Tres Espadas - 13
Capítulo 13: Otra vez
—¡¿Qué haces aquí, Zelica?! —Sorprendido exclama Desmont.
—Bueno… Fui a tu casa y no estabas, solo vi a Sol tirada en el suelo frente a la puerta, deberías decirle que deje de hacer eso, asusta a los invitados —dice Zelica—. Al final me dijo que estabas acá.
Desmont aun si creerlo pensado que es un sueño se abalanza contra Zelica para darle un cálido abrazo, la mujer le devuelve el gesto con grado. Zelica mira a su alrededor y extrañada le pregunta a Desmont…
—¿Por qué te dieron esta pocilga para dormir?
—Pues… no lo sé, la señora Schnne me dio este cuarto para quedarme —respondió el pequeño. Zelica agita su cabeza un poco.
—Da igual, debe ser que las demás habitaciones están ocupadas —sonriente habla Zelica—. Oye ¿Por qué no desayunamos?, nos levantamos bastante tarde.
Desmont asiente con la cabeza, al ir acercándose al comedor Desmont inseguro para mitad de camino.
—¿Qué pasa, niño? —pregunta la mujer de cabello rojo.
—¿Vamos al comedor, verdad? —Habla Desmont, a lo que Zelica algo confundida afirma con un gesto de obviedad levantando sus hombros—. Es que… será mejor que no… yo no tengo permiti…
—De qué hablas niño, ¿estas todavía dormido o que? —Zelica con sus dedos limpia los ojos de niño, lo toma por el brazo y lo lleva medio a la fuerza hacia el comedor. Al llegar Desmont nota de inmediato las caras de preocupación de los encargados al verlo entrar por la puerta del comedor, los dos solos se sientan en la gran mesa y una de las sirvientas se le acerca a la mujer para atenderla.
—Buenos días señorita Zelica, ¿en qué puedo servirla? —dice la incomodada sirvienta.
—A mi me traes el desayuno estándar de hoy, y tu niño, ¿qué vas a pedir?—Zelica mira a Desmont, que no le salen las palabras de la boca—. Sabes el esta medio dormido todavía, a el tráele lo mismo que a mi.
—Señorita Zelica me temo que…— La sirvienta sin poder ver a la pelirroja mujer los ojos deja ver en su rostros gran preocupación.
—¿Hay… algún problema? —Muy amable Zelica le dirige la palabra a la sirvienta que la atiende.
—¡Ninguno! ¡Ya le traigo de inmediato su comida!
Unos poco minutos más tarde, un sirviente diferente al que los atendió lleva el desayuno y lo posiciona delante de la recién levantada mujer. Zelica toma su plato y lo arrastra hacia su derecha, justo enfrente de Desmont.
—Come primero, para que despiertes de una vez —habla Zelica mirando a Desmont—. Ten cuidado, se ve que el café está algo caliente.
—¡Señora Zelica! ¡Ese desayuno es para usted! —exclama el sirviente que trajo su comida.
—¿Mnn? Bueno… tampoco pasa nada, de todos modos pedimos lo mismo, ahora el siguiente plato que traigas será el mío y ya está —La cara de amargura del sirviente era evidente.
Después de que Zelica y Desmont terminaran su comida, juntos caminan hacia los baños, y toman una ducha los dos solos. Mientras la mujer lava cuidadosamente el cuerpo del niño, nota una cantidad inusual de mugre y malos olores provenientes del pequeño.
—Oye, ¿Te estás lavando bien? ¿O siquiera te estás bañando? —dice la mujer algo enojada a la vez que le dan un pequeño golpe al niño en la cabeza con castigo, a pesar de su pequeña malhumorada, su expresión muestra que solo le quiere bromear un poco—. Se que estas divirtiéndote todo el día con los niños de la casa, pero al menos recuerda darte una ducha todos los días por lo menos.
—¿Tu te duchas todos los días? —Pregunta Desmont ya más alegre por la compañía de la pelirroja mujer.
—No… pero eso no quieres decir que no lo debas hacer tu, yo ya estoy grande y puedo hacer lo que se me dé la gana, tú aún eres un niño.
—Puerca —Con una pequeña sonrisa picara dice Desmont. Zelica enojada en broma, procede a hacerle cosquillas al niño sin parar.
Ese día para el joven fue como la cura de todas sus desgracias, la compañía de la mujer convertía ese lugar de pesadilla, es todo un paraíso, aún contando los escasos días que pudo disfrutar en la mansión, no se comparan a ese día junto a Zelica, de hecho en el momento no se dio cuenta que hasta el día de hoy nunca puedo pasar tanto tiempo al lado de la mujer que salvó su vida. El niño y la mujer estaban tomando un pequeño paseo por el arbolado que rodea la mansión, cuando Zelica se acordó que estaba a punto de pasar la hora del almuerzo.
—Deberíamos regresar, ya está por pasar la hora del almuerzo.
—Zelica… no quiero comer en la mansión. —dice Desmont mirando al suelo.
—¿Por qué? —pregunta Zelica.
—Es que… su comida no me gusta, es muy de ricos, me gusta más la comida de persona normal. —responde el pequeño.
La mujer queda pensativa por unos instantes, luego ella toma a Desmont y lo lleva a uno de los carruajes de la casa, así toman camino hacia un diminuto pueblo cercano a la propiedad.
Los dos entran a un humilde restaurante del pueblo y una joven los atiende amablemente, la joven prepara la mesa en la que sus nuevos clientes toman asiento. La chica mira hacia el niño e impactada nota que él solo tiene un cuerno.
