Yankee love © - 02
Hola a todos, mi nombre es Rina Hamasaki, tengo quince años. Mido un metro con cincuenta y cuatro centímetros. Mi pasatiempo favorito es jugar al jenga. Comenzó como un juego en reuniones familiares, sin embargo con el tiempo descubrí, era algo más que un juego, era mi puerta para destacarme de los demás. He ganado tres competencias seguidas en mi país, derrotando a contrincantes habilidosos.
Vivo con mis padres, tengo una hermanita de dos meses de edad. Es muy pequeña y tierna, duerme la mayoría del tiempo, sus mejillas son rojas como dos tomates. Me gusta acariciarlas para ayudarla a dormir, se me da bien cuidar de niños pequeños.
Cada mañana me despierto a las seis. Tiendo mi cama y ordeno mi escritorio. Me alisto con mi uniforme escolar, peino mi cabello atando una coleta siempre en el mismo lugar. A las siete desayuno y salgo a las siete y treinta en punto. Tomo el tren subterráneo, arribando a la hora justa para entrar a clase. Casi siempre soy la primera en sentarme en mi banca.
Durante el receso, recojo la llave del salón al final del pasillo. Mi descanso transcurre allí, en soledad, jugando al juego que más me gusta. Todo transcurría cumpliéndose con la misma rutina hasta que…
Escuché golpes en la puerta y abrí, había dos hombres con cajas en sus cabezas. Permanecían agujereadas mostrando los ojos saltones. Apestaban a sangre y sudor.
Uno de ellos se inclinó. Eran enormes, los estudiantes más grandes que había visto en mi vida. Retrocedí asustada, temiendo por terminar saltando de la ventana con tal de huir de ellos. “No te asustes”, me dijeron, acercándose, desobedeciendo mis peticiones. Solo quería que se marcharan, pero no quisieron hacerlo.
Lo siguiente que escuché, fue la culminación de mi miedo:
—Queremos jugar al genga. Kimura nos dijo que aquí podríamos jugar al genga —dijo una voz ronca, pronunciando lentamente al igual que un zombi descerebrado.
Eran ellos, no podían ser otros los, los…
—¡YANKEES! ¡NOOOOOO! —El grito se escuchó desde el patio en la planta baja.
Kimura bebía una lata de jugo de naranja, cuando la oyó.
—¿Mmmh?… Parecen los gritos de Rita.
—¿Quién es Rita? —preguntó Tai leyendo un libro a la sombra de un árbol.
—Es la reina del genga.
—Se dice jenga, ¿cuándo vas a pronunciarlo bien? —Miró hacia el segundo piso y continuó—: ¿Estará en problemas?
—No te preocupes. Golpeé a unos idiotas y los envié a que se redimieran con ella. Rita necesita conocer personas nuevas y ellos necesitan respetar a los débiles.
—Pobre de ella. Estará muerta de miedo —suspiró sin intenciones de interferir en asuntos ajenos.
Kimura terminó su jugo, desechó la lata y se acostó en el césped bajo el árbol:
—¿Terminaste la lectura? Explícame de qué se trata.
—No seguiré malcriándote así, léelo por ti mismo. —Le colocó el libro sobre el rostro.
El yankee se lo quitó, desistiendo de siquiera intentarlo. Koji arribó al lugar, era el momento de notificarle una nueva misión.
—Toma, espero que tengas suerte esta vez. —Le entregó una nota escrita por el jefe: “Debes descubrir quién es el ladrón del papel higiénico en el baño de chicas. Quiero su nombre y el motivo de haber cometido ese deplorable acto.”
Tras leerlo, Kimura exclamó:
—¡¿Qué clase de misión es esta?! ¿Ladrón de papel higiénico?
Tai le arrebató el papel y lo leyó.
—Ja, ja, ja, ja. ¿Tú? ¿Investigando?
—¿Qué quieres decir? ¿Eeeh? ¿Crees que no puedo hacerlo? —se molestó.
—No me mires a mí, Kimura. Solo soy el intermediario —se excusó Koji viendo la expresión del joven sobre él.
—Maldita sea, que fastidio… De acuerdo, dile al jefe que lo haré, descubriré al ladrón y espero que me acepte en el grupo por esto.
