Yankee love © - 11
El profesor Kurosawa retornó de sus días de licencia. Era un trabajador infaltable, pero una recomendación del médico lo obligó a tomarse un pequeño descanso. Se estaba encargando de muchos de los grupos. Para ser su año debut como docente, sobreexigió sus propios esfuerzos.
—Buenos días —saludó a los colegas ingresando a la sala de profesores.
—Buenos días —le respondieron un trío de hombres bebiendo café para emprender la jornada.
—Finalmente acabaron los días de exámenes. Deberíamos reunirnos el fin de semana a beber unos tragos —propuso uno de ellos, el más gordo.
—Es una buena idea —concordó otro, alegre.
Todos coincidían que los períodos de pruebas y exámenes eran los más agotadores de todo el año.
—¿Qué hay de ti, Kurosawa? ¿Nos acompañas?
—Este fin de semana viajaré a mi pueblo. Lo siento, la próxima será —rechazó la invitación tratando de sonar lo más amable posible. Los veteranos de ese instituto salían a bares y se emborrachaban, algo que Kurosawa prefería evitar.
No bebía ni fumaba. Provenía de un pequeño pueblo pesquero al norte de la capital, de familia constituida por padres de avanzada edad. Durante su niñez y adolescencia, trabajaba en la tienda familiar, donde comercializaban distintas especies de pescados.
Nadie conocía su historia personal, tanto como la persona que ingresó minutos después.
—Buen día, soy la entrenadora de veinticinco años de edad —aclaró para no recibir regaños como solía suceder, confundiéndola con una estudiante.
Kurosawa respondió al buen día, simulando concentrarse en el tema que abordaría con el primer grupo del día, intentando pasar desapercibido, sin embargo el comentario de otro de sus colegas, lo ubicó como centro de atención.
—Oye Kurosawa, tu protegido Kimimura ha estado enfermo los días que faltaste.
«¿Protegido?». Se enfadó arrugando un trozo de papel.
—¿Tienes un protegido, Shin? —lo nombró la entrenadora con su nombre de pila, sonriendo dispuesta a iniciar una contienda.
—No es mi protegido, todos mis alumnos son iguales.
—Eres demasiado blando con ese yankee problemático —continuó poniéndolo en evidencia, el gordo que deseaba salir a beber, dándole herramientas a la mujer para burlarse.
—Sé por qué lo hace, es por… —Tenía la respuesta, la grandiosa respuesta que nadie imaginaría.
—¡Kazumi! —La miró con una mirada feroz, refiriéndose a ella no por su apellido, como se acostumbraba entre profesores.
—¿Qué? No diría nada para incriminarte. —Sonrió con picardía.
—¿Ustedes dos ya se conocían? —preguntó un profesor entrometido.
—¡No! —negaron a la misma vez.
La entrenadora estiró sus brazos detrás de la cabeza y agregó:
—Bien, bien, es hora de preparar el gimnasio. Que tengan un buen día.
Pocos segundos después, dándole ventaja para que nadie pensara que la perseguiría, Kurosawa dejó la sala de profesores.
Kazumi caminó cada vez más rápido percibiendo el inicio de la persecución:
«No debí decir eso delante de todos. Pero… ¿Qué podía hacer? Disfruto de burlarme de él. —Aceleró y descendió por las escaleras cambiando el rumbo—. Especifiqué que iría al gimnasio por si ocurría, si me dirijo hacia otro sitio no me encontrará», planeó creyendo en que su estrategia resultaría.
Recorrió los pasillos del segundo piso hasta arribar a la sección de los laboratorios.
—Una entrenadora no frecuentaría esta zona. —Se confió aprovechando el tiempo de sobra hasta que comenzara su clase. Ningún grupo iniciaba la jornada con deportes.
—Pensé lo mismo. —La sorprendió Kurosawa adelantándose a su plan. Esperándola en la puerta del primer laboratorio.
—¡Aaah, Shin! ¿Q-qué haces por aquí? —Se sorprendió actuando como si se tratara de un encuentro casual.
