Yankee love © - 28
La salvación se presentó. Era un ángel milagroso de apenas un metro y cincuenta y cuatro centímetros, cargando una cesta con apetitosa comida para satisfacer al mini monstruo.
—Es… hermosa —contempló Saki derribada por el poderoso ataque de Umi.
—Bienvenida —dijo Manami, recomponiéndose de sus propias heridas en la batalla. Estaba feliz de que tranquilizara a la niña atrayéndola con comida, pero su orgullo fue afectado terriblemente con la facilidad de Rina en contentarla, cuando nadie allí logró hacerlo.
—Disculpen la demora. Cociné el doble para la hermanita de Kimura sen… digo de Kimura —estando fuera de la preparatoria se atrevió a nombrarlo sin el honorífico.
Umi le arrebató la cesta de las manos y comenzó a devorar todo lo que encontró.
—Oh, es muy enérgica. Igual a su hermano mayor —comentó observándola.
«Buena jugada, Rina. Tomaste como insumo el parentesco entre ellos para adelantarte. Sabías que a Kimura le gusta comer, pensaste que su hermanita haría lo mismo».
—¿Qué le sucede a Kimura? —Se acercó notando lo bien que le quedaba el cabello recogido así.
«Hoy está más apuesto de lo normal», pensó ruborizándose al instante. Anzu la descubrió reaccionando como toda una enamorada.
—Está agotado. No pudo dominar a su hermana. Démosle un poco de espacio. —Manami la apartó con delicadeza, guiñándole un ojo a Anzu.
—¡! —La pelirroja volteó inquieta.
«¿Qué planea?… No me digas que…». En un rápido movimiento, Manami avanzó hacia Kimura.
«Se aprovechará de su estado y con un tropiezo caerá sobre él», predijo la futura acción.
Desde tiempos remotos en la historia, los tropiezos han sido parte del coqueteo de la mujer en busca de un hombre que la sostenga. El contacto físico de los involucrados sería inevitable. Sumado a las condiciones del tiempo, con una sensación térmica de 33°C, liberaría sudor con una composición exacta de 2-5 g de cloruro sódico, 2-5 g de ácido láctico, 0,34-1,6 g de azoados, 0,04-0,1 g de sales cálcicas, 0.3-0,5 g de sales potásicas, y 5,1-9,0 g de agua. La concentración en los cuerpos mojados aceleraría la excitación, eso sin mencionar el contexto donde la sensualidad de Manami subió un 78% sobre la de ella usando un traje de baño, contribuiría a que cualquier roce de piel desentonara en una ebullición de…
«¡No permitiré que suceda!». Reaccionó movilizándose a detenerla. Ninguna de las dos logró su propósito, ya que un balón de vóley impactó de lleno sobre el rostro de Kimura, ayudándolo a retornar a su antiguo ser.
Manami estupefacta, reconoció el agresivo lanzamiento y dirigió su mirada a Saki.
—¡Yo no lo hice! —Temió arrastrándose atrás, hasta toparse con las piernas del verdadero responsable.
—¿Saki Matsurina? —Era Takeshi, quien conservando una vista predilecta sobre el pecho de la chica, se sonrojó al descubrir el tamaño importante que escondía debajo del uniforme escolar.
—¿Siempre fueron… tan grandes?
Sorpresivamente Kimura le devolvió el balón, devolviéndole a su vez el tremendo golpe. Takeshi no puedo evitar el impacto y cayó con una marca roja sobre la nariz, la cual expulsó una larga línea de sangre.
—¡¿Quieres pelear aquí también?! ¡¿Ehhh?! —Renació con la misma dosis de “yankeelizarismo” de siempre.
—Ha vuelto —festejó Rina, esas actitudes combinaban más con él.
—¡¿Qué diablos te pasa?! —exclamó Takeshi sobándose la nariz.
—¡Tú empezaste, desgraciado cuatro ojos!
—¡Fue un accidente!
—¡Los accidentes no existen! —Lo tomó del cuello de la ropa, arrancándosela sin querer.
—… —Kimura sostuvo el retazo más grande entre los dedos. Hubo un silencio sepulcral.
—¡¿Qué haces?! ¡Esa era mi playera favorita! ¡¿Por qué tuviste que desquitarte así?!
