Yankee love © - 26
La fecha esperada para algunos, indiferente para otros, llegó. Las pruebas de los yankees se desarrollarían durante toda la jornada escolar, con absolutamente todas las materias de los respectivos grados. Como evento único en la institución, los profesores idearon una forma de atender esta innovadora instancia. Reunieron al resto de los jóvenes en zonas dedicadas a las clases de deportes, para actividades recreativas que ocuparan el día. En la entrada distribuyeron tarjetas de cada grupo, yankees y normales, favoreciendo el orden. El trabajo liderado por ciertos docentes representantes de primero, segundo y tercero, previno conflictos entre estudiantes.
Kimura asistió para cumplir con su deber, había estudiado el fin de semana con ayuda de Tai. Se esforzaría por conseguir el mínimo puntaje para aprobar, ya que, como la semana anterior explicó el director, necesitaría más de cincuenta puntos para salvarse. No estaba en su zona de confort, aunque últimamente no tenía una, no hallaba lugar donde pudiera estar tranquilo y seguro consigo mismo. No destacaba en ningún área, tampoco era el más fuerte, ni el líder que se planteó ser, soportando la carga que dejó Kaito al fundar una pandilla con ideales.
Miró su tarjeta, le indicaba el salón donde tendría una larga lucha contra matemáticas, la primera asignatura de las pruebas escritas. Aprendió a resolver ecuaciones, relacionándolo con su propia vida llena de equis, interrogantes que debía despejar. Una de ellas, se presentó llamándolo con entusiasmo.
—¡Viniste! —Era Saki, contenta de verlo preparado para superar sus obstáculos como estudiante de preparatoria.
—Chuunibyou, sigues hablándome —dijo en tono apenas audible, demostrando un poco de asombro. No estaba seguro si le dio motivos para que continuara comportándose amistosamente, la última vez que hablaron le gritó.
—Hice algo para ti. —Revisó su bolso y sacó un objeto—. Es un amuleto. Espero que te ayude. —Sonrió.
—¿Un amuleto? —Lo aceptó sin pensarlo demasiado. Era un colgante hecho de tela con la palabra “suerte” bordada por la habilidosa mano de una costurera como ella, la encargada de la vestimenta del club de teatro—. Gracias. —Dibujó una sonrisa en su rostro, apreciando el detalle. Fue el primer amuleto que alguien le dio, especialmente creado para él.
Rina apareció detrás, Saki le sacó ventaja escabulléndose entre el alumnado para conversar con Kimura.
Los celó en la distancia.
«¿Qué le entregó? Eso es… ¡Un amuleto! —reconoció la acción audaz. No se le ocurrió regalarle uno previamente, sabiendo lo mucho que le costaba estudiar—. No puedo estar celosa, son compañeros de clase». Se dio golpecitos en la mejilla para alejar los celos.
—¿Rina? Estar aquí es peligroso. Hay muchos pandilleros —escuchó la grave voz de Jack cerca.
—¡Ah! —reaccionó nerviosa y avergonzada, asustada de que los demás leyeran sus pensamientos—. ¡Satoshi! —Volteó sin lograr quitar el rubor de sus mejillas acaloradas.
—Recordaste mi nombre. —Se sintió feliz como un niño en una tienda de golosinas. El simple hecho lo acercaba más a Rina, y la diferenciaba de los demás conociéndolo como “Jack el destripador” a causa de un episodio en el laboratorio cuando manipulando un órgano.
—Claro que recuerdo tu nombre. Pasamos tiempo juntos estas últimas semanas. Vi-vine… —Miró atrás, Saki posaba exponiendo su chuunibyou, manteniendo la conversación con Kimura, y este perdiendo la paciencia tras escuchar repetidamente las historias locas de la reina de los demonios.
«Las cosas entre ellos siguen igual, alarmarme por esa tontería fue precipitado», supuso un tanto tranquila.
Satoshi observó hacia donde miraba.
—Viniste a desearle suerte al rubio. Le gustará que una linda chica como tú lo haga.
—¿De-de verdad lo crees?… pero… le he causado problemas con mi declaración, debió estar muy confundido. Ahora que pasaron los días, se ve más animado. —Se detuvo a contemplarlo.