«¿Cómo llegó antes que yo?», pensó mordiéndose la uña del pulgar.
—Te he dicho que no me llames por mi nombre. —Mantenía los ojos cerrados, esos ojos que cuando se abrieran desatarían una tempestad.
—Lo siento, lo siento. Es la costumbre. Quién diría que concurriríamos al mismo instituto… de nuevo. ¿Qué te parece? Las coincidencias aportan riqueza a la trama —dijo Kazumi rascándose la nuca con nerviosismo.
—Tú… —Kurosawa hizo la mueca propia y característica de una tribu cultural de la que fue miembro durante su juventud, en el pueblo del cual ambos eran oriundos.
—Aquí viene, aquí viene. —Retrocedió sabiendo lo que se aproximaba.
—¡Profesor Kurosawa! —Una estudiante los interrumpió, generando un clic en el cerebro del hombre. El cambio a su actual estado como adulto responsable y tranquilo, cuyo juicio no se vería afectado.
—¿Matsurina?
Era Saki, quien lo acosaba cuando lo veía.
Kazumi respiró aliviada:
—Esa chica me ha salvado.
—Profesor Kurosawa. Sé que hoy no me corresponde presenciar su fabulosa clase, pero tengo dudas sobre el último capítulo. —Sostenía un libro contra su pecho, esperanzada en intercambiar unas palabras.
—Eso es, Sh-Kurosawa, ayuda a la chica con sus dudas como un buen profesor. —Logró escaparse velozmente.
Viéndola partir, se quedaron en silencio.
—…
—…
Saki rompió el silencio:
—Un profesor de historia y una entrenadora, ¿qué hacían en los laboratorios?
—¡! —Kurosawa se dio cuenta de la situación en la cual se encontraba. Los jóvenes conservaban la habilidad de imaginar relaciones donde no las había y sospechar cualquier escenario. Extendió la mano pidiéndole el libro—. Déjame ver qué dudas tienes.
Saki vio su perfecta mano acortando la distancia entre ellos. Si había alguna sospecha, esta desapareció con la acción de un docente amable como él.
«Siempre responde a mis dudas e inseguridades. No me juzga, ni me discrimina. No se ha negado a atenderme ni una sola vez. Se lo diré, mis sentimientos, de seguro los aceptará». No escuchó ninguna palabra de la explicación. Lo más importante para Saki, era el amor que sentía por él.
Para ella no existía nada imposible, los anteriores rechazos nunca interfirieron en sus objetivos. Por más que saliera lastimada, Saki seguía adelante manteniendo la esperanza de encontrar al amor correspondido.
—¿Fui claro con tus dudas? —preguntó Kurosawa notándola distraída.
—¡Sí, siempre aclara mis dudas, profesor! —Sonrió tomando de nuevo su libro, rozando los dedos del hombre de sus sueños. Todo contacto le aceleraba el corazón, no podía esconder la felicidad de esos pequeños instantes.
—Debo ir al salón.
—¡Ah, profesor Kurosawa! —Lo persiguió hasta hacerlo voltear—. ¿Puede dedicarme unos minutos antes de irse a casa? Es que… tengo algo importante que decirle. ¿Nos podemos encontrar en la azotea? —Estrujó el libro, reuniendo fortaleza para permanecer firme.
Kurosawa lo pensó, era una oportunidad para acabar con la confusión de Saki en su relación y hablar al respecto. No le había sucedido antes, que una alumna quisiera declarársele.
—De acuerdo —aceptó sin decir nada más.
Luego de perderlo de vista, Saki saltó de la alegría, desconociendo que su felicidad llegaría a su fin en el atardecer.
—Pareces más que animada hoy —observó Kimura en clase.
—Algo va a pasarme —reveló Saki copiando en su cuaderno, el texto escrito en el pizarrón.
—¿Qué va a pasarte? —indagó Kimura, entablando la conversación, ya que la clase le resultaba aburrida y Saki era la única en contestarle.
