Tres Espadas - 17
Capítulo 17: Zero oportunidad
Un salón alegremente decorado con globos de colores, paredes con cintas y pequeñas banderas, además de una mesa repleta de comida, acompañada de variados dulces, por último en medio del grupo que permanece aplaudiendo y cantando una tradicional canción, subido a una silla se encuentra Desmont, celebrado su decimosegundo cumpleaños. Los presentes piden con emoción que el pequeño apague las velas de su vasto pastel de cumpleaños.
—Antes pide un deseo. —dice Zelica a su lado. El niño cierra sus ojos para luego soplar y apagar al instante las diminutas llamas. La noche de fiesta pasa llena de alegría, Desmont pasa el rato jugando mayormente con su hermano pequeño, aun así a la vez acompaña a sus amigos, los numerosos regalos que le fueron dados al pequeño son compartidos con esto en la hora de juego, mientras los adultos pasan algo alejados tomando algunas bebidas. Esta fiesta es la cuarta celebración que se hace desde la llegada de Desmont y Sol a la ciudad de Caedes, esos cuatro años desde que llegaron pasaron en un santiamén. Desmont saca un cristal, el mismo que le fue regalado por su padre y junto a sus compañeros comienza a ver imágenes que guardo Desmont a lo largo de estos años.
—Miren esa fue la primera foto que tomamos cuando llegué con el cristal. —Emocionado, Desmont señala una de las múltiples imágenes que son proyectadas por el cristal—. Estamos todos, Sol, Maria, Ginse y yo.
—¡Si hemos cambiado mucho!, aunque… —Maria junto a los demás voltean su mirada hacia Sol—. Sol sigue exactamente igual.
—Es verdad, oye Sol, ¿Los ángeles caídos no crecen o qué? —habla Ginse.
—¿Eres bobo o que?, es obvio que si, lo único es que lo hacemos diferente a los mortales. —Sol responde.
—Hermano, ese eres tú —dice Agares, el hermano menor de Desmont.
—¡Si, ese es tu hermano mayor! —Le responde Desmont.
Pasada la medianoche, los invitados de la pequeña reunión comienzan a irse uno a uno, hasta que Maria junto a su hermana se despiden dejando el hogar con tan solo Desmont, Zelica y Sol. Zelica acompaña a los dos jóvenes a su habitación, Sol entra a su cama y se cubre con sus sábanas como si nada, intenta ignorar lo mayor posible a la pelirroja mujer que sigue sin caerle del todo bien.
—Buenas noches. —le dice Sol a Zelica con un tono de poco agrado, la mujer le contesta con las mismas palabras pero con amabilidad. La angel sin alas carga al pequeño hasta su cama, lo arropa y se sienta junto a él.
—Bien niño, yo también ya me tengo que irme. —dice Zelica a la vez que termina de acomodar al pequeño—. ¿Pasaste bien tu día de cumpleaños?
—¡Claro que sí!, estos últimos cumpleaños que he tenido han sido de lo mejor, desearía que siempre sea así. —dice Desmont con emoción, pero viéndose algo cansado por la hora en que permanece despierto.
—Fueras pedido ese deseo cuando apagaste las velas de tu pastel.
—Eso hice, de hecho eso pido todos los años. —respondió Desmont.
—¿Enserio…? a ver ¿Qué deseo pides?
—Deseo que todos los cumpleaños estés ahí conmigo. —responde el niño con una sonrisa. Zelica queda estupefacta con las palabras del pequeño, junto a su mejillas rojas balbucea de los nervios.
—Ah… q-ue bien, yo… la verdad, no sabría… digo, no es que…bueno si, pero —Mientras Zelica no termina ninguna frase, se da cuenta que Desmont se quedó dormido frente a ella. La mujer con la cara del color de su cabello suspira, se levanta del suelo y camina hacia la puerta de la habitación, cierra lentamente procurando hacer el menor ruido posible y justo antes de cerrar por completo echa un último vistazo para así dejar escapar una leve sonrisa, terminar por cerrar la puerta. A la mañana siguiente Desmont se despierta algo temprano como de costumbre para así tener el desayuno listo para el y Sol, lo que no se esperó es que al bajar las escaleras y mirar hacia la cocina, viera como Zelica esta con su bata de cocina preparando algo.