Sin más demoras, se dirigió a los alrededores del baño de damas. No quiso considerar las sugerencias de Tai, se pasó minutos riéndose de la misión, para cuando las sugerencias aparecieron, ya había emprendido el rumbo.
«¿Cuál es el sentido de esta misión? Reconozco que el papel higiénico es un objeto importante, pero ocuparme de un ladrón, si es que hay uno, ¿de qué sirve?», pensó, mientras hacía guardia en el horario escolar.
«Vamos, aparece de una vez». Los minutos pasaron, también la primera hora, hasta que una chica ingresó al baño de damas.
Los profesores eran muy estrictos con las salidas en los pasillos. Los estudiantes no podían deambular sin un permiso especial, únicamente si era una situación de suma urgencia. Kimura lo tomó en cuenta y se acercó.
«Se ve perfectamente sana, caminaba a un ritmo normal. Sin golpes, sin dolor de estómago. Si sale del baño con los rollos de papel higiénico, la atraparé».
En menos de un minuto, la chica salió cumpliendo con lo esperado. Cargaba varios rollos de papel higiénico.
—La tengo. —Avanzó un paso y se detuvo al observarla ingresar al baño de hombres.
«¿Qué está haciendo? ¿Por qué se dirige allí? Esto, esto no está bien. Debo ser cauteloso». Silenciosamente la persiguió, entró al baño sin ser visto por nadie.
Una vez dentro, no vio a la chica a simple vista.
«Estará detrás de alguna de estas puertas. Hay exactamente ocho puertas, las examinaré a todas». Dio otro paso y se detuvo.
«Espera, hay una distancia entre la puerta y el suelo, de aproximadamente treinta centímetros. La chica puede ver mi sombra si me agacho. Si lo hace estaré en problemas. Visitó el baño equivocado, correrá avergonzada al enterarse de que alguien más la vio».
Verificó la entrada de luz en la ventana, la cual generaría la sombra que lo delataría.
«Tranquilo, ve lentamente. No escuchará tus pasos, las baldosas están perfectamente lisas, sin ninguna abertura, ni ningún trozo suelto te delatará. La suela de mis zapatillas ayudarán, la goma es silenciosa, fue elegida especialmente para los estudiantes de preparatoria. Así cualquiera podría caminar por los pasillos sin molestar con sus pisadas a los profesores en sus clases». Dio un paso más, atreviéndose a agacharse en la primera puerta.
«Bien, está vacío. Todo sale como lo planee. No sabe que estoy aquí». Verificó el siguiente, encontrándose con las piernas de la estudiante.
«¡La encontré!».
La falda larga hasta arriba de los talones, recordaba haber visto una falda así, le llamó la atención el largo, anormal para las actuales adolescentes.
«Ahora… ¡¿Qué voy a hacer?!… ¿Abrir la puerta? Pero ella, ¡estará haciendo sus…! tranquilo Kimura, conserva la calma. Piensa detenidamente. Acaba de robar el papel higiénico del baño de damas, no hizo sus cosas en el baño de damas, ¿por qué?… ¡¿Por qué vino aquí?! ¡¿Qué demonios le pasa a esta chica?!». El sudor le corría por el rostro. Siguió ideando la mejor forma de resolver el problema.
«Tal vez sea… ¡Tal vez sea un chico travestido! En ese caso, podré abrir la puerta, no saldrá espantado, será como un: ¿no ves que estoy cagando? Déjame en paz, será una situación muy común, ¿verdad? ¿Verdad que sí?».
—….
«¡Claro que no! ¡¿Qué demonios se supone que haré?!». Para empeorar la situación, el ladrón hizo desaparecer sus piernas.
«¿Qué acaba de…? ¿Qué acaba de hacer? ¿En qué momento?». Se puso de pie asombrado.
«No te alteres, posiblemente subió al inodoro para poder… ¡Espera un momento! ¡Cómo va a… como se supone que va a…! ¡Tranquilo!». Tomó una bocanada de aire.
«¡Esperaaa! si es una chica puede sentarse para evitar tocar la superficie con los glúteos, pero… no sé en qué…. ¿En qué posición defecan las chicas? Ellas, no me digas que ellas hacen eso. No podría haber otra explicación, debe ser eso, ¡es una chica defecando en esa posición!».
