Tres Espadas - 09
Capítulo 9: Mala suerte
—Desmont pásame el borrando —dice Ginse.
—Claro, toma.
—Gracias. Desmont… una pregunta, ¿qué hace Sol en nuestro salón de clases? —habla Ginse, volteando a ver a la pequeña ángel sentada en el suelo detrás de Desmont.
—Pues… ayer dijeron que si vivíamos acompañados trajéramos a esas personas a la escuela —explica Desmont—… a Sol no le gusta quedarse sola en lugares que no conoce, así que le dije a la profesora Claudia si podía entrar.
—¿Enserio? —pregunto Ginse—, ahora que lo pienso vi a algunas personas que no son de la academia en el campo, además hay muchos más soldados de lo usual rondando el lugar.
Suena la campana, la oleada de niños pasan los pasillo en busca de su almuerzo, por lo que con Desmont y los demás no son la excepción. El niño mestizo busca su comida y la de Sol, al sentarse como de costumbre con sus compañeros ve como una joven está sentada junto a María. Desmont se sienta junto a Sol que la estaba esperando en la mesa.
—Con que tú también, trajiste a Sol —dice María cuando Desmont toma asiento.
—Si, ¿y ella quién es? —Desmont mira a la desconocida joven.
—Un gusto mi nombre es Mariela, soy la hermana mayor de María. —La joven de lentes se levanta a saludar a los niños.
Pasa un rato de charla junto a los nuevos integrantes de la mesa, Sol y Mariela. Todos degustan su comida, pero Sol se nota disgustada por los alimentos al punto de empujarlos hacia Desmont.
—¿Qué pasa, no quieres? —pregunta Desmont, a lo que Sol responde negando con su cabeza—. Si quieres puedes quedarte con los helados.
En charla y risas, Mariela se ve algo interesada por el cuerno faltante de Desmont.
—¿Qué le pasó a tu cuerno? —preguntó la hermana de María.
—Eh pues —El niño se ve indeciso.
—Supongo que lo rompiste por accidente, debes tener más cuidado, tus cuernos son muy importantes.
—¿Enserio? ¿Por qué?
—Te representa como Demonio —Responde María—, es una característica que debes cuidar ya que depende su estado lo podrán interpretar de distintas maneras.
—Cuando un demonio es desterrado se le arranca un cuerno —habla Mariela—, o también cuando un demonio se le quita el derecho de la raza le arrancan los dos, es como si ya no fueras un demonio.
—¿Cuál es la diferencia entre ser desterrado y ya no pertenecer a la raza? —preguntó el niño de un cuerno.
—Fácil —habla Sol, impresionado a todos ya que no es de hablar mucho—, en el caso de ser desterrando, te dan la posibilidad de volver, además solo serás desterrando de un dicho lugar por lo que no te impide ir a otra estancia de tu raza, por ejemplo, si te destierran de esta ciudad, no te impide ir a otra, en cambio negar la raza es que literal ya no perteneces a ellos, por lo que hasta se te podría considerar un enemigo.
—Que te nieguen la raza es horrible, preferiría mil veces que me desterraran —dice Desmont bromeando un poco.
—Yo no creo que sea así —habla Ginse—, por esa razón te quitan un cuerno, para que todos sepan que eres un desterrado, aunque suena bien la idea de poder ir a vivir a otra parte, la realidad es que no te aceptaran en ninguna parte, te discriminaran, te excluirán de todo, lo más probable que es no consigas vivienda ni trabajo en ningún lugar y hasta tomen medidas de agresión contra ti, por esa razón es que la gran mayoría de desterrados viven en las calles como vagabundos. Tampoco digo que ser desterrado sea peor que te nieguen la raza, que te nieguen la raza es peor sin duda, lo que digo es que las dos son situaciones muy malas de por sí.
Así que por eso me miraban raro, tanto en la iglesia como aquí. ¿Será que esa costumbre la tendrán otras razas?, Sol tiene solo una ala, en la ducha me di cuenta que la otra es como si la hubieran arrancado ¿Ella fue desterrada?
—Cambiando de tema ¿Por qué le pidieron traer a sus familiares aquí? —pregunta Ginse
—No sé, yo también me preguntaba eso. —dice Desmont
—Lo más probable es que haya una invasión hoy —respondió Mariela.
—¡¿Invasión?! —dicen todos a la vez.
—Si, por eso evacuaron a los habitantes de la ciudad, a los estudiantes y otros quedan refugiados dentro de las instalaciones de la academia y la academia de batalla —La joven ve cómo los niños quedaron algo inquietos por su declaración—. P-p-pero no se preocupen… no hay de qué asustarse, por eso estamos refugiados aquí, la academia es muy segura, es casi impenetrable…
Una fuerte explosión derrumba una pared del coliseo en el que se encuentran, un par de soldados con un uniforme diferente al de la ciudad irrumpe el lugar, inmediatamente soldado que rondaban el coliseo acuden a enfrentar a los irruptores. Los profesores que rondaban el lugar socorren a los atemorizados niños, Desmont, Sol ,Ginse y María son escoltados por Mariela.
—¿No que muy impenetrable? —dice Desmont mientras corre con los demás.
—Dije que era «casi» impenetrable, el «casi» es muy importante.
Mientras huyen, se encuentran con diferentes enfrentamientos entre soldados, en el camino presencia sangre y miembros corporales cortados, suben unos cuantos pisos hasta que lejos del alboroto encuentra un habitación sin nadie adentro, proceden a esconderse en él, también bloquean la puerta con un par de sillas.
—Nos quedamos aquí un rato, esperemos que la cosa calme un poco —habla la hermana de María, intentando calmar un poco a los niños.
