Yankee love © - 06
(Imagen de referencia al manga «Go-Tōbun no Hanayome»)
El castigo debía ser cumplido, como estuvo estipulado Kimura, Anzu y Manami se presentaron en la piscina después de finalizada la última clase de la tarde. No les aguardaba un trabajo muy demandante, el conserje solía limpiar las aguas gradualmente, por lo cual solo quedaban flotando algunas hojas de árboles.
—Es un fastidio —se quejó Anzu entrecruzando los brazos.
Kimura, por el contrario, como fanático de la limpieza, había enfrentado retos peores dando mantenimiento el hotel, esto, no significaba nada.
—Novata —comentó en voz baja.
—¿Tienes algún problema, yankee? —preguntó molesta, sin haber escuchado claramente.
—Tranquilos, tranquilos. Terminemos el trabajo rápido —intervino Manami—. ¿Dónde estarán las herramientas? —preguntó recorriendo el lugar.
—Descuida, sé dónde se encuentran. —Se adelantó el joven.
Aprovechando la soledad de las chicas, Manami habló:
—Si te molestaba tanto hacer este trabajo, ¿Por qué lo defendiste? —Dibujó una sonrisa pícara.
—No me mires así, sea lo que sea que estés pensando, te equivocas. —Subió las mangas de su uniforme hasta arriba del codo y se ató el cabello con una coleta.
Pasaron veinte minutos, entre los tres lograron avanzar más de lo que podría únicamente el conserje. Estaban ayudando al hombre mayor, quitándole una tarea de encima, dentro de las muchas que tenía atendiendo la institución.
En uno de los intentos de Manami por recoger las hojas con el barredor, se acercó más de lo debido a la piscina, terminando por caer al agua. De los presentes, era la única que no sabía nadar. Anzu al tanto de su condición, inmediatamente se lanzó a rescatarla. Kimura alertado, corrió viendo como la heroína extraía a su amiga hacia la superficie.
—¡¿Están bien?! —Ayudó a sacar a Manami sujetándola debajo de los brazos y levantándola.
La chica se aferró al yankee tiritando de frío. El cuerpo de Kimura era tibio, a diferencia del suyo. No pudo evitar separarse rápidamente, sabiendo lo que significaba permanecer de ese modo.
Anzu detrás miró a un costado y nadó hacia la escalera de salida.
—¿Manami? —Kimura percibió el temblor.
Escuchar su nombre la hizo reaccionar, apartándose rápidamente, finalizó con el incómodo momento.
—Lo-lo siento, siempre he sido un poco torpe. —Rio acomodándose el cabello.
Anzu se escurrió la larga falda, la cual pesaba por la cantidad de agua—. Vamos, Manami, o pescaremos un resfriado. —La invitó a secar sus ropas en los vestíbulos.
Se despojaron de los uniformes y se cubrieron con toallas.
—¿Cuánto tiempo crees que demorará en secarse? —preguntó Manami rompiendo con el silencio.
—No sé, ¿media hora? —respondió Anzu ubicando las pertenecías que llevaba consigo en un casillero.
La pianista notó un tono apagado por parte de ella y se atrevió a preguntarle:
—¿Estás molesta porque todavía no aprendo a nadar? no soy atlética como tú —bromeó con una sonrisa nerviosa.
Anzu no retiró su mano de la pertenencia ajena, la billetera de Kimura que aún no le devolvía.
—No es por ti… es ese yankee, no lo soporto. —Chistó cerrando el casillero bruscamente.
—Ya veo. —Manami no supo qué decirle al respecto, las acciones de su amiga eran confusas, seguramente por la inexperiencia en descubrir que se sentía atraída por otra persona.
«Está enojada consigo misma —pensó—, porque no pudo controlarse cuando lo defendió frente al profesor».
Al mismo tiempo, Kimura guardó las herramientas en el depósito, una habitación oscura donde residían también elementos como aros, flotadores y pelotas. Estando a punto de irse, emprender el camino hacia casa después de un día de clases, escuchó un leve llorisqueo dentro del cuarto.
—¿Eh? —Volteó agudizando su oído. El sonido provenía detrás de una cortina, Kimura la movió descifrando una puerta más angosta. Golpeó tres veces—. ¿Hay alguien ahí?
