Yankee love © - 15
(Imagen referencia a Kaguya-sama wa Kokurasetai: Tensai-tachi no Ren’ai Zunōsen)
La noche transcurrió, a pesar de que Kimura fue aceptado, el padre de Rina no se convenció totalmente. En sus tiempos los yankees no eran tan agresivos como en la actualidad, sino que mantenían un ideal como el del hermano mayor de Kimura. Estaban en contra de la autoridad, pero defendían a los estudiantes más propensos a recibir abusos, como él, un completo nerd.
Si bien existían enfrentamientos entre pandillas, nada finalizaba en resultados irremediables. Los encuentros se desarrollaban debajo de los puentes, lejos de los civiles, y los profesionales involucrados siempre consistían en dentistas y algún que otro doctor reparador de huesos.
En otras ocasiones, marcando territorio, los vándalos pintaban los muros con sus propias leyendas, pero nunca reaccionaron violentamente hacia los adultos cuando eran atrapados en el acto.
—Me recuerda al yankee que te defendía de los abusivos —destacó la madre de Rina.
—No lo recuerdo —mintió. Lo recordaba, era la fiel figura de su héroe de preparatoria.
—Si no hubiese sido por ese estudiante, no lo hubieras aceptado. Es el destino que nuestra hija se lo encontrara.
—… —El hombre pensó en la posibilidad de que sea un pariente.
—¿Cómo era su nombre? … Kaito. Un buen estudiante y líder de una pandilla de yankees. El único que podía mediar entre estudiantes y adultos. Me pregunto si su relación con esa chica dio frutos.—Suspiró.
Fue la clase de chico genial que admiró, inclusive amó, antes del largo proceso por el cual el padre de Rina la enamoró. Tanto madre como hija, compartían intereses similares. Las generaciones habían cambiado con el tiempo, pero ciertos paralelismos seguían presentándose.
—No creo que haya llegado lejos con ella. Esa holgazana y vulgar mujer—comentó el padre.
Un espécimen extraño persiguió a Kaito durante los últimos años de preparatoria, como una sombra, una voluptuosa sombra que incomodaba a los nerds con su presencia. Perteneció al mismo club que ellos, no se esforzaba por estudiar, sin embargo sacaba las mejores notas, suceso que la marcó como su rival.
—Llámala como quieras, pero no puedes negar que te gustaba antes que yo —lo descubrió. La clase de estudiantes como él, eran atraídos por una chica popular, y por más que ella lo sacara de quicio, tenía varios pretendientes del estatus social de un “cerebrito”, incluyéndolo.
—Tsk, olvídalo. Terminemos de decorar el pastel de cumpleaños. —Se retiraron, dándole lugar a que los jóvenes pudieran expresarse sin presión de los adultos.
—¿De qué estaban hablando tus padres? No dejaban de mirarnos —notó Kimura junto a Rina.
—Ignóralos. Son sobreprotectores conmigo, pero son inofensivos. —Sonrió nerviosa. Lo observó decidiendo preguntar, una duda que persistía desde que Kimura retornó a ser el de siempre—. Kimura senpai, tu cabello…
—Ah esto. Traigo mi gel para cabello de bolsillo —contó, orgulloso de peinarse de ese modo.
Rina rio, todo retornaba a su forma original, estaba feliz de pasar un momento agradable con el auténtico yankee.
Manami no cruzó miradas con Kimura, se concentró en que el malestar ocasionado por la revelación del beso, no influyera en la fiesta. Puso su mejor cara y la invitó:
—Ven Rina, traje un karaoke en el auto. Vamos a instalarlo y divertirnos. —La tomó de la mano, llevándosela consigo.
—¿Karaoke? nunca he estado en un karaoke —confesó avergonzada. Toda adolescente había estado en uno, era una actividad muy común en la juventud.
Saki continuó presumiendo su historia de líder de los demonios a Riko, quien la miró posar alocadamente, carcajeando a sus ocurrencias. Anzu usó el tiempo de Kimura en soledad, para ese entonces, su identidad como chica había sido revelada. Se sentó a su lado, conservando la misma actitud que de costumbre.
