Yankee love © - 33
Día de Kimura
Sonó el reloj despertador, optó por conservar un dispositivo pasado de época para poder estrellarlo contra la pared al escucharlo en la mañana. Kimura lo arrojó casi intuitivamente. Se levantó como un zombi chocándose contra los objetos a su paso. Puso la cabeza debajo del grifo abierto a tope para mojarse, quitarse el estado somnoliento para recomenzar su vida de estudiante.
—Kimura. —Su padrastro lo esperó en la cocina del hotel revolviendo una gran olla a petición de Emiko, quien se ausentó para responder el reclamo de un cliente.
—Kento. —Caminó hacia el refrigerador. Comería lo que sea en lugar de tocar la comida de un yakuza. Pasaron los años y seguía defendiendo su afirmación, Kento pertenecía a la mafia japonesa.
—¿Vas a comportarte hoy? —Cerró la puerta del refrigerador antes de que pudiera sacar algo.
—Lo haré, no porque tú lo ordenes. —Forcejeó para volver a abrirla. Kento no cedió, era una batalla entre orgullosos hombres por quién era el dominante de la manada.
—¿Qué hacen? Romperán mi refrigerador. ¿Cuál de ustedes me dará dinero si eso pasa? —medió Emiko.
—El más adinerado, el de los negocios turbios —anunció Kimura. Su madre le aplastó el pie con la rueda de su silla.
—Come algo y vete. Suficiente he tenido de ti todas las vacaciones.
—Yo no hago negocios turbios, los evito… sin importar qué deba hacer —dijo Kento, naciéndole una sombra debajo de la frente inexplicable para la ubicación de las luces.
—Tranquilo, querido. Tendremos el día para nosotros solos.
La sombra desapareció, formándosele brillos en los ojos.
—Claro que sí, tengo algo especial preparado para ti, querida.
«Espero que no sea la ejecución de un traidor», pensó Kimura devorándose un camarón encontrado entre los restos de la cena de ayer.
Transcurriendo media hora, salió de la estación. Acordaron con Tai encontrarse en la siguiente esquina para hablar sobre un asunto que él no creyó cuando Kimura lo contó por videollamada.
—Te estoy diciendo que una estrella de rock me besó. Es Melody, ¿ves? Esta mujer de cabello oscuro. —Le mostró fotografías que reunió de Internet.
—De seguro lo soñaste. ¿Por qué una cantante te besaría? Ellas salen con otros cantantes o actores de cine. —Tai no conocía a Melody, pero no era complicado formular la teoría de que alguien así no se fijaría en un simple aficionado.
—No lo soñé. Vino hacia mí, me tocó el hombro y cuando volteé, ¡Plaf! Me besó. Fueron unos diez segundos aproximadamente.
—Ja, ja, ja. Lamento decirte que sin pruebas no hay anécdota.
—No hay forma de que pueda probártelo. Un virgen no puede creer sin tener pruebas.
—Oye, no soy el único virgen aquí. —Se molestó—. El día que tengas novia haré un retiro espiritual como hace tu padre biológico —bromeó Tai.
—No creo que sepas la clase de retiro que es.
Cerca a la entrada del instituto, Kimura visualizó a un yankee de la pandilla arrebatándole el bolso a otro estudiante.
—¡Oye, tú! ¡El flacucho idiota!
—Aquí va el héroe a meterse en problemas. ¿Dónde está el vigilante de la entrada? ¿Otra vez se durmió? —Tai siguió su camino. Su amigo manejaría la situación, saliera herido o no, sobreviviría.
—¡¿A quién llamaste flacucho?! —El pandillero lo miró de arriba a abajo, reconociendo de quién se trataba—… Es solo el fracasado que no pudo pasar ninguna iniciación.
—Devuélvele el bolso. No creo que encuentres algo ahí adentro que le sirva a tu diminuto cerebro, ni a tu diminuto estómago.
El abusivo tiró el bolso al suelo.
—Recógelo —ordenó, estrategia empleada para golpearle la nuca cuando lo hiciera. Kimura obedeció, el enemigo se movilizó enviando su puño al lugar indicado.
—¡Aún te falta mucho! —Lo esquivó avanzando hacia adelante, procedió a recoger al abusivo posicionándolo sobre su hombro, de tal manera de acarrearlo como un saco.
Subió las escaleras con velocidad y lo lanzó dentro del instituto, allí no podría iniciar una pelea por la cantidad de profesores que rondaban a esa hora.
Día de Saki
—¡Noooo! ¡No me atrapes, horrible monstruo verde! —exclamó la chica despertando de una pesadilla. La habitación se encontraba iluminada por las blancas luces de la mañana. El despertador del celular sonó justo cuando sus pies tocaron la alfombra con forma de murciélago.
—No debí mirar esa película de terror —dijo rascándose la cabeza, dirigiéndose al baño para lavarse el rostro y despejarse.
Las vacaciones de verano fueron especiales para Saki. Salió con amigos, tuvo una cita con Kimura, interactuó con tantas personas que terminó alegrando a sus padres. Después de unas cuantas mudanzas, por fin pudieron adaptarse. Ver a su hija tener una vida adolescente normal, los tranquilizaba.
Descendió las escaleras hasta la cocina donde Hiroshi, preparaba el desayuno para las mujeres de la casa.
—Buenos días, papá. —Se sentó en una silla.
—Buenos días. Rápida como siempre en alistarte para la escuela —comentó sosteniendo el plato destinado para Saki en su mano derecha y un cucharón en su mano izquierda—. Ojalá pudiera decir eso de tu madre. —Suspiró, al mismo tiempo que la nerviosa Yuri corrió con el uniforme del trabajo a medio poner, despeinada y con maquillaje incompleto.
—¡¿Por qué no me despertaste?! ¡Llegaré tarde a la reunión con el cliente!
