Yankee love © - 04
La madre de Kimura se despertó temprano en la mañana. No lo hacía frecuentemente, tenía que esperar a que Karin, la recepcionista, se encargara del turno de la primera hora, para levantarse y emprender un nuevo día.
Peinó el cabello largo, lacio y oscuro. Cosió un botón de su vestido rosa pálido, se abrochó los cuatro restantes con cuidado. Aplicó crema en sus manos, se miró en el espejo observando a su vez, la foto de sus hijos cuando eran niños.
El sonido de las ruedas se escuchó por el pasillo principal del hotel. La cocina para empleados estaba vacía. Inició la preparación del desayuno, cocinando el platillo favorito de Kimura. En el refrigerador, sujetado con un imán, se encontraba la carta del director, una advertencia por la ausencia de su hijo en las asignaturas.
—¡KIMURAAAAA! —gritó enfurecida, haciendo que el irresponsable adolescente se despertara alertado por el llamado de una estricta madre. Corrió todavía llevándose las sabanas enredadas entre las piernas.
—¡¿Qué sucede?! —La halló con el papel en manos.
—¿Sabes qué es esto? —Sonrió, ocultando el gran enojo.
—Es… es… —Se acercó lentamente, diferenciando las letras en la marcha—. ¿Es una carta del director?
—Así es. Dice que no asistes a clases. ¿Puedes explicarme por qué no lo haces? —Conservó la calma, depositando la carta sobre su regazo. Avanzó con la silla de ruedas hasta pisarle la punta de los pies.
—¡Mamá eso dolió! —se quejó tratando de zafarse.
—¡A mí me duele saber que mi hijo es un idiota! —le gritó poderosamente—. ¡No tienes idea el dolor de esta madre! ¡Eres un holgazán, no has hecho ninguno de los exámenes! ¡Ninguno!
—Es que no soy listo como los demás —quiso excusarse, pero no sirvió de nada.
La mujer le hizo una seña para que se acercara. Kimura obedeció y se agachó a su altura. Estiró el brazo y lo tomó de una oreja.
—¡No quiero oír escusas! ¡Vas a entrar a clases y a estudiar como un chico normal!
Karin ingresó a la cocina somnolienta, al ver el conflicto volteó planteándose escapar.
—Espera ahí —la detuvo la madre, sospechando de ella.
—Buenos días, señora Emiko —la saludó Karin con temor.
—¿Estabas al tanto de la situación de Kimura?
—No, no sé de qué habla. —Retrocedió—. Si me disculpa debo ir a…
—¡KARIIIN!
Los regaños despertaron a los huéspedes, los que abandonaron el hotel temiendo la ira de Emiko. Había una situación familiar de la que no querían ser parte. La simpática Emiko se transformaba en una persona diferente cuando se trataba de educar al menor de sus hijos.
Las orejas de Kimura le ardieron todo el camino. De ahora en adelante se portaría como un buen chico y asistiría a clases, lo prometió y no era un hombre que rompiera sus promesas fácilmente.
Leyó unas páginas de un libro para refrescarle la memoria, la primera materia del día era historia. Creyó que sería sencillo con leer un poco, después de todo eran acontecimientos, batallas entre samuráis como las que pasaban por la televisión.
—¿Qué es esto? No entiendo nada. —No estaba introduciéndose en una narrativa, sino en datos bibliográficos, fechas, números y más números. Los ejércitos, los generales, las relaciones políticas, la economía, sociedad, etc. Nada era como imaginaba—. Estoy perdido. —Se resignó golpeándose la frente con el libro.
Después de meses escapando de las responsabilidades, abrió la puerta corrediza del salón. Era tiempo de ser un estudiante. Sus compañeros pausaron las conversaciones para presenciar el hecho histórico que los marcaría.
El yankee fue el centro de atención, se sentó en la última banca de la esquina, al lado de la ventana. Nadie se atrevió a decir una palabra, era el único de su tipo en esa clase, un total espécimen en extinción, ya que pertenecía al grupo intelectualmente más destacable de todos.
—¡¿Qué están mirando?! ¡¿Ehh?!… ¿Por qué están dispersos? El profesor vendrá pronto. —Se impuso poniendo sus pies sobre la silla de adelante.
Todos lo obedecieron y se ubicaron en sus respectivos asientos. A pesar de su repentina llegada, no fue el único que modificó ese perfecto equipo imbatible de cerebritos. Una estudiante transferida se presentó:
—Soy Saki Matsurina. Es un gusto conocerlos.