Kimura la vio de reojo y apartó la mirada inmediatamente.
—No voy a agradecerte por lo de esta tarde, si es lo que esperas. —Anzu cruzó las piernas.
—No necesitas decírmelo, sé que estás agradecida —fingió desinterés.
—Solo diré que te subestimé, puedes leer a las personas… —Agravó la voz—… si vuelves a hacerlo conmigo te golpearé —lo intimidó, no sería sencillo aproximarse a él, cambiando lo que ya conocía sobre su personalidad. Cualquier cambio en ese aspecto, la delataría.
—¿Golpearme? Atrévete, ahora sabes que puedo detenerte. —Sonrió, disfrutando habérselo enseñado, la diferencia de poder entre ambos.
—¡Esa vez no cuenta, me tomaste por sorpresa! —reaccionó sonrojada, débil a ojos de su contrincante.
—¡! —Saki escuchó la exclamación de Anzu y atendió a lo siguiente.
—¿Qué pasa, Hanzo? ¿Temes que vuelva a pasar? —Kimura se burló, luego de repetidos encuentros donde Anzu logró vencerlo, por fin alcanzó una victoria.
—¡No va a volver a pasar, no volverás a tocarme! —rabió evidenciando más su debilidad al respecto.
Saki los interrumpió con una sorpresiva pregunta:
—¡No me digan! ¡¿Están saliendo?!
—¡!
—¡!
Manami y Rina ingresaron a la sala, oyendo lo último.
—Ki-Ki-Kimura sen-sen-sen —tartamudeó Rina al borde de desmayarse por la noticia.
—¡No estamos saliendo, tonta! —negó Anzu rotundamente.
—¡No saldría con una mujer que puede patearme el trasero! —manifestó Kimura.
—¿De verdad no saldrías con una mujer así? —preguntó Rina impaciente, recuperando energías de repente.
—¿Reconoces que soy capaz de vencerte? ¿De verdad lo estás haciendo? —Anzu obtuvo la herramienta perfecta para apoderarse de la situación, revertirla contra Kimura.
—¡Sí, no, digo sí, no sé…! —Kimura quedó atrapado en medio de la confusión.
—Vaya, vaya, qué problema —suspiró Manami.
—Mi sirviente fue noqueado por ataques enemigos. ¡Muy pronto el dragón rojo lo rematará con una bola de fuego! —Saki acudió defendiéndolo—. ¡No te preocupes, yo te protegeré! —Extendió un brazo abriendo la palma de la mano, lista para liberar un ataque mágico, mientras que el otro, escondía el verdadero ataque del mundo real.
—¡¿Acaso me llamaste dragón rojo de nuevo?! —exclamó Anzu enfadada.
—¡Toma! —Saki lanzó un muffin recogido de la mesa de bocadillos, acertando en el rostro de Anzu.
La crema de color le pintó la nariz, dejándola no solo enfurecida, sino graciosa a la vista.
—¡Ja, ja, ja, ja! —Rina fue la primera en reír. Manami hizo lo mismo, cubriéndose la boca para que Anzu no la descubriera riéndose de ella.
—¡No funcionó, no funcionó! —temió Saki imaginándose el vapor caliente escapar de las fosas nasales de Anzu.
Anzu no emitió palabra, se dirigió a la mesa y recogió un muffin.
—¿Quieres que siga tu fantasía? Dime, Saki.
Ahora Saki veía los ojos brillosos y rojos del dragón a punto de escupir fuego.
La imparable Anzu lanzó el muffin con una fuerza increíble.
—¡Ugggh! —La líder de los demonios lo recibió de lleno, moviendo la cabeza hacia atrás a causa del impacto.
Las demás rieron sin control. Kimura impactado por el duelo, no se atrevió a intervenir. La comida viajaba de un lado a otro entre Saki y Anzu hasta que uno de ellos ensució a Manami en el pecho.
—¡! —La causante del desastre, Saki se disculpó—: ¡Lo siento, no quise!
Manami recogió la crema de su blusa con un dedo y la probó.
—Está delicioso. Es una tragedia que alguien irresponsable lo desperdicie. —Sonrió, con la sonrisa maléfica que reconocía mejor que nadie.