De pronto un rollo de papel higiénico cayó provocando un terrible ruido duradero en la mente de Kimura.
—¡!
El objeto rodó hacia sus pies.
—…
«¡ESTOY ACABADOOOO!». Ya no existía nada más por hacer, únicamente abrir la puerta y encontrarse con lo que se debiera encontrar.
Así lo hizo, abrió la puerta repentinamente.
—¡Eres el ladrón de pa…!
Recibió una patada directo en el rostro.
«¿Qué? ¿Estoy cayendo? No siento dolor, estoy… ¿Estoy muerto? Una muerte sin dolor, que… placentero».
Inconsciente por el tremendo golpe, dibujó un trayecto de sangre en el aire, proveniente de su nariz y terminó por desplomarse en el suelo.
Quince minutos después…
Dos hisopos se introdujeron en sus fosas nasales haciéndolo despertar de un salto.
—¡AAAAAAAHHHH! ¡MALDICIÓN!
La enfermera descuidada, soltó el frasco con el resto de los hisopos del susto.
—¡No puedes despertarte sin tus clásicos gritos! ¡Eres un llorón! —lo regañó sintiendo como su corazón le salía por la boca.
—¡Dile eso a tu siguiente víctima! —Kimura se sentó en la cama, irritado.
—Vete antes de que te lance un nuevo frasco —la anciana lo echó entregándole su chaqueta.
Kimura se marchó maldiciendo, hasta toparse con una chica, quien lo esperaba recostada a la pared con los brazos cruzados.
—¿Te rompí la nariz? —le preguntó.
Era una adolescente bastante alta comparada con las demás. Tenía el cabello rojo, un color intenso como su mirada. Kimura la observó de pies a cabeza, descubriendo el particular largo de la falda.
—¡¿Fuiste tú?!
Se trataba de la ladrona, por ende, de su golpeadora.
—Entraste al baño gritando como un loco, ¿Qué esperabas? —No estaba nada contenta con ser sorprendida de ese modo.
—Eso no justifica que me hayas golpeado así. Me desmayé, ¡podría haberme muerto! —su enojo lógicamente lo hacía exagerar.
—No fue para tanto, sigues vivo e igual de feo. Mi patada no te hizo nada más que darte una corta siesta —manifestó restándole importancia.
—¡Tú…! —Apretó los puños conteniendo su ira, por más que fuera frustrante no poder quitarle una disculpa, tenía que contenerse estando frente a una mujer. Si había algo que su hermano le enseñó, fue a respetar a las mujeres.
—¿Por qué me perseguiste y actuaste de manera tan extraña? —Se había mantenido quieta en el baño para comprobar las intenciones del yankee.
—Quería resolver el caso del ladrón de papel higiénico —respondió Kimura de mala gana.
—¿El caso? ¿De qué estás hablando? ¿Estabas jugando a los detectives? —La idea le disgustaba, que alguien se interpusiera en su camino con ese objetivo.
—¿Eeeh? ¿Qué dices? No es un juego de detectives. —Se impuso haciendo muecas, reflejando su escasa paciencia en alguien que no hace mucho, lo venció de un solo movimiento—. Hiciste algo mal. Dime tu nombre, eres una ladrona después de todo. —Parte de su misión era saber el nombre del responsable.
La chica lo miró amenazante y movió su pierna impactando contra la pared detrás de Kimura. Sus brazos continuaban cruzados, los poderosos miembros inferiores eran suficientes para acorralarlo.
«Esto es…». Kimura tragó saliva.
«¡Es un kabe-don de chicas!»
—¿Crees que te diré mi nombre así de fácil? No me interesa que intentaras hacer lo correcto. Si vuelves a entrometerte te arrepentirás.
Un buen pensador recitó una vez que las mujeres daban miedo. Kimura corroboró lo cierto de esa afirmación. La chica se apartó y se alejó por el extenso pasillo.
Una hora después…
Durante el receso del último tramo de la jornada escolar, Kimura halló a Tai en el patio trasero comiendo parte de su almuerzo.
—Es bueno verte —lo recibió con una sonrisa, la cual aguardaba escuchar la graciosa anécdota del fracaso.
Kimura se encontraba derrotado en todos los sentidos, con una mirada carente de vida.
