Tres Espadas - 11
Capítulo 11: Traición o traicionado
—Desmont estoy aburrida —dice Sol
—Pues… podemos ir a dar una vuelta un rato, pero primero esperemos a que el almuerzo esté listo —responde Desmont sentado justo a Sol en el comedor.
—Entiendo… Tengo una duda Desmont. —dice Sol a lo que Desmont sonriente la mira con duda— ¡¿Que hace la anciana aquí?!
Zelica está en la cocina preparando alimentos para los niños, últimamente la mujer de cabello rojo visita a Desmont con algo de frecuencia, por lo menos una vez por mes. A Sol no parece agradarle la presencia de Zelica, aun así lo deja pasar ya que al niño le es proveedor de gran felicidad.
—Ya casi termino —habla Zelica al vez que vigila la cocción de su comida—. Deberían tomar un baño antes de comer ¿no?
—Tomaré un baño cuando yo quiera —dice Sol algo malhumorada—, Vieja.
—Sol… deberías ser mas respetuosa… —Desmont regaña a la joven ángel caído.
—Déjala —interrumpe Zelica—, no me molesta en absoluto que llame así, además tampoco es que sea muy joven para tener el derecho de quejarme del apodo.
—¿Enserio? —responde el niño—, ¿cuántos años tienes?
—Mnnn… para cualquier mujer con algo de edad eso es un secreto.
Zelica sirve la comida en tres platos, coloca dos platos frente a los niños y pone uno en frente del lugar que toma asiento, todos de inmediato comienzan a comer, Desmont se muestra fascinado con la comida.
—¿Te gusta? —pregunto Zelica a Desmont.
—¡Si, mucho! —habla Desmont con la boca llena— Se cocinar, pero solo se hacer un par de preparaciones, así que comemos lo mismo todo los días.
—Deja de hablar con la boca llena —Zelica habla a la vez que limpia la boca del niño con una servilleta—. ¿Enserio comen los mismo todo los días?
Desmont traga antes de hablar.
—Sip, aunque a Sol no le molesta, pero yo si como algo de la tienda ya preparado de vez en cuando.
—Bueno… la verdad yo tampoco es que prepare una gran variedad de comida, también solo se hacer algunas, si quieres te enseño esta —dice Zelica.
Zelica mira hacia Sol que apenas prueba su comida, su cara de disgusto es evidente.
—¿No te gusta? —pregunta la mujer que con una liga sujeta su cabello rojo, a lo que la niña responde negando con su cabeza tímidamente— Si quieres puedo hacer otra cosa para que comas.
—No es necesario, déjelo así… —Sol responde.
Todos terminan de comer a excepción de Sol que guarda su comida para que el niño la pueda comer más tarde, Zelica se prepara para irse, aunque antes de poder siquiera dar un paso hacia la puerta, pequeños brazos rodean la cintura de la no muy joven mujer.
—¡¿Pero qué?! —exclama Zelica algo sonrojada.
—Zelica —El niño habla con su cara hundida en la ropa de la mujer por lo que su voz se escucha filtrada—, tome un baño con nosotros, porfa.
—¿Un baño?… Tome uno hace poco, también tengo que hacer algo ahora por lo que no tengo tiempo… será otro día —Zelica intenta poner excusas, aun así Desmont no deja de rodear a la mujer con sus abrazos y su cara sigue en su ropa—. Oye, ¿me estás escuchando?…Oye… Esta bien, me quedaré un rato más.
—¡¿Enserio?! —Desmont mira a Zelica— ¡Yeeee!
Sol no se muestra muy a gusta por la decisión del niño, no obstante no dice nada al respecto, después de todo los tres entra al baño. Luego de que todos se quitaran su ropa y quedarán totalmente desnudos, Zelica sienta al niño y comienza a lavar su cuerpo con delicadeza, El niño se muestra muy feliz por los mimos de la mujer.
Sol en la otra esquina no le queda más que prácticamente ducharse sola, algo de celos están presentes.
—Si quieres luego sigues tu —Habla la mujer que a la vez que habla restriega con una esponja el cuerpo del niño—. No me importaría lavarte a ti también.
—¡Como si quisiera! —Exclama Sol entre enojada y avergonzada, voltea a ver a la mujer que le da la espalda por estar con el niño y nota algo que llama su atención.
En la espada de la mujer, más específicos entre sus omoplatos y columna vertebral hay una especie de llagas negras. Esto deja perplejo a la joven ángel, que si pensarlo se acerca a la mujer de cabello rojo. Zelica sonriente sigue con su esponja lavando el cuerpo del niño, cuando sin esperarlo siente unas suaves manos tocando su espalda, Zelica voltea.
—Eh…¿Qué haces? —pregunto Zelica.
—Sus dos alas… —impresionada habla Sol—. fueron cortadas.