—¡No te desquites conmigo! —pidió, siendo demasiado tarde, Manami le arrojó un muffin en el pecho.
—Vaya, vaya, tendré que ayudarte a limpiarlo. —La hechicera de fantasía, sacó a relucir sus garras para apretujarla.
—¡Nooooo! —Saki corrió, refugiándose detrás de Rina y su barrera de ternura e inocencia.
—Es inútil. —Manami abrazó a ambas. Rina quedando en medio de los cuerpos blandos de sus amigas, exclamó:
—¡Kimura senpai, ayúdame!
El joven aprovechó a recoger la cantidad de muffins necesaria para no quedarse sin comer y se apartó en un rincón, fuera del alcance de la batalla campal.
—Rina, mira el pastel que preparamos con tu padre. —Sosteniendo el regalo final, visualizaron el desastre en la sala.
—¿Qué pasó aquí? —preguntó el padre.
El desorden era más que notorio. Su hija y amigas esparcieron los muffins con crema sobre el piso, los muebles, sobre ellas mismas. En cuanto al yankee, con el estómago repleto, tomaba una siesta sentado en un rincón, totalmente ajeno a la travesura de las jóvenes.
—Bueno, así es la juventud —concluyó la madre.
Las horas transcurrieron, y con ellas, la fiesta finalizó. Todos se divirtieron como lo harían adolescentes normales. En la despedida, Rina les agradeció haberle brindado su primer cumpleaños con amigos. El resto compartió el mismo sentimiento, estaban felices de concurrir y si tenían que cometer otra locura para apoyarla, sin dudas lo harían.
Manami y Anzu fueron las primeras en salir. La pianista le pidió que la acompañara a caminar. El trayecto hacia la mansión era largo, pero tenían muchos temas de qué hablar, recomponer la frágil relación que mantuvieron los últimos años, cuando se volvieron adolescentes. Habían forjado una amistad sólida de niñas, sin embargo llegando a la secundaria, todo se desmoronó, apresándose en el silencio absoluto en los errores de cada una.
—¿De verdad no quieres regresar en el auto? —preguntó Anzu, sabía que Manami no era muy atlética para soportar horas de caminata.
—Estoy bien, no te preocupes —respondió animada.
—Como quieras.
Caminaron un tramo en silencio, ninguna se atrevía a iniciar la conversación, hasta que la valiente pelirroja habló:
—¿Irás tras Kimura esta vez?
Manami no detuvo su caminar, en el pasado lo hubiera hecho, pero algo dentro de sí, le decía que no lo hiciera, que afrontara sus tormentos directamente.
—Kimura me resulta interesante. Quería conquistarlo.
—¿Querías? ¿Por qué hablas en pasado? —cuestionó, tomándose más libertades en interferir en sus planes.
—Kimura es diferente. Parece no importarle estar rodeado de chicas, no intenta nada con nosotras. Me siento bien estando a su lado… me siento segura.
—¿Qué hay de los demás? Si no te sentías segura con ellos, ¿por qué esperabas a que te botaran como basura? ¿Por qué no te hiciste respetar desde el comienzo? —las preguntas se amontonaron, Anzu estaba molesta al recordarlo, tanto así que no logró disimularlo.
—Sé que sonará enfermizo… atraer a todos esos chicos me ayudaba a comprender a mi madre. Intentaba sentir lo que ella sintió al estar con tantos hombres hasta llegar a mi padre.
—… —Anzu no lo pensó de ese modo. El interior de Manami era difícil de descifrar.
Ambas habían sido víctimas de las artimañas de la madre, esa mujer manipuladora inició el trámite de divorcio no solo de su propio matrimonio, sino también el de los padres de Anzu. Una situación se generó cuando el padre de Anzu trabajó en la mansión hace un par de años. Nunca aceptaron ayuda por parte de la familia adinerada, no obstante en ese tiempo, estando a cargo de niños pequeños y sin ningún ingreso, decidió aceptar emplearse allí.
—Hanako —murmuró el nombre de la culpable. Ella misma descubrió el engaño cuando creyó que su economía mejoraba, otro aspecto importante de su vida se destruía. Asumió la responsabilidad como hija mayor y los desenmascaró.
