Yankee love © - 10
La adulta a su cuidado, era nada más ni nada menos que la recepcionista. El padrastro de Kimura se pasaba la mayor parte del tiempo viajando por negocios, y la madre atendiendo el hotel durante el día. Karin, como parte aceptada de la familia, se hizo cargo del enfermo adolescente.
La enfermera le dio algunas recomendaciones y los dejó partir, deseándole al estudiante una pronta recuperación.
—¡Vamos, vamos, mi pequeño enfermito! —Le golpeó fuertemente la espada mientras ambos caminaban por el pasillo en el último receso.
La voluptuosa mujer llamó la atención de los pubertos, era demasiado atrayente como para ignorarla. No se vestía como una “cualquiera”, pero el tamaño de sus pechos y las curvas bien definidas, no podían ocultarse ni siquiera con una ropa casual, en más, Karin había salido con la vestimenta que utilizaba en sus siestas irresponsables, evadiendo el trabajo de limpieza.
Ninguna de las profesoras más jóvenes representaba ni un 10% de su sexapil. La entrenadora de baja estatura dirigiéndose a la sala de profesores, la vio transitar. Estaba asombrada y no logró disimularlo, inmóvil aguardó a que pasara a su derecha, para luego voltear con el rostro pálido.
—¡¿Qué está haciendo en la puerta de la sala de profesores?! ¡Estamos en una importante reunión! —la regañó el profesor más veterano, confundiéndola con una estudiante.
—¡Soy la entrenadora, soy una adulta! —exclamó apartándolo.
—Todos nos están viendo, tlata de pasal desapelcibida. —Kimura tosió tapándose la boca.
La mujer no lo escuchó, saludaba a los estudiantes, encantada con cada uno de ellos.
—Los chicos de hoy son muy apuestos, hasta parecen adultos —comentó con una sonrisa.
—¿Me halías el favol de dejal tu lado pelveltido solo pol un momento? —pidió avergonzándose de la situación.
—¡Vamos, vamos, no te pongas celoso! —Le golpeó la espalda por segunda vez, conservando la misma cantidad de fuerza.
Kimura tosió más y más expulsando mocos y saliva.
—Voy a molil plonto, no sopoltalé la enfelmedad. —Se desesperó quitando otro pañuelo descartable de la caja obsequiada por la enfermera.
Finalmente abandonando la institución, Karin abrió la puerta de su auto, pero antes de ayudar a Kimura a subir, le colocó un casco de motocicleta, objeto de uno de sus anteriores novios, precisamente el más reciente. Un motociclista de larga barba lacia como el cabello que terminaba debajo del trasero. Era líder de una banda de heavy metal, tocaba una guitarra eléctrica con forma de rayo, insistía en que lo llamaran “Zeus”, el dios del trueno. A veces bromeaba con que había estado con más mujeres que el mismísimo dios. Kimura se burlaba al respecto, el sujeto desconocía que Zeus había estado también con innumerables hombres.
—¡¿Qué haces?! ¡Apesta a sudol lancio!
—¿Cómo sabes que apesta? Las personas con gripe pierden el sentido del olfato. Eres un llorón. Vas a quedarte con ese casco puesto hasta que lleguemos al hotel. A ver si te callas un poco. —Lo empujó dentro, en el asiento del acompañante.
—¡¿Pol qué las mujeles cleen que los hombles somos llolones cuando nos enfelmamos?! —exclamó, siendo interrumpido por el acelerado arranque de Karin—. ¡¿Qué haces, estás loca?! ¡Chocalemos! —Se aferró al asiento temeroso de morir.
—¿Para qué crees que es el casco? Agradéceme, soy precavida. —Aceleró aún más.
Le apasionaba la adrenalina. Practicaba deportes extremos en sus tiempos libres. Nunca sufrió accidentes, ni tuvo consecuencias en las peligrosas hazañas, era afortunada.
—¡AAAAAAAHHHHHAAAA! ¡VOY A MOLIL! —gritó Kimura estrellando su cabeza con el parabrisas.
El exceso de estrés lo obligó a dormir el resto del trayecto. Karin lo despertó en la entrada del hotel y lo cargó como un “princeso” con la fortaleza proporcionada por comer en abundancia. A esas alturas, la fiebre de Kimura recaía en su cuerpo, por lo cual simplemente cedió a ser tomado.
Lo recostó en la cama, alegre le frotó la frente con la palma de la mano.
—No te preocupes, voy a cuidarte.
El yankee escuchó la distorsionada voz de la mujer, como si un ser de otro planeta estuviera a punto de operarlo. No tardaría en encontrar el argumento necesario para justificar el mal presentimiento.
