Yankee love © - 24
Escogió el uniforme escolar de los tres iguales que guardaba en el armario. El verano estaba a punto de comenzar y los primeros días calurosos azotaron la enorme ciudad. Rina no preparó nada diferente en su atuendo, por más que esa mañana fuera especial. Le confesaría sus sentimientos a Kimura. Hasta lo que pudo observar de él, no le interesaba el aspecto exterior de los demás. Si se detenía a pensarlo mejor, no sabía qué exactamente le gustaba, nunca demostraba determinado aprecio por algo o alguien. Únicamente conocía las sensaciones que despertaba estar cerca de ese chico, admirarlo en silencio, desear estar a su lado. Aún era una novata en el amor, sin embargo atesoraba el sentimiento nuevo, sin buscar explicaciones lógicas para conservarlos.
La mañana de Kimura no tuvo el mismo inicio alegre que el de Rina. No logró dormir en toda la noche, pensando en las palabras para poder responder a su declaración. Enfrentarla así sería difícil, volver a verla luego de oírla expresarse con tanto ímpetu. Aún era novato en el amor, sin embargo nunca huyó ni de los enemigos que sabía que no podía derrotar.
—¿Qué le pasó a tu cara? Tienes ojeras. —Lo miró Karin mientras desayunaban.
—Estuve estudiando —mintió descaradamente. Si Karin se enteraba de la existencia de una chica enamorada de él, lo molestaría.
—El pequeño Kimura aprendió a mentir —dijo pellizcándole una mejilla.
—¡Déjame en paz! —Luchó contra la fuerza de la mujer, uno de los adversarios más complicados de debilitar.
—Vamos. Dime por qué no dormiste. ¿Finalmente cediste a los placeres de la vida masculina? ¿Descubriste lo que tienes guardado? Descuida, también me sorprendí hallando ese gran descubrimiento.
—¡¿Qué cosas estás diciendo?! ¡Pervertida!
—Karin. ¿Estás pervirtiendo a mi hijo menor otra vez? —Emiko ingresó a la cocina tras escucharla.
—Jamás lo haría, mamá —negó nerviosa, temiendo a la poderosa jefa.
—¿Qué sucedió con la reforma de tu apartamento? Hace meses que vives en el hotel y no has comentado nada —preguntó.
—N-no he tenido novedades. Es una lástima, me encantaría regresar a mi hogar. —En realidad las reformas habían concluido.
—Mentirosa —comentó Kimura. Karin aprovechaba las grandes ventajas de vivir en el hotel sin pagar impuestos.
—Es hora de ser responsable, querida. —Empujó el pie de Karin con la rueda de la silla.
—Lo soy, mamá, lo soy.
—¿Cuántas veces te lo he dicho? —Sonrió—. No me llames “mamá”, mujer irresponsable. Regresa a tu apartamento antes de que se me olviden todas las leyes laborales, y te ponga a limpiar el piso con la lengua.
—¡Enseguida, jefa, enseguida! —Corrió a recoger sus pertenencias de la habitación de Kimura.
—¿Por qué se dirige a tu habitación?
—¿Todavía lo preguntas? Soy la víctima aquí.
—¿Víctima? Si tú eres una víctima, yo soy la reina de Inglaterra. —Le entregó una carta que llevaba sobre su regazo. Kimura reconoció el medio antiguo de comunicación, la piel se le erizó de repente.
—¿Cuándo vendrá? —Tragó saliva, si no terminaba sus exámenes a tiempo, las consecuencias serían terribles.
—En las vacaciones de verano —notificó Emiko, sonrojándose al pensarlo.
«Haz menos evidente su relación cursi por favor», pensó asqueado de lo acaramelados que se tornaban su madre y su padrastro, luego de meses sin verse.
—Espero que lo recibas con buenas noticias —deseó, poniendo la poca esperanza que tenía.
Salió a la estación. Sería un día de tutorías para las pruebas escritas. El director aplicó nuevas medidas a los estudiantes encargados de enseñar. El día anterior hubo problemas con la asistencia, no permitiría que se repitiera, planeaba demostrarle al grupo de padres, su compromiso por dominar a los yankees. Quien sacara las mejores calificaciones, formaría parte del consejo estudiantil, con ello, se aseguraría un lugar entre los estudiantes más influyentes.