Manami sonrió, viéndose como la ridícula de la historia.
—Debes odiarme por este motivo. Nunca me respeté como persona, soy un total fracaso.
Anzu se posicionó delante de Manami, la miró a los ojos y le dijo:
—Tú no eres como Hanako. —Las palabras sinceras de su mejor amiga, le abrieron los ojos. La mirada vidriosa de rabia y tristeza jamás vista con tanta intensidad, rompió la barrera que las dividía.
Manami se refugió en los brazos de Anzu.
—¡Lo siento, lo siento mucho! ¡No sabía que estaba lastimándote! ¡He sido muy egoísta, después de todo lo que vivimos juntas… yo… yo! —Lloró desprendiéndose del miedo y la vergüenza.
Anzu le devolvió el abrazo, también llorando.
—No, yo lo siento, debí estar para ti, ayudarte como una buena amiga.
—¡No me odies, por favor!
—¿Cómo podría odiarte? Eres mi amiga. No quiero perderte, por nada del mundo. Seguiremos estando juntas pase lo que pase —afirmó decidida a protegerla, incluso de ella misma cuando se mortifique viéndose como su propia madre.
Kimura, por otra parte, fue invitado por el chofer de Manami para regresar al hotel en el auto.
—¿Dónde está Manami? —preguntó no notando su presencia.
—Se marchó con Anzu —notificó subiéndose en el vehículo—. Vamos, la señorita ya se ha dormido en el asiento trasero.
—¿Señorita? —Kimura observó a través de la ventana, Saki dormía plácidamente—. ¿Chuunibyou? —Ingresó aceptando la invitación. No tenía dinero para regresar en tren y estaba cansado para optar por caminar.
—¿Le molesta si llevo a la dama primero a su hogar? —dijo el hombre volteándose hacia los adolescentes.
—No, está bien.
—Excelente. —Cerró la ventanilla entre el asiento del conductor y ellos, dándoles privacidad.
Despertarla sería una mala idea, comenzaría a delirar con su síndrome todo el camino, así que trató de dormir también. Le esperaba un largo viaje por delante. Habían sucedido muchas cosas durante el día, se merecía un descanso, pero cuando intentó conciliar el sueño, Saki se movió, recostándose en su hombro.
Kimura abrió los ojos, el broche de cuernos de la chica le pinchaba el brazo. La apartó al otro lado, y apoyó nuevamente la cabeza en la ventana. El auto dobló en una esquina, provocando que Saki se moviera cayendo esta vez sobre el regazo de Kimura. El joven se exaltó a causa del brusco aterrizaje, el cuerno impactó sobre la pierna. Reaccionó al dolor, a lo que Saki se sujetó a él, impidiéndole apartarla.
—Oye, Chuunibyou, hazte a un lado. —Le tocó el hombro, escuchando claramente la voz de la joven diciendo:
—Te amo.
—¡!
El vehículo se detuvo, la señal del semáforo indicaba el color rojo. El chofer encendió la radio, su estación favorita escogió una canción de una famosa idol para ambientar el momento con un “♪ Ah, ¿por qué me enamoré de ti? supongo que soy un poco rara… oye querido, tú eres único ♪”.
Saki dejó de moverse, al igual que Kimura. Permitió que siguiera durmiendo y soportaría el pinchazo como un hombre.
«Tú… no tienes remedio», pensó cerrando los ojos.
Anzu y Manami descansaron de la caminata en un parque cercano a la mansión. Compraron unas latas de refresco, Manami lucía más que agotada, como acontecía en las clases de deportes. Por más que la entrenadora Kazumi la alentara a no rendirse con su clásica actitud positiva, su cuerpo no respondía luego de correr.
—¿Te estoy retrasando? —Bebió un sorbo.
—No. Mamá se encargaría de mis hermanos, es su día libre. —El trabajo de mesera en un restaurante de comida rápida, acaparaba mucho tiempo para ocuparse de los niños. Lamentaba cargar en Anzu la responsabilidad de ayudarla a toda hora, estando en la etapa de la adolescencia, era normal que quisiera desprenderse de las labores más seguido.