—Mamá, te ves terrible —comentó arreglándole el cabello con cuidado.
—Te llamé seis veces, es un récord —manifestó el hombre conservando la misma sonrisa calmada de siempre.
—Ja, ja, ha roto su propia marca. —El corto cabello le permitió finalizar de peinarla únicamente con los dedos.
—Desayunaré en el camino. Tengan un bonito día. —Abandonó la casa en un parpadeo, cargando planos de un nuevo edificio que estuvo diseñando durante la madrugada.
—Saki, no olvides tu almuerzo —le recordó Hiroshi.
—Sí, sí. —Se apresuró a comer y guardó el almuerzo en su bolso. Estaba lista para enfrentar el resto del año lectivo, entusiasmada como el primer día.
Tomó el tren revisando en su celular los perfiles de las demás miembros del club, para enterarse de sus actividades en los días libres. Rina viajó con su familia, Anzu se sacó unas fotografías con una famosa cantante, en cuanto a Manami, no actualizó desde el día que asistieron a la playa, lo cual era inusual.
Arribó a la estación, caminó una corta distancia al instituto. Se reencontró con sus compañeros de clase, estos la ignoraron como hacían cuando no cometía una de sus locuras del chuunibyou. La ignoraban, pero eso no quería decir que no hablaran estando cerca de ella. Saki escuchó a un trío de estudiantes curioseando acerca de haber visto a Manami siendo acompañada por un yankee, uno de cabello azulado.
«¿Será Takeshi?», se preguntó manteniendo ese pensamiento en mente, mientras abría el casillero que le correspondía para cambiarse los zapatos. Al hacerlo, recibió una sorpresa común para una víctima de abuso escolar. Una pila de papeles y cáscaras de frutas se vinieron abajo.
—¿Cómo hicieron para poner esto dentro? ¿Se despertaron temprano para llegar antes? Sí que se esfuerzan —bromeó con la situación. Afligirse por ello no la ayudaría en nada. En ese momento vio a Manami ingresar por la puerta de entrada. Como pertenecían al mismo grado, sus casilleros se hallaban relativamente cerca, por lo que pudo hablarle de inmediato.
—Buenos días, Manami. —La recibió con una sonrisa.
—Buenos días —saludó sin darle mucha importancia a su presencia, sin embargo sí al desastre sobre los pies de Saki.
«Esas arpías siguen molestándola», pensó.
A Saki le pareció extraña la actitud, viniendo de una chica que le gustaba manosearle los senos cuando tenía la oportunidad, algo que la espantaba, convirtiéndolo en un juego para ambas.
—¿Có-cómo estuvieron tus vacaciones? —inquieta, continuó la conversación.
—Estuvieron bien. Mi padre regresó de su viaje de negocios la última semana. —Demostró menos interés aún en contestar.
—Es una buena noticia. Me alegra que hayan pasado una semana juntos.
Manami cerró el casillero bruscamente. Estaba mintiéndole, su padre llamó para comunicarle que debía recorrer otros países antes de retornar a la mansión, entre ellos China. Pasó sus días encerrada en el inmenso espacio de su hogar, sin dialogar con nadie, ni siquiera con su reciente pareja. Desde el día que Takeshi la recogió en el hotel de los Kimimura, no volvieron a verse.
—… —Saki calló, insegura de sí preguntarle acerca de los rumores que acababa de escuchar.
La vicepresidenta del consejo estudiantil se alistó para marcharse. Saki se puso delante de ella, con el rostro casi rojo del nerviosismo.
—Oye, hay algo que están co… —se arriesgó diciéndose internamente “es una mala idea, detente.”
—Comentan que salgo con Takeshi Takekeshi porque me vieron caminar a su lado —se le adelantó mirándola a los ojos, su compañera notó un cambio. No estaba peinada como de costumbre, con el cabello ondulado y bien cuidado de una chica rica elegante. Tenía la mitad del rostro cubierto.
—¡Perdón si fui una entrometida! —La curiosa se reverenció muchas veces, no pudiendo sacarse la incomodidad que la aquejaba por tocar ese delicado tema.
—Estoy saliendo con él. No nos hemos besado hasta ahora, apenas nos tomamos de la mano —contó.
Saki levantó la cabeza. Manami le confió su amorío de una forma tan clara que era hasta increíble.
—¿De verdad están saliendo? Es que… bueno, en el partido parecían llevarse bien, pero… —No supo qué palabras elegir. Ese noviazgo fue bastante repentino para asimilarlo.
—Discúlpame, tengo trabajo que hacer en el consejo estudiantil antes de entrar a clases. Las elecciones se adelantaron, es una locura, pero debo encargarme de dejar todo en orden para el próximo grupo.
—Espe… —Quedó confundida. Más tarde probaría indagar al respecto, buscaría a Takeshi para escuchar su versión. Tras conocerse, entablaron una relación de compañerismo sólida, al ser los marginados de su grupo y venir de otros institutos superiores acarreando problemas de conducta.
De pronto, un estudiante fue lanzado desde el exterior, aterrizando abruptamente cerca de Saki.
—¡! —Observó al caído. El peinado revoltoso, pelado a ambos lados de la cabeza, tres aretes en la oreja, le indicó el tipo de estudiante que era—. Un pandillero. Será mejor que me aleje. —Aplicó el protocolo común en ese lugar, apartarse de los conflictos entre pandilleros, sin embargo la voz a sus espaldas la obligó a quedarse.
—¡Tómalo! ¡Vamos, tómalo! ¡¿No me escuchas?! ¡¿Eeeeh?!
—¿Kimura? —Volteó. El rubio le ofrecía un bolso a otro chico, este último temblaba de miedo.
—¡No lo quiero, es todo tuyo! ¡No me lastimes! —rogó tomando distancia.