—¡Eso fue un accidente! ¡¿Qué hombre heterosexual en su sano juicio le quitaría la ropa a otro por venganza?!
—Ahora sabemos que al menos le gustan las mujeres —susurró Anzu.
—Ciertamente —agregó Manami.
Todas se asombraron viendo la musculatura de Takeshi. Lo consideraban un chico aburrido, tal y como creyó Kimura que lo sería para el sexo femenino. Saki fue la única en comentar algo al respecto.
—Te juzgué mal. Lo siento, espero que algún día me perdones. —Se reverenció.
Manami detrás le golpeó la cabeza levemente con el puño, captando qué quería decir:
—Dejen sus rivalidades para otra ocasión. Vinimos a disfrutar de la playa.
Takeshi sospechaba que le estaba hablando directamente. Después de todo le gustaba Kimura y estaba quintándole tiempo con él.
—Está bien. Perdóname por golpearte con el balón. Vine a pasar la tarde con mi familia, no quiero molestarlos.
«Comprendes rápido». Manami sonrió.
—No nos incomodas. De hecho, también golpeé a Manami en la cabeza, ja, ja —rio Saki.
«¡¿Por qué te empecinas en confabular contra el orden natural del universo?! ¡No tienes ni la capacidad de leer el ambiente!», rabió la chica, cuyos planes siempre eran obstaculizados. Si no hacía algo, y pronto, perdería más oportunidades de conquistarlo. Como si eso fuera poco, Kimura retuvo a su rival antes de que finalmente pudiera irse.
—Espera… tu perdón… ¡Me limpio el trasero con tu perdón! ¡Vamos a jugar un partido de voleibol, te enseñaré quién manda! —lo desafió.
«¡¿POR QUÉÉÉÉÉ!?». Manami se rindió sentándose violentamente sobre la arena.
—¿Estás bien? —acudió Rina.
—Sí, estoy bien. —Se recompuso pegándose una sonrisa en la cara como si fuera una calcomanía.
—¿Un partido?… Juguemos. Elige a tu pareja —aceptó el reto.
—Anzu —dijo Kimura eligiéndola entre todas las demás. Era la más atlética y alta, su mejor opción en el grupo.
Si Anzu no estuviese enamorada, hubiera esperado ser la elegida, sin embargo al estarlo, se sintió la chica más afortunada del mundo. Miró al resto, a Rina y a Saki no parecía importarles participar en el equipo de Kimura, eran pésimas en el deporte, entorpecerían su victoria, en cambio para Manami era diferente. Luego de escucharla en la enfermería, asumiendo su papel como apenas una conocida para el yankee, le apenó tomar ese lugar, por más que sea un simple juego.
—¿Jugarás? —le preguntó Kimura, dándose cuenta de que ni siquiera sabía si deseaba hacerlo.
Anzu veía la espalda de su amiga. Si aceptaba la lastimaría, si no lo hacía se arrepentiría.
—Sí.
—¡! —Manami sufrió por la decisión.
—… —Takeshi la observó, ella había invertido tanto tiempo investigando para comprender el objetivo de Kimura, frecuentando con un sujeto que odiaba como el presidente del consejo estudiantil, que no permitiría que sus esfuerzos hayan sido en vano. También planeaba desenmascarar al líder para asegurarse un futuro mejor gracias a las influencias proporcionadas por el director, sin embargo ayudarla terminó siendo otro de sus planes. Sentía que se lo debía por la calificación alta que obtuvo en las pruebas.
—Yo elijo a Manami.
La reciente elegida lo miró. En ese momento no le interesó qué tramaba exactamente, integrarla al partido, aunque sea para acompañarlo, era preferible a quedarse afuera.
—Ya veo —habló Kimura—. Tengamos un buen partido. Divirtámonos —le habló a la joven. Sus ojos vidriosos se iluminaron con los rayos del sol. Fueron unas pocas palabras, pero la hicieron sentir un paso más cerca de él.
Se trasladaron a una zona más apartada de la playa, donde hallaron una red para llevar a cabo el encuentro. Mientras los hombres se preparaban estirando, analizándose con la vista como dos machos dominantes peleándose por su territorio, la pianista se acercó a Anzu preguntándole:
—¿Irás en serio?