La adolescente escondida en ese pequeño cuarto se exaltó emitiendo un chillido de susto.
—¿Rita? —Lo asoció con la reina del jenga, no podía ser nadie más que ella.
—No soy Rita, soy Rina —contestó.
—¿Qué haces ahí? —Giró el picaporte sin poder abrir la puerta—. Está cerrada. —Intentó varias veces más, obteniendo el mismo resultado—. Abre la puerta, debes de tener la llave.
—No tengo la llave —negó temerosa, asomándose por la ventana ubicada en la puerta, a la altura de los ojos de Kimura.
—¡¿Cómo que no tienes la llave?! ¡¿Es una broma?! —exclamó.
—¡No me grites, no fue mi culpaa! —Lloriqueó sobándose los brazos producto del frío.
—¡¿Por qué no has pedido ayuda antes, tonta?! —la regañó mientras gateaba en el suelo en busca de la llave.
—Es que… es que… ¡Tenía mucha vergüenza de que los demás me vieran en traje de baño! ¡Por eso me escondí aquí, lo hago todas las clases de natación! —explicó emitiendo otro llanto.
—¡No llores, así no solucionarás nada! ¡Y no deberías esconderte, te van a reprobar!
—¡Sácame de aquí, senpai! —Saltó para ver a través de la ventana.
Kimura esparció las pelotas y aros, los cajones con ropa, pero la llave no aparecía por ninguna parte.
—Espera Rita, iré por el conserje. Quédate aquí. —Corrió al exterior.
—¡No me dejes, senpai! —El grito de Rina lo atrajo de vuelta.
—¡¿Quieres salir de aquí o no?!
Rina ejerció fuerza en una palanca para abrir la ventana y sacó su mano temblorosa, moviéndola de un lado para otro.
—Tengo miedo, no me dejes sola.
Tenía la piel erizada y la punta de los dedos enrojecidos, helados por haber estado tanto tiempo con escasa ropa en un lugar húmedo y frío.
Kimura sintió lástima por la chica y le tomó la mano.
—Está bien, no me iré, solo iré a llamar a las estudiantes que me acompañan, ellas buscarán al conserje. ¿De acuerdo?
—No tardes.
Kimura entró a los vestuarios de damas sin pensar en lo que hallaría. Su prioridad era ayudar a una joven en apuros, sin embargo las demás chicas no lo sabían. Anzu y Manami estaban vistiéndose, exponiendo la ropa interior.
—¡! —El yankee paralizó su cuerpo, como si este se hubiera convertido en piedra.
Un objeto volador no tardó en golpearle la cara. Anzu le lanzó su zapatilla con la rudeza y precisión característica.
—¡Pervertido!
Kimura corrió con todas sus fuerzas disculpándose, hasta toparse con un nadador que salía de la piscina quitándose una mascarilla de buceo.
—He venido a entregarte la misión.
—¡Koji, apártate! —No pudo detenerse a tiempo, impactando con el obeso intermediario, ambos cayeron a la piscina.
Totalmente vestida, Anzu lo persiguió presenciando a los hombres pelearse entre sí, en una patética lucha acuática.
—¡Mi peinado! —Kimura lo abofeteó. Las mejillas gruesas del intermediario se movieron generando una ola.
—¡Sal de ahí, yankee! ¡Voy a matarte! —rabió la chica.
—¡Espera, Anzu, fue un accidente! —La retuvo Manami abrazándole la cintura.
Sumándose al descontrol, el grito poderoso de Rina retumbó en el ambiente:
—¡SENPAAAAAAAAAAAAAIIII!
Cuando las aguas se calmaron, el conserje fue avisado del encierro de Rina. Logró sacarla abriendo la puerta con la llave indicada. Las adolescentes se reunieron en los vestidores para animarla, a pesar de que no la conocían, creyeron pertinente ayudarla a sentirse mejor, sin embargo Rina no habló con ellas, ni colaboró con sus buenas intensiones.
Anzu y Manami se dirigieron hacia los chicos, Koji y Kimura discutían por la caída en la piscina, envueltos por varias capas de toallas.
—No quiere hablar con nosotras, sino contigo, Kimura —le dijo Manami.