—¡No te lastimaré, maldita sea! ¡Toma tu bolso! —ordenó, se lo había arrebatado a un abusivo que acababa de golpear, e intentaba devolvérselo, pero la prepotencia en el tono de voz lo convirtió en un abusivo más a ojos de la víctima.
—¡Le diré al director si te acercas a mí! —amenazó con denunciarlo, actitud que ofendió al ya intranquilo Kimura.
—¡¿Que harás qué?! ¡¿Cuál es tu maldito problema?! ¡¿Eeeeh?! —Lo tomó del cuello del uniforme levantándolo del piso.
—¡Espera, bájalo! ¡Es un malentendido, no te denunciará al director! —intervino Saki tomándolo del brazo. Kimura obedeció soltándolo.
—¡Los yankees están locos! —El chico huyó despavorido sin recuperar su bolso.
—¡¿Quién está loco?! ¡Vuelve aquí! —El yankee quiso perseguirlo, Saki lo jaló de la chaqueta.
—Es tu primer día, contrólate. Cielos, ¿por qué siempre haces lo mismo? —lo regañó inflando las mejillas.
—No fue mi culpa, ese desgraciado empezó.
—Shhh, nada de escusas. No puedes reaccionar así. —Le puso el dedo índice sobre los labios.
—¿Kimura senpai? ¿Saki… senpai? —Rina los sorprendió encontrándose con una alarmante situación.
Saki sintió húmedo el dedo, no se había percatado de lo que hacía hasta que fue demasiado tarde. Tocar los labios de Kimura enfurecería a una enamorada.
«¡Esto no está bien!».
—¡Rinrin, no estaba, no estaba…! —Se separó avergonzada.
—… —Rina enfurecida, puso una expresión que enternecería a quienes apreciaban las pequeñas existencias como ella.
—¡De-debo irme! ¡Ustedes solo, quédense aquí! ¡Hablen un rato sobre… lo que sea con tal de que…!
—¡Cállate, tonta! —Rina avanzó poniéndose en medio de los dos.
Saki se retiró corriendo para no estropear más el momento. Dejarlos a solas era básico para ayudarla.
Cansada, habiendo vivido varias emociones en el corto lapso de tiempo del regreso a clases, descansó en su silla depositando el bolso sobre la mesa.
—Apoyar a mis amigas es difícil.
—Buenos días, Saki Matsurina. —La sorprendió Takeshi.
—¡Takeshi, me asustaste!
—Lo siento. Te ves bien, renovada diría yo. —Se ubicó haciendo oídos sordos a los murmullos de los demás. Estaba siendo el centro de atención desde la novedad de su relación con Manami.
—No le digas “te ves bien” a una chica, ahora tienes novia —dijo Saki en voz baja para no ser escuchada por los entrometidos que no dejaban de mirar a Takeshi.
—Te enteraste. Parece que Manami no tiene vida personal en este nido de víboras. —Se recostó hacia atrás despreocupado.
—¿Por qué no me contaste que te gustaba? Creí que éramos amigos.
—No pareces la clase de persona que guardaría un secreto —se sinceró viendo que no sería ningún problema.
—Claro que sé guardar secretos. Guardé el secreto de la confesión de Rina a Kimura muy bien —argumentó dándole la razón.
—¡Ja, ja, ja! —rio Takeshi, haciéndosele confortable permanecer en el salón de clases.
—Te lo he dicho… Estúpida, ¿por qué eres así? —Se agarró la cabeza estrellándola contra la mesa.
—Me hubiese gustado enamorarme de ti, sería menos problemático —expresó el yankee peliazulado.
—¿Qué dices? ¿Te volviste un donjuán desde que dejaste la soltería?
—Solo decía.
Saki giró la cabeza y le pidió con seriedad:
—Cuida de Manami, ¿sí? Ha estado actuando raro. No quiero que ninguno sufra. Los aprecio mucho.
—… Lo haré. —Bajó la mirada. No tenía idea de lo que planeaba hacer teniéndolo como pareja, pero la protegería averiguando sus intenciones.
Kimura entró al aula como cualquier estudiante promedio. Asistir a la totalidad de las asignaturas se volvió su nuevo objetivo. Después del esfuerzo en las pruebas para aprobar, no echaría todo por la borda para tomarse siestas y vagar por los pasillos.
—¿Cómo te fue con la kohai? —preguntó Takeshi frente a la delatora. Saki le lanzó un lápiz haciéndole señas de que se callara.
—No te interesa. Cierra la boca, te apesta. —Movió el bolso golpeándole la cabeza y se sentó detrás poniendo los pies sobre el hombro de su rival.
—¡¿Qué pasa contigo?! ¡Trataba de ser amistoso! —Lo apartó.
—Amistosos son los ositos de la televisión. —Kimura le enseñó el dedo mayor.
—Ustedes dos, no estén peleando. ¿Qué pensará el profesor Kurosawa si los ve? Tienen que darle un buen ejemplo de superación. Aprobaron las pruebas, eso quiere decir que están comprometidos a estudiar —los regañó Saki.
Kimura chistó quedándose quieto en su asiento.
«¿Lo tiene dominado? ¿Qué ocurrió entre ellos?». El buen observador de Takeshi también obedeció reuniendo información como era de costumbre.
Día de Rina
Despertó con el ladrido de su mascota. Adoptó un pequeño perro callejero en el viaje con sus padres. Lo halló a un costado de la carretera, abandonado y hambriento.
—Buenos días, Pupi. —Acarició el lomo peludo, blanco con manchas marrones del animal, este saltaba sobre la cama ansioso por recibir un montón de galletas como desayuno.
Rina se vistió con el uniforme de verano y ató su coleta. Pupi la acompañó por la sala hasta la cocina. Ella misma hizo su desayuno, había refrigerado su almuerzo, así que solo lo sacó y lo guardó. Había mejorado mucho sus habilidades culinarias, motivada a complacer el apetito de Kimura.