—¡Zelica!
—Oh, ya despertaste, siéntate, ya estoy por terminar. —dice Zelica.
—¿Qué haces aquí?, ayer dijiste que tenías que irte. —habla Desmont que pasa sus manos por su cara, pensando que todavía está dormido.
—Tu lo acabas de decir «tenía», ahora ya no. —El pequeño termina por sentarse en el comedor, Zelica llega hacia él con un plato en su mano que deja encima de la mesa frente a él—. Cuidado, está caliente.
Zelica deja otro plato a un lado de él, para luego sentarse y acompañarlo a comer. Desmont muy alegremente devorar su plato, la mujer de cabello rojo que aún va por la mitad de su plato, desliza su comida hacia el plato del niño.
—¿No quieres? —pregunta el niño.
—No tengo hambre, cómelo tu. —Zelica le responde, el niño de un cuerno sin pensarlo dos veces come feliz su plato. Después de terminar de comer, Zelica lava junto a Desmont los utensilios que usó para el desayuno, al terminar Zelica va a una esquina de la casa donde dejó sus cosas, se pone sus zapatos y se aproxima a la puerta.
—Ahora sí, ya tengo que irme.
—Zelica, antes de que te vayas, tengo algo que preguntarte, te lo iba a decir ayer, pero lo olvide. —Desmont cambia su usual expresión por algo más serio—¿Como hago para entrar a la academia de batalla?, por lo que se, cuando ya tienes doce años ya puedes ingresar.
Zelica lo mira y guarda silencio un par de segundos.
—Lamento decirte que las cosas no son así de fáciles, la academia de batalla Caedes es de las más prestigiosas, para no decir que es la más prestigiosa de la raza de los Demonios, solo los integrantes de las familias más poderosas pueden entrar.
—¿Los Harenae no son poderosos? —pregunta confundido Desmont.
—Es que ese no es el problema, el problema es que tu no eres un Harenae. —Desmont se sorprende aún más por lo que dice la mujer—. Justo estás en la edad en la que se hace la ceremonia de ascendencia, donde jóvenes adquieren oficialmente el apellido de sus respectivas familias, la ceremonia se realiza en la capital del territorio en unos tres meses, es obvio pensar que con buen tiempo de antelación se les informa a los jóvenes de la invitación al evento, ¿Ya recibiste la invitación de los Harenae?
—No —responde confundido Desmont, intentando entender por completo lo que quiere decir la pelirroja mujer. Zelica se le acerca
—Eso deja bien en claro que no te quieren en la familia Harenae.
—¿Por qué? —pregunta desilusionado el pequeño.
—Ya solo empezando por que eres un mestizo eso para la raza de los demonios es una razón más que válida para la negación del apellido, pero además eres hijo del mayor traidor de la especie, por desgracia tienen muy buenas razones para rechazarte. —Luego de las palabras de la mujer, Desmont queda totalmente deprimido, entrar a esa dicha academia es un gran paso para cumplir su sueño—. Aun así, veré que puedo hacer, hablaré como el líder de los Harenae.
—¿Hablarás con él?
—Si, no es que me lleve de maravilla con esa persona, pero puede que consiga algo, aun así no prometo nada, oíst… —sin antes poder terminar de hablar, Desmont la embiste con un fuerte abrazo.
Un par de días pasan antes de que Desmont tuviera noticia acerca de su posible entrada a la familia Harenae, Zelica llega a su casa para comentarle algo por lo menos alentador. El líder de los Harenae quiere hablar con él, de inmediato Desmont se alista para el viaje, por suerte Zelica lo acompaña en todo momento, incluso en la propia conversación que tiene Desmont junto al señor Harenae en su oficina.
—Me parece bien que aceptaras venir acá para conversar un poco, joven Desmont. —dice el señor Harenae.
