz como siempre, Ernesto— Guardando 1 de los libros en uno de sus bolsillos, el jefe continuo: —Sigan trabajando duro, pero no olviden descansar.
—¡Gracias! Oh, pero si necesita guardar eso creo que sería mejor…
Viendo cómo, Ernesto le entrega una bolsa verde de cuero al jefe. Sonrío levemente para ocultar mi incomodidad.
«Hombres…»
Desviando mi mirada hacia la ventana, me muerdo suavemente los labios.
«¿En qué problema te has metido, Isuke?»
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