El atareado padre se dirigió temprano al trabajo, la madre dormía junto a Riko, la bebé de la familia. Cuidando de no hacer ruido, terminó de prepararse y se fue entusiasmada por el primer día, esperando ver a sus amigos. Caminó hacia el instituto tarareando una canción, hábito implementado cuando estaba feliz.
Al llegar, visualizó una escena que rompió con el ambiente armonioso de una mañana que prometía ser perfecta. Saki estaba tocando los labios de Kimura.
«¿Por qué lo toca? Sabe que me gusta Kimura».
—¿Kimura senpai? ¿Saki… senpai?
Luego de que Saki huyera, Rina aprovechó el tiempo con Kimura.
—Buenos días, senpai. —Sonrió recuperando la sonrisa que ponía al verlo.
—Buenos días —dijo confundido. Seguía aprendiendo de las mujeres que tenía alrededor, entenderlas era todo un reto.
—¿Vamos juntos a nuestros salones? —propuso teniendo menos miedo a enfrentarlo sabiendo que Kimura conocía sus sentimientos.
—Pero estamos en pisos diferentes.
—¡Ah! Es verdad, ja, ja —rio Rina—. Entonces puedes acompañarme a mi salón. Si no te incomoda.
—Está bien —aceptó, le quedaba de camino al suyo, no tuvo motivos para negarse. Además habían acordado ser amigos, a pesar de que Rina se planteara conquistarlo—. Rita, te haré una pregunta —dijo ignorando los malos comentarios de los alumnos de primer año. Pensaban que Kimura la había amenazado para que estuvieran juntos, se esparció ese rumor rápidamente.
—Si es por mis compañeros de grado, no debes preocuparte. No me interesa lo que digan de ti —se precipitó.
—Es… un asunto diferente —aclaró rascándose la nuca—. Tú… ¿Tienes celos de que hable con otras chicas?
—¡! —La pregunta elevó su temperatura corporal, que de por sí permanecía muy elevada estando cerca de él, dotándola con un color rojizo intenso. Kimura continuó mirando hacia adelante, el largo pasillo que parecía no tener fin, por lo que no presenció el rostro de Rina al borde de colapsar—. Yo… quiero decir… yo… —La acumulación de su respiración entrecortada, la acelerada liberación de sudor, terminaron por enlentecerla. El yankee volteó, descubriendo que se había quedado atrás.
—¿Qué pasa? ¿Pregunté algo malo? —Regresó, y se inclinó a su altura.
«¡Kimura senpai no sabe nada sobre las chicas! ¡¿Por qué preguntó eso?! ¡Es como si, como si, fuéramos pareja!». Tapó su rostro agitando la cabeza.
—No pretendía incomodarte, es que tu reciente actitud con Chuunibyou… creo que no deberías ser tan ruda con ella… estamos hablando de Chuunibyou. —Volvió a rascarse la nuca, señal de lo mucho que le costaba dialogar sobre relaciones humanas, más aún con una chica enamorada. Evitaría generar conflictos entre ellas, fue quien las presentó, se sentía un poco responsable.
—¿He sido ruda? —Rina desconcertada, reconsideró su comportamiento dándole la razón a Kimura.
«Lo notó y yo no. ¡Piensa que soy una persona horrible!». Destapó su rostro, la temperatura bajó, pero tener al joven tan cerca, mirándola a su misma altura, la devolvió al estado anterior.
«¡No puedo controlarme! ¡Estoy haciendo el ridículo!».
Una interrupción la salvó de más momentos vergonzosos. Satoshi, quien también cursaba primer año, a causa de la cantidad de veces que lo repitió, dato que ninguno sabía debido a que se salteaba de clases para vagar en los patios con la pandilla, apareció saludando solo a su compañera de clase.
—Buenos días. —Movió la mano muy sonriente.
—¡Ah! —Rina se exaltó, quedando en medio de los dos yankees.
—¿Qué haces aquí, fracasado? Los de tercero están en la tercera planta —preguntó el apodado Jack, con celos de verlo hablando con Rina, aspecto que Kimura creyó que únicamente las mujeres tenían. Aprender a comprender los sentimientos ajenos, valía para ambos sexos.
—Llámame fracasado de nuevo, Jaaacku —lo desafió Kimura, disgustado con el insulto que el grupo de pandilleros le otorgó por haber fallado las iniciaciones.
Satoshi pronunció la sílaba inicial, si Rina no lo detenía, se desataría una pelea innecesaria que los enviaría a la oficina del director. Si en el peor de los casos expulsaban a Kimura, jamás se lo perdonaría.
—Tra-tranquilo. En-entremos al salón de clases. —Dominó al enorme yankee dándole una simple orden, que a ojos ajenos parecía ser una sugerencia. Satoshi sintió mariposas en el estómago. El tartamudeo de Rina le resultó encantador, aunque no fuera él quien lo provocara.
—Está bien. Te mostraré lo mucho que he aprendido. —Sonrió encorvándose para lograr pasar por la pequeña puerta para su tamaño.
—Nos vemos, senpai. —Luego de una reverencia, ingresó al salón.
Kimura quedó asombrado, el miedo de Rina hacia los yankees disminuyó significativamente. Antes escapaba, era una alumna solitaria jugando en un club vacío. Ahora dialogaba con naturalidad con otras chicas, salía con amigos a lugares donde le costaría ir en traje de baño. Por otro lado, Satoshi, uno de los más fuertes de la pandilla, intimidador por la enorme estatura, fisionomía, por su fama de aplastar cabezas de sus rivales, se había convertido en un estudiante responsable, liderando la lista con una calificación casi perfecta. Comenzaba a notar cambios en las personas a su alrededor. Subiendo las escaleras hacia el tercer piso, pensó en si también cambió en algo, si sus esfuerzos dieron frutos.