—Agradezco que me dé la oportunidad de hablar con usted. —habla Desmont algo nervioso por chalar con el importante hombre—. Quería saber acerca de tener el apellido.
—Justo de eso también quería hablarte, te voy a ser sincero… Ya solo empezando por que eres un mestizo eso para la raza de los demonios es una razón más que válida para la negación del apellido, pero además eres hijo del mayor traidor de nuestra especie, por desgracia tengo muy buenas razones para rechazarte. —Luego de que el hombre dijera unas palabras extrañamente similares a las de Zelica, Desmont voltea hacia atrás a verla.
—Te lo dije —Zelica mira a Desmont con una sonrisa burlona. Desmont mira al piso desilusionado, pensando que ya no hay nada que hacer, hasta que el hombre nuevamente le dirige la palabra.
—No obstante, tienes suerte pequeño. —dice el señor Harenae—. La familia Harenae tiene una fuerte rivalidad con los Caedes, por lo que se ha hecho una tradición que se realice un combate uno contra uno entre jóvenes de las respectivas familias, cada año un integrante seleccionado de estos grupos tienen el derecho de retar a cualquier individuo de la familia contraria, eso si manteniendo un margen de edad similar, al año siguiente se invierte los papeles, esta vez los Caedes tienen el privilegio de elegir a su oponente.
—¿Por qué me dice esto? —pregunta confundió el pequeño mestizo.
—Te lo digo… —Dice el hombre que todo el tiempo estuvo dándole la espalda a sus invitados mirando por la ventana, pero ahora se da vuelta y mira al niño—. Porque la persona que representará a los Caedes este año te eligió a ti como oponente.
—¡Queeee! ¡¿Yo?! ¡¿Yo por qué?! —exclama el pequeño.
—No estoy seguro, aun así tengo mis sospechas. —El hombre se sienta en su escritorio y enciende un tabaco—. Cuando escuché que tú eras la propuesta para el combate, quise negarme de inmediato por supuesto, pero…eres hijo del bastardo ese, que por desgracia es el mayor exponente de poder de la familia de los Harenae, de modo que rechazar tu participación era casi como mostrar debilidad.
El hombre de traje y cuerno roto revisa entre unos estantes llenos de papeles, para luego tomar un par de ellos y caminar hacia Desmont, el sujeto le entrega uno de los dos indicando que lo analice.
—Este documento dará constancia de tu expulsión de la familia Harenae —El hombre le hace entrega del otro papel en su mano—. Y este de acá lo hice hace poco, este como el anterior daría constancia, pero de tu entrada oficial a los Harenae. Dependiendo tu resultado en el combate obtendrás uno o el otro.
—¿Eso quiere decir que si gano, podré tener el apellido? —El niño pregunta para confirmar lo que dice el hombre.
—Afirmativo, podrás decir con orgullo que eres Desmont Harenae. —dice el hombre.
La conversación del mestizo con el gran demonio terminó, Desmont sale de la oficina a pasar el poco tiempo que le queda en la mansión junto a su hermano Agares, Zelica antes de que saliera le sonríe muy positiva por la oportunidad que le dio el hombre, Desmont cierra las dobles puertas al salir, así finalmente la ángel y el demonio queda a solas en el lugar, Zelica al notar que el niño está lo suficientemente lejos le dice al hombre:
—Me da asco —el hombre al escuchar dichas palabras hace un gesto de duda—. Que me das puto asco.
—¿Por qué me dice eso señorita queen? —responde confiado el hombre.
—¿Y tienes el descaro de preguntar el «Por qué»?, sabes perfectamente que él no va a ganar. —responde Zelica mirando con desprecio a su receptor—. Se va a enfrentar a esa chica, es imposible que el niño pueda llevarse la victoria, solo buscas la excusa más oportuna para rechazarlo de tu estúpida familia.
El hombre vuelve a darle la espalda a su invitada mirando a su ventana, contiene su risa y dice:
—No sabes ni que inventarte mujer.
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