Yankee love © - 13
Hubo más motivaciones para que Kimura formara parte de un club destinado a ayudarlo cuando lo necesitara. Allí, encontró comida, abundante comida realizada por Rina y su madre, para sus nuevos amigos. Ambas eran muy buenas elaborando dulces, pasteles y demás. Kimura no era especialmente adicto a este tipo de aperitivos, no tanto como Anzu, sin embargo sirvió para desistir de arrebatarle parte del almuerzo a Tai.
—Especificamos que te atenderíamos cuando tuvieras un problema. Te estás comiendo todos los pasteles —recalcó Anzu molesta por la presencia permanente del yankee, quien amenazaba devorando todo a su paso.
—Tengog ung problemag, estog estág demasigdo deligciosog —habló con la boca llena, liberando trozos de migas en cada palabra.
—Eres desagradable. —Miró a un costado.
Fueron los primeros en arribar un viernes por la tarde. No habían compartido un momento a solas, desde el partido de baloncesto, donde Anzu cayó encima de él, le estornudó en el rostro y lo contagió de gripe. Nadie de sus amigas estaba al tanto de este acontecimiento, de así ser, no se reuniría con Kimura estando ellas presentes.
—Hola, hola —saludó Rina ingresando al salón.
Siendo una estudiante de primer año, solía verlos en los ratos libres.
—Hola, Rina —respondió Anzu, sin quitar su mal humor.
—Oh, Kimura senpai, has venido. —Se asombró, para luego alegrarse.
—El yankee idiota se ha devorado casi todo —lo delató, aunque solo verlo lo inculpaba.
—N-no hay problema. Mañana traeré más. Olvido que Kimura senpai come mucho. —En realidad sí lo sabía, mejor que nadie, pero cada cantidad que preparaba superaba la anterior.
El joven se limpió la boca para finalmente darle la bienvenida:
—Ah, Rita. Han estado deliciosos. Gracias. —Le sonrió.
—¡N-no es nada! ¡Gra-gracias! —Se reverenció.
La actitud de Rina llamó la atención de Anzu. Estando o no todas reunidas, mantenía la misma actitud. No parecía querer disimular su gusto por Kimura, siempre lo complacía.
«Rina afirmó estar enamorada del estúpido yankee. Me sorprende viniendo de una chica tímida. Lo hace lucir muy evidente».
—Toma. —Kimura le ofreció un trozo, el último que no ingirió—. Te gustan los de fresa, guardé uno para ti.
Anzu sintió que no debía sentirse así, “algo” confuso la invadió.
—No lo quiero. ¿Me ves hambrienta o qué? —Rehusándose a aceptarlo, entrecruzó los brazos.
—Kimura senpai intenta ser amable —molesta, Rina interfirió.
—Déjala. Aparta la mirada unos segundos y lo comerá.
Anzu lo miró ferozmente, era el único hombre que la irritaba de tal modo. Interrumpiendo la futura discusión, Manami y Saki entraron.
—Hola a todos. Perdón por el retraso. Saki me ridiculizó frente a unos estudiantes y tuve que castigarla —argumentó Manami con una sonrisa satisfactoria.
—No volveré a hablarle a los estudiantes más brillantes del instituto —dijo Saki mostrándose temerosa, cubriéndose el pecho con las manos.
—Bienvenidas —las recibió Rina, pensando en retomar el asunto de su cumpleaños, para a su vez, insistir en la aceptación de Kimura.
—Tu cumpleaños es mañana —Manami inició la conversación, sosteniendo el mismo motivo que Rina, el convencer a Kimura de asistir.
—Sí. Mamá y yo hemos estado preparando todo para la celebración. Es la primera vez que festejaré con amigas de la preparatoria.
—Es la oportunidad perfecta para cambiar mi apariencia de estudiante —agregó Saki, saliéndose de todo contexto.
—En fin. ¿También vendrás, Kimura? —Manami tomó la delantera, preguntándole directamente.
«Cuánto coraje. No dudó en preguntárselo. Tengo mucho que aprender», la alabó Rina.