Rina miró la ventana, distraída en la clase de ciencias. Era una asignatura que no le representaba un reto, escuchar o no al docente, no influiría en sus calificaciones.
«Sentir celos me alejará de mis amigas. Tengo que controlarme, aprender a dominarlos».
—¡Rina Hamasaki! —le llamó la atención el profesor, descubriéndola con la mente en otro mundo.
—¡Sí! —Afirmó los brazos sobre la mesa, impulsándose para pararse. El resto de los compañeros se rieron. Seguían considerándola como una estudiante de preparatoria atrapada en el cuerpo de una niña, lo cual la hacía verse chistosa en sus reacciones.
—Enuncia la teoría de la relatividad —pidió el adulto enojado con la falta de compromiso con su clase.
—La… teoría de la relatividad… es… una teoría que…
Satoshi se levantó de su asiento, el sonido de la silla arrastrándose fue mucho mayor a la voz temblorosa de la chica.
—En la teoría de la relatividad una partícula puntual queda representada por un par donde γ (gama) por τ (tau) coma m (eme), donde γ (gama) por τ (tau) es una curva diferenciable, llamada línea de universo de la partícula, y m es un escalar que representa la masa en reposo. El producto del vector tangente por la masa en reposo de la partícula es precisamente el cuadrimomento. Este cuadrimomento es un vector de cuatro componentes. Tres de estas componentes se denominan espaciales, representan el análogo relativista del momento lineal de la mecánica clásica, la otra componente denominada componente temporal representa la generalización relativista de la energía cinética. —La explicación rebuscada de Satoshi continuó en el pizarrón, cuando el joven le arrebató la tiza blanca al profesor y escribió los cálculos—. El intervalo relativista se puede definir en cualquier espacio y tiempo. Iniciaré el concepto de intervalo para el caso de un espacio-tiempo plano.
Rina volvió a sentarse, el silencio perduró durante varios minutos más, hasta que Satoshi completó los planteos llenando el pizarrón de números, gráficas y letras griegas. Finalizó elaborando su propia teoría en base a la anterior. Satisfecho, le entregó la tiza gastada al docente, quien con la boca abierta trató de resolver los complejos cálculos.
—Ha… —Acomodó los lentes caídos sobre la nariz—. ¡Desmentido la teoría de la relatividad!
—¡¿Quéééé?! —exclamaron los estudiantes al mismo tiempo.
—No subestimen a los yankees —alardeó cruzándose de brazos, rompiendo parte de su uniforme apretado—. Yo soy el más fuerte.
Día de Anzu
—Toma otra cucharada de miel, hermana. —Uno de los hermanitos, el menor, colocó una cuchara sobre los labios de la dormilona pelirroja. Momo aseguró que la miel ayudaría en la herida garganta de Anzu, tras cantar con tanto empeño en el recital con Pori-pori-rin.
—Es dulce… —comentó entre el sueño y la realidad—… como los labios de Kimura —escuchó su propia voz diciendo semejante “cursilería”, impropio en cada célula de su persona.
—¿Kimura? ¿Quién es Kimura? —preguntó el niño recogiendo más miel del pote.
—¡Nadie, nadie! —Saltó de la cama cayéndose de cara al piso. Las torpes caídas se estaban volviendo muy frecuentes. Pensar o soñar con Kimura no era saludable—. ¡Ese idiota, todo es culpa de ese idiota! —Se despeinó el cabello, desesperada por apartarlo de su mente y concentrarse en su objetivo, ser aceptada en la pandilla.
Realizó las tareas matutinas comunes en su hogar, preparar a los infantes para la escuela. Ese día el padre se encargaría de llevarlos, cumpliendo con la custodia compartida luego del divorcio. El engaño del hombre con Hanako, la madre de Manami, le costó su matrimonio, restándole tiempo valioso en familia. El castigo por dejarse llevar por sus impulsos sería vivir sin la confianza de sus seres queridos. Para Anzu, la figura paterna respetable que representaba se desvaneció.
—Gracias por prepararlos. —Yuichiro sonrió, tomando las mochilas mientras los tres niños jugaban a las atrapadas en el estrecho patio delantero.
—Tienes una reunión con la maestra. Le preocupa que tu ausencia los perjudique —notificó sin siquiera mirarlo. Preferiría no hablarle, pero sería inmaduro hacerlo. Para ella lo único que importaba eran sus hermanitos.
—Asistiré, no te preocupes. —Después de un breve silencio, retomó la palabra—. Todavía… no me has perdonado.
—Regresa a los niños en la tarde. —Cerró la puerta molesta por el intento de Yuichiro de tocar ese tema. Permaneció inmóvil detrás de la puerta, hasta que dejó de oír las voces afuera—. Te odio.
Partió en bicicleta hacia el instituto. Anzu ejercitaba a diario, recorriendo largas distancias en bicicleta o corriendo en la playa sobre la arena, atándose dos pesados sacos en sus piernas, eso justificaba el por qué sus patadas eran tan potentes. Estacionó detrás del edificio, allí encontró al intermediario de la pandilla, Koji, luchando por pedalear el último tramo del recorrido. Anzu había reparado su bicicleta especialmente para esa ocasión. Visualizó a Koji trasladarse así, creyó que sería un buen momento para decirle que quería unirse al grupo sin que ningún conocido los sorprendiera.
—Hace… mucho calor hoy. —Sudó el regordete estudiante limpiándose la frente con la manga de su uniforme.
Anzu se acercó y entabló una conversación con él.
—¿Tú eres Koji? El famoso intermediario que reparte misiones.
—Oh, y tú eres la que pateó a Kimura en el baño de chicos. —La reconoció, como para no, junto con Tai se rieron semanas de ese episodio.