Era una chica peculiar, de cabello negro con dos mechones teñidos de rosado. Tenía un par de broches en forma de cuernos adornándola. Su falda había sido modificada por ella misma, cosiéndole puntillas sin consultar con la política de la escuela con respecto a la vestimenta. Una media cubría la mitad de la pierna, mientras la otra la cubría entera. La llamativa apariencia dio que hablar en los demás, menos en Kimura, quien dormía habiendo soportado cinco minutos en el salón.
—Ubícate en la silla próxima al bello durmiente —bromeó el profesor, que por cierto, despertaba encanto en las chicas de todos los grupos, por ser joven y apuesto.
Saki se sentó a la derecha del yankee sin detenerse a visualizar su comportamiento. Durante la clase, Saki quedó encantada con el profesor, simulaba ser una chica igual a las demás, con los mismos intereses. No obstante cuando quería responder a las preguntas del profesor a toda costa, el ronquido molesto de Kimura la desconcentraba. Muchos se rieron por las reacciones de la nueva estudiante, de cómo intentaba adaptarse y demostrar interés. No estaba dando una buena imagen, mostrándose nerviosa e insegura.
Al terminar la hora, el sonido de la campana le dio un respiro.
«Fue muy estresante, la próxima vez le demostraré al profesor lo mucho que sé». Acomodó sus libros sobre el pupitre y miró a su derecha.
«Si tan solo este chico me dejara hacerlo, ¿qué cree que hace durmiendo así?».
Tres chicas se le acercaron a entablar una conversación amistosa. Le preguntaron su nombre y la invitaron a recorrer el pasillo. Saki agradeció que su primer acercamiento al grupo haya sido obviado y que lo hubieran tomado como un desafortunado inicio sin haber sido ella la culpable. Valoró la inclusión, pero no pudo hablar lo que había planeado, apenas respondía con “sí” o “no”. No era buena conociendo personas, mucho menos haciendo amigos, por más que se esforzara, su personalidad oculta, tarde o temprano salía al exterior.
Arribando la hora del almuerzo, Kimura despertó.
—Fue una larga siesta. —Olvidó por qué decidió cambiar, tardando en asimilarlo completamente—. ¡Maldición, me dormí, mi madre va a matarme! —exclamó quitando los pies sobre la silla de enfrente.
Saki sacó su almuerzo, llamando la atención de las tres chicas que se prestaron para ayudarla a adaptarse. Tendió un mantel negro con puntillas de siluetas de murciélagos, una taza de porcelana con forma de cráneo humano. Por último develó una pequeña tetera y vertió té negro dentro de la taza, haciendo que el líquido la tiñera de rojo a medida que se llenaba, reaccionando al calor del agua hirviendo.
—¿Qué son esas cosas? —preguntó una de las chicas un poco temerosa con lo perturbador que se veía.
—Lo preguntas, simple plebeya. Es el almuerzo de una demonio como yo —respondió con una sonrisa malévola.
Kimura la observó y escuchó, descubriendo la particularidad de la recién llegada. Las demás chicas se silenciaron sin saber cómo responder.
Saki descubrió su actitud y trató de cambiarla.
—¡O-olviden lo que dije! ¡To-todavía estoy algo nerviosa por mi primer día! —Su rostro se tornó rojo, hacía juego con su taza diabólica, más similar a la cabeza del diablo.
—No la miren así, tiene chuunibyou, es una enfermedad mental bastante seria. Cree que es un personaje ficticio —agregó Kimura interviniendo en el asunto.
—¡No es una enfermedad mental! —le habló Saki disgustada por el comentario.
—Claro que lo es. Mi primo se creía un simio intergaláctico que invadió la Tierra para expandir su raza —mencionó recordándolo saltar sobre los árboles con un casco de motocicleta forrado en aluminio.
—Ya veo, con que chuunibyou —comentaron entre el trío de chicas, decidiendo apartarse del fenómeno de Saki—. Sí que es rara, hasta me dio miedo.
—Esperen, yo no… —Quedó boquiabierta, paralizada por el cruel rechazo.
El rumor se expandió por el salón, Saki recibió miradas de temor y burlas.
—Eso se ve mal —dijo Kimura estirando los brazos, recuperándose de la siesta en una pésima posición.
—¡Fue tu culpa! ¡Tú me delataste, hazte responsable! —le reclamó la joven.
—¿Yo? Yo no soy quien tiene chuunibyou —argumentó defendiéndose.
—No debiste entrometerte. Mi vida escolar acaba de arruinarse. —Se tocó la cabeza, adjudicándole más importancia y dramatismo.
—Si no te aceptan como eres, sigue buscando. Alguien lo hará algún día —le aconsejó hurgándose la nariz.