—No creo que un yankee sea bien recibido en la fiesta de una tierna estudiante. —Kimura se recostó en el sillón despreocupado.
—¿Te interesa lo que digan los demás? —le preguntó Anzu, contribuyendo a la aceptación.
—No es que me interese. Los padres de Rina me echarán si voy.
Las chicas miraron a Rina, esperando que lo negara o lo confirmara.
—¡Ah!… bueno mis… mis padres son algo estrictos, especialmente mi padre… con los chicos… especialmente con los chicos rebeldes… especialmente con… los yankees.
—Lo sabía. —Kimura cerró los ojos. Con el estómago lleno, no había otra cosa por hacer, más que brindarse una buena siesta después de sobrevivir a las peleas diarias.
—Ya veo. —Manami se tocó el mentón pensando en otras opciones:
«El orgullo del yankee lo es todo. Si le propongo cambiarse el peinado y comportarse diferente frente a los adultos, se negará rotundamente. La identidad de Kimura Kimimura y su objetivo por ser parte de una pandilla, no cambiará. Vamos Manami piensa, piensa otra posibilidad de que acepte».
Mientras la pianista pensaba, Saki se sentó junto a Anzu y probó el pastel obsequiado por Kimura. Anzu no lo aceptaría si el joven estaba a la vista.
—Es de fresa, no me gusta. —Lo depositó sobre la mesa arruinándolo con un gran mordisco.
«¡Idiota! ¡Si sabías que era de fresa! ¡¿Por qué lo mordiste?! ¡¿Esta chica no tiene cerebro?!».
—¿Qué te pasa, Anzu? Luces tensa —notó Saki observándola.
—¡Ya sé! —concluyó Manami—. Tengo una idea para que Kimura asista al cumpleaños de Rina mañana.
El resto quedó expectante, inclusive Kimura, abriendo un ojo para atender.
—No será Kimura quien vaya, sino Kimi.
—¿Kimi? —preguntaron a la misma vez.
—Disfrazaremos a Kimura de mujer y le crearemos una identidad falsa. Es el plan perfecto.
—¡Espera un momento! ¡¿Disfrazarme de mujer?! ¡Eso ni pensarlo! —Se exaltó levantándose de repente.
—¿Por qué no? Nadie se enterará, además de nosotras —contestó Manami. Aunque se disfrazara de mujer, nada cambiaría su concepción de él como hombre, por esa razón la idea no le era del todo descabellada.
Anzu no pudo contener la carcajada, solo imaginarlo fue suficiente para que no resistiera y terminara liberándola.
—¡JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA! —Nadie la había visto así, hasta Manami olvidó la última ocasión en la cual se rio con tanta intensidad.
—¡No te rías de mí! ¡Soy muy hombre como para acceder! —exclamó sintiéndose rodeado por las chicas.
—Ya veo, ya veo. La hechicera aplicará un hechizo de transformación de cuerpo, de ese modo los simples plebeyos no descubrirán la identidad de mi sirviente. ¡Estupendo, comencemos el ritual cuanto antes! —Saki extendió los brazos, como si una explosión de energía la acompañara.
—¡Chuunibyou, no te unas! —pidió el yankee.
—¿Vestirlo de mujer?… será vergonzoso —Rina se animó a hablar.
—¿Verdad, Rita? Tú si me entiendes —acudió Kimura.
—Yo… yo… —Entró en una encrucijada.
Conocía sus padres, la presencia de un chico los incomodaría, sobre todo al padre, sin embargo deseaba con todo el corazón compartir ese momento especial. Seguir adelante o no, era la cuestión en juego.
—No te forzaré a hacerlo… pero… eres el chico… ¡El chico más varonil que he conocido! —expresó determinada en no cambiar de parecer, vistiera como se vistiera eso no lo definía—. Vestirte como una chica no modificará lo que pienso de ti.
—No tiene que ver con lo que tú pienses de él —Manami se hizo escuchar, desviando las intenciones de Rina en resaltar las cualidades que veía en Kimura—. Es un hombre, es parte de su orgullo.
—Sí, no voy a cambiar lo que soy. Es demasiado humillante.