—Quiero unirme a la pandilla —dijo sin preámbulos, dejándolo boquiabierto.
—¡¿Estás segura?! ¡No, no hay ninguna chica en la pandilla! —exclamó haciéndose una idea de lo loco que sería incluirla.
—No soy como otras chicas. Quiero unirme, sé que no puedes impedírmelo. Cualquiera puede unírseles si lo desea.
—Sí, pero, la mayoría de los miembros son agresivos, no es lugar para una mujer.
—¿Crees que no soy agresiva? —Lo enfrentó mostrándole la diferencia de estatura. Anzu tenía de alta, lo que Koji de gordo.
—No quise decir eso. —Retrocedió.
—Coméntaselo a tu líder, así me otorgará una misión. Los he visto haciendo misiones, son una tontería y una pérdida de tiempo, pero si es lo que necesito para que me acepten la cumpliré.
—Lo… lo haré. Le enviaré un e-mail. —Sacó su celular y escribió el mensaje proporcionándole información sobre la interesada.
El líder le respondió casi al instante, como si estuviera observándolos desde algún sitio. La petición de su jefe le sacó más gotas de sudor de las que ya tenía.
—El líder pide… le interesa… saber tus medidas.
—¡¿Qué cosa?! —Tomó al desafortunado intermediario del cuello de su ropa, acción que Kimura repetía cada vez que se enojaba.
—¡Es el jefe, no puedo desobedecerlo!
—¡Esa es la estúpida misión!
—¡Es mera curiosidad! ¡No te desquites conmigo!
Anzu lo soltó. Soportar esas actitudes era parte del objetivo, cuanto más rápido lo asimilara, más rápido se acostumbraría a manejarlas.
—No lo sé, no las recuerdo. —Miró a un costado.
Koji escribió la contestación. Instantáneamente recibió un emoticón de una carita riéndose, seguido de la misión para ella. “Golpea en el rostro al hijo del director, sácale una fotografía y envíasela a Koji para que pueda verla.”
—¿Golpear a Yamato? Será un placer. —Una tarea perfecta para un hecho que tarde o temprano se presentaría. Ese chico lastimó a Manami con sus manipulaciones cuando eran pareja, favorecía a sus seguidores y perjudicaba a quienes se le oponían abusando de su poder como hijo del director. Alguien debía enseñarle una lección, empezar con ese golpe era motivador—. Me quedan diez minutos antes de entrar a clases. Es posible que esté en el salón del consejo estudiantil.
—¿Lo harás ahora? ¿Invadirás el consejo estudiantil? Es una locura, van a expulsarte.
—Así es más emocionante. Dame tu celular, olvidé el mío. —Anzu ideó una forma de obtener el e-mail del jefe, usando la estrategia de la fotografía a su favor.
—Aquí tienes. —Koji se lo entregó, nunca fue una persona inteligente, era fácil de persuadir o engañar, sin embargo existía algo destacable en su personalidad, la lealtad, jamás abandonaría a su líder, si sabía la identidad de este, jamás la revelaría. Por esta razón fue elegido para mediar entre los novatos y la autoridad máxima de la pandilla.
Anzu se encaminó hacia el interior del instituto, tener a Manami como mejor amiga le otorgaba beneficios, un golpe a Yamato no acabaría con una expulsión, el mismo chico reconocía ser un fastidio para los yankees, eso la incluía por compartir cierto parecido con ellos.
Revisó los contactos de Koji, extrajo el e-mail del líder. No estaba subestimándolo, seguramente era uno destinado para interactuar con Koji, pero era mejor que tener las manos vacías. Averiguaría la forma de rastrearlo, cualquier pista era bienvenida para resolver el enigma.
Día de Manami
La mañana rutinaria no fue alterada por ningún suceso fuera de lo común. Las mucamas le sirvieron el desayuno, el chófer la llevó a la escuela, dejándola dos cuadras antes de arribar.
—¿Manami? —Takeshi observó la limusina detenerse a su derecha. Los días distanciados no cambiaron su aspecto, estaba exactamente igual a la última vez que la vio.
—Hola. —Cerró la puerta y le hizo una seña al chófer para que se fuera.
—No creo que sea bueno que nos vean juntos. Ya sabes, por la pandilla.
—Vamos, date prisa. —Caminó sin mirar si le seguía el paso. Takeshi obedeció. Conocía bien su posición, el papel que jugaría estando junto a Manami, era un entretenimiento, un consuelo, una persona que estaría disponible para recibir lo que tuviera que recibir. Aún se encontraba inseguro de sus sentimientos, pero acompañarla lo hacía sentirse importante, ocupar un lugar en su vida.
—No hablarás con Yamato a partir de ahora. Exponerte como espía te hará peligrar —le dijo en voz baja, cuidando no ser escuchada por los demás estudiantes.
—No les temo a los pandilleros. Entré para enfrentarme a los fuertes, pelear es normal para mí —argumentó el principal motivo de participar del grupo.
—¿Eres un simio? Es una razón ridícula. ¿Qué se supone que harás cuando te gradúes? ¿Vivir peleando en las calles? —expresó Manami.
Takeshi percibió preocupación, escondida debajo de una expresión seria. Tenía una directa forma de ser que chocaría con los menos tolerantes, él no se incluía, valoraba que fuera así. Tal vez esa fue una de las cualidades que lo atrajeron.
—¿Cómo te enterarás de lo que sucede en la pandilla sin mí?
—Todavía no te lo he comentado, Satoshi Yoshida tiene la obligación de postularse al nuevo consejo estudiantil. Está estipulado en el contrato que firmaron asegurando su compromiso con las pruebas.
—¿Postulante al consejo estudiantil? ¿Un yankee? —Era una completa locura conociendo el ambiente, el contraste de culturas provocaría enfrentamientos violentos.