—Es un se-cre-to. —Se tocó los labios con el dedo índice, guiñando el ojo.
—¿No vas a decirme? —se interesó acercándose, hablándole en voz baja para no ser escuchado por el docente.
—Te dije que es un secreto. No puedo contártelo.
El secreto de Saki acaparó sus pensamientos, no era de entrometerse en la vida de los demás, pero un secreto viviendo de ella, le resultó intrigante.
—¿No vas a pedirme la mitad de mi almuerzo? —se extrañó Tai por la quietud de su mejor amigo, recostado sobre el césped, mirando las ramas del árbol.
—Estoy deshambriento.
—Esa palabra ni siquiera existe. ¿En qué piensas? —Comió la mitad del emparedado antes de que Kimura cambiara de parecer.
—En Chuunibyou.
—¡! —Tai tragó de golpe el gran trozo.
Kimura pensando en una chica, era algo inusual. Tosió, tomó de una botella con agua y exclamó:
—¡No me digas que el día ha llegado! ¡Te gusta una chica real!
—No es lo que piensas. No quiso contarme un secreto, es todo. —Se sentó y le arrebató el emparedado restante.
—¡Se te antojó comer justo en este importante acontecimiento! —Se lo quitó antes de que pudiera morder.
—¿Qué haces? ¡Devuélvemelo!
—¡¿Por qué te interesa Saki?! ¡Debo saberlo, necesito saberlo! —Impaciente, exigió explicaciones, argumentos, lo que fuera para satisfacer su gran curiosidad.
—Haces un escándalo por una tontería. Dijo que algo le pasaría hoy. Sabes que tengo debilidad por los secretos, además viniendo de Chuunibyou podría ser una locura. ¿Y si intenta saltar de la azotea creyendo que volaría con alas de murciélago?
—Ahora que lo mencionas, viniendo de ella, podría correr peligro. Averigüémoslo. —Motivado, Tai decidió ayudarlo a descubrir el poderoso secreto que tanto lo atrapó.
Kimura miró la hora en su celular.
—Tal vez esté en el club de genga. Vamos.
Revisaron el salón del club de jenga sin encontrar a ninguno de los miembros, ni siquiera a la dueña, Rina.
—Qué extraño, a esa hora Rina estaría jugando.
Buscaron en otros salones, preguntaron a todo estudiante con el que se toparon, pero nada. Nadie sabía dónde estaba Saki.
Sonando la campana para la última clase. La halló sentada en su silla, leyendo un libro de historia.
—¡Chuunibyou! ¡¿Dónde te habías metido?! —Descansó agitado y de rodillas.
—Ku, ku, ku. Tu búsqueda ha finalizado, mi fiel sirviente, tu ama estaba en los confines de la hechicera aprendiendo a tocar la melodía infernal del nuevo mundo —contó cerrando el libro dramáticamente.
—¡Tienes que decirme tu secreto, debo saberlo! —Afirmó sus manos sobre la mesa haciéndola temblar del impacto.
—¿Mi-mi secreto?
—Lo que te sucederá hoy, ¿qué será? ¿Es algo malo? ¿Harás alguna locura?
—… —Saki tragó saliva. Kimura se comportaba diferente, podría decirse que estaba desesperado por escucharla.
Kimura se acercó más, estando a centímetros de ella.
«¿Qué está haciendo? ¿Por qué se acerca?». No apartó sus ojos de los del joven. La mirada de un yankee, la temida por la mayoría, para Saki no resultó ser diferente a la de un chico normal.
El calor se acentuó en sus mejillas.
—Y-y-y-o… —tartamudeó.
—Miren, parece que van a besarse. Qué descarados —entraron dos chicas murmurando, inseguras si delatarlos con los adultos.
—¡! —Saki se levantó de repente—. ¡¿Por qué te acercas así?! ¡Le harás creer a los demás que somos pareja! ¡Kimura idiota, idiota, idiota! —Recogió su libro y escapó del salón.