—El sello se está rompiendo, mi apariencia humana desaparecerá, todos verán mi verdadera forma. No controlaré mi poder oscuro para ese entonces. Será un caos, no lo permitiré, adaptarme es la solución, no voy a darme por vencida.
—¿Estás escuchándome?
—¡Saldré a hacer amigos! —se propuso caminando apresuradamente al pasillo, descuidando su almuerzo, el que fue fichado por Kimura. Probó el té y lo escupió, tenía un sabor agrio insoportable.
—Es asqueroso.
Saki se topó con su primer desafío, encontrándose inesperadamente con Anzu, un encuentro accidental que hizo impactar sus hombros mutuamente.
—Lo siento —se disculpó Anzu continuando con su camino.
—El dragón rojo ha hecho su aparición —las palabras escaparon de su boca sin previo aviso.
—¡¿Cómo me llamaste?! —Anzu la tomó del cuello del uniforme con agresividad.
—Nada, nada, no quise. —Zafándose, regresó al salón y cerró la puerta aferrándose a ella para no ser abierta—. Casi… ¡Casi muero ahí afuera!
Kimura, el único dentro, suspiró.
—Van a comérsela viva aquí. —Se puso de pie convencido de ayudarla en su primer día—. Conozco a un estudiante que no le interesan los prejuicios como yo. Ven, come con nosotros.
Saki vio su salvación, optaría por acercarse a lo que pudiera controlar. Aunque tuvo un roce con Kimura, no la rechazó como otros. Lo siguió cargando una pequeña maleta negra con dibujos de telas de arañas.
En el patio trasero, Tai realizaba ecuaciones sin haber probado ni un bocado. A diferencia de muchos, él encontraba diversión en los números y problemas.
—Tai, ¿me convidas? Olvidé mi almuerzo —pidió Kimura pasando por alto el saludo.
—Buenos días. —Notando la presencia de un tercero, se asombró—. ¿Conseguiste una novia? Es increíble. ¿No tiene sentido del olfato?
—Un demonio no siente amor. Este simple plebeyo se ofreció a servirme en mi proceso de camuflaje entre los humanos. ¡Firmó un contrato de por vida! —contestó Saki, segura al hablar de ese modo.
—Chuunibyou… como tu primo, el simio —rememoró Tai—. Es un gusto conocerte, puedes llamarme…
Kimura lo interrumpió devorando los alimentos de la lonchera.
—Está delicioso.
—¡No te comas todo, devuélvemelo!
Saki ignoró el pleito y se sentó en el césped, tendió el pequeño mantel y procedió a tomar té. El sitio era bastante tranquilo, lo analizó escogiéndolo como un buen escondite cuando se metiera en problemas.
—El refugio reúne las condiciones para mi ocultamiento, no hay amenazas, ni adversarios cerca —concordó consigo misma, vertiendo la segunda taza.
—Kimura, esta chica no sobrevivirá sola. ¿Por qué no le consigues una amiga? Como por ejemplo la reina del jenga —dijo Tai apenándose de la condición.
—No había pensado en eso. Se llevarían bien, las dos son raras.
—¡Una demonio no necesita el poder de los humanos! —se molestó inflando las mejillas ruborizadas.
«Se ve muy tierna», pensó Tai, en cambio Kimura se recostó en el césped a continuar durmiendo.
—¡No te duermas, tú la trajiste!
Saki recogió sus pertenencias y se dirigió al yankee:
—Vamos mi fiel sirviente, tu ama desea ir… al baño. Hay muchos obstáculos en el camino, necesito que me ilumines.
—Ve sola, ¿quién te crees que soy? —Cerró los ojos.
—¡Prometiste ser mi sirviente! ¡No puedes revelarte a tu ama! —insistió.
—No recuerdo haberlo prometido.
—No me dejas otra alternativa, tendré que usar mi habilidad de control mental. —Se tocó la frente con los dedos índices, sin conseguir convencerlo.
—Qué molesta.
—¡No funciona! —Huyó avergonzada, desistiendo de ponerse más en ridículo. No podía controlarlo, aunque tratara, era demasiada presión.
La primera persona que se preocupó por ayudarla, también decidió rechazarla. Escondió sus fantasías, las que la seguían permanentemente y avanzó sin ver hacia donde iba.
«Fui una tonta por creer que me entendía. Siempre hago lo mismo, me entusiasmo con quienes no debo. Nadie… nadie me entenderá jamás».
De nuevo chocó con un estudiante peligroso, esta vez se trataba de un pandillero de avanzada edad, cuyas repeticiones superaban la de Kimura. La tetera, aún con agua hirviendo, manchó el pecho del hombre, provocándole una leve reacción de ardor.