Ni ella ni Saki sabían sobre la paliza que cuatro pandilleros de otra escuela le proporcionaron. Era normal encontrarlo herido por riñas, creyeron que fue otra del montón, y con la rápida recuperación de Kimura, no se imaginaron el trasfondo de la misma en su presente.
—¡Chuunibyou, ya no estés tocándome ahí!
—¡Alguien te maldijo sembrando huevos en su cara! ¡No te preocupes, mi fiel sirviente, tu ama los curará!
—¡Te he dicho que no me toques, maldición!
Rina retomo lo que estaba diciendo, en un acto de madurez.
—Quiero darle espacio. Kimura senpai tiene cosas importantes que hacer. —Sonrió, provocando que Satoshi también lo hiciera—. Confío en que lograrás las mejores calificaciones. Eres inteligente —dedicó sus alientos de ánimo a quien apoyó en las tutorías.
Un flechazo traspasó el corazón del pandillero. Vio a Rina como la persona más tierna y amable del mundo. Nunca tuvo oportunidades de hablar con las chicas, eran espantadas por la apariencia robusta, gigante, para un joven de su edad.
Saki y Rina se retiraron al ser descubiertas por Kurosawa en una zona que no les correspondía. Takeshi las visualizó siendo acompañadas por el profesor.
—¿Las amigas de Kimimura? ¿Vinieron hasta aquí para animarlo?… Son valientes. ¿Por qué a mí no me persiguen las mujeres? —preguntó desanimado.
A lo lejos, Sayumi desde el patio central, espió con binoculares al nuevo integrante de su club de kendo en el segundo piso. Takeshi era un espécimen raro, que la maravilló a pesar del inconveniente que derivó a que su trasero se posicionara sobre él, generando así el momento más vergonzoso.
—Sayumi, ¿qué haces? —irrumpió una compañera de clase, resultándole extraño que alguien utilizara binoculares en la escuela.
—¡No estoy viendo a ningún pervertido! —exclamó.
—¿Por qué estarías viendo a un pervertido? Son desagradables.
—¿Verdad? —Simuló una sonrisa—. Estaba, estaba… comprobando que mi primo Jack, digo, Satoshi asista a las pruebas. Mi familia no ha parado de hablar de esto, es un acontecimiento importante.
—¿Jack es tu primo? No se parecen en nada.
—Es que… el hermano de mi padre se casó con la hermana de un compañero de trabajo que tuvo un niño con una exesposa que recuperó luego de una segunda luna de miel donde se reconciliaron luego de pelearse porque la madre verdadera estuvo con el padrastro y…
—No entiendo nada de lo que estás diciendo. Tener parentesco o relación con un yankee no está bien visto. Agradece que sea la única del grupo en saberlo, sino serás una marginada más. Jack es el terror de los de primer año, una persona despreciable.
—Entiendo. —Bajó la mirada cabizbaja.
Involucrarse con alguien de la pandilla traería más problemas a su familia, la cual ya lidiaba con un yankee, sin embargo no podía evitar perseguir a Takeshi manteniendo una especie de obsesión. Los rumores sobre el enfrentamiento con Kimura lo marcaron como un sujeto peligroso. Sayumi veía potencial en Takeshi, una disposición a practicar en el club que nadie más conservaba. Los otros miembros presumían de sus dojos, de los estilos propios compitiendo por quién vencía, por el prestigio y el dinero de sus instituciones. No tenían la misma pasión hacia el kendo que ella, su club terminó siendo un grupo frío y competitivo al cual no deseaba pertenecer.
Estando ubicados en los salones, las pruebas iniciaron. A simple vista el plan de Yamato de contratos para intercambiar comida y becas universitarias, dio resultado. Absolutamente todos los rebeldes participaron, independientemente de las calificaciones, trataron de ganarse el alimento, como cualquier trabajador haría.
Muchas personas se esforzaron para que ese día contribuyera con el propósito inicial, incluir a los yankees, ayudarlos a avanzar en su vida escolar, así impedir la repetición que año a año progresaba aumentando el número del grupo problemático. Una de esas personas, fue Manami. Pasó este último tiempo estudiando para enseñarle a Takeshi, reuniéndose en el consejo estudiantil para preparar las próximas elecciones e investigando el historial de la pandilla de Kaito. Revisó exámenes de aquella época, actividades que se realizaron, las intervenciones del líder en antecedentes de otros estudiantes, y leyó el suyo en profundidad.