La institución educativa se encontraba más concurrida que de costumbre, los yankees invadieron el espacio para cumplir con sus forzadas obligaciones. Kimura recorrió los pasillos observando las filas de jóvenes arrinconados a los lados, apartados del camino de los peligrosos pandilleros. Todo lucía diferente, el suelo sucio, embarrado y marcado por escupitajos. Paredes señaladas con huellas rojas, carteleras de clubes rayadas con dibujos. Bastaron unos pocos minutos para que una escuela reluciente, se convirtiera en una guarida de rebeldes.
Como amante de la limpieza, Kimura no soportó ver tanta suciedad, al primer yankee que visualizó pateando un cesto de basura, lo tomó del cuello de la ropa y lo lanzó contra un casillero.
—¡¿Qué estás haciendo, sucio chimpancé?! ¡¿EEEHH?! ¡El conserje se tomó el trabajo de limpiar el edificio!
El pandillero se reincorporó, comprobando quien lo agredió.
—¡Maldito fracasado, voy a destrozar tu cara!
—¡¿Eeeehh?! ¡¿Qué dices?! ¡Solo escucho…! —Kimura imitó los gritos de un mono, acto que lo enfureció más.
Ese simple cruce, generó una batalla campal. Los demás delincuentes se abalanzaron sobre ellos repartiendo golpes. Profesores acudieron aplicando el plan de emergencia, elaborado por si se presentaba una situación así. Accionaron los extintores de fuego, combatiendo con la horda de yankees.
Los estudiantes normales gritaron espantados y corrieron a refugiarse en los salones. Ningún rebelde llegó a molestarlos, ya que permanecían concentrados en destrozarse ellos mismos. Inconscientemente el conflicto de Kimura favoreció a que la mayoría de los tutores atendieran a sus compañeros yankees en forma de muñecos de nieve “terapeutizados”.
Lejos de participar en el desorden, Jack arribó con media hora de retardo a la biblioteca. Rina lo esperó también habiéndose demorado a causa de un percance en el vehículo de su padre, lo cual impidió que presenciara el espectáculo de la entrada.
—Buenos días —saludó encantándolo con una sonrisa. Se veía más tranquila, la luz radiante del amor la embellecía.
«¡Es tan linda!», pensó Jack, desde que la conoció hace no más de un día, no pudo alejarla de su mente.
—Traje algo para ti. —Le presentó una caja de cartón con un símbolo de interrogación dibujado, rodeado de muchas flores de colores.
—¿Qué es? —Jack se mostró intrigado como un niño pequeño. Rápidamente tomó asiento.
Rina había estudiado maneras de atraer la atención de los estudiantes. Se inclinó por generar misterio, utilizando una característica propia de la ciencia, la investigación.
—Te diré pistas sobre su contenido —inició, creando un ambiente lúdico para lidiar con el miedo a los yankees y poder enseñarle a Jack.
Así concretaron la clase sin inconvenientes, experimentando con instrumentos del laboratorio que Rina pidió prestados especialmente para él. Llegó a una conclusión, su alumno no presentaba dificultades, el problema era la falta de preocupación de los profesores en educarlo. Los rumores de la clase de biología, produjeron una idea errónea sobre su persona. Lucharía contra esa idea, convirtiéndolo en alguien capaz de sacar buenas calificaciones.
Caminó hacia el salón destinado al club de jenga, tarareando una canción en señal de felicidad. Abrió la puerta, de pronto la felicidad fue reemplazada por un grito de horror.
—¡SAKIIII!
La chica chuunibyou estaba tirada en el suelo sobre un charco rojo. El regreso temprano, junto a la desgarradora imagen, la hizo desplomarse de espaldas.
—¡Rinrin! —exclamó Saki arrastrándose con el rostro cubierto del líquido rojo.
—¡No te acerques, eres el fantasma de Saki! —Retrocedió aterrada.
—¡Ayúdame Rinrin, una lata de pintura cayó sobre mí! ¡Me duele muchoo! —Gateó dejando un rastro de lo que para Rina, era sangre. También emitió un quejido entrecortado, empeorando la escena.
—¡KYAAAAAAAAAaaaaaaAAAA! —El grito atrajo a su salvadora, Anzu.
—¡Rina! ¡¿Estás bien?! —Visualizó la razón del susto, y reaccionó como la habitual Anzu reaccionaria. Saltó pisándole la cabeza a Saki.
—¡No le juegues ese tipo de bromas, tonta!
—¡Ajjjjkkk!
Elipsis…
Rina y Anzu ayudaron a retirar la pintura roja del rostro de Saki. El cabello quedó teñido de ese color, igual al de la pelirroja bravucona.
—Hanzo… Hanzo. —La fantasmagórica joven descansó sobre el hombro de Anzu, nombrándola como el personaje masculino que representó en el cumpleaños de Rina.