—¿Conmigo? —Le extrañaba ser el elegido para esa situación, donde Rina afrontaba sus miedos de mostrarse en traje de baño.
—Si intentas algo con la pobre chica, te daré una paliza —amenazó Anzu sin mirarlo a la cara. No hace mucho la había visto en paños menores, si lo hacía se le enrojecería el rostro.
—¡No voy a intentar nada, respeto a las mujeres! —se defendió caminando hacia los vestidores, sosteniendo la tonelada de toallas en cada paso.
Pidió permiso para entrar, Rina aceptó estando de pie en un rincón, deprimida por el episodio generado. Le debía una disculpa a cada uno de los participantes, pero se avergonzaba al pensarlo.
—Lo siento, senpai. Por mi culpa caíste a la piscina.
—Olvídalo. —Se sentó en una banca.
—Siempre he sido vergonzosa, más aun con mi cuerpo —confesó volteándose hacia el joven—. Las demás chicas se han desarrollado mejor que yo… me he estancado, soy pequeña. —Experimentaba tristeza, pero trató de ser fuerte y no demostrarla. Aguantaría las ganas de llorar de nuevo frente a Kimura, ya lo había hecho en demasiadas ocasiones.
Apretó los puños y se mordió el labio inferior.
—Los chicos se reirán de mí si me ven, soy una niñita para ellos. —Se imaginó los rostros, las risas escandalosas y los rumores constantes.
—Rita —la nombró erróneamente, seguía vestida con el traje de baño. Por otra parte, él era un chico y le estaba hablando directamente sin inconvenientes.
—Nunca más me pondré un traje de baño —afirmó antes de oír a Kimura decir.
—Mírate…
—…
—¿Y yo no te parezco un chico?
Rina obedeció, dándose cuenta de su vestimenta.
—¡No me lo he quitado, y estoy hablándote! —descubrió sorprendida—. ¡Gracias, senpai! ¡Puedo hablarte perfectamente sin tener miedo! —Brincó de felicidad.
—Así es. —Sonrió feliz de haberla podido ayudar. Ciertamente Rina era pequeña y tierna gracias a su complexión física, sin embargo no la consideraba una niña como ella temía ser.
De ahora en adelante, lucharía contra su vergüenza y los prejuicios. Si la reprobaban, sus padres estarían muy tristes y quería enorgullecerlos con las calificaciones.
—Seré fuerte como tú. Derribaré mis temores como lo haces con los abusivos —se motivó.
Concretando las tareas proporcionadas por el castigo, en un horario donde todos se habían retirado a sus hogares, Kimura se vistió nuevamente. La ropa no estaba del todo seca, no obstante resistiría hasta llegar a su casa. Lo más importante era el peinado que arduamente creaba todas las mañanas. Sin aplicar el fijador no era el mismo, pero trató de imitarlo. Le disgustaba que lo vieran sin él, la pertenencia con el estereotipo de un yankee, era fundamental.
Comprobó el papel con la misión escrita, este se había mojado, las letras no se distinguían, por lo cual no pudo leer el objetivo de la misma.
—Vaya suerte la mía. —Lo arrugó desanimado.
En el patio delantero, recostada a la pared en un rincón donde la luz no alcanzaba a tocar, Anzu aguardó su salida.
—Yankee —se refirió a Kimura en tono apagado.
El adolescente atendió su llamado, estaba agotado por todo lo vivido en el día y probablemente se avecinarían discusiones con la temperamental estudiante, sin embargo prefirió no ignorarla.
—¿Qué quieres?
Anzu esquivó la mirada sobre ella, en la mano izquierda sostenía la billetera arrebatada la primera vez que se vieron.
—Toma. —Se la ofreció—. Tardé unos días en recomponer el dinero. Está todo en su lugar.
A Anzu le costó más que otros en reunir el dinero. Su familia era pobre y la cantidad de cinco hermanos, hacían menos posible alimentarse adecuadamente. Comían arroz, bebían mucha agua y en algunas oportunidades el padre pescaba para traer otro alimento a la cena. La ayuda económica no bastaba, debían pagar la renta, los impuestos.