—¡Tienes un solo cuerno! —exaltada habla la joven camarera— ¡¿Eres un mestizo verdad?!
—Si, lo es. ¿Hay algún problema con eso? —Zelica lanza una mirada de enojo y desprecio hacia la joven camarera.
—¡No, no no! —La chica intimidada por la presencia de la pelirroja mujer, se quita algunos ganchos y un cintillo de su cabello, dejando ver su único y pequeño cuerno. La sonrisa tímida de la chica acompaña tal revelación.
La chica después de traer sus almuerzos, Desmont la invita a sentarse y platicar con ellos, por suerte la joven mitad demonio por el trabajo aún no había almorzado, por lo que sin ningún problema acepta la invitación del niño y se sienta junto a ellos para almorzar.
—No pensé que había otras personas como yo —Desmont habla con la boca llena, a lo que Zelica le da un pequeño sermón acompañado de un pequeño golpe en su cabeza.
—Ahora sabes que si los hay, aunque tampoco es que sea muy común, por eso entiendo que pensaras que eras el único. —dice la joven riendo un poco por la interacción que tiene la mujer y el pequeño.
—¿Dónde están tus padres? —pregunta Desmont.
—La señora que atiende detrás del mostrador es mi mama, ella es un demonio, en la cocina esta papa quien fue que hizo el almuerzo que comen ahora, él es un humano —La joven mira y señala a cada uno mientras los menciona—, y por ultimo yo, quien atiende a los clientes en las mesas, mitad demonio mitad humano, mi nombre es Salina, lamento no haberme presentado antes.
Luego de haber terminado su comida y charlar un poco con Selina, les dieron una corta y amistosa despedida del restaurante. El camino hacia la mansión tardó más de lo esperado, una tormenta de arena y luego lluvia azotaba el lugar, manteniendo al carruaje en baja velocidad, aun así no hubo mucho problema y llegaron intactos a la mansión de los Harenae. En los pasillos de la propiedad lo esperaba un hombre de gran estatura.
—Hola Zelica, te fui a buscar a tu casa, ¿qué haces aquí?
—No espere encontrar aquí Luis —Zelica saluda al para Desmont desconocido hombre—. Mira Desmont, te presento a Luis, es un amigo.
—Oh, así que conoce a Zelica. —dice Desmont.
—Creo que decir «conocerla» es muy poco, estoy a su lado desde que éramos niños. —responde Luis.
—Desmont si quieres puedes ir a jugar con los niños, tengo cosas que hablar con Luis.
—¿Con los niños…? —responde desanimado el niño de un cuerno.
—¿Qué pasa? —pregunta Zelica, Desmont negando con sus manos le dije a Zelica que no es nada. Cuando Desmont toma camino hacia los niños que juegan en el jardín, Luis pregunta…
—¿Quién es ese niño?
—¿Es el hijo de Yermos? —Zelica responde.
—Entiendo que ahora haces de niñera para Yermos. —bromea el alto hombre, a lo que Zelica lo golpea con fuerza en el brazo.
—Por qué no mejor te callas.
Desmont estaba a punto de llegar a los niños, como era de esperarse antes de ni estar cerca de ellos ya se podía ver sus gestos de disgusto e incomodidad.
—Hola… chicos —dice Desmont nervioso. El joven que era el mayor de grupo se le aproxima, incómodo y encorvado muy cerca de su rostro le dice…
—Mira niño, es mejor que te vayas, es lo mejor para ti… y para nosotros —susurró el joven. Desmont bajo su mirada, decepcionado da media vuelta y regresa lentamente de donde vino, pero un diminuto rencor detuvo su movimiento, apretó sus dientes del enojo, giró apresurado y con pasos largos volvió hacia los niños.
—¡¿Por qué?! ¡Yo no les hice nada, no entiendo por qué ahora me excluyen, si hice algo malo…! ¡¿Por que no solo me lo dice?! ¡Lo puedo cambiar! —mientras Desmont se expresa y se les acerca paso a paso, los demás niños solo quedan anonadados por la furia del niño—. ¡Se los juro, no soy alguien malo!
—A… aléjate, no te acerques… te estoy diciendo que te alejes. —Cal el mejor examigo que puedo hacer en sus vacaciones habla con enojo e intimidado por la actitud del niño de un cuerno.
—¡Se los juro, soy alguien bueno! ahora que los pienso, la última vez que estuvimos juntos fue un día antes en la cena. ¡Sé que mis modales no son buenos, pero sé que lo puedo cambiar, si quieren ustedes mismos me…! —Cal, al ya tener a Desmont casi enfrente de él, lo empuja con fuerza, lo que hace a Desmont caer en un charco de agua que tenía detrás, el niño todo empapado, limpia su cara y mira hacia Cal, que lo mira con desprecio fijamente.
—¡Te dije que te alejaras… mestizo! —furioso exclama Cal. El pequeño Desmont entendió todo lo que pasaba después de las palabras de Cal.
—Papá dijo que no era necesario —Cal, toma del suelo una de las espadas de madera con que estaban jugando hace un rato, la aprieta con fuerza y la coloca encima de su cabeza —… pero, si era para defendernos, estaba bien.
El joven Cal con furia impulsa su espada de madera hacia el niño tirado en el suelo, justo antes de que el golpe acerte, una mano detiene el avance sin esfuerzo.
—¡Se… señora Zelica! —exclama Cal.
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