—De a poco los integraremos a las actividades de los estudiantes normales. Integrarlos los apartará de la pandilla, llegaré hasta el líder cuando se quede solo. Opté por el camino difícil. ¿Qué sería de la vida sin riesgos? —La calma de Manami lo alarmó, la joven planeó una solución usando todo lo que estaba a su alcance como actual vicepresidenta.
Manami eligió proteger a Takeshi liberándolo de su trabajo como espía porque realmente le importaba su seguridad, a pesar de que no se lo dijera por considerar una debilidad el mostrarle afecto, ya que seguía enamorada de Kimura, sería fiel a ese sentimiento aunque doliera.
—Eres asombrosa —suspiró el yankee quedándose atrás. Manami escuchó la lejanía en la voz y volteó. Siempre estaría distante para él, lejos e inalcanzable.
—Me agradabas más cuando no decías estas cosas. —Sonrió, una sonrisa desganada. Takeshi vio apenas el brillo regresar y esfumarse fugazmente.
«Extraño verte resplandecer».
Después de su encuentro con Saki, fue hacia el salón del consejo estudiantil.
—Es bueno verte, con el rostro cubierto o no, eres hermosa. —La recibió Yamato, era el único presente hasta el momento. Revisaba en su laptop personal el presupuesto destinado a los siguientes meses. Era trabajo del tesorero hacerlo, pero se encargó por la cantidad de dinero que invirtió el grupo de padres para reparar los daños de las peleas entre yankees. Se pensaba realizar un festival escolar para acercar las familias de los alumnos, una manera de continuar integrando a los pandilleros, obligándolos a presentarse con sus tutores. Descubrir la raíz de la sobrepoblación de rebeldes desde la interacción con la familia, fue otra de las propuestas de Manami.
—¿Por qué empezaste sin mí? —reclamó tomando asiento en un sofá.
—Creí que querrías pasar tiempo con tu nuevo novio.
—Invierte tu tiempo en mejorar esa cara de niña que tienes.
—Hiriente como siempre. Si no me hubiera interesado en otra chica, intentaría recuperarte. —Jugó su juego, ambos sabían que ninguno cedería a regresar a la relación tóxica del pasado.
Manami sospechó de quién se trataba, sin embargo esa chica no estaba sola para preocuparse demasiado por las fechorías de Yamato.
—Takeshi no será tuyo. Acércatele y haré que te rompan los dientes.
—¡Ja, ja, ja! —Abandonó su trabajo riéndose a carcajadas, disfrutar de la nueva Manami se volvió el mejor pasatiempo—. Acabarás siendo una buscapleitos como tus protegidos, quién lo diría. Tu futuro se está desviando del que todos esperaban.
—… —Manami guardó silencio. Poco le interesaba su futuro ahora.
De pronto, un huracán invadió el salón, Anzu abrió la puerta y entró ignorando a su amiga, dirigiéndose a cumplir con su misión.
—¿Qué rayos? —Yamato no comprendió el motivo de su atrevimiento. Anzu se abalanzó y le dio una patada en el rostro, tan brutal que el presidente terminó tumbado en el suelo con la mejilla adormecida.
—Listo. —Le tomó una fotografía con el celular y se retiró.
—¡Espera! —Manami la persiguió alcanzándola en el pasillo.
—¿Qué hiciste? ¿Te has vuelto loca? Violentarte así con Yamato sin razón alguna.
—Tuve razones, siempre las tuve —dijo contenta con la iniciación.
—¿Qué pasa contigo? Eres inteligente, no te meterías con alguien como Yamato, a menos que… —Pausó su frase—. ¡Anzu!
—¿Qué? No exageres, ni siquiera mi madre me regaña como tú.
—¿En qué te involucraste?
—Lo mismo te pregunto. Aceptando el puesto de vicepresidenta, ¿qué tramas? ¿Y qué es eso de que sales con el cuatro ojos?… ¡¿Qué carajos significó Kimura?! ¡¿Estás jugando con él?!
—¡Tú no lo entenderías! —La discusión entre amigas subió de tono.
—¡Desgraciada, soy tu maldita amiga! ¡Lo primero que quiero es entenderte! —La tomó del cuello de la ropa sin pensarlo.
—¡! —Manami recibió la ira de Anzu como si fuese un yankee de los que ella enfrentaba. A diferencia de la chica del pasado, esta la imitó aferrándose a la ropa de la bravucona—. ¡Crees que soy débil, pero no es así! ¡Soy tan fuerte como tú!
Un profesor que pasaba por el pasillo las halló peleando y las separó, enviando a cada una a su respectivo salón.
El líder constató la iniciación, Anzu pasó a formar parte de la pandilla de yankees. En el primer receso, se presentó en el rincón del patio trasero, sin temer las repercusiones de su inclusión. Koji la acompañó por órdenes del jefe, para evitar falsas acusaciones hacia la nueva integrante.
—¿Una mujer en la pandilla? —El primero en preguntar, fue un yankee de cabello elevado de color rojo, mismo color que la sangre que escapaba de un corte en la ceja. Acababa de salir de una riña por una partida de cartas perdida. De inmediato varios pandilleros se quejaron con diferentes insultos, en desacuerdo con aceptar a alguien muy diferente a ellos.
—¡Tranquilos, el líder aprobó su iniciación! —Koji se subió sobre una caja de madera haciéndose escuchar.
“¿El líder lo permitió?”, “¿en qué demonios está pensando?”, “¿qué querrá?”, fueron las preguntas que rondaron.
Anzu bajó a Koji de un jalón y tomó su lugar.