Kimura, al ser hijo de una pareja dueña de un modesto hotel, no contaba con las necesidades de Anzu, por lo cual el dinero en su billetera excedía el del resto de estudiantes de clase baja. Revisó para confirmarlo y guardó su billetera sin decir una palabra. Quiso agradecerle, pero recordando el acto de la ladrona, no lo hizo.
La chica quería disculparse, no era buena haciéndolo, mucho menos frente a alguien como él, quien había ocupado sus pensamientos y devuelto la buena acción de redimirse.
Interrumpiendo el momento de silencio, el sonido de las tripas de Anzu, señalándole la hora de comer, la delató. Avergonzada, se tocó el abdomen inclinándose. Kimura lo escuchó, sacó la totalidad de los billetes y se los entregó.
—Toma.
Anzu elevó la mirada, la oferta era tentadora, una solución para alimentar a sus cinco hermanos y ver las sonrisas cuando sus panzas estuvieran llenas.
—No, no puedo aceptarlo. —Movió la cabeza controlando la tentación.
—El dinero no era el problema, mi billetera sí lo era. La conservo desde los cuatro años. Me gustaba mucho… Doraemon —admitió combatiendo con su niño interior que le impedía perder ese objeto.
—… —Anzu lo miró. La debilidad de Kimura por mantener sus gustos ocultos del niño que fue, le mostraron un lado de sí que ninguna mujer había visto.
—Tienes hambre ¿o no? Tómalo. —Se lo acercó.
—No lo quiero, ¿olvidaste que te lo robé?… Estuve mal. —De nuevo, el sonido la delató.
—¡Tómalo de una vez! —le ordenó Kimura perdiendo la paciencia.
—¡Te he dicho que no! ¡Esta es mi disculpa, lo siento! —Anzu dio unos pasos acelerados para alejarse, a lo que Kimura la retuvo tomándola del brazo, sin medir la corta distancia que los separaba.
—¡! —La joven, nerviosa por el toque de un hombre, por el caliente vapor que expedía en su nuca, se volteó y le dio un rodillazo en el abdomen, logrando zafarse.
Kimura cayó al suelo dolorido
—¡¿Por qué hiciste eso?! ¡Golpeas más fuerte que un pandillero!
—¡No vuelvas a tocarme! ¡Quédate con tu dinero! ¡No necesito tu ayuda! —exclamó a pesar de no desear hacerlo.
Odiaba su forma de reaccionar, de enfrentar a un chico que estuvo para ella, cuando nadie antes lo había estado. Huyó corriendo, dejándolo quejarse de rodillas.
«¿Qué hago? ¿Por qué… por qué?», pensó sin parar, las piernas cansadas la llevaron hacia la calle.
Arribando al patio delantero, Manami lo auxilió desconociendo a la persona responsable de haberlo herido.
—¡¿Estás bien?!
Kimura se reincorporó simulando no sentir dolor.
—Estoy, bien estoy bien, no es nada. Mejor me voy a casa. —Se tambaleó, cargó su bolso y caminó.
—¿Seguro estás bien? Mi padre puede llevarte en el auto —propuso.
—¿Tu padre? —El yankee recordó ese particular individuo, cuya apariencia y personalidad era preferible no frecuentar. Un escalofrío le recorrió la espalda—. ¡No, no, no, no te molestes! ¡Estoy bien! —Inquieto, poniendo una barrera en su mente para impedir que la imagen del sujeto se repitiera. Se dirigió a la salida velozmente.
Durante la noche, Manami finalizó sus tareas y se acostó en la cama. Alrededor de esa hora solía llamar a Anzu para hablar un rato sobre temas triviales de adolescentes. En esta oportunidad, su mejor amiga no respondió. Creyó que estaba ocupada atendiendo a sus hermanitos, así que no insistió. Vagó por la agenda electrónica hasta hallar el número de Tai, actual miembro del coro estudiantil.
—Si bien recuerdo, estaba junto a Kimura. Me pregunto si tendrá su e-mail. —Le convenció la idea de pedírselo, ya que se autodefinía como una persona sociable, intentar hablar con otro compañero no resultaría extraño.