—¿Sueña contigo? —observó la menor del grupo.
—Apártate, eres molesta. —Se movió, pero Saki se aferró al brazo, sonriente.
—Creí que pasaría las últimas semanas antes de las vacaciones con su familia —manifestó Rina.
—Quería vernos, después de ese día en el hotel de Kimura, no tuvo oportunidad de estar con nosotras —explicó, siendo la única en conocer los motivos, debido a que Saki prefirió llamarla sobre las demás.
—Ustedes se están volviendo muy amigas, quién lo diría —rio.
Anzu calló, suspiró y continuó con la conversación cambiando de tema.
—¿Qué piensas de los planes del consejo estudiantil?
—¿Planes? ¿Te refieres a los exámenes de yankees? ¿Fue idea del consejo estudiantil?
—Eso parece. Hay algo sobre este asunto que no termina de convencerme. Manami no ha querido hablarme de sus nuevas labores de vicepresidenta. —Se puso pensativa, despertando dudas en Rina.
—¿Manami senpai?
—Sin lugar a dudas es obra de Yamato. Intenta acortar la brecha que divide a los estudiantes, pero… ¿para qué?
—¿Por qué sospechas? Intenta integrar a los yankees, me parece algo positivo.
—Nada que venga de ese sujeto es bienintencionado. Nunca quiso acercarse a ellos porque sabe que lo destrozarían. —Anzu mantenía malos presentimientos al respecto, tanto así, que una explicación surgió luego de procesar las posibles razones:
«El líder… Yamato quiere encontrar al líder. Todos los yankees están incluidos en los exámenes, el líder también».
—¿Anzu senpai? ¿Qué ocurre?
—Debo irme. —Se levantó apresurada y salió del club. Tenía la posibilidad de encontrarse a solas con él.
El movimiento brusco de Anzu despertó a Saki, quien luego de un par de parpadeos, volvió a acomodarse en el sofá. Los que no participaban del programa de apoyo, tenían un tiempo libre para dedicarlo a los clubes u otras tareas impartidas por el cuerpo docente. Terminó con los recados de Kurosawa rápidamente, siempre intentando contentar al apuesto profesor.
Entre el sueño y la realidad, oyó a Rina decir “es hora, debo apresurarme hacia la azotea. No quiero hacer esperar a Kimura senpai.” Abrió los ojos, viéndola entusiasmada abandonar el salón.
—¿Rinrin se reunirá con…? —De solo pensar en él, una sensación rara la invadió. Kimura había interferido dos veces para resolver sus problemas, sermoneando a Kurosawa y en el hotel. No pudo agradecerle, hablarle directamente de esos episodios. Tenía vergüenza de enfrentarlo después de que se enterara de sus debilidades. Actuaba como una demonio poderosa, pero ni siquiera podía controlar sus propias emociones. A pesar de la cobardía, un motor dentro de sí la movilizó para perseguir a Rina.
«¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué estoy interesada en esos dos? —Desaceleró para no ser descubierta. Se escondió detrás de una pared, antes de subir por las escaleras—. Kimura se disfrazó de mujer por Rina, Rina enfrentó a sus padres para defenderlo. Ellos son amigos… son… —Avanzó superando el primer escalón—. ¿Por qué? ¿Por qué estoy pensando en esto?». Continuó pisando firme, sin dudar, ni cambiar el rumbo.
Rina asistió al encuentro, Kimura aguardaba su llegada contemplando el cielo azul.
—Lamento hacerte esperar.
El joven volteó, mostraba una expresión calma. La primera señal, se manifestó claramente, no era el clásico yankee con las facciones marcadas cerca a las cejas fruncidas. Para Rina no perdió su atractivo, estaba embobecida como toda enamorada, sin embargo a ojos ajenos, el actual estado decía mucho.
Saki los espió detrás de la puerta entreabierta. Notó extraño a Kimura, sobre todo su mirada, no aseguraba si realmente denotaba tristeza o no, era desgarrador pensar en el desenlace de ese encuentro.
—Senpai, yo… —Rina apretó los puños reuniendo valor—. ¡Me gustas! ¡Estoy enamorada de ti!
—… —el joven guardó silencio.
La espectadora predijo la declaración. El escenario y la felicidad de Rina, indicaban un acontecimiento así.
—Rita, yo… —La veía tan contenta al superar sus miedos, al expresarse y declararse, que las próximas palabras defraudarían todo lo que creyó defender. Herir a alguien como ella, sería imperdonable.
