Tres Espadas - 12
Capítulo 12: Buenos días
—Lo siento Sol, la verdad quisiera que vinieras conmigo, pero la señora Schnee dijo que solo podía ir yo.
Hace algunas semana atrás antes que las vacaciones de mitad de año llegarán, la señora Schnee junto mi hermano nos visitaron, ese mismo día entre juegos con Agares me preguntó si quería visitar su hogar, la mansión de los Harenae, la familia de mi padre y por consecuencia, también mi familia, dije que «Si» sin dudarlo, por lo que ese día llego y estoy terminando de prepararme para el viaje.
—Tampoco pasa nada, estaré cuidando la casa —respondió Sol.
Unas horas más tarde, el típico carruaje en el que la madre de mi hermano se transporta para llegar a mi casa se estaciona en frente, emocionado tomó mis maletas y subo al carruaje, en el se encuentra Schnee.
—Buenos días Desmont. —Con una cálida sonrisa habla Schnee—, te veo un poco impaciente.
—¡Por supuesto! —exclama Desmont—. Siempre quise conocer a mi familia.
Luego de la declaración de Desmont la mujer hace una señal al conductor del carruaje, de inmediato los caballos toman trote. El niño de un cuerno se monta encima de su asiento para mirar por la ventana trasera y así despedir a Sol, que todavía estaba parada enfrente de la acera viendo como él se alejaba. El viaje no llevaba más de una hora y a lo lejos ya se podía ver una gran mansión, incluso más grande que la familia Caedes, situada en medio de un exorbitante arbolado no muy lejos de la población.
—Bien, ya llegamos —dijo Schnee.
Desmont baja del carruaje y lo primero que ve es un hermoso jardín, siendo regado y cortado por un grupo de sirvientes. A diferencia de la mansión Caedes que se ve totalmente reforzada y llena de soldados, el hogar de los Harenae es mucho más acogedor, lleno de flora por todo el lugar y con un ambiente de tranquilidad que es perceptible al instante.
—Que bonito lugar —hablo Desmont.
—Si, también pienso lo mismo, desde que vivo aquí todo ha ido de maravilla.
—¿Desde que vives aquí? —pregunta Desmont—. ¿Antes no vivías aquí?
—Claro, yo vengo de otra familia. —responde Schnee, a lo que Desmont queda algo perdido—. Cuando dos personas se casan, o tienen un niño, que ese fue el caso de tu padre y yo, una de los dos gana el apellido de la familia más poderosa.
—Oh, así que… ¿Los Harenae también son una familia muy poderosa?
—La verdad es que no —comenta Schnee— La familia Harenae no es que tenga un nivel de influencia muy alto, no tienen territorios ni grandes riqueza, de hecho serían una familia de demonios cualquiera si no fueran por dos cosas, la primera es que son propietarios de la prisión de arena, la cárcel con más capacidad y más segura del territorio de los demonios. Y la segunda es que de esta familia viene el demonio mas fuerte que haya existido.
—Papá.
—Si. —orgullosa habla Schnee—. Muchos hasta comparan su poder con el de Lucifer.
Desmont y Schnee recorren un poco la gran mansión antes de llegar una espaciosa habitación que pertenece a Schnee, su hijo Agares se encuentra dormido en una lujosa cuna situada a esquina del cuarto.
—Bien, sígueme —Schnee habla, los dos caminan hasta el final de un pasillo y entran en una pequeña habitación, incluso más pequeños que el cuarto de la propia casa de Desmont—. Esta será tu habitación en la que dormirás mientras pases tus vacaciones aquí.
Desmont deja sus cosas en el lugar, Schnee ya no estaba así que él por su cuenta comenzó a explorar la mansión, caminando por el jardín que había visto al ingresar en el lugar encuentra a un grupo de niños y jóvenes jugando en este. El niño algo tímido se queda parado cerca observando como todos se divierten. Uno de los jóvenes se percata de esto.
—¡Oye! —Dijo el joven que parecer ser el que tiene más edad de todos, unos 15 años aproximadamente— ¿Quieres jugar?
Desmont si dudarlo se une a ellos, un par de horas de juegos y charla pasan volando, hasta que llega la hora de la cena. Todos los niños y jóvenes del lugar se reúnen en un salón en la que se encuentra un gran comedón, algunos asientos quedan vacíos así que Desmont toma uno de ellos sin preocupación, al inclinarse en la silla se da cuenta que a su lado está uno de los niños con quien mas se llevo bien en las horas de juego.
—Oye ni siquiera pregunte tu nombre —pregunto el conocido y a la vez desconocido niño.
—Me llamo Desmont.
—Mucho gusto, mi nombre es Cla. —Amigable, Cla le dirige la palabra a Desmont—. Primera vez que te veo por acá.
—Si, la primera vez que estoy acá, estoy pasando mis vacaciones aquí.
Los sirvientes reparten el banquete entres los jóvenes presentes. Después de la comida algunos niños, incluyendo al niño de un cuerno, se reúnen en el jardín a charlar.
—¿De dónde vienes, Dermon? —Uno de los niños pregunta.
—Es Desmont —responde el mestizo—… Vivo en Caedes.
—¿La ciudad de los héroes? —preguntó una niña del grupo—. ¿Tú eres un guerrero también?
—¿Ciudad de los héroes? —susurra Desmont confundido, aunque luego toma un tono más presumido—. Eh… ¡Si claro! Ciudad de los héroes, pues… no es que sea uno ahora, ¡pero algún día lo seré!