Rina agachó la cabeza, Manami fue cruel en darle esperanzas ideando esa forma de incluirlo.
—Entiendo.
Presenciaron la tristeza de la más pequeña del grupo, un sentimiento que no querían ver en alguien como ella.
—Pero… —continuó Manami—: ¿No lo harías por Rina? Saki me contó quien estuvo detrás de su amistad. La ayudaste a conseguir amigas y terminaste siendo un amigo para Rina también. ¿No es eso lo que hacen los amigos? Cometen locuras para estar juntos.
—… —Kimura guardó silencio. Acceder atentaría contra todo lo que estaba dispuesto a hacer, no obstante peor atentado sería, provocar la tristeza de una chica. Si lo ponía en una balanza, lo que tenía mayor peso era—. De acuerdo, pero con una condición, nadie debe enterarse —advirtió, provocando que Rina y Manami aceptaran inmediatamente.
Lo que sucedería al día siguiente, quedaría preso dentro de las cuatro paredes del club.
No solía guardarle secretos a Tai, era su mejor amigo y ambos confiaban plenamente, pero el suceso era demasiado vergonzoso como para contárselo. Justamente ese fin de semana habían acordado reunirse a jugar videojuegos, así que tuvo que mentirle creando una coartada utilizando a Karin. Si Tai llamaba al hotel o lo visitaba, la recepcionista sabría qué decir, aunque viniendo de Karin, cualquier cosa podía pasar.
Manami dispuso de uno de los autos de su padre para recogerlo. Ella misma se encargaría de disfrazarlo. Encantada se ofreció, aprovechando su momento a solas con el yankee. Todavía no esclarecían sus sentimientos, si estaba enamorada, o simplemente le atrajo la idea de conquistar a un hombre diferente.
Un chofer lo llevó a la mansión. Kimura no comprendía cómo alguien del estatus económico de Manami, concurría a una preparatoria promedio, en lugar de una con más prestigio. Si bien no era la única estudiante con gran poder adquisitivo inscripta allí, le resultó extraño. Desconocía que muchos estudiantes funcionaban como experimentos sociales, introducidos en otros espacios donde la calidad de vida no era la misma a la de ellos. Los funcionarios como el director del establecimiento, eran pagados por empresarios para llevar a cabo investigaciones, determinando el relacionamiento de diferentes clases sociales y cómo influía en la sociedad.
Kimura ingresó, las puertas se abrieron por sí solas al pisar el último escalón.
—Eso dio miedo. —Inseguro avanzó. Dos mucamas tomaron su chaqueta y zapatos, y lo guiaron al dormitorio de Manami.
—Señorita, su visita ha arribado —avisó una de las mujeres.
La chica abrió la puerta.
—Has venido, ¡y sin tu clásico peinado como te pedí! ¡Te ves muy bien! Apuesto a que no lo has hecho por una chica antes. —Sonrió entusiasmada.
Kimura no respondió, si bien no muchas personas lo vieron sin apariencia de yankee durante el trayecto, acaparada por el exagerado peinado, no acostumbraba a salir viéndose como un adolescente más aproximado a lo normal.
—Pueden retirarse. Estaremos bien, no es necesario que golpeen en toda la tarde. —Le tomó la mano al joven jalándola rápidamente.
—Sonaste sospechosa —comentó Kimura observando el interior de la habitación. Estaba muy limpia. Los empleados tenían un nivel de profesionalismo que él todavía no alcanzaba.
—Tranquilo, nadie lo sabrá. Voy a tratarte bien. —Le guiñó el ojo.
—Pareces estar disfrutándolo —descubrió con desagrado, creyendo que Manami se burlaría en cada etapa del cambio.
—Relájate. Será divertido. Ven, siéntate frente al espejo. —Se dirigió al tocador y cargó con una pequeña valija rosa—. Nunca he tenido una amiga para ayudar a maquillar. Serás la primera, o mejor dicho el primero. —Rio.
—Una palabra más y me arrepentiré. —Se sentó bruscamente, haciendo que la silla bajara su altura configurada para una dama de un metro y sesenta centímetros de estatura.
—Oh, tendré que ajustarla. —Agachándose, movió una palanca elevándolo hasta la altura indicada.