Media hora de piedad, media hora de descanso, eso fue todo lo brindado al desdichado joven, cuya seguridad estaba en manos de la peor cuidadora del mundo.
—Despierta, dormilón. —Dejó caer una bandeja de madera sobre las piernas, dándole un buen primer susto.
—¡Aaaah! ¡¿Quieles matalme?! —Exaltado, Kimura abrió los ojos como platos.
El hedor que desprendía el platillo realizado con cariño, lo espantó.
—Hice sopa para ti. Prepárate te daré en la boca. —Llenó la cuchara, más cerca de ser un cucharón, y se lo acercó.
—¡No quielo! —Selló sus labios apartando la mirada del nauseabundo alimento.
—No seas infantil, la sopa te hará bien. Imagina que la cuchara es un avión y tu boca la pista de aterrizaje —insistió moviendo el objeto hasta derramarlo sobre la entrepierna del joven.
—¡KYAAAaaaaAAAA! —gritó con la aguda voz de un soprano, reaccionando al ardor insoportable en esa delicada parte.
—¡Gritas como niñita! ¡No estaba tan caliente! —Lo atendió encimándose más de lo debido.
—¡No me toques, plefielo cuidalme solo! —Kimura sintió el pecho blando de Karin sobre su abdomen. Nunca respetaba la distancia prudente, generando situaciones vergonzosas.
—Tranquilo, tranquilo. —Puso su rostro sobre el pecho—. Tonto, tu corazón late muy fuerte. Deberías calmarte, tienes fiebre para enloquecerte así. Compórtate como un buen niño. —Le hizo cosquillas cerca al cuello.
—¡Eles tú la que plovoca esto! ¡¿Pol qué no puedes compoltalte como una adulta responsable?! ¡Y ya no soy un niño! —Se sacudió volteando la bandeja junto con el plato de sopa.
—Mira lo que hiciste. —La recepcionista se molestó, recogiendo los trozos rápidamente—. Si tu madre descubre que falta un plato, me culpará —temió, su jefa la aterraba con amenazas de reducirle el sueldo por los descuidos comunes de una distraída y holgazana empleada—. Enseguida vuelvo. Tengo una olla extra de sopa para ti. —Se retiró de la habitación, a lo que Kimura se levantó sin desaprovechar el poco tiempo en escapar.
Se cubrió con una bata, de las que ofrecían en el hotel y se dirigió a otra habitación, cualquiera que estuviera desocupada serviría. Recordó que necesitaba la llave, cuidadosamente subió las escaleras sin hacer el más mínimo ruido, de lo contrario Karin lo atraparía y lo arrastraría de vuelta al infierno.
Logró su primer objetivo, arribó a la recepción donde se guardaban todas las llaves del hotel.
«Bien, no me crucé con Karin en el trayecto. Veré cuál habitación usaré para esconderme. —Revisó, la mayoría estaban ocupadas—. ¡¿Es una broma?! ¡Justo en este momento hay tantos clientes! ¡¿Por qué?! ¡¿En esta época del año?!».
Para empeorar su plan, un grupo de vacacionistas ingresó.
—Buenas tarrdes —lo saludó un extranjero con acento ruso—. Denos diez habitaciones, porr favorr. Mi numerrrrosa familia se quedarrá en Japón hasta el vierrrnes. —Era un anciano con largo bigote rubio.
«¡Es la cantidad de habitaciones disponibles! ¡¿Por qué me pasa esto a mí?!». Kimura golpeó firmemente la pared, apoyando la frente hasta hacerla sangrar. El escándalo de la gran familia, tampoco ayudaba. Karin los escucharía incluso desde la cocina.
—Disculpe, mi idioma no es bueno. ¿Podrría darrnos habitaciones? —Tocó la pequeña campanilla para que Kimura volteara y los atendiera.
—Sí, sí, halé el papeleo enseguida —respondió con una de las frases que su cerebro automatizó para esas circunstancias, sonriendo con una raya gruesa de sangre recorriéndole el largo de la cara.
—¡Oh, porr la Madrre RRRusia! —Se asustó el anciano.
—Llene este folmulalio y se le asignalán las habitaciones. —Le acercó el registro de clientes con las manos temblorosas asustando al resto del grupo.
—¡Aquí estás, Kimura! —Lo halló Karin después de buscarlo en varios lugares.
—¡Maldición! —Trató de huir, pero la mujer actuó rápido y saltó sobre él deslizándose sobre la recepción como toda una protagonista de Resident evil.
—¡No deberías deambular por el hotel enfermo! ¡¿Qué habría hecho si te caías por ahí desangrado, o escupiendo tus propios órganos! —Lo apretujó cortándole la respiración.