—¡Espera, Chuunibyou! —Quiso detenerla, sin embargo más estudiantes acudieron cerrándole la única salida—. Maldición, lo arruiné.
Saki permaneció en la azotea, concentrándose en darle más importancia a su confesión, que a las acciones de Kimura.
«¿Por qué les dio razones para que siguieran pensando en nosotros como pareja? ¿No ve lo difícil que es para mí hablarle haciendo oídos sordos a los comentarios de los demás?».
La desaparición de la estudiante, alarmó al docente encargado de impartir la última hora de clase. En lugar de buscarla, luego de haber trabajado todo un día soportando el gran número de yankees repartidos en la mayoría de los grupos, le encargó la tarea a Kurosawa, el profesor delegado.
Él sabía exactamente dónde encontrarla, en el poco tiempo siendo su alumna, había perfilado su comportamiento y el hecho de que lo acosara, también le dio señales de la personalidad fantasiosa de la adolescente. Subió hacia la azotea, tenían un encuentro pautado, no se instalaría en otro sitio, si quería platicarle de un asunto importante. Allí la vio, sentada abrazando sus rodillas, se veía más deprimida que de costumbre, posiblemente algo más le sucedió durante el día.
—Matsurina —la llamó sin notarse preocupado por su ausencia.
—¡Pro-profesor, Kurosawa! —Se recompuso, aunque no logró disimular su clásico estado de ánimo.
—Conoces las reglas, tendrás una sanción por no entrar al salón.
—Lo siento, prometo que no lo volveré a hacer. —Agachó la cabeza para volver a levantarla rápidamente—. Yo… he estado pensando mucho en usted —inició, mostrándose desenvuelta en el discurso que preparó para confesársele.
—Lo sé, Matsurina, no tienes que seguir —la interrumpió, también estaba cansado por el largo día, pretendía terminar con las ilusiones de Saki cuanto antes.
—¿Conoce mis sentimientos? —preguntó asombrada.
—Sí, y te ordeno que los olvides. Mi trabajo está en riesgo si continúas manteniendo esta locura.
—¡No es una locura, de verdad lo amo! —exclamó firmemente, lo que sentía por Kurosawa no figuraba en ninguna de sus inseguridades.
Kurosawa apretó los puños, había llegado el momento que había estado evitando:
—¡Ya basta! ¡Tienes la edad suficiente para darte cuenta! ¡No estás en un mundo de fantasías donde puedes tener lo que deseas! ¡Esta es la realidad, asúmela de una vez! —Solía conservar la calma, pero muchos peligros se avecinarían si no la frenaba. El despido, inclusive denuncias en su contra.
—… —Saki luchaba más que nadie por frenar su condición, por convencerse de que era un fenómeno, quien debía apresarse para no perjudicar a otros. Era consciente de lo que representaba estar parada pronunciando esas palabras, pero se permitió soñar, aunque sea por última vez.
Nadie había sido tan cruel con ella, como lo fue Kurosawa, detrás de su amabilidad y paciencia, se ocultaba una persona capaz de reaccionar de ese modo.
Se mordió el labio inferior intentando no llorar, pero no resultó. Ahora no solo era patética, sino débil, incapaz de controlar sus impulsos.
—Perdón… perdón por haberme enamorado de usted. —Cerró los ojos humedecidos y corrió.
—… —Kurosawa no la persiguió, ni se disculpó por haberle gritado. Su postura era inamovible, había obrado correctamente.
Todo a su alrededor se alteró por una cortina de lágrimas, apenas distinguía las figuras, la puerta, los escalones, sus zapatillas blancas, hasta el hombre con quien se topó.
—¿Chuunibyou? —Sus cuerpos se tocaron momentáneamente, sí existía alguien preocupado por el paradero de Saki. Kimura la buscó en cada rincón del edificio, le faltaba revisar la azotea.
Saki empujó a esa persona sin reconocer su voz, y continuó descendiendo las escaleras.