Unos minutos después alguien comienza a dar ruidosos golpes a la puerta, Mariela se acerca a la puerta y escucha a una persona detrás de esta.
—¡Ayuda, por favor ayúdame!
—¿Que? ¿Quién eres? —pregunta Mariela.
—¡Por favor! ¡Abre la puerta!
Mariela con rapidez y algo desesperada empieza a quitar los obstáculos de la puerta, mientras la mujer sigue rogando por su vida, al estar a punto de abrir, la mujer da una última súplica, una espada cubierta de sangre atraviesa la puerta. María se prepara para ceder al miedo y comenzar a gritar, pero su hermana la mira, Mariela pone su dedo en su boca y niega con la cabeza. María tapa con fuerza su boca y todos quedan en total silencio, sin mover un músculo. La espada clavada en la puerta gradualmente es sacada por la persona que está del otro lado. Por el gran silencio se puede escuchar cómo el hombre envaina su espada y retrocede junto a su grupo, el sonido de los pasos en el suelo se van escuchando cada vez menos, indicando que se están alejando.
—Ven, estamos a salvo —Mariela se da la vuelta para ver a los niños.
En ese preciso instante la puerta junto a la pared que se encuentra detrás de ella, es destruida en pedazos.
—¿Creen que somos idiotas? —habla uno de los tres soldados enemigos que aparecieron— No creo que esa chica le estuviera pidiendo ayuda a la puerta.
El hombre ataca a Mariela con una daga que porta en su mano, sin embargo el ataque no llega a la mujer, un misterioso escudo en forma de energía la rodea, a ella a y a los niños. Detrás, caminando se aproxima un hombre con ojos de color oro brillante, que porta una especie de látigo hecho de cadenas, además lleva un elegante y largo traje.
—¡Papá! —exclamó Ginse.
El látigo hecho de metal se estira generando a su vez más y más cadenas, que hieren e inmovilizan a los agresores, por su parte uno de ellos se libera y ataca al padre de Ginse.
—Hace tiempo quería tener un encuentro con usted, Guira Caedes —habla el atacante a la vez que mantiene un rápido encuentro.
Los demás acompañantes logran liberarse de las robustas cadenas, buscan ayudar a su compañero interfiriendo en la pelea, haciéndola un injusto tres contra uno. El señor Caedes, parece poder mantener una batalla igualada contra los tres intrusos, aun así se ve como le cuesta.
—¡Ginse, y ustedes también, salgan de aquí! —exclamo el señor Caedes.
Mariela guía a los niños a un lugar seguro, pero antes de poder dar un paso el suelo debajo de sus pies comienza a agrietarse con velocidad, ni siguiera les dio tiempo de escapar cuando el piso se derrumbó. Estando aun así en contienda, Guira Caedes usando magia de tierra logra atrapar a Ginse. María, Mariela, Sol y Desmont caen un par de pisos, en caída Sol hace algunos movimientos rápidos en el aire, atrapando a Desmont en el camino impidiendo que se haga daño al caer, por otro lado Mariela abraza a María. Ya en el suelo Desmont está cargado en los brazos de Sol.
—¿Eres… mi príncipe? —Desmont se sonroja un poco.
—¿Eres bobo o que? —Sol responde.
Viendo que los dos están intactos, corren hacia donde cayeron las hermanas, esperando que las dos estuvieran bien. En unos escombros las hermanas se encuentran abrazadas, una cantidad de sangre está manchando el piso, es tanto que llega a hacer pequeños charcos de líquido rojo. María se levanta y se aleja un poco de su hermana, el temor y la angustia la inundan, el llanto de la niña se eleva.
—¡Hermana, hermana, despierta! —Grita María.
La joven despierta de tu contusión, percibe un extraña sensación es unas de sus extremidades inferiores, su pierna derecha, está toda destrozada, huesos rotos que desgarraron la piel se pueden ver con facilidad, la joven queda petrificada unos instantes, pero respira hondo y acaricia a su pequeña hermana que no deja de llorar a gritos.
—Ca-cálmate María, esto… no es nada, no te preocupes. —Mariela intenta contener su dolor y calmar a su pequeña hermana.
Un grupo de soldados llega al cuidado, uno de ellos carga a la joven malherida, mientras que los niños los siguen detrás, en cuanto cruzan una esquina una pared de concreto estalla frente a ellos.
—¡Ignoren todo, avancen! —gritó el soldado que llevaba a la joven en su espalda.
Cuando huyen del caos, Desmont mira atrás, de la pared que hace unos segundos fue derribada, salen dos sujetos enfrentándose, uno con una espada en forma de sierra y otra con el cabello rojo.
—¡Zelica! —exclamó el niño unicuerno.
—¡¿Qué haces niño, sigue adelante?!
El niño observa la batalla que mantiene Zelica con el desconocido soldado enemigo y aunque sus ojos no lo quieran creer la mujer con la espada en forma de cruz está perdiendo. La mujer toda lastima y agotada, no está más que defendiéndose de los ataques de su agresor, algunos golpes los esquiva otro los recibe, pero en ningún momento se ve que ella tenga la oportunidad de atacar, era de esperarse que perdiera la batalla. Desmond sin pensarlo corre en medio del caos hacia ella, pensando en poder ayudarla. Sol ve como Desmont se aleja, decide perseguirlo pero los soldados lo impiden.
—Espere mucho mas de ti y si siendo sincero me decepcionaste —dijo el hombre de la espada sierra, la mirada de Zelica no expresa más que indiferencia.
—¡Zelica! —Desmont grita a los lejos.
Comments for chapter "09"
QUE TE PARECIÓ?