La intensidad del momento intrigó a los extranjeros.
—Los japoneses estarrr dementes.
—Disculpen las molestas. Permítanme llevar al enfermo a su cama. —Jaló de la oreja a Kimura mientras él rogaba por ayuda.
—¡Alguien haga algo pala detenellaaa!
Karin le puso el termómetro en la boca bruscamente. Kimura recibió el instrumento casi tocándole la úvula.
—¿Qué hubiera pasado si contagiabas a esos huéspedes? Podrían demandarnos.
El joven miró a un costado reconociendo su actitud irresponsable y egoísta, al correr por el hotel esparciendo el virus que tanto temía padecer.
—Me enterneces con esa mirada. —Karin le apretó las mejillas, moviéndolas de arriba abajo—. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? —Cuidarlo, rememoraba cuando era un pre adolescente, afectado por la tragedia del accidente de su madre.
—Pol favol no, un flashback no —quiso evitar, el protagonista del recuerdo.
Hace siete años…
Sentado en la escalera frente al hospital, Kimura dejó salir las lágrimas contenidas en la sala donde se encontraba su madre herida. A pesar de que fuera el hermano menor, con apenas doce años de vida, quería ser tan fuerte como su hermano mayor, el ejemplo a seguir que escogió sobre toda figura paterna.
Con su rostro sobre las rodillas, acurrucado a causa de las bajas temperaturas de invierno, sintió las cálidas y saladas lágrimas. A esa hora de la madrugada, las ambulancias frecuentaban, entrando y saliendo del estacionamiento a toda prisa. El sonido escandaloso de las sirenas acaparaba su audición. Lo odiaba, cada cosa que se asemejara a un hospital, al dolor y a la muerte.
Todavía había muchas cosas que debía comprender, la culpa que lo atormentaba, el resultado de sus caprichos. Su madre no quería verlo sufrir, cargando ese tormento a temprana edad, pero Kimura no podía evitarlo. Era maduro en ese sentido, para darse cuenta del desastre que generó.
—¿Qué haces afuera?
Percibió una voz femenina. Asomó para ver quién era, hallando a una mujer joven observándolo preocupada. Bajó de nuevo la mirada, ignorándola.
La mujer se quitó el tapado y lo abrigó sin preguntarle nada más. Kimura lo recibió desistiendo de protestar, no necesitaba la ayuda de nadie, no obstante la calidez lo reconfortó, desprendía el mismo perfume que utilizaba su madre. Era como si estuviera llorando junto a ella, sin que se enterara.
Karin descubrió el llanto escondido y se sentó a su lado.
—Tú debes ser Kimura. Está bien, puedes llorar cuanto desees. No le diré a nadie.
Fue contratada e informada previamente de la situación. Podría haberse tratado de cualquier otro niño llorando, necesitado de consuelo, pero la fotografía en su bolsillo le señaló lo contrario.
«Eres igual a él». Lagrimeó, su vinculación con la familia, venía desde antes de esa noche. Conocía mejor que nadie al hermano mayor de Kimura.
Se volvió su confidente, una amiga que siempre lo cuidó.
Presente…
—Desde el momento que te vi, sabía que nos llevaríamos bien, que construiríamos un… —Karin era la única nostálgica en la habitación, el yankee se durmió antes de que finalizara el recuerdo. La recepcionista suspiró—. A veces olvido que ya eres un hombre. Has crecido demasiado rápido. —Lo arropó y abandonó la habitación.
La enfermedad tardó una semana en ser eliminada completamente. Durante la ausencia de Kimura, el club de jenga recibió nuevas integrantes. Rina estaba emocionada y contenta, preparó unos bocadillos dulces y chocolate caliente, para recibir a las estudiantes, Manami y Anzu.
—¿Por qué me trajiste aquí? —preguntó la joven de cabello rojo un tanto molesta. No le gustaba compartir su tiempo con extraños.
—Venir a este club me ha servido mucho para despejarme de las tareas del coro. Rina y Saki han sido amistosas conmigo —dijo recibiendo la taza ofrecida por la reina del jenga.
—¿Por qué también tengo que ser parte? —cuestionó negando la amabilidad de Rina en convidarla con los dulces que tanto esmero depositó en hacerlos.
—¿Qué pasa? ¿Tiene mal olor? ¿Acaso le puse mucho colorante? —Rina actuó nerviosa examinando los platillos.
—Desperdicias tu tiempo holgazaneando, salteándote las clases. No te vendría nada mal sociabilizar un poco. —Manami tomó un trozo de pastel bañado en crema, con una frutilla en la punta y se lo ofreció—. No te entristezcas, Rina. Anzu adora los postres, solo es orgullosa para aceptarlo —la delató dibujando una sonrisa inocente.