—Magnifico. Primero comencemos con las cremas. Quedarás irreconocible, ya lo verás. —Extrajo un poco de crema en sus dedos.
Todo iba bien hasta que acercó sus dedos a la mejilla de Kimura. No pudo evitar temblar del nerviosismo.
«¿Por qué estoy temblando? ¿Qué me pasa? —se preguntó deteniéndose a milímetros de distancia—. ¿Es porque estamos solos? ¿O porque sé que Rina está enamorada? —Dudó, retrocedió, para después animarse nuevamente—. Es un chico, un poco especial, pero sigue siendo un chico. —Lo tocó, desplazando sus dedos con suavidad, dándole caricias en cada roce—. Su piel es agradable. Sus hinchazones han desaparecido con los días y los cortes apenas se distinguen. Kimura… ¿Por qué te lastimas tanto? ¿Qué pasa por tu cabeza cuando peleas?».
—…
—No tienes remedio —susurró.
—¿Dijiste algo? —Oyó un leve susurro.
—Nada, nada. —Apartó la mano. Recogió más crema, restaba la mitad del rostro. Tenía más escusas para continuar tocándolo. Estaba contenta con eso, mucho más de lo que estaría frente a cualquiera de sus exnovios.
«Está bien, con este pequeño contacto… me siento a gusto». Le agradaba la idea de avanzar lentamente, descifrar paso a paso lo que sentía.
Al correr de los minutos, Manami aplicó cremas y la base de maquillaje cubriendo las heridas más notorias. Llegó el momento de pintar los labios. Kimura no habló en el proceso, cerró los ojos y simplemente esperó que acabara. Se encontraba muy calmado, demasiado.
«Tendré que tocarle los labios. Pensándolo bien, directamente no lo haré, a menos que pinte fuera —ideó una escusa nueva, equivocarse le daría la oportunidad de dar un paso más—. ¿Qué haces, Manami? Eres una tramposa —lo repensó. Procedió, deslizó el pintalabios lentamente. Sudor escapaba por su sien. Percibía la respiración de Kimura saliendo de las fosas nasales, el cosquilleo la hizo temblar. Chistó involuntariamente, acto que no alteró la calma en el adolescente—. Está demasiado tranquilo… ¿No estará? —Probó rozando su dedo índice en el labio inferior—. Se durmió delante de mí. Podría haber sido… ¿Por mis caricias? —Sorprendida, se enterneció por ser la causante del hecho—. ¿Cómo puede un yankee ser tan sensible? Se durmió con mis caricias. Todo esto no tiene sentido».
Lo cierto era que Kimura no durmió en toda la noche, un grupo de turistas dejaron sucias las habitaciones y como obsesivo por la limpieza, dedicó horas en encargarse del trabajo.
—¿Qué voy a hacer? —Lo contempló. Nunca visualizó un chico de esa manera.
No se pudo controlar, su plan aceleró, alcanzando un punto inimaginable. Tomaría ventaja de cualquier otra chica, estaba segura de que Rina no se atrevería a tanto. Si no lo hacía ahora, no se le presentaría una nueva oportunidad. Acercó sus labios a los de Kimura, respondería a la interrogante formulada cuando el hijo del director la besó para reconquistarla: “¿Cómo serían los besos de Kimura?”, “¿Cómo sería besarlo?”.
Ya nada le importaba, si obraba como su madre, arrojándose al peligro, a reforzar los rumores de los anteriores amoríos. Ese joven valía la pena, era un enigma que debía resolver.
—…
—…
La puerta se abrió de repente.
—¡Manami, tus estúpidos empleados no me permitían entrar a tu habitación! —Encontrándose con la escena, Anzu quedó inmóvil, sin saber qué hacer o decir. Su mejor amiga eligió al próximo candidato en la lista, no existían dudas.
Manami se separó de Kimura, había algo diferente en la mirada de Anzu, pese a que se conocían desde niñas, algo escapaba de su entendimiento.
—Lo siento. —Anzu huyó.
—…
—… Mmmh, ¿me dormí? —Kimura despertó. Escuchó la exclamación de Anzu como parte del sueño.