—Sí, esa es la idea. Me conoces, no me gusta perder ante nadie.
—Lo sé, a mí tampoco me gusta.
—…
—… —Era incómodo que permanecieran enfrentadas así. Manami retiró su expresión melancólica, con seguridad propuso—: Quien gane se le declarará a Kimura.
La apuesta tomó a Anzu por sorpresa.
—¿Crees que esto del amor es un juego?
—¿Aceptas o no? —se puso seria.
—Acepto. —Recogió el balón y caminó hacia la cancha.
—¿Iniciaremos nosotros? —preguntó el yankee rubio.
—Los venceremos, no importa qué. —La determinación de Anzu era más arrasadora que la que tuvo al enfrentarlo en el basquetbol.
Saki, Rina y la domesticada Umi se ubicaron a un lado a presenciar el partido. Takeshi un tanto avergonzado intentó explicarle su idea a Manami tras ponerla en esa situación, siendo rival del hombre que amaba, pero ella no quiso saberlo, se posicionó en la cancha, mentalizándose en hacer lo que pudiera y más para ganar.
El enfrentamiento comenzó. Anzu hizo el lanzamiento alcanzando una elevación sorprendente, Takeshi retrocedió y saltó pudiendo detener la trayectoria del balón con las dos manos. Ahora era el turno del oponente, Kimura esperó cerca de la red hasta que logró enviar el balón hacia el lado contrario, marcando así el primer punto. No necesitó exigirle mucho a sus piernas saltando, tomó ventaja de la estatura mayor a la del resto para anotar.
—No puedes hacerle frente a Kimura estando adelante. Encárgate de frenar los lanzamientos de Anzu —le ordenó Takeshi a Manami.
—De acuerdo.
Anzu lanzó de nuevo. Manami se encargó de cumplir con las indicaciones, recibió el balón con sus puños, el violento impacto despertó dolor en ellos enrojeciéndoselos.
—Tch —chistó molesta. El balón tomó una dirección que no quería, viajó a poca altura.
Anzu tenía una fuerza bestial comparada con la suya. Se encontraba en desventaja con la apuesta, sin embargo ganar significaría volverse más notoria para Kimura, ser alguien capaz de derrotarlo, nada más importaba, solo ganar.
Takeshi llegó a tiempo para impedir que el balón tocara el piso, agachándose para conseguirlo. La chica actuó rápido y dio un pequeño impulso al balón para elevarlo acercándose a la red. Takeshi se encargó del resto golpeándolo hacia el otro lado, anotando un punto para la dupla.
«Manami no es habilidosa, pero él lo compensa estando atento a sus fallas», analizó Anzu.
—Kimura, encárgate de bloquear al cuatro ojos, te apoyaré detrás, así que al contraatacar no te preocupes por la intensidad, no permitiré que toque el suelo.
—Cuenta con ello. Ser intenso es lo mío. —Sonrió.
Takeshi realizó el lanzamiento, Anzu saltó y golpeó el balón pasándoselo al equipo contrario. Manami se tiró a la arena para alcanzarlo, el débil toque le sirvió a Kimura para contraatacar.
«Maldición, me equivoqué».
Takeshi se puso de barrera adelante, bloqueando el ataque del adversario. Este no fue suficiente para registrar un punto más que los desempatara, ya que Kimura respondió agresivamente hundiendo el balón en la arena.
—¡Cuánta potencia! ¡Ese es mi sirviente! —alentó Saki desde el público.
—Ki-Kimura es muy fuerte —se maravilló Rina.
—No podré retenerla más —balbuceó Manami insegura. Temía recibir otro lanzamiento, fallar otra vez y tener que ser salvada por su inutilidad. La apuesta era demasiado demandante, debió reconsiderarla cuando todavía tenía la posibilidad.
«Es culpa de mi orgullo. Siempre obtuve al hombre que quería».
Su compañero de partido la observó. Intentó explicarle que planeaba ayudarla a vencer a Kimura, hacerlo le garantizaría un poco más de atención, ambos suponían lo mismo, desconociendo lo que realmente pasaría por la mente del joven.