«No lo hagas, Kimura. Por favor», deseó Saki, imaginándose el doloroso rechazo. Lo vivió en carne propia, no quería que también lo viviera Rina.
—¡No tienes que responderme ahora! —lo detuvo, dejándolos boquiabiertos.
—¿Qué? —preguntaron los dos simultáneamente desde diferentes posiciones.
—Dame la oportunidad de enamorarte. Me-me he esforzado mucho para concretar mis objetivos. Me he esforzado hasta con cosas que no quería esforzarme… ¡Ahora es diferente! ¡Quiero esforzarme para que te intereses en el romance! ¡Para que te intereses en mí!
Kimura no supo qué contestar. Aunque lograra su interés en el romance, aunque lo conquistara, no se consideraba un buen partido, sino un total desastre. No era estudioso, era buscado por las pandillas enemigas, inclusive era odiado por la de la escuela. No imaginaba compartir su futuro con otra persona, apenas podía aceptar el hecho de frecuentar con ellas temiendo perjudicarlas.
—No pretendo que dejemos de ser amigos. Podemos continuar así como estamos. Lo último que pretendo es incomodarte.
—Tú… —Desistió de pensarlo demasiado, tal vez la mejor respuesta por el momento se basaba únicamente…—. ¿Estarás feliz con eso? —en la felicidad de Rina.
—¡Sí! —afirmó inmediatamente.
—…
—De acuerdo. —Miró a un costado y se rascó la nuca.
La reina del jenga sonrió. Superó el “no”, pero olvidó considerar lo difícil que le resultaría a Kimura seguir adelante, estando consciente de que alimentaría una esperanza que no sabría cómo acabaría.
El encuentro culminó, Saki se escondió detrás de la puerta, Kimura la abrió sin percatarse de la presencia de la espía.
—Estuvo cerca —susurró regresando la vista hacia su amiga.
—Lo hiciste bien —se dijo Rina a sí misma—. Conoce tus sentimientos, solo debes esforzarte más… solo esforzarte…
Saki escuchó y vio las lágrimas en la distancia. Tenía dos caminos para elegir, uno, el de acudir cuando una amiga lloraba, abrazarla, contenerla. El otro, hacer algo para cumplir con su deseo, definitivamente sería el más desafiante. Le dio la espalda al llanto, corrió detrás de Kimura.
Logró alcanzarlo en el patio central que dividía dos tramos del edificio.
—¡Kimura, espera! —Descansó agitada por descender las escaleras a toda velocidad.
—¿Chuunibyou? ¿No estabas pasando tiempo con tus padres? —preguntó extrañado con su asistencia.
—Tengo que… tengo que… hablar contigo. —Dio una bocanada de aire y realizó el estiramiento dictado por Kazumi después de practicar carreras de relevo.
—¿Teñiste tu cabello? ¿Es una señal de rebeldía? ¿En qué problema te metiste ahora? —observó el color rojo, el cual destacaba más que su negro natural.
—Debes de… debes… ¡Tener una cita con Rinrin! ¡Es el mejor método para iniciar un romance! ¡Es probable que nazca un sentimiento en ti que…!
—Chuunibyou, escucha —intentó detenerla, pero la chica seguía hablando sin parar para convencerlo.
—¡Tienes que darle una oportunidad, Rinrin no sabrá qué hacer… los chicos son…!
—¡Cállate! —Por más que tratara de comportarse como habitualmente hacía, se encontraba inseguro de haber hecho lo correcto.
—… —Saki obedeció.
Kimura también sintió que estaba hiriéndola.
—Lo siento. —Le tocó la cabeza suavemente.
Experimentó un poco de alivio haciéndolo, recorriendo la palma de su mano sobre el cabello lacio. Saki percibió el sorprendente y delicado toque de un pandillero experto en utilizar la fuerza física. Debajo de la apariencia de yankee agresivo, había alguien diferente, tan débil como su persona.
—Eres una buena amiga para Rita, no es necesario que hagas esto. —Bajó la mirada.
—Kimura… yo… —Anhelaba expresarle lo que guardaba, no obstante él se marchó.
—Lo siento. —Todavía estaba lejos de ser completamente sincera.
En el otro extremo del edificio, un sujeto misterioso, vestido con un uniforme escolar distinto, llamó a su jefe y le notificó los resultados de las observaciones.
—La perra del menor de los Kimimura, es una estudiante de cabello rojo… Sí jefe, reuniré a los demás. Estaremos listos en un par de horas. No se escapará esta vez.
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