—¡! —Aún con los cabellos en el rostro, el yankee visualizó las lágrimas, la boca tensa reteniendo el llanto. Quedó de pie, anonadado, verla llorar le resultó inesperado, no supo qué hacer. Por primera vez desde el accidente de su madre, Kimura no supo qué hacer.
De repente la puerta se abrió, escuchó pasos aproximándose, evidenciando así, al causante del dolor de la chica.
—¿Qué haces aquí, Kimimura? —preguntó Kurosawa, mirándolo cinco escalones arriba.
La distancia que los dividía, simbolizaba el rango de autoridad. Kimura no podía violentarse con un adulto, mucho menos con un profesor.
—Kurosawa. —Lo miró ferozmente como no lo había hecho antes, si Saki estaba involucrada, no existía profesor ni estudiante, únicamente dos hombres. Avanzó, acortando la distancia, rompiendo con toda norma. Lo tomó del cuello de la ropa agresivamente—. Tú… hiciste llorar a Saki.
La furia sobresalió intimidándolo, parecía que los ojos del yankee expulsarían fuego. A pesar de experimentar miedo a ser golpeado, recibir una paliza de un pandillero que hasta entonces le obedecía, Kurosawa argumentó:
—Alguien debía decírselo. Es por su bien, si no asume esta rea…
—¡¿Me ves cara de imbécil?! —Lo sacudió callándolo—. ¡¿Crees que no sé lo que ella hace?! ¡¿Crees que no la he visto?! ¡No me hables como un maldito adulto de cincuenta años!
—…
—Ella necesita algo más que la haga feliz, si no se encuentra en esta realidad, sigue buscándolo, aunque eso la aparte y la convierta en una chica solitaria que sufre de acoso.
Saki se alejaba mientras Kimura la defendía. Arribó a las calles, desorientada, sin decidir si iría a su hogar o a refugiarse en una plaza, las horas que fueran requeridas para borrar por completo su tristeza, de la vista de quienes la esperaban retornar.
«Yo… ¿Qué haré?».
—Chuunibyou no quiere perjudicarte, ni a ti, ni a nadie. Piensas que eres listo, lo suficientemente ejemplar como para guiar a otros. Has pasado por alto lo más importante… es una mujer enamorada, si vas a rechazarla, hazlo como un hombre. —Terminó soltándolo.
Kurosawa nunca logró enseñarle algo de utilidad, ni en sus clases, ni como persona, no obstante su alumno sí pudo hacerlo, dejar una huella en su consciencia.
A pesar de lo hecho, a Kimura le fue imposible quitarse la imagen de Saki triste. No tenía forma de comunicarse con ella, solo debía esperar al día siguiente. Realmente deseaba verla sonreír, actuar como la líder de los demonios.
Al anochecer, Kurosawa finalizó de organizar su agenda diaria. Estuvo una hora encargándose de repartir sus labores y proyectos para el próximo semestre. Seguía siendo ejemplar, como siempre pensó que era, sin embargo lo dicho por el estudiante volvió a su mente. Se tocó la frente, incrédulo de enfrentar un conflicto así.
—Ese yankee. —Molesto en darle la razón, indagó en una carpeta los datos personales de los alumnos y marcó el número telefónico de Saki.
En la casa de la joven, el teléfono sonó en la sala.
—Descuida, papá. Atenderé. —Con su mascota en brazos, un gato llamado Kimura, maniobró el tubo para ubicarlo en su oreja—. ¿Hola?
—Matsurina. Soy yo, Kurosawa.
—¡! —Dejó caer al gato junto con el objeto.
El ruido de la caída viajó hacia el oído del hombre.
—¿Matsurina?
—¡Aquí estoy! ¿Su-sucede algo profesor?
—Necesito hablar contigo, ¿hay algún sitio apropiado cerca de donde vives?
—Sí, la hay una plaza a una cuadra.
—De acuerdo, iré enseguida. Espérame allí. —Colgó, recogió su abrigo y salió de su apartamento.