Volvieron a jugar, en uno de los aterrizajes de Kimura, Takeshi descubrió una herida en su pierna, producto de ser embestido por un auto al prevenir un accidente con su hermanita. No daba todo de sí, estando herido, limitaba parte de su desenvolvimiento. Si apuntaba al costado donde residía la herida, Manami podría usarlo a su favor. Desistió de comentarle sobre eso, únicamente le indicó que apuntara a la izquierda. La chica obedeció, marcando su primer punto en la disputa. Sonrió, una resplandeciente sonrisa que lo tranquilizó.
«Ha estado atacando hacia la izquierda», a la pelirroja no se le escapó ese detalle.
—Kimura, ven aquí —lo llamó en el entretiempo.
—Muéstrame tu pierna izquierda.
—¿Por qué?
—Solo hazlo.
El adolescente obedeció, encontrándose con el moretón que se expandía detrás de la pantorrilla. Lo pateó allí apenas empujándolo para comprobar qué tan grave era.
—¡¿Qué haces?! ¡Me dolió! —manifestó quejándose.
—Esos malditos… no se los voy a perdonar.
El tramo final se avecinaba, cada equipo anotó dos puntos. La estrategia de Anzu de moverse activamente cubriendo el costado de Kimura alertó a Takeshi. Un punto más y el partido habrían terminado, no tendría que ver a Manami empecinada por triunfar, ni a Anzu persiguiéndolo con enojo en la mirada.
«Trato de hacer feliz a una persona, usando la desgracia de otra. Haré que las amigas se peleen de esta forma —dudó de seguir adelante—. ¿Por qué terminé involucrado? Yo no soy así… nunca me interesaron los demás. Siempre he estado solo. Soy violento, he participado en muchas peleas sin sentido, he lastimado a mi hermano menor… Esa clase inmunda de persona soy yo… no esto, no sirvo para…».
Se detuvo, deteniendo a su vez los pensamientos conflictivos. Arrojó el balón, alejarse sería lo mejor.
—¿Qué pasa? —preguntó Kimura.
—Lo siento, Manami. Creo que estoy metiéndome donde no debo. —Salió de la cancha, abandonándola en el momento donde más lo necesitaba.
—¡Espera! ¡¿A dónde vas?! —exclamó su compañera.
Aceleró el paso, ya no quería escucharla, dolía en su pecho que lo reclamara, lo usara para conquistar a otro hombre.
—¡¿Vas a escapar?! ¡¿Eeeh?! ¡Regresa!
Takeshi apretó los puños, frustrado, tenía envidia de él, pero no permitió que eso lo incitara a equivocarse nuevamente. Prefirió gritarle, reconocer la derrota, ponerle fin a su martirio.
—¡Ganaste, Kimimura! ¡Aprécialo, maldito bastardo! —Luego de hacerlo, respiró tranquilo. Soltó el peso que acarreaba, liberándose de la presión de continuar batallando contra sus sentimientos. Desapareció de la vista de los adolescentes, perdiéndose entre la cantidad de bañistas.
—¿Takeshi? —Saki leyó el ambiente, era buena en detectar a una persona vulnerada por sus intensas emociones, similares a las que la habían posicionado en el presente. Los expulsados de varias escuelas compartían eso en común, se mortificaban constantemente, inseguros de sentir lo que estaban sintiendo.
—… —Kimura no aceptaría un final así, no para el más competidor de los presentes. Lo siguió, pero Manami se apresuró y lo interceptó.
—Te felicito, has ganado el duelo. Ha sido muy divertido, ¿no? —Sonrió. Solo cuando Takeshi decidió marcharse, y vio la parte trasera de la pierna de Kimura persiguiéndolo, comprendió lo egoísta que fue.
—Pero…
—¡Estuvieron increíbles! —Saki corrió hacia ellos, seguida por Rina.
—Fu-fue más emocionante que los partidos de la televisión —destacó la más pequeña.
—Ja, ja, ¿De verdad lo piensas? —rio Manami.
Anzu se integró al grupo viendo cómo su amiga reía, fingiendo para esconder la tristeza de haber perdido la apuesta.
—Fue divertido —todas oyeron a Kimura expresarlo, algo finalmente le había parecido divertido.
—¡¿Qué acaba de escapar de tu boca?! —exclamó Saki.