Desmont sin entender mucho lo que pasa se levanta con rapidez y se coloca a la espada de Zelica, también quedando impactado por lo que ve, las llagas negras que están en la espalda de la mujer son muy parecidas a la marca que tiene Sol en el lugar que debería estar su otra ala.
—Usted… acabó la segunda guerra —dijo Sol.
—¿De qué hablas? —pregunta Desmont.
—Ella es la hija del monarca caído —Sol explica—, quien el mismo monarca usó para acabar la segunda gran guerra.
—¿Es eso cierto, Zelica? —pregunta Desmont nuevamente.
—No puedo creer que no lo supieran. —responde Zelica bromeando.
—Pero… ¿Y tus alas? —habla Desmont.
—Es una traidora, ella nos traicionó —Sol habla con desprecio a lo que Zelica la mira fijamente y la sonrisa que tenía hace un momento desaparece.
—Te equivocas… Ellos fueron los que me traicionaron. Luché por ellos toda la vida por que me prometieron que el mundo iba a cambiar, que la paz reinaría y todos seriamos felices, pero…me mintieron, por eso yo misma tomé la decisión de cortar mis alas.
Terminaron de tomar su duchar, Zelica terminaba de ponerse su ropa en el cuarto a solas con Sol, cuando su mirada quedó fija en la niña de una ala.
—¿Por qué me mira tanto? ¿Fue por lo que dije? —Habla Sol, incomodada y algo avergonzada por sus palabras en la ducha— Si quiere, puedo pedirle disculpas, no quise llamarla «Traidora».
—No te preocupes, no estoy enojada contigo, de todos modos no te culpo, eso fue lo que te enseñaron en la torre de babel —Zelica le dirige la palabra a la niña con amabilidad—. Pensaba que… ¿no te molesta tener todo ese cabello?, digo tienes mucho y de paso lo tienes todo disparado.
—No tengo la culpa de que mi cabello no sea tan bonito con el de usted.
—Ven acercarte —dice Zelica a lo que Sol sin dudarlo camina hacia la pelirroja mujer.
Desmont fue rápido en ponerse su ropa, esperaba paciente en el jardín a que las dos bajaran. Zelica junto a Sol salen al jardín, Desmont queda sorprendido, el peinado de Sol era totalmente diferente, su cabello ahora estaba recogido por la parte superior, además tenia dos coletas a los lados.
—Me gusta el nuevo estilo —dice Desmont mientras levantar su pulgar—, te queda muy bien.
—Así me da menos calor —avergonzada habla la niña.
Zelica sale de la casa y toma camino de nuevo a quien sabe donde, la mujer mueve su mano en señal de despedida a lo que el niño levanta su brazo y despide exaltado, lo que no se esperaba la mujer es que también recibiera un diminuto y lento movimiento de mano por parte de la pequeña ángel que de la timidez no podía ni mirarla. Zelica dejar escapar una pequeña sonrisa.
—Bien, vamos —dice Desmont.
—¿A donde?
—¿No dijiste que querías pasear hace un rato? —pregunta Desmont, el estado de ánimo de Sol vuelve con una grandiosa sonrisa.
Después de un largo paseo y de casi perderse por la ciudad, vuelven a casa hambrientos, Desmont recuerda que Sol había guardado su comida, pero al revisarlo ven como está toda infestada de hormigas. Desmont procede a tomar la cocina, tiempo después terminan su preparación, Sol como siempre entusiasmada, esperaba los típicos platillos del pequeño mestizo, aunque después de ver el plato que Desmont puso en frente de ella, ese entusiasmo desapareció. El plato que el niño puso en frente es el mismo que la mujer hizo cuando estaba presente, el cual antes negó sin pestañear. Justo antes de levantarse y guardar de nuevo su comida decide probarlo, e inesperadamente para ella estaba muy delicioso, no podía creerlo. Después de que terminaran su comida Desmont se dirige a Sol.
—Sol, léeme un cuento.
—¿No sabes leer? —pregunta Sol.
—Claro que se leer, pero no hay nada mejor que alguien lo lea para ti, además veo que me pides muchos libros de la biblioteca y te la pasas leyendo casi todo el día, así que léeme uno ¿si?
Sol se sienta en uno de los sillones de la sala, Desmont hace lo mismo pero encima de Sol, la niña de costumbre se siente algo incómoda, pero no hace nada, solo rodea al niño con sus brazos y coloca el libro en frente de los dos. Sol lee entusiasmada el cuento que sostiene, a diferencia de Desmont que después de un rato queda dormido, esto le es indiferente a la niña, por lo que prosigue su lectura en voz alta, hasta que su cabeza comienza a tambalear y su lectura comienza a cortarse, hasta que sin quererlo queda dormida junto al niño en el sillón.
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