Estuvo noches en vela asociando su personalidad redactada por diferentes actores que tuvieron que ver con la estadía de Kaito en la preparatoria, y el objetivo de Kimura. Él apenas estaba en el vientre de su madre, cuando su hermano mayor se volvió un yankee, luego de que un profesor intentara propasarse con una estudiante de nombre Karin, y fuera encubierto por sus compañeros de trabajo.
Se autodefinió como un delincuente juvenil, un destructor de las reglas. Una tarde se instaló en la puerta de la institución. Empapeló las paredes con verdades, pintó muros y quemó documentos importantes robados de la dirección, junto al dinero que guardaba el director. “Somos un objeto, un experimento, un juguete para los adultos. Juegan con nosotros, con nuestros sueños para guiarnos hacia lo que ellos quieren. Jamás aceptaré que nos traten así. Venceré a los malditos abusivos, y a todos aquellos que los imiten.”
Manami sabía que el lugar donde estudiaba, era un centro de investigación social, mezclaban distintas clases sociales para analizarlos. Actualmente formando parte del consejo estudiantil, tenía más posibilidades de cambiar la realidad, esforzarse por salvar a Kimura de continuar con un legado tan riesgoso como el que dejó Kaito enfrentándose a la autoridad y a los abusivos. Desconocía el final que tuvo aquel chico valiente, finalizó la preparatoria y desapareció de los registros, sin embargo ese niño que lo admiró seguía conservando registros en su memoria, que no podría revisar hasta que confiara en ella.
«Voy a protegerte, lucharé por ti en las sombras. Tengo poder económico, influencias que nadie más tiene».
Corrió por la cancha de atletismo, pensando, gastando más energías de las que su cuerpo resistía. Amaba a ese hombre de una manera intensa, descontrolada, tanto así que terminó desplomándose en el suelo, dañando su salud.
—¡Azuma! —acudió la entrenadora Kazumi, seguida por un tumulto de estudiantes alertados por el desmayo de la vicepresidenta.
La tercera prueba acabó. Kimura dejó el salón aprovechando el receso para descansar. Había oído un pitido en sus oídos, creyó que sería producto de exigirle a su cerebro.
Dos salones adelante, Anzu escapó con gran preocupación, la noticia sobre Manami se esparció con rapidez.
—Parece que algo le ocurrió a Manami —comentó Takeshi acercándosele.
—¿Qué ocurrió? —preguntó desconcertado.
—Ayer la noté débil. Ha estado trabajando mucho como vicepresidenta… y como tutora. Tuvo una recaída, la llevaron con urgencia a la enfermería.
—¿Cómo te informas de todo? —Solía ser el último en enterarse sobre lo que acontecía.
—Soy buen oyente —resumió en esas tres palabras. El punto flojo de Kimura, era el punto fuerte de Takeshi—. ¿La visitarás en la enfermería? Tenemos un rato libre antes de la próxima prueba.
—Le causaría problemas, es la vicepresidenta.
—Tiene sentido, es mejor que descanse. ¿Vamos a la cafetería antes de que los simios arrasen con la comida? —lo invitó, no siendo orgulloso como Kimura con la rivalidad.
—De acuerdo, tú pagas, maldito cuatro ojos.
—¿Quién te dio tanta confianza? —rabió.
Manami despertó con las voces de sus compañeros afuera de la enfermería.
—Eres bastante popular —dijo la enfermera.
—¿Qué me pasó? Estaba… en la carrera de relevos.
—Te desmayaste. Descansa un poco, les diré a tus amigos que te encuentras bien. —Dejó la habitación para regañar a los escandalosos adolescentes que usaban cualquier pretexto con tal de acercarse a la chica.
—¿Amigos? No oigo a ninguno —comentó recostándose nuevamente.
De repente una figura fugaz ingresó por la ventana, aterrizando a su lado.
—¡Anzu! ¡¿Qué haces entrando así?! ¡Casi me matas del susto! —exclamó tocándose el pecho.