—¡Quema!
—¡Es un ogro, un enorme ogro ha aparecido! —Tocó fibras sensibles dentro del pandillero. Ese insulto vivió con él desde la primaria, cuando sus compañeros se burlaban del grotesco cuerpo.
—¿Me llamaste… ogro?
Saki dejó caer la tetera del miedo, haciendo que el líquido mojara las zapatillas agujereadas, quemándolo.
—¿Contento? Apuesto a que la hiciste llorar —regañó Tai golpeando a Kimura en la cabeza con un cuaderno.
—No es mi culpa. —Se levantó bostezando.
—¡Es muy fuerte, mis poderes no sirven en él!
Escucharon la voz de Saki aproximándose. Kimura acudió asumiendo que se había metido en problemas. Cumpliéndose con sus sospechas, Saki huía de la avalancha humana reducida a una sola persona. Reconoció al perseguidor, fue el último contrincante que enfrentó en una de las iniciaciones. Parecía ser inofensivo, presentando una actitud infantil, sin embargo en ese momento, era completamente diferente. Un monstruo descontrolado en busca de sangre.
Kimura no podía derrotarlo, y hablarle en ese estado era imposible. Carente de ideas, intervino de todas formas. Alguien débil lo necesitaba, era suficiente.
Saki lo visualizó aparecer, arriesgarse con el objetivo de ayudarla. La salvación personificada retornó, no la había abandonado. Estiró la mano para tomar la suya, Kimura la sujetó y la atrajo a un salón antes de que el sujeto los atrapara.
Cerró la puerta e hizo presión con su espalda para que no fuera abierta. Saki no le soltó la mano, aferrándose fuertemente a ella. La respiración acelerada de los dos, fue lo único que se escuchó en el espacio, ninguno se percató, no se encontraban dentro de un salón, sino en un cuarto diminuto, donde apenas podían moverse.
—Oye, Chuunibyou, no presiones tanto mi mano —pidió Kimura espiando por la abertura de la cerradura. No le importaba sostenerla, al contrario de Saki, la que despedía vapor de lo ruborizada que estaba.
—Me-me-me… salvaste —tartamudeó.
—No cantes victoria, puede encontrarnos en cualquier momento.
—Debo agradecerte, déjame agradecerte. —Le tocó el hombro haciéndolo voltearse, se puso en puntas de pie para alcanzarlo. Lo siguiente, fue inesperado, Saki le besó la mejilla como forma de agradecimiento.
Al apartarse, la chica se cubrió el rostro con las manos.
—¡¿Qué fue eso?! —preguntó el yankee sin saber cómo reaccionar.
—Mamá me enseñó a ser gentil con los demás —explicó.
—¡No puedes andar besan…! —Oyó al pandillero detrás de la puerta.
El hombre ogro desde afuera, golpeó en busca de la abusiva hasta que la aparición de un adulto lo frenó.
—¿Qué es todo este alboroto? —Era el profesor de historia, adorado por las chicas.
El estudiante avanzado reconoció la autoridad y vergonzoso agachó la cabeza.
—Una chica me insultó llamándome ogro. —Lagrimeó viéndose como un infante acusando a su compañero.
—¿Dónde está esa chica ahora?
Señaló la puerta de la pequeña habitación, el docente golpeó solicitando la presencia de los involucrados. Kimura y Saki se dieron a conocer, esconderse más tiempo no era la solución. Todos fueron reunidos en la sala de profesores. Cada uno de ellos respondió diferente, Saki estaba contenta por poder hablar con el profesor, al no tener oportunidad en su primera clase. El pandillero siguió lagrimeando, recordando la palabra incesantemente y por último Kimura se distrajo observando los pájaros volar, las cigarras posar sobre la ventana.
—Mañana traerán una reflexión escrita sobre lo que hicieron. Quiero que piensen formas de convivir sin recurrir a la violencia —les indicó entregándoles tres papeles con su firma.
—Profesor Kurosawa —leyó Saki, grabaría su nombre, así no lo olvidaría de nuevo.
«Tengo su firma, lo fotografiaré cuando llegue a casa», pensó sonriendo.
—Matsurina —el profesor irrumpió en sus pensamientos.
—¡Sí, profesor!
—Sé que es difícil adaptarse a una escuela nueva, precisamente no estás en la mejor de la ciudad, así que trata de no meterte en problemas. Si vas a hablar con alguien, procura llamarlo por su nombre y si no lo sabes pregúntaselo. Nada de apodos ofensivos.
—¡Sí, profesor!