—¿Qué te sucedió? Tienes cara de que te hicieron un kabe-don —notó preocupado.
No era la primera vez en experimentarlo. Una niña en primaria lo arrinconó, fue un evento traumático para un pequeño de esa edad.
—¿Kabe… don? ¿Qué estás diciendo? Estás hablando en otro idioma —respondió aún sin regresar a su anterior yo.
—Mejor dejemos el tema… ¿Cómo te fue con el ladrón? ¿Lograste atraparlo?
El yankee evadió la pregunta, observó la lonchera de su amigo, únicamente había una manzana reservada como postre. Tai no era una persona que comiera rápidamente, la mayoría de las veces las sobras de su almuerzo eran dedicadas al hambriento Kimura.
—¿Qué pasó con tu almuerzo? No está completo.
—Eres muy observador. Aquellos sujetos acaban de robármelo —señaló a dos estudiantes caminando hacia el interior del edificio.
Kimura recogió la manzana.
—Luego te compraré otra. —Corrió hacia los ladrones y le lanzó la manzana al primero.
—¡¿Quién hizo eso?! —Se volteó el abusivo.
—¡Fui yo! ¡¿Tienes algún problema?! ¡¿Eeh?! —Kimura explotó en enojo y saltó sobre el sujeto.
Tai presenció la golpiza. Eran como simios lanzando puñetazos desenfrenados, sin ninguna técnica, simplemente movían sus brazos y piernas tratando de acertar algún golpe.
—¿Eso en qué me ayudará? Ya se comieron mi almuerzo —suspiró regresando a su salón.
Faltando media hora para la finalización de la jornada. Kimura regresó al baño, no pretendía encontrar a la chica del cabello rojo, sino descubrir alguna pista que le sirviera para averiguar el motivo de sus robos. La búsqueda no tardó en dar resultados, detrás de la puerta donde tuvo lugar el altercado con la joven, había un mensaje escrito, uno que lo conduciría hacia su deseada aceptación: “¡Manami es una perra!”.
Todo se aclaró, como si una luz iluminara las letras escritas con un marcador permanente de color negro.
—Quiso borrar un insulto, por esa razón utilizó papel higiénico. Probó borrarlo pero no bastó. Ja, es una novata, se necesita un producto especial para hacerlo. —Tocó la pared, había incluso marcas de uñas, debido a la insistencia en quitarlo.
—Se llama Manami, es la respuesta. ¡Es la respuesta, el nombre de la ladrona! —festejó saliendo apresurado en busca de Koji, el intermediario del jefe.
«Al fin lo lograré, entraré al grupo. Lo sabía, no debía darme por vencido». Descendió los escalones esperanzado, sin embargo la imagen del insulto se interpuso en su mente.
«¿Qué imbécil haría eso? Escribirlo en el baño de hombres insultando a una mujer de esa manera. Si lo descubriera le partiría la cara». Inconscientemente se detuvo, ahora pensaba en la chica del cabello rojo. Estaba enfadada con él por entrometerse, tenía razón en estarlo. En ese momento, alguien más estaría leyendo esas palabras, difundiéndolo entre los chicos, lastimando seriamente su dignidad. Apretó los puños, impotente.
—¿Qué estoy pensando? Estoy tan cerca… tan… —Redireccionó su rumbo—. No puedo permitirlo, como hombre… ¡No puedo permitir algo así!
Los demás estudiantes lo vieron correr desaforado por llegar a tiempo. “¿Qué le pasa a Kimura? ¿Estará huyendo de una pelea? Es un cobarde.”, escuchó los comentarios como punzantes cuchillas que lo atravesaban, no obstante nada lo detuvo.
Le pidió ayuda al conserje para conseguir lo que necesitaba, y él mismo se encargó de borrar el mensaje. Restaban diez minutos para que la misión caducara. Las letras apenas se desvanecían, quien lo escribió escogió un material difícil de quitar.
—Vamos, vamos, vamos. —Fregó con más esmero, dedicando todo su potencial como amante de la limpieza.
La chica asistió nuevamente con un rollo de papel higiénico, el último del baño de damas. Al ver a Kimura empecinado en su trabajo, lo dejó caer de sus manos.