—Vine a verte. Te desmayaste —respondió con naturalidad, ignorando lo arriesgado de trepar a la ventana y saltar.
—Estoy bien, no te preocupes. ¿No deberías estar en las pruebas?
—Tenemos un pequeño descanso. Te estás exigiendo con esto de ser la vicepresidenta. ¿Eres idiota o qué? —se molestó sentándose en una silla agresivamente.
Manami sonrió, estaba acostumbrada a verla reaccionar con enojo.
—He estado ocupada. Lo siento, me cuidaré.
—Luchas mal —apresuró a decirle.
—¿Qué dices?
—Digo que luchas mal. Si quieres ganarte a Kimura empezaste con el pie equivocado. Te dañas, es la peor jugada.
—… —Manami no dijo nada durante unos segundos. Ciertamente lo hacía, poniéndose como un soldado sacrificable para concretar su objetivo personal. Comprendía el enojo, pero no podía dar marcha atrás. Todo lo que avanzó significaría algo.
—¿Qué más podría hacer? No soy fuerte como tú para defenderlo, enfrentar a los maleantes que lo buscan.
—¿Te parece que soy fuerte después de lo que me pasó? ¿Qué carajos tratas de decirme? Continúas mintiendo, una mentira tras otra.
—No estoy mintiendo. Kimura te ve como su par… —Arrugó la sabana con sus manos en señal de impotencia. Anzu lo venció cuando se conocieron y a partir de allí, se convirtió en una persona visible para el yankee, en cambio ella, una niña rica no tenía cabida en su mundo—… ¡Yo para Kimura no soy nadie! ¡Me arreglo para impresionarlo, lo besé y él solo me dio la oportunidad de perdonarme a mí misma! ¡¿Para qué quiero eso?! ¡Lo único que siente por mí es lástima!
La relación de ambas se tornó más sincera luego de la pelea que sufrieron antes del cumpleaños de Rina, sin embargo Manami aún guardaba resentimientos que no podían simplemente esfumarse. Anzu se planteó ser la amiga que necesitaba, serlo para combatir contra el propio monstruo que su amiga construía en su interior, desvalorizándose de ese modo.
—¡Te dio la oportunidad de que te ames, idiota! ¡¿Qué otro hombre que conociste lo hubiera hecho?! —manifestó lo que pensaba.
«No quiero hacerlo, quiero que él sea quien me ame. ¿Por qué tiene que ser así?». Rabia y tristeza se acumularon. Las reprimió adecuándose al contexto, estando dentro del edificio donde cualquiera pudiera descubrirla, sería arriesgado para su reputación si alguien la veía desbordarse.
—Ni Kimura, ni ninguna de las chicas del club te ve como tú lo ha… —quiso reconfórtala, recibió a cambio, palabras hirientes.
—A veces olvido lo diferente que somos. —Se recostó sobre la almohada dándole la espalda.
—… —Anzu abandonó la enfermería afectada. A las dos les gustaba Kimura, no obstante el sentimiento variaba en cada una. Temía que el de su amiga se volviera más nocivo.
Siempre fueron opuestas, desde la personalidad hasta el estatus social. Manami conservaba riquezas, poderío, no le faltaba nada en el mundo material, pero sí la atención de su madre y la presencia de su padre. Mientras que la familia de Anzu era numerosa, donde todos colaboraban pese a las dificultades económicas. Una era refinada, sociable, apasionada, la otra rebelde, solitaria y fría. Las unía una amistad de muchos años basada en el complemento que se otorgaban. En la etapa de juventud ese “complemento” interfirió negativamente, desencadenando encuentros que ponían en juego esa clase de amistad.
La jornada culminó con los yankees más que exhaustos, sin tiempo para peleas. Satoshi caminó convencido de haber completado las respuestas de los exámenes con acierto.
—¡Espera, espera! —oyó una voz familiar metros atrás.
—Oh, Sayumi. —Aguardó a que lo alcanzara.
—Caminas muy rápido.
—¿No has estado entrenando últimamente en el dojo del abuelo? Si no lo haces, tu trasero comenzará a pesar más.
—¡Deja mi trasero en paz!
—¿Qué quieres? No sueles hablarme.
—Yo… bueno, quería saber cómo te fue.