—¿Por qué, por qué lo hice? —Manami miró su reflejo en el espejo, por un momento vio la imagen de su madre sosteniendo un cigarrillo y sonriéndole.
—Mis labios se sienten extraños. ¿Qué les pusiste? —preguntó el yankee confundido.
—Yo no… yo no quería. —Manami corrió afuera desesperada.
«Anzu… ¿Por qué me miraste así? ¿Te he lastimado? ¿Te lastima que lo haya hecho con Kimura?».
Anzu siempre se preocupaba por las relaciones conflictivas de Manami, la defendía, se encargaba de los rumores, repercusiones negativas, como borrando los insultos estuvieran donde estuvieran. A pesar de ello, nunca cuestionó sus decisiones, ni con que chico relacionarse. No tenía idea de lo que pensaba al respecto.
Era tiempo de saberlo, de mirar atrás y verla recibir las consecuencias de sus actos.
Introduciéndose en el jardín, recorrió los caminos empedrados, los que en el pasado fueron responsables de muchas caídas.
—¡Anzu! ¡¿Dónde estás?! —Tropezó con las piedras y se desplomó lastimándose las rodillas expuestas por usar una falda—. Duele. —Eran más que raspones, comenzaba a sangrar—. Tengo que encontrar a Anzu. —Levantándose torpemente, siguió adelante con la búsqueda.
Existía un lugar, uno especial donde se refugiaba la Anzu llorona del pasado, cuando discutía con Manami por los juguetes o por un malentendido propio de niñas. La joven se balanceaba en una hamaca envuelta por enredaderas, más grande que la de los parques.
—A veces… creo que has cambiado, pero sigues siendo… la misma niña de antes. —Manami, agitada, se agachó recobrando el aire.
—Te caíste de nuevo. ¿Por qué corriste?…. Estoy bien, ya me aparté de tu camino —dijo Anzu restándole importancia al suceso.
—No estás en mi camino. —Se sentó a su lado—. Ocupamos más espacio. Hemos crecido mucho —bromeó.
—Vuelve con Kimura —le ordenó bajando la mirada.
—Kimura esperará, tú eres más importante ahora.
—Ya te dije que no tienes que…
—¡Anzu! —la nombró interrumpiéndola—. Fui irrespetuosa al besarlo. Si me odias por hacerlo, estás en tu derecho, te he dado razones. —Abrazó sus piernas, las gotas de sangre recorrieron hasta ensuciar las zapatillas blancas—. No he aprendido mi lección… termino tropezando y cayendo, lastimándome… sin embargo nada de esto dolió tanto, como verte mirarme así.
—…
—No tienes que cuidarme más, he sido egoísta contigo. Dime lo que sientes.
Un nuevo silencio las distanció. Anzu no era de las personas que expusieran sus sentimientos ni siquiera con los más allegados.
—No tengo que decirte nada.
—Dime la verdad, por favor —insistió.
—¡Eres molesta! —Anzu reaccionó con enojo bajándose de la hamaca—. ¡¿Desde cuándo te importa lo que sienta?! —No volteó a verla, pero Manami se dio cuenta de la rabia que acumuló con los años y crecía en su interior.
— ¡Siempre me importaste, somos amigas! —Resguardándose en los recuerdos, en los momentos felices compartidos, trató de hallar motivos para borrar sus errores y demostrarle que podía confiar en ella. No obstante Anzu puso una barrera en la débil amistad, incapaz de fortalecerse por la abismal diferencia entre las dos.
—Olvida que vine hoy. Finjamos que este encuentro jamás pasó. —La abandonó, al igual que toda posibilidad en recomponer su relación.
La pianista permaneció en la hamaca. Aún no estaba apta para enterarse de los verdaderos sentimientos de quien hace unos minutos, era su mejor amiga.
—¿Por qué no eres sincera conmigo? —murmuró entristecida por el desenlace.
Anzu estando cerca de salir a la calle, fue sorprendida por Kimura llamándola a sus espaldas.
—Oye, Hanzo. ¿Por qué la prisa?