—Me alegra que volvamos a confiar en nuestra amistad. —Sonrió.
—Sí. —Después de haber llorado frente a Manami, se sentía algo avergonzada. Aparentaba ser fuerte, olvidando que no podía serlo siempre, muchos menos con una persona que conocía todas sus facetas.
—¿Sabes algo, Manami? Creo que no he sido del todo sincera contigo. A partir de ahora lo seré. —Miró las gotas sobre la lata, deslizándose despacio.
—¿Vas a contarme un secreto? —predijo bromeando, sin pensar que realmente su amiga pensaba contarle el secreto más importante en su presente.
—Nunca me he fijado en un chico. Los considero unos idiotas, tampoco tengo buenos ejemplos de hombres cerca, como para que me agraden.
—Eso ya lo sé. Vamos, ve a lo importante. —La empujó con el hombro.
Anzu contempló el cielo, la luna reflejaba la blanca luz sobre ellas.
—Sigo pensando que son unos idiotas… —siguió—… pero existe uno en particular que no me deja tranquila. Se aparece a menudo, al principio era molesto, interponiéndose en mi camino como si tuviera derecho de intervenir.
Manami no le quitaba la vista de encima. De a poco asimilaba de quién se trataba. Si le permitía terminar de hablar, finalizarían siendo rivales.
«¿Por qué… de todos los hombres?».
—Vi algo en él que todavía no comprendo, pero me enloquece. —Lucía feliz, una leve sonrisa se formó en el anterior rostro inexpresivo. Así estaba al contárselo, arruinarlo, contrastaría con lo que habían superado y avanzado en su relación—. Supongo que ya dedujiste a quién me refiero. —Adelantándose a los pensamientos de Manami, dirigió su mirada hacia ella—. Si ese chico te interesa, espero que no sea parte de tus experimentos, porque si así lo es, tendrás que responder ante mí. —Poniéndose de pie, liberó sus sentimientos a la brisa de la noche—. Ahora puedo decirlo, me gusta Kimura. —Sonrió, como no lo había hecho en años.
«Kimura… esto es lo que generas en los demás». Sorprendentemente, Manami se alegró del resultado generado por un hombre que las cautivó.
Un percance los detuvo frente a la playa. Un neumático del auto conducido por el chofer se dañó y no contaba con uno de repuesto para reemplazarlo.
—Tendré que caminar hasta encontrar auxilio —lamentó dejándolos varados en el lugar.
—Es una pena, quería dormir en mi cómoda cama —dijo Saki desperezándose, después de dormir una siesta sobre Kimura, sin enterarse de que lo había hecho. La distraída joven reafirmaba la falta de conexión que tenía con el mundo real.
—No tardará —agregó Kimura.
Saki descubrió la playa, el sonido de las olas del mar impactando en la orilla.
—Mira, estamos en la playa. —Corrió hacia la arena.
—Espera. —La persiguió, desde esa posición no estaba tan iluminado como el horizonte.
Permanecieron sintiendo la brisa soplando y moviendo sus cabellos.
—Se siente bien, ¿no crees? —Sonrió la chica.
—Sí, eso creo. —Concordaba, pero no se encontraba entusiasmado con quedarse a medio camino, tarde en la noche, como Saki. Cuando regresara a casa Karin o su madre lo acosarían preguntándole qué había hecho a esas horas, o si ya perdió la virginidad.
—Me he mudado tres veces, antes de venir aquí a la capital —contó melancólica—. En mi ciudad natal, se podían ver claramente las estrellas. Con mi madre solíamos dibujar formas con ellas. Era muy divertido. —Apuntó al cielo. Ciertamente la polución lumínica restaba visibilidad a las luces de la naturaleza.
—Ya veo. Aquí no se visualizan bien, pero tienes las luces de la ciudad. No puedes encontrar y dibujar formas, pero… se mueven —trató de resaltar aspectos positivos.
—Ja, ja, ja —rio Saki, comprendiendo las intensiones de Kimura de animarla—. No estoy triste por mudarme. Mi madre siempre dice que los cambios son buenos.
—Sí que tomas en cuenta las enseñanzas de tu madre.