—De maravilla. —Levantó el pulgar, acompañado de una gran sonrisa—. Esto de estudiar no está mal. Aprendí un montón de cosas.
—¿De veras? ¡Es una buena noticia, nuestra familia estará complacida!— festejó de un salto, para luego retornar a su actitud temerosa, al recordar las advertencias de su compañera de clase con respecto al parentesco que compartía con un yankee.
—El abuelo es exigente. No me aceptará de vuelta solo con decirle que me tomaré los estudios en serio.
—Sí… lo sé. —Miró a un lado apenada. En ese momento Takeshi cruzó acaparando su atención.
«¡Es el pervertido! ¡Me descubrió hablando con un pandillero! ¡Sabe un secreto sobre mí… intentará… intentará… extorsionarme como en los xxx!», pensó erróneamente con los malos hábitos de imaginarse escenas para adultos. Takeshi estaba concentrado revisando su celular sin notar su presencia.
Satoshi la observó sonrojada, de inmediato detectó al profanador. Fijó la mira en Takeshi y lo jaló del cuello del uniforme cuando este estaba pasando a su derecha. El agresivo agarre hizo que se le escapara el celular de las manos.
—¡¿Qué le hiciste a mi adorable y pura prima?! —Lo sacudió arrastrándolo al medio de los dos. Takeshi cayó de rodillas delante de Sayumi.
—¡No sé de qué hablas! —Elevó la mirada, visualizando la ropa interior de la kohai.
—Bla… blan… cas.
—¡Pervertidoo! —Como respuesta automática, le devolvió una patada giratoria en el rostro estrellándoselo contra la pared.
—¡! —Satoshi quedó de boca abierta. En él la herencia genética de la fuerza física se reflejó en los grandes músculos, en ella, en la potencia interior de una mujer avergonzada.
—A-kj-kj-kj-kj-kj —el herido emitió quejidos desde el suelo.
—Sí entrenabas tus piernas. Ahí tienes, hermano. La familia Yoshida manda. —Levantó el brazo y se retiró comprobando que Sayumi podía cuidarse sola.
—A-kj-kj-kj
—¡Takeshi Takekeshi te veré mañana en el club! ¡No faltes! —Sayumi roja como un tomate, le arrojó un pañuelo y escapó.
«Yo… le gusto… ¿Qué factores inciden en el enamoramiento de una mujer? Nunca lo resolveré… el amor… duele».
Cuatro días después, los resultados fueron publicados en las carteleras. Como había asegurado el director, quien sacara las mejores calificaciones sería incluido en las elecciones del consejo estudiantil, por ende obligatoriamente se convertiría en un candidato. El estudiante más calificado, fue nada más ni nada menos que…
—¿Obtuve noventa y siete puntos? —preguntó Jack, o Satoshi, como prefería que lo llamaran, viéndose liderar la larga lista.
—Oye tú. —Se dirigió a un pobre estudiante que transitaba por el pasillo—. Dime si saque noventa y siete puntos —pidió señalando la lista, anhelando que sus ojos no lo hubieran traicionado.
—S-sí Jack, fe-felicitaciones, sacaste no-no-noventa y siete puntos. —Sonrió con terror.
—Me acusan de abusivo, pero… —Se inclinó para dejar un asunto en claro—… mira quién apoda a quién… ¡Las palabras duelen más que los golpes! ¡¿Qué no ves?! ¡Mi nombre es Satoshi Yoshida, no Jack! —Lo espantó con la exclamación. El chico corrió despavorido tropezándose con los cestos de basura—. ¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Saqué la más alta calificación! ¡Soy el más fuerte!
Volvió a mirar la cartelera. Una línea roja separaba los aprobados de los reprobados, sobre esa línea descansaba el pegadizo nombre de Kimura Kimimura.
—El bastardo también lo logró.
Con buenas noticias para algunos, malas para otros, finalizó el mes de julio, lo siguiente, serían las ansiadas vacaciones de verano.
Comments for chapter "26"
QUE TE PARECIÓ?
Capítulo muy interesante, me encanta como poco a poco se van sumando personajes de manera tan sutil que no te das cuenta en qué momento se volvieron tan importantes, me declaro Fan de Satoshi y de Karin n_n.