Oír la voz del hombre, tomándose la libertad de apodarla, acabó por desbordar su ira. La chica volteó lista para darle un golpe, Kimura detuvo el puño fácilmente, con la fuerza que no reveló en los anteriores altercados.
—¡! —Anzu no logró superarlo, ni zafarse del agarre. Lo que menos quería, era que viera los ojos llorosos por no contener la angustia sufrida.
—Lo siento, no puedo permitir que me golpees cuando no me lo merezco —dijo seriamente.
—Tú… —En lugar de disminuir su fuerza, la intensificó, sin conseguir cambiar el resultado—… Tú tienes la culpa.
—¿De qué tengo la culpa? Por lo que veo ustedes han tenido problemas desde antes que yo apareciera. —Sabía a lo que se refería, las persiguió y escuchó la discusión detrás de los árboles.
—¡No sabes nada sobre nosotras! —Utilizó el otro puño, pero Kimura lo frenó como el anterior.
—Tienes razón, no sé nada sobre ustedes. Solo he escuchado y visto algunas cosas. He visto a una bravucona pelirroja invadir el baño de hombres para limpiar los insultos dedicados a su amiga. He escuchado que una chica millonaria defendió a su amiga frente al hijo intocable del director. He visto a dos tontas protegerse… ¡Olvidando que cometer errores en una amistad es lo más normal de mundo!
—…
—¡¿Quieres decirle que deje de intentar conquistar chicos?! ¡¿Quieres regañarla?! ¡Hazlo, maldita sea!
Anzu recibió las palabras de Kimura directamente. A pesar de no querer aceptarlo, estaba en lo cierto. Existían muchas cosas por decir. Pasó años en silencio, soportando el dolor que le generaba ver a Manami mortificarse a sí misma tras volver a caer, saliendo y probando con cualquier chico que se le declarara. Los rompimientos, engaños, se adjudicaron en una sonrisa cargada de miedo.
—No he sido… —con voz débil, admitió—: No he sido la amiga que Manami necesitaba. Debí decírselo antes. Nada duele más… que verla mirándome así, con esa patética sonrisa. —Rápidamente secó la primera lágrima.
—… —Kimura fingió no notarla liberándola y apartando la vista—. Oye, Hanzo.
—Soy Anzu, ¿cuántas veces tengo que repetirlo? —corrigió recomponiéndose, acomodando su voz a la prepotente habitual.
—Me vestiré de mujer y te reirás como lo hiciste esta tarde —afirmó rascándose la nuca.
—¿Por qué lo dices ahora? —cuestionó confusa.
—Prefiero que te rías antes de que me golpees —reconoció, era muy buena sorprendiéndolo con ataques imprevistos.
La chica de cabello rojo se avergonzó. Con el resto de los miembros del club dialogaba más amistosamente, pero con ella era la primera vez.
—Idiota.
El sol se puso, la noche aguardaba una fiesta inolvidable.
Comments for chapter "13"
QUE TE PARECIÓ?
Nooo Kimuraaa, no soy fan de los trasvestimientos, pero bueno, creo que merece la pena, además no puedo mentir, también ideé una situación para trasvestir a mis personajes, no sé si la llegaré a utilizar en algún momento, pero ahí está.
No esperaba la interacción entre estás dos chicas, me ha sorprendido y confundido un poco, pero me resulta interesante, vamos a ver cómo resulta la fiesta, n_n.
Jajaja es una novela de humor son cosas que pueden pasar xD
Manami y Anzu son amigas de la infancia entonces tienen un pasado que comparten y ahi estaba una muestra de sus conflictos. Gracias por leer!
Por cierto, WTF con eso de que el instituto lo utilizan como un lugar de experimentación social financiado por los padres adinerados… ahí si me descuadré con la historia, espero que eso esté justificado porque salió de la nada (probablemente todo tenga sentido más adelante, vamos a ver si mis sospechas son acertadas).
Claro que tiene sentido no esta ahi por que si jajaja. En mas es una de las razones por las cuales el hermano de Kimura se propuso fundar la pandilla, contra la autoridad del director y su lugar corrupto. Nuevamente gracias por leer! n.n