El joven la escuchó detrás y se alarmó.
—¡!
Ella le mostró una expresión diferente. Alguien la estaba ayudando, cuando nadie allí lo había hecho.
—¿Qué estás…?
—Esto requería del trabajo de un profesional. Agua y papel no es suficiente.
Quedándose callada, no pudo dejar de mirarlo hasta que terminó de limpiar.
—Listo, como nuevo. —Satisfecho con su labor. Kimura salió del baño.
La joven permitió que se fuera sin poder decirle nada, ni agradecerle.
Ya atardecía, su misión no tuvo validez. Kimura caminó resignado, pensando en el futuro, en lo mucho que debía esforzarse para concretar su meta.
Desde la ventana del segundo piso, lo miró retirarse. Detrás de las cortinas blancas, semitransparentes, trató de ocultarse para que no pudiera verla.
—Ese sujeto… —No le gustaba la idea de estar en deuda con alguien, mucho menos con un yankee. Los consideraba estúpidos por creerse los dueños del instituto imponiendo sus absurdas reglas, agresivos por desquitarse con quienes se toparan, e inútiles por no contribuir en nada.
—¿Qué ves con tanta atención? —preguntó una joven de cabello anaranjado, peinado con una trenza al costado. Miró por la ventana pudiendo ver a Kimura—. ¿Vas detrás de ese chico? Es inusual —bromeó.
—Manami, no te hagas ideas equivocadas. Es solo un yankee más del montón —declaró molesta.
La otra chica se atrevió a introducir el tema. Estaba al tanto sobre lo que su amiga intentó hacer en el baño de hombres. Quería solucionar sus asuntos sin su consentimiento.
—No tienes que meterte en líos para protegerme. No me interesa lo que los demás piensen de mí. —Se sentó junto al piano y tocó una tecla—. Estoy feliz con mi música.
—A mí sí me interesa. No soy como tú que prefiere tocar el piano, esperando que con eso los problemas se solucionen. —La confianza entre ellas se construyó con años de amistad. Prácticamente se conocían desde que nacieron. Sus madres eran amigas de la universidad y ambas se embarazaron el mismo año.
—Eres muy directa, Anzu. No has cambiado en nada. —Sonrió.
Un sonido en el interior de Kimura le indicó que no había comido nada en todo el día. El almuerzo de Tai le fue arrebatado y la recepcionista se embriagó por la noche habiéndose dormido para prepararle su vianda.
Indagó en el bolsillo del pantalón en busca de su billetera. Compraría un emparedado de regreso al hotel.
— Mi… ¡Mi billetera no está! —exclamó vaciando su bolso sin obtener nada más que polvo.
Anzu revisó la billetera de Kimura extrayendo los billetes ordenados por su valor. Era más organizado de lo que aparentaba.
—Lo sé, no he cambiado en nada.
Kimura recordó todas las personas con las que frecuentó, hallando a la culpable de tal hurto.
—Fue ella… esa… esa ¡MALDITA LADRONAAA!
Comments for chapter "02"
QUE TE PARECIÓ?
Este capítulo si me divirtió mucho más, el desafío del ladrón del papel higiénico, que resultó ser mujer, muy hilarante cómo imagino Kimura qué Manami se había colocado encima del inodoro 🤣🤣🤣. La tremenda patada kabe don. Lo noqueó y hasta lo ataranto jaja. Sin embargo Kimura fue más allá, indagar el porque de ése hurto de papeles. Y cómo al entender el porque decide ingresar a los baños dejar limpio todo los escritos, pero sin éxito para cumplir el desafío por haberse extendido del tiempo de averiguar. Fue caballero en no exponer así a Manami hacia los otros Yankees.
xD morí de risa con la billetera. Que es un kabe don?
Ya recuerdo que en el anterior capitulo Kimura acechaba a Rita para que le enseñara Zenga, acá tiene que lidiar con un grupo de yankees ( ◐ o ◑ )
No puede ser, una ladrona bien hábil, lo dejaron sin billetera. Yo quiero aprender eso…ok ok…talvez no. ◕‿◕
jajaja, nuuu, no atentes contra le ley xD Gracias por leer y por tu comentario! 😀
Me rei leyendo este capitulo, a Kimura le pasa de todo:-)