Decidida le escribió, Tai contestó de inmediato otorgándole los datos que quería. Contenta, abrió la casilla de mensajes, sin embargo cuando fue a iniciar la conversación, sus dedos dejaron de moverse. La invadió una inseguridad impropia. Estaba por escribirle a un chico rudo, de esos a los que los demás evitan en los pasillos. Su historial de relaciones con el sexo opuesto variaba entre chicos apuestos, intelectuales, responsables y con un visible futuro próspero. Notablemente Kimura no cumplía con los requisitos. No comprendía por qué tal nerviosismo. Colocó el celular sobre su pecho y miró el techo.
—Concéntrate, Manami —se dijo—. Has entablado chats con muchos chicos, ¿por qué te bloqueas ahora?
Reunió valor y escribió prácticamente sin ver el teclado, acertando en todas las palabras correctamente: “Buenas noches, Kimura. Soy Manami, Tai me dio tu e-mail. Espero que te encuentres mejor. Si necesitas ayuda no dudes en llamarme, (emoticón de una carita sonriente)”.
Lo envió y esperó impacientemente durante diez minutos, los que luego pasaron a ser veinte, treinta, cuarenta y cinco, sesenta, ochenta, noventa y ciento veinte. La chica se durmió con el celular en manos.
Simultáneamente Kimura en su habitación, no se despegó de la computadora, era una noche de eventos en su juego online favorito. Acabó sus tareas domésticas a tiempo y se internó las horas que fueron necesarias.
—¡Muere, muere, muere! —repitió en cada disparo, abriendo cráneos, degollando soldados y esparciendo bombas en los refugios de los enemigos.
Producto del alboroto, apareció Karin, la recepcionista, quien cumplía con su turno nocturno.
—Dormiré aquí. La recepción es aburrida. —Se tiró en la cama boca abajo. Kimura no se percató del nuevo atrevimiento de la mujer, a ella le gustaba dormir en esa habitación sin pedir permiso, incluso cuando debía trabajar atendiendo a los posibles huéspedes que arribaran a altas horas de la noche.
Dos horas después, el jugador apagó el aparato y revisó su celular. Le había prometido a su madre que le pediría más tareas al profesor Kurosawa, lo que olvidó hacer. Sorpresivamente leyó el mensaje de Manami, rara vez abría su e-mail, y le respondió automáticamente con un cortante: “Hola, estoy bien”.
Aunque para las chicas significara un mensaje frío, infiriendo desinterés, para Kimura significó otra cosa, la respuesta indicada para la preocupación de una chica agradable.
Comments for chapter "06"
QUE TE PARECIÓ?
Bastante divertido este episodio de la piscina, Kimura lo asumió muy Natural, acostumbrado a la pulcritud del hotel de sus padres y de que el le gusta que todo esté cristalino. En cambio, para Anzu y Manami parecía muy tortuoso. Bochornoso cuando Manami se cayó a la piscina y Anzu se lanzó a su rescate y finalmente quedó aferrada a Kimura, pues Manami se ruborizó.
Ni qué decir Rina la reina del jenga, avergonzada y atrapada en un cuarto minúsculo. Todo por su inseguridad de mostrarse en traje de baño. Kimura en su afán de socorrerla pide ayuda a Anzu y Manami y queda perplejo cuando las observa en ropa interior 🥴. Y para colmo recibe un zapatillazo y cae patéticamente a la piscina con Koji. 🤣🤣.
El tramo final de este capítulo pues muestra el rubor de Manami cuando le escribe un email a Kimura. La gratitud de Rina para que se muestre segura en traje de baño. Y Anzu que supo devolver a su manera la billetera de Doraemon, Pero se avergonzó de que su languidez por sentir hambre la hizo sentirse humillada ante Kimura. Parece qué Anzu tiene sentimientos encontrados por Kimura puesto que su rudeza se combina con cierta amabilidad también. 👍👍👍
Deleitable capítulo, por un malequivoco y caen a la piscina Kimura todo lo que se generó 😄 Rina con su capacidad de percibir la realidad 😥 luego la reacción de Anzu quien actúa de manera rústica y le tira un golpe con brutalidad al Yankee para salir huyendo😱. Finalmente, Manami creo que se sintió decepcionada, esperando la respuesta del e-mail que llegó después de ufff, aunque con un simple estoy bien jeje.🤨