—No es cierto. —Apartó la mirada del apetitoso pastel, mientras Saki oculta detrás de una pila de cajas, espió a la recién llegada.
«Es la chica que me agredió el primer día de clases».
Ambas chocaron miradas, Anzu la reconoció y utilizó el encuentro para resistir la tentación de probar el pastel.
—Eres esa chica. —La señaló.
Saki emitió un quejido de susto, escondiéndose nuevamente.
—¿Conoces a Saki? —preguntó Manami curiosa.
—Me llamó “dragón rojo”. Oye, tú, ven aquí, no te has disculpado todavía. —Se dirigió hacia ella.
—¡Me atacará! ¡Mis habilidades no sirven en criaturas así! —El chuunibyou la incriminó más, provocando que el enojo de Anzu creciera.
—¡Anzu, detente! —Rina alterada por la seguridad de su “especial” amiga, se interpuso en el camino—. ¡Saki no es mala persona! ¡Es su chuunibyou! —La valentía de la pequeña estudiante, conmovió a la fría chica.
—¿Chuunibyou? ¿Como los personajes ficticios? —Tenía un leve conocimiento de la condición, uno de sus hermanitos la mencionó en una ocasión.
«Es mi oportunidad. Es una rival demasiado demandante para mi actual entrenamiento», ideó Saki.
Aprovechó la distracción y salió de su escondite, sin embargo Manami la retuvo con los brazos abiertos antes de que lograra concretar su huida.
—¡No irás a ningún lado!
«La hechicera me lanzará un hechizo, debo…». Se movió a un costado, pero Manami fue más rápida y en cuestión de segundos la tomó por detrás sujetándole los senos.
—Eres la primera amiga pechugona que tengo, no vas a escaparte fácilmente —bromeó tomándose esa clase de libertades.
—¡Nunca dije que sería tu amiga! —exclamó Saki queriendo zafarse, avergonzada por ser ella quien quedara atrapada de esa forma.
«¡Esto es por el beso mortal! ¡Ha vuelto de las tinieblas a cobrar venganza! ¡Y esta vez lo ha conseguido!». Dio dos pasos adelante estirando los brazos hacia la puerta.
—Ca-ca-casi llego.
—¡¿Manami?! —Anzu se sorprendió por la actitud de su amiga, la cual no se mostraba burlona, estando dentro de la preparatoria. Notó que el particular club de jenga, en pocos días, había extraído a la chica diferente que guardaba fuera de los ojos de los demás. Una chica que no se fijaba en la reputación de su familia, ni en la apariencia que debía mostrar.
—Siempre terminan así —comentó Rina terminando de acostumbrarse a los episodios.
—Todas ustedes son raras —agregó sentándose frente al trozo de pastel.
—Come, no tienes que fingir —intentó animarla otra vez.
Anzu se silenció, hacía meses que no se deleitaba con algo dulce. La economía de su familia no era buena para darse el lujo de comprar postres, y no aceptaba ayuda del padre de Manami. Era parte de una familia trabajadora y orgullosa. Sin embargo rechazar el esfuerzo de alguien, iba contra sus principios, al igual que Kimura, la conservaba muy intacta en su persona.
—De acuerdo. —Lo probó y sus ojos se humedecieron al instante.
«Es… delicioso», pensó, sin atreverse a decirlo.
—Me alegra que te haya gustado —descubrió Rina acompañándola con otro trozo de pastel.
Interrumpiendo el momento, un sujeto golpeó la puerta del club de jenga. Saki abrió lentamente, Manami se asomó detrás, nadie solía acudir en el horario de receso.
Un estudiante gigante con una caja en la cabeza, agujereada para poder ver a través de ella, se presentó solicitando:
—Quiero jugar una partida con la reina del genga, me envió…
—¡Kimura senpai!
—Debe tratarse del yankee idiota.
—¿Kimura?
—¡El sirviente ha vuelto!
Comments for chapter "10"
QUE TE PARECIÓ?
Me ha gustado mucho este capítulo, el flashback del pasado de Kimura me funcionó muy bien. Primero porque rompe un poco la cotidianidad de la historia, dando aire fresco a la narrativa.
Segundo porque me ha creado más empatía por Kimura, empiezo a entender sus motivaciones y su forma de actuar, bien ahí con el desarrollo del personaje n_n.
De a poco se conocera el pasado tragico de Kimura y como este define su personalidad. Pero todo a su debido tiempo jaja. Gracias por tus comentarios los aprecio muchisimo! 😀