—Dije que fue divertido.
—Kimura senpai… ¡Ah! Perdón, Kimura. Es la primera vez que dices algo como eso.
—Concuerdo con Rina. Hasta los idiotas yankees pueden divertirse como personas normales.
—¿Puedes sacarle el “idiota” aunque sea una vez? —pidió.
—No.
—La próxima vez quiero jugar también. Siento que podré lograrlo —se motivó Rina.
—¡Sí! ¡Yo también quiero inténtalo! ¡Enséñanos! —se sumó Saki.
—E-está bien, pero no soy muy bueno enseñando —expresó avergonzado por tomar ese puesto.
Al mismo tiempo que los tres adolescentes ocuparon la cancha. Manami se sentó junto a Anzu y a Umi que dormía sobre la arena con el estómago lleno, habiendo gastado todas sus energías.
—No sabía lo de la pierna, si lo hubiese sabido no hubiera atacado allí —explicó.
—Lo supe al final del partido. Ese “cuatro ojos” quería a toda costa que ganaras.
—¿Por qué lo afirmas? Él quería ganarle a su rival.
—Ustedes se hicieron muy unidos con las tutorías.
—Estás malinterpretándolo, únicamente tengo ojos para Kimura.
Después de un corto silencio, Manami continuó:
—¿Cuándo lo harás?… ganaste la apuesta.
—No acepto esta forma de ganar. Creo que… todavía no estoy lista. —La falta de experiencia de una, era la fortaleza de la otra. Le costaría enfrentarse a Kimura sin adoptar una actitud distinta a la que acostumbraba mostrar. Necesitaba tiempo para prepararse, más tras la paliza que sufrió en manos de los pandilleros, ese episodio no se borraría fácilmente. El chico que le gustaba no era sincero consigo mismo, como para confiar y recibir sus sentimientos, lo entendió al escuchar el regaño de la enfermera hacia él.
—Ya veo. Entonces… todo fue por nada. —Sonrió Manami.
—Sí, eso parece. —También sonrió, una sonrisa acompañada de tristeza. Pudo leer a su amiga como a un libro, no había terminado para ella.
Al atardecer, el club de ayuda al yankee se separó. Kimura cargó a Umi de regreso al hotel, esta dormía plácidamente.
—Eres mejor con los niños de lo que pensé —comentó Emiko recibiéndolos en la recepción, cansada de un largo día de trabajo.
—Fue gracias a mis… a unas chicas de… olvídalo. La llevaré a una habitación. —Subió por las escaleras.
—Mi hijo menor está creciendo —se alegró decidiendo que era hora de cederle su turno al próximo empleado.
Transcurrieron tres horas. El joven organizó los vestuarios de las aguas termales, en la mañana del día siguiente un grupo numeroso de turistas se hospedaría. Como cualquier japonés, ofrecer la conocida atracción generaría muchos ingresos, y Emiko amaba los ingresos.
El recepcionista suplente de Karin registró a una mujer que ingresó sin ninguna maleta. Siendo un novato en la recepción del hotel, no le resultó raro que no llevara nada consigo.
Según la información recabada, su objetivo solía encargarse de la limpieza, así que recorrió los pisos en busca de sitios donde pudiera encontrarlo.
—Este es el último. —Kimura cerró un casillero en el vestuario de hombres—. Bien, me iré a dormir. —Se agachó para recoger unas cajas de cartón donde anteriormente guardó las toallas. Al pararse para cargarlas de vuelta al depósito, fue sorprendido por la presencia de la misteriosa mujer.
—Te encontré. —Estaba más cerca de lo que pensó.
—¡¿Manami?!… ¿Qué haces aquí? Casi me matas de un susto. —Retrocedió. Le llamó la atención la apariencia descuidada de la chica, no solía verse despeinada, como si acabara de despertar de un mal sueño.
—Vine a decirte algo importante, algo que he estado guardándome este último tiempo. Hagas lo que hagas, lleves la vida que lleves. Si caes tratando de arreglar la pandilla de tu hermano, caeré contigo. —Lo acarraló contra los casilleros, enseñando una expresión de seriedad inusual en ella—. Me gustas. Kimura Kimimura, estoy enamorada de ti.
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