—¡Escuchen retrasados idiotas! ¡Si van a andar con prejuicios mejor cámbiense de pandilla! ¡¿O acaso le temen a una chica?! —Las exclamaciones de la joven generarían odio, sin embargo sucedió lo contrario. Ninguno temería a semejante ridiculez, eran orgullosos para mostrar temor, el miedo no estaba dentro de sus ideales. Pelearían contra cualquiera que los desafiara, obedecerían al líder. La vida de estudiantes que escogieron se regía con sus propias reglas.
—Tienes agallas, mujer. —La voz grave al fondo silenció los murmullos. Aquel hombre era considerado uno de los más fuertes, apostaba a ser el líder como el primer día que asistió a esa institución, antes que cualquiera de los presentes—. He vivido años sentado aquí, es la primera vez que veo tanta determinación en alguien visualmente más débil que nosotros.
—¿Crees que soy débil? —Anzu bajó de la caja de madera y caminó entre los yankees hacia la voz. Todos le dieron paso, curiosos de cómo terminaría ese intercambio.
—He dicho que eres visualmente débil. Míranos, en comparación con tus nuevos compañeros. —El sujeto levantó la cabeza. Anzu pudo verlo, tenía el uniforme roto por el enorme cuerpo musculoso. Escapaba a la apariencia de un estudiante promedio, incluso a la de los propios yankees—. Tu corazón es fuerte, mujer. Una determinación fuerte, deriva de un corazón fuerte. Veo potencial en ti —afirmó Satoshi estirando la mano—. Bienvenida.
—… —Anzu estrechó la mano, intuyó que no todos eran descerebrados como creía. Le aguardaba una etapa reveladora junto a la pandilla.
«Pareciera que me estoy alejándote de ti, Kimura, pero es todo lo contrario», pensó. El resto de los yankees, respetando al veterano Satoshi, aceptaron a Anzu indagando cuál fue su iniciación. Solían hacer chistes con eso y apodar a los miembros en base a lo que tuvieron que hacer para ingresar.
—Golpee a Yamato Umehara.
Los yankees pusieron sus poses de pensar, rascándose la cabeza, hurgándose la nariz, mirando el movimiento de las nubes en el cielo, pateando una piedra. Desconocían ese nombre, aunque en realidad desconocían casi todos los nombres de los estudiantes normales.
—Es el hijo del director, el presidente del consejo estudiantil —les dio un empujoncito.
Reconociéndolo, gritaron eufóricos, la felicitaron con grandes sonrisas. Decidieron llamarla “la golpeadora de la justicia”.
Kimura, Rina y Saki, finalizaron su tarde en el club. El chico fue el último en acudir, hallándose una escena conmovedora que le devolvió el alivio en la relación de las chicas que unió en el pasado.
—¡Rinrin, eres adorable! ¡Tus disculpas por tus celos te hacen ver muy adorable! —Saki la abrazaba cortándole la respiración.
—¡Su-su-su! —Forcejeó para liberarse, pero Saki se prendió a ella como un parásito.
—Siento interrumpir. Estoy sangrando y Kurosawa me perseguía —contó quitando una venda del botiquín de auxilios que le proporcionaron las chicas del club.
—¿Te metiste en otro lío? —Saki soltó a Rina, la pequeña se recostó en el sillón para recuperar energías. Sobrevivir a los ataques de Chuunibyou no era sencillo.
—Impacté contra una puerta.
Saki sospechó, conociéndolo podría tratarse de una mentira para encubrir otra de sus andanzas, sin embargo en esta oportunidad decía la verdad. No oyó cuando alguien le advirtió que la puerta estaba cerrada, la distracción mirando su celular le costó caro. Kurosawa lo vio lastimado y también supuso que fue partícipe de una riña, así que lo persiguió hasta que logró librarse de él.
—¿Por qué me miras así? Estoy diciendo la verdad. —Cubrió la herida atándose una venda, exagerado método para un corte que no ameritaba tanta atención.
—Yo te creo —intervino la menor del trío.
—Lo haces porque el amor te ciega. —Saki le picó la nariz con el dedo.
—¡No digas eso! —exclamó sonrojada. El mismísimo Kimura estaba presente.
—¿Cuál es el problema? Sabemos lo que sientes. Además somos amigos. —Saki no vio problema alguno, Kimura tampoco lo consideró así, es más, lo ayudaba a entender mejor a Rina para no incomodarla.
—Manami y Anzu no han venido. Creí que podríamos jugar, después de semanas sin vernos. Por lo que tengo entendido Manami seguirá ausentándose… está ocupada con el consejo estudiantil —lamentó Rina.
—La noté diferente hoy, no me tocó al verme. ¿Estará bien? —mencionó la chica de cabello negro.
Kimura de espaldas a la conversación, calló recordando la última vez que le habló. No llegó a encontrársela en el retorno a clases, le preocupaba su estado.
Inesperadamente, un individuo invadió el club, el usurpador.
—¿Qué haces aquí? Este es mi territorio —lo frenó el rubio empujándolo con una mano. Takeshi avanzó recibiendo otro empujón de su rival—. ¿Eres sordo? Piérdete.
—Escuché que dialogaban sobre Manami. —Lo miró directo a los ojos, su aura no era la misma que cuando peleaban. Acudió con una intención en especial, una que sobrepasaba el orgullo maldito de todo yankee. Kimura intuyó la razón de su visita, no era momento de peleas, sino de trabajar juntos—. En las tutorías… ella siempre me hablaba sobre ustedes, de la comida de Rina, de las divertidas ocurrencias de Saki… de la perseverancia de Kimura en meterse en problemas.
El resto contempló la expresión de frustración de Takeshi, posiblemente porque no podía llegar a ser así de importante:
—Tengo una propuesta para ustedes. Manami los necesita… ustedes… confío en que nunca la abandonarían.
Comments for chapter "33"
QUE TE PARECIÓ?
Siento que los aires están cambiando, como que el ambiente se esta póniendo mas serio ahora, parece que se aproximan cosas intensas.