Un par de días transcurren, las noches del niño no fueron muy cómodas que digamos, recordemos que para el joven dormir a solas en una habitación no le es de agrado, aun así pudo conciliar el sueño sin mucho problema. Cada mañana era despertado por sirvientes de la casas, para que pudiera desayunar juntos a los demás jóvenes del lugar, algunas horas del día las dedicaba a pasar el tiempo con su pequeño hermano menor, además los días llenos de juegos con el numeroso grupo de niños de la propiedad era rutina, también los abundantes alimentos a la hora del almuerzo eran infaltables y la calidez con el que traban a Desmont eran dignos de una verdadera familia, hasta que…
—¡Calceus! —Un extraño hombre de traje y con uno de sus cuernos agrietados nombra a Cal.
—¡Papá! —exclamó el niño que al oír el llamado de su padre corre de inmediato hacia él, salta y su padre lo atrapa en el aire. El demonio del cuerno roto se da cuenta rápidamente de la presencia de Desmont, su expresión deja ver un rencor abundante.
—Oye niño, ¿Tú no eres el hijo de la escoria esa? —El hombre le dirige la palabra a Desmont.
—¿Escoria?… —responde intimidado el pequeño.
—¿Qué haces aquí? —El desprecio en forma de palabras salen del hombre.
—Eh… pues —El miedo comienza a dominar a Desmont—… La señora Schnee me trajo.
—Esa mujer… —susurra el hombre volteando su mirada, luego habla en voz alta hacia los demás jóvenes—. Todos diríjanse hacia sus respectivos dormitorios… eso también va para ti, niño.
—¡Si! —exclamó Desmont. Como dijo el hombre de traje, todos los niños se dispersaron y tomaron camino hacia sus lugares de sueño. Al día siguiente sin previo aviso la rutina que tuvo los días anteriores fue rota por completo, no fue despertado por las sirvientes, Desmont se dio cuenta de esto al despertarse y mirar el reloj, luego caminó hacia el comedor, se percató que los demás habían desayunado sin él ya que aún se podían ver varios platos y cubiertos en la mesa. Desmont pasó gran parte del día con su hermano, más tarde de nuevo llego tarde a la hora del almuerzo, era costumbre que todos los días los encargados de la casa le indicarán y recordarán las horas de comida, pero por alguna razón ese día no fue así, Desmont pensó que solo se les había olvidado. Al siguiente día el niño se despertó más temprano para así comer con su nuevos amigos, sin embargo…
—Lo siento joven, pero no puede comer aquí. —dijo una sirvienta que evitó el paso al niño hacia la mesa del comedor.
—¿Que…? ¿Por qué? —pregunta Desmont.
—Bueno… no hay puestos en la mesa —responde algo dudosa e incómoda la sirviente. Desmont solo se inclina un poco hacia un lado para ver claramente como hay múltiples asientos libres en el comedor.
—Yo veo que hay varios libres. —habla confundido y algo enojado el pequeño.
—Esos… ¡están ocupados como te dije!, ya vete a tu habitación niño, no me metas en problemas.
Luego de eso intente salir al jardín para encontrarme con los nuevos amigos que había hecho, el único problema era que inesperadamente también tenía negado la salida al jardín de la casa. Ese día pasé algo de hambre, supuse que tendría que esperar al almuerzo, pero nuevamente no me dejaron pasar con los demás niños. Muy tarde en la noche me escabullí dentro de la cocina, ese día no había comido nada así que pensé en hacer mi propia comida, no se la razón pero mientras preparaba mi única comida del día me puse algo nostálgico, los recuerdos de cuando vivía en el orfanato pasaban por mi, y a la vez que batía la masa recordé unas palabras de la hermana Andrea, quien la primera vez que me vio cocinado me dijo «Quién sabe cocinar no muere de hambre». Luego de terminar de cocinar, llevé mi plato al comedor, ese en el que comía con los demás niños del lugar, aunque esta vez comía solo y a oscuras por la solitaria noche, fue algo triste si les soy sincero. Los días siguientes fueron casi lo mismo, comía una vez al día y solo podía ver desde la ventana como los demás niños se divertían fuera, lo único que podía hacer era jugar con Agarres, eso me mantiene contento gran parte del día.
Un día Desmont decide escapar al jardín para encontrarse con los demás jóvenes en la hora de juegos, sin que ningún sirviente ni residente de la mansión pudiera verlo. Desmont corre alegre hacia su compañeros, lo que no esperaba era que al ir acercándose los jóvenes detuvieron bruscamente sus juegos y con miedo quedaron observando al pequeños de un solo cuerno.
—¡Hola chicos, los siento por no venir a verlos hace días, no me —Desmont nota las miradas de miedo y disgusto de los demás chicos, incluyendo la de Cal—… ¿Qué les pasa?
—Es que —Cal le habla a Desmont sin poder mirarlo de frente—… Ya no queremos jugar contigo, ni te queremos cerca, así que por favor no nos hables más.
Desmont queda paralizado, no asimila las palabras que le dijo su nuevo, o mejor dicho su antiguo amigo Cal. En el momento que Desmont aun sigue de pie sin decir nada, uno de los sirviente se percata del escape del pequeño, lo toma con fuerza por unos de sus brazos y lo arrastra dentro de la mansión. El pequeño mestizo nada más se limita a ver cómo sus supuestos amigos lo rechazan y abandonan. Desmont es encerrado en su habitación por el mismo sirviente que lo atrapó.
Esa noche fue extraña, estuve mucho tiempo despierto pensando afligido lo que estaba pasando, sin embargo por alguna razón esa noche dormí en paz y muy cómodo, casi como en casa. Al día siguiente fui despertado por alguien y en el momento de abrir mis ojos supe por que esa noche dormí tan bien.
—Oye niño, despierta, ya es tarde —dice Zelica, en pijama y acostada en la cama junto a Desmont.
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