—Y Kimimura… —Le presentó un cuaderno cubriendo su visión del paisaje—. Harás una tarea extra por tus inasistencias.
—¡¿EEEEH?! —exclamó tomando el cuaderno bruscamente.
—Tienes dos semanas para ponerte al corriente si quieres aprobar mi asignatura. Eso es todo, retírense.
Los tres estudiantes se dividieron, Kimura aceptó la tarea y se instaló en la biblioteca, esforzándose en cumplir con la orden de su madre en estudiar. Koji se asomó entre los estantes, como un ninja escabulléndose, y le entregó una nota, la misión estaba marcada. Kimura la tomó guardándola en su bolsillo para el final del día. Por primera vez, su prioridad cambió. Apartaría tiempo sin esperanzas en pasar la iniciación, ahora lo importante era adelantar el mayor trabajo posible.
Faltando diez minutos para la finalización de la jornada escolar, Saki se retiró temprano con un justificativo. El casamiento de sus padres se haría en un par de horas, tenía que estar presente, colaborar con los últimos preparativos.
Cerca de la entrada, el crujir de las ramas de un árbol la advirtieron.
—¿Qué es ese sonido? —Se detuvo a mirar arriba, pudiendo diferenciar a Kimura sobre el árbol—. ¡Es el sirviente, ha vuelto a mí!
De repente, el peso notorio del cuerpo humano, recayó con la fuerza de la gravedad. Kimura se desplomó junto con un grueso tronco, el que cayó sobre su cabeza. A continuación, un lindo gatito sufrió el mismo destino, pero Saki lo atrapó en el aire rescatándolo de la caída.
—Te tengo gatito. Eres tan tierno, ¿quién es el gatito más tierno? Tú eres el gatito más tierno. —Le acarició el cuello peludo de color blanco.
—Chuunibyou. —Kimura se limpió la frente sucia de rastros de hojas secas—. Cumpliste con mi misión… ¡¿por qué vuelves a aparecerte en mi camino?! —Quiso arrebatarle el animal, pero este reaccionó violentamente dándole un zarpazo.
—¡Mi nombre no es Chuunibyou es Saki!
—Tenía que rescatar al gatito del árbol… —intentó explicar, acabando por desistir—. No importa. —Se sentó recostando la nuca al tronco principal—. Al menos volví a ser un estudiante.
Saki lo acompañó, notándolo algo deprimido.
—Si tanto te molesta que lo tenga, tómalo. —Le entregó el felino—. Sé amable si quieres ganar el corazón de alguien indefenso.
Kimura lo aceptó, sin embargo el pequeño agresor no se dio por vencido rasguñándole la nariz.
—Estoy dando mi mejor esfuerzo y así me pagas —le dijo soportando los cortes leves.
Saki emitió una fugaz carcajada.
—¿Te causa risa el sufrimiento de los otros? —preguntó el yankee devolviéndole la mascota—. Es tuyo, quédatelo. No tenía dueño, ha estado en la calle desde ayer.
La chica elevó al gatito, el que parecía estar de acuerdo con su adopción.
—Miren quién será castrado mañana.
—No deberías decirlo directamente. Ni siquiera le pusiste un nombre.
—Es cierto, ¿cómo es tu nombre?
—¿El mío? Busca algo mejor —se rascó la nuca, sintiéndose un poco alagado con el acto.
—Es que no soy buena escogiendo nombres —arruinó el pobre sentimiento del joven, extinguiéndolo completamente—. ¡Casi lo olvido, el casamiento de mis padres! —Saki se paró acomodándose la falda—. Se me hace tarde. Nos vemos mañana, Kimura Kimimura.
Retirándose, la chica lo dejó pensativo.
—Se sabía mi nombre, no está tan alejada de la realidad después de todo.
Comments for chapter "04"
QUE TE PARECIÓ?
Preciosa la chuunibyou. Saki best girl!
Curioso cap para la llegada de la nueva estudiante Saki (que padece de la enfermedad de chuunibyou), se cree un demonio y a eso sus extravagantes accesorios, (mantel con siluetas de murciélago, su taza de forma craneal, 🤪🤪 su te que más parece sangre licuada.)
Y Kimura ahora supuestamente debe reinvindicarse Académicamente, ya sabemos sin éxito, a exigencia de su mamá Emiko. 😂😂. No está hecho para los estudios.
Pobre Saki también por los roces tenidos con Anzu y el apodado El ogro. Y Kimura al rescate y de pasada recibiendo una reprimenda del profesor de historia. Peor no le podía pasar junto con Saki y el grandote ogrito (algo llorón).
La escena del beso en la mejilla fue muy tierna 🙂