—Bueno ella… me ha aceptado como soy desde pequeña. A pesar de todo, continúa defendiéndome y protegiéndome, escapando de todos los lugares. Es como mi padre… no estaría aquí sin ellos. —Caminó hacia la orilla. Kimura no logró diferenciar la seriedad de Saki, recordando los motivos de las mudanzas.
—No te acerques mucho, las olas podrían arrastrarte —aconsejó, pendiente de la seguridad de la líder de los demonios, como buen sirviente.
Saki se arrodilló, permitiendo que el agua salada tocara las rodillas.
—… —Kimura se rascó la nuca y se acercó. Parecía una noche tranquila en el mar. Disfrutaron del silencio, del pacífico paisaje…
….
….
Sin embargo dentro de la mente del yankee, rondaban las palabras de Saki “Te amo”. Los secretos eran su debilidad, ya lo había experimentado anteriormente viniendo de ella. Quería saber a quién estaba dirigida esa expresión del sentimiento más alejado que tenía en su vida.
—Oye, Chuunibyou. ¿Con quién estabas soñando en el auto?
Saki se levantó de golpe.
—¡C-c-c-con nadie! ¡Re-regresemos! —Caminó de vuelta apartándose de la pregunta más vergonzosa que le habían hecho. Pisando la espesa arena, tropezó con una piedra y cayó enseñándole la ropa interior debajo del la falda.
—Tienes ropa interior con tu propio nombre escrito, eres como una niña responsable —comentó Kimura.
—¡Cállate, sirviente pervertido! —El rostro rebosaba de color rojo, viéndola así, al joven le resulto chistoso y comenzó a reír—. ¡¿De qué te ríes?! ¡Es inaceptable tu rebeldía!
—Ja, ja, ja, ja. Nada, nada, solo que… a veces olvido que eres una chica. —Limpió una lágrima nacida de tanta carcajada.
—¡¿Cómo crees que me siento al respecto?! ¡Claramente estoy en mi forma humana! ¡Soy una chica! —Levantándose, corrió hacia Kimura abalanzándose sobre él.
Kimura la recibió soportando la fuerza de empuje descomunal, dio dos pasos atrás y terminó desplomándose de espalda con ayuda de la pesada arena en los pies. Aferrado a su cintura, percibió los brazos de Saki sosteniéndolo y su frente tibia sobre su pecho.
—Será la última vez que te dirijas a tu ama así —dijo Saki sin mostrar el rostro apresado contra Kimura.
—No lo volveré a hacer, ahora mi espalda está empapada. —Una ola los envolvió, desmintiéndolo, actualmente todo su cuerpo estaba mojado—. Primero me visten de mujer… luego me empujan al mar. Ha sido un día inusual para un yankee. —Suspiró.
—Kimura, escucho tu corazón latir.
—Sí, es porque estoy vivo.
—Sí, lo estás… —Saki se apartó y le ofreció la mano para ayudarlo a levantarse—… Regresemos.
Al final el problema con el auto se solucionó, volvieron sanos y salvo a sus hogares.
Los vínculos, las amistades y sentimientos de los cinco se potenciaron en ese día, marcándolos como un nuevo comienzo. Muchos sucesos les esperaban por vivir juntos.
Comments for chapter "15"
QUE TE PARECIÓ?
Se me acumularon los capítulos sin percatarme jajaja las relaciones entre los personajes son muy buenos, Kimura al queres cumplir sus objetivos hacen que ayude a otras personas a pesar de ser un Yankee, tanto a las chicas como al mismo profe (en esa parte esperaba que le diera un puñetazo de consiencia ._:) he incluso como solucionan los personajes sus conflictos de una manera interesante y que te da por leer mas, y el cumpleaños fue genial tuvo mucho que mostrar el capitulo, buen trabajo espero mas de la obra (ya tendre tiempo para estar al dia ^^) 🧁🍰🎂
PD: best referencia en el basquet 😎🏀
Hola! cuanto haz avanzado 😮 gracias por tu comentario, por tus observaciones y por el apoyo! me alegra mucho que te este gustando la novela y que puedas disfrutarla n.n