—¿Profesor Kurosawa? —Confundida, permaneció mirando la pared, tardando en reaccionar, se reunirían en los próximos minutos—. ¡Debo prepárame! —Corrió a la cocina, su padre preparaba la cena. Inventó una excusa para salir a esas horas de la noche, recogió dinero para pasar por el supermercado de regreso y emprendió la marcha.
Era una pequeña plaza, con dos hamacas y un tobogán fuera de servicio. Estaba bien iluminada para no temer en ser asaltada o sorprendida por un extraño.
—Todavía no ha llegado. —Se sentó en una hamaca mirando una columna con un foco de luz blanco, hábitat de un grupo de insectos.
Le mintió a sus padres, los llamó diciéndoles que se quedaría en casa de una amiga estudiando, cuando en realidad había pasado el resto de la tarde sentada en ese mismo lugar, con las manos tapándose el rostro, sollozando, siendo el centro de risas de los niños que jugaban luego de volver de la escuela.
—Comienza a hacer frío. —Tiritó, salió tan de prisa, que olvidó cambiarse de ropa. De repente, sintió un calor confortante, alguien la abrigó—. ¡! —Miró atrás, era Kurosawa—. Profesor. —Se alegró. Lo sufrido no significó nada en ese instante de reencuentro, mientras pudiera seguir siendo parte de su vida, estaría feliz.
Al hombre le apenó esa sonrisa, comprendió lo afectado que estaba Kimura al verla llorar. No era un estado propio de ella.
—Discúlpame por haberte gritado.
—¿Disculparlo? No se preocupe, usted tiene razón. Soy muy inmadura.
—Te lastimé y lo sabes. Desde que me volví un adulto, siempre he seguido las reglas por sobre todo lo demás. He dejado mi sensibilidad de lado, con tal de ser un mejor ciudadano. No quiero que suceda de nuevo, ignorar el hecho de que estoy tratando con seres humanos y no con máquinas que acaten mis órdenes.
Saki era partícipe no únicamente de una disculpa, sino de un lado de Kurosawa que muchos desconocían.
—No puedo corresponder a tus sentimientos, hay alguien más —se sinceró, exponiendo a un tercero. Le costó continuar, pero lo hizo. Cada vez estaba más cerca de esa persona, si no lo reconocía, cargaría el peso acumulado en tantos años—. Fuimos compañeros en la secundaria. Cuando decidí estudiar me mudé a la capital y perdí todo contacto con esa chica.
»No traté de buscarla, creí que el mismo tiempo me ayudaría a quitarla de mi cabeza, pero no fue así. —Se sentó en la hamaca de al lado.
Saki lo siguió con la mirada, expectante de escuchar el resto de la historia.
—Hace un par de semanas, simplemente volvió a mí, como si todos esos años no hubieran significado nada. Continuaba siendo la misma chica, con sus mismas fortalezas y defectos.
—Entiendo. —Asimiló a quién se refería, ahora cobraba sentido, no podía ser otra persona, más que esa mujer.
«¿Qué hago? Contarle sobre Kazumi a una de mis estudiantes. Ya no soy un adolescente para esta clase de cosas», pensó irritado, más que nada por ser el adulto allí.
Al igual que Saki, estuvo hundido en fantasías de pretender llevarse el mundo por delante. Fundó una pandilla, desafió las reglas en un pequeño pueblo donde esos acontecimientos no ocurrían.
—Se enamoró de la entrenadora de tercer año —descubrió dejándolo completamente helado.
—¿Qué?
—Insiste en que la llamemos Kazumi y no por su apellido. Los profesores la confunden con una estudiante más, eso la hace enojar mucho. Es encantadora, es diez centímetros más alta que Rina, lo sé porque la medí para asegurarme. —Rio recordándolo.
Kazumi era una docente, pero congeniaba bien con sus estudiantes. Era menos exigente, más amistosa y comprensible con quienes no eran habilidosos en el deporte, como Saki. Le brindó un gran apoyo para ayudarla a confiar y superar los obstáculos.
—Lo felicito, profesor. Es un buen partido.
«¿Qué acaba de decir? ¿Por qué está felicitándome? ¡¿Qué significa esta situación?!».
Saki se puso de pie, dio tres pasos largos y volteó.
—De verdad aprecio que me lo haya contado. Usted es la clase de hombre que esperé que fuera. Ahora, durante la noche de luna llena, lo liberaré del sello maldito. ¡Sea libre!… ¡Ja, ja, ja! —emitió una carcajada genuina, riéndose de su propio Chuunibyou.
Las luces blancas de los focos hicieron contraste con su silueta. No era inmadura como él pensaba, visualizó a una joven mujer que enfrentaba sus miedos todos los días al intentar encajar en la sociedad. Como dijo Kimura, buscaba la felicidad en otros lugares, fuera de la realidad. Animarse a hacerlo, la hacía brillar.
Kurosawa sonrió.
—Espero que logre alcanzar su felicidad. —Se despidió, pero antes de abandonar la plaza, el hombre confesó:
—Se lo debo a Kimimura. Sin sus palabras, no hubiese estado aquí, reparando mis errores.
Lo dicho, se implantó en la mente de Saki, y en su corazón.
—¿Kimura?
—Sí. Parece comprenderte. Es un chico problemático, un buscapleitos, descuidado y grosero, pero… no es un mal sujeto. Se preocupa mucho por quienes aprecia. Tú eres un claro ejemplo.
«¿Kimura… se preocupa… por mí?».
Recordó su insistencia en revelarle el secreto.
—Lo que te sucederá hoy, ¿qué será? ¿Es algo malo? ¿Harás alguna locura?
Era preocupación, nada más ni nada menos, que preocupación.
—¡He sido una tontaaaa!
Regresando más temprano de lo planeado, Kimura arribó al hotel. En esta ocasión prefirió ingresar por la parte trasera del edificio, esquivando a todo cliente o empleado, así evitaría ser visto en altas horas de la noche.
Dejó sus pertenencias en su habitación y se preparó para tomar una ducha. Llenó la bañera, cubriendo casi toda la capacidad. Metió primero una pierna para corroborar la temperatura, después la otra.
—Maldición. Es peor de lo que pensé. —Se observó, encendiendo nuevamente el grifo de la ducha.
Karin oyó la puerta del baño cerrándose, aprovechó la oportunidad para molestarlo. Kimura nunca ponía el cerrojo al bañarse, una peligrosa mala costumbre con una mujer al asecho.
—¿Quieres que te ayude a lavar tu espalda, pequeñín? —Entró sin imaginar lo que se encontraría.
Kimura volteó, no solo agua corría por sus brazos y por su espalda baja, sino algo más.
—Karin, escúchame bien —comenzó diciendo con una voz grave, impropia en él—. Nadie debe saber sobre esto.
Parecía haber madurado más de la cuenta, eso creyó la recepcionista, tapándose la boca del impacto.
«Me equivoqué, Kaito. Tu hermano no es igual a ti».
Comments for chapter "11"
QUE TE PARECIÓ?
Me gustó mucho este capítulo, finalmente logramos superar la introducción y estamos entrando en el desarrollo, la carnita de la historia, (no sé cuándo sucedió exactamente, pero ahora lo noté y lo estoy disfrutando).
No voy a mentir, usualmente no busco este tipo de historias, sufrí un poco con los primeros capítulos, pero ya estoy atrapado y creo que se vienen cosas muy buenas.
PD: Estoy intrigado, noto un cierto parentesco entre las motivaciones de Kimura y Espartan, voy a adentrar en la historia a ver qué tanto se parecen, o si es mera idea mía n_n.
Es lo que tiene el genero si a uno no le gusta lo sufre jajaja. Pero trato de ir variando y salir de lo que empezo para descubrir otros aspectos que se pueden tratar en esta historia. Gracias por seguir leyendo 😀