Yankee love © - 34
—Tengo una propuesta para ustedes. Manami los necesita… confío en que nunca la abandonarían —afirmó Takeshi. Ese grupo de estudiantes significaba mucho para ella, por lo tanto eran los indicados para salvarla.
—¿Propuesta? ¿Qué propuesta? —Rina no alcanzó a ver a la actual Manami desganada, solo le resultó extraña su ausencia. Parecía que la razón detrás era importante.
—Tenemos que alejarla del consejo estudiantil. Yamato Umehara la está aprisionando para que trabaje sin descanso. La usa porque notó su obsesión con incluir a los yankees al tomar el puesto de vicepresidenta —explicó mirando a Kimura al finalizar. Ese no era el único motivo, él era el principal responsable de que Manami se apartara. Sus peleas con otros pandilleros, sus acciones, hasta sus palabras de rechazo.
—¿Yamato? ¿Por qué lo haría? —habló Saki, creyendo haber conocido una persona diferente a la que Takeshi mencionaba.
—Ser el hijo del director lo posiciona por encima de nosotros y se aprovecha de eso. Los únicos capaces de incomodarlo son los yankees, no por su intelecto, son fácilmente controlables, sino por el gran número que representan —continuó exponiendo las observaciones que recolectó desde su llegada al instituto.
Kimura permaneció callado, escuchando con atención a su rival. Saki y Rina, confundidas, trataron de entender el ambiente que las rodeaba. Era mucho más complejo de lo que imaginaban.
—¿Cuál es el objetivo del presidente? —preguntó Rina, afligida con esta nueva cara de quien fue elegido por los estudiantes.
—Los yankees no son un problema por separado, lo son si la pandilla sigue creciendo y principalmente, si el líder les encomienda una misión en común. Si los pone contra el consejo estudiantil, contra la figura del presidente, se desatará el caos.
El silencio reinó, las chicas subestimaron a los yankees, eran poderosos unidos, por eso mismo Kaito formó un grupo en su época, pensó que la unión hacía la fuerza.
—Quiere a Manami porque intenta incluir a los yankees con el resto, convertirlos en estudiantes. Cree que es una buena forma de disolver la pandilla —concluyó Kimura, asombrando a todos los presentes.
—Entendiste rápido —destacó Takeshi impresionado.
—Senpai, ¿qué piensas hacer? —temió Rina. Recordaba que también deseó formar parte del grupo. Escuchar los planes de Yamato, las propuestas de Manami para lograr la convivencia, no se quedaría sin hacer nada, no era propio del chico del cual se enamoró. Sin embargo la respuesta que obtuvo, la dejó desconcertada.
—… No lo sé. —Kimura caminó hacia la puerta, ninguno lo detuvo de marcharse. Esperaban verlo enojado, tronándose los dedos, preparado para hacer lo que tuviera que hacer, no yéndose sin pensar una manera de ayudarla.
—Se fue… —susurró Rina, tal vez estaban exigiéndole demasiado y no podía satisfacer a todo el mundo. Siempre estuvo dispuesto a ayudarlas, pero incluso él tenía un límite.
Saki vio que la fortaleza y debilidad de su compañero, eran como una montaña rusa, en momentos podría sacar fuerzas de donde sea para luchar, en otros, simplemente no podía dar un paso más.
—Es egoísta lo que le estamos haciendo —comentó.
—¿Saki? —Rina observó su impotencia, estaba a punto de liberar lágrimas de furia. Arrolló su falda, las piernas le temblaron. Luego de conocer el destino que tuvo Kaito, se odió por no detener a Takeshi. También quería salvar a Manami, sin embargo que Kimura estuviera involucrado con el asunto de la disolución de la pandilla, ponía en peligro su objetivo, junto con ello los sentimientos que guardaba.
—Quiso entrar al grupo que inició su hermano mayor. Ahora que no puede hacerlo, pretendemos que solucione las cosas fuera la pandilla.
—¡! —Takeshi inmediatamente descubrió lo que provocó. Oyó el rumor sobre el hermano de Kimura, pero no consideró lo que eso le provocaría. Estaba tan empecinado en colaborar con el club para que Manami vuelva a ser la misma de antes, que desencadenó un conflicto entre ellos.
—¡No quise poner esa carga sobre Kimura senpai! —exclamó Rina sintiéndose atacada por lo dicho por Saki.
—¡¿Entonces por qué no cerraste la boca?! ¡Dices que estás enamorada de él, pero no sabes nada! ¡Ni siquiera sabes qué siente! ¡Por qué está triste o feliz! —Saki la enfrentó sin lograr controlarse. El altar de Kaito, las gracias del yankee acariciándole la cabeza, esas imágenes acompañaron su enojo. No quería pelearse con Rina, pero el odio por no alcanzar su deseo de ser la amiga ideal fue más fuerte.
—Tranquilas, no se preocupen. Hablaré con Kimura. Entre hombres nos entenderemos —intervino Takeshi inútilmente.
—¡Estoy esforzándome por el senpai! ¡No entiendes lo difícil que es ser tímida, tú tienes la fortuna de no ser como yo! —Rina defendió el amor que sentía, sus propios esfuerzos en gustarle a alguien y en conservar amistades. Dando por finalizado el encuentro, abandonó el salón pegando un portazo.
Saki y Takeshi quedaron en silencio, hasta que el joven habló.
—Es mi culpa por no saber cómo ayudar a Manami solo.
—No es tu culpa. Este lugar… está corrompido. Me abriste los ojos… Ahora veo a qué me enfrento. —La chica se dirigió al pizarrón y con una fibra roja escribió la pregunta: ¿Cómo ayudar a mis amigos? Takeshi la observó realizando una lista de acciones. Algunas opciones eran disparatadas: “encerrarnos en una habitación hasta que nos llevemos bien. Cuando tengamos hambre abriremos nuestros corazones” no obstante hubo una que llamó poderosamente su atención.
—¡Eso es, eres un genio!
—¿Lo soy?
—Postular buenas personas en las próximas elecciones del consejo estudiantil y destronar a Yamato. ¡Eso debemos hacer! —Sonrió entusiasmado arrebatándole la fibra, encerrando la solución.
—¿Debemos hacerlo?
—Si Yamato y Manami pierden las elecciones, ella quedará libre. Conozco a alguien que está obligado a postularse.
Rina no quiso entrar a la siguiente clase. Estaba consciente de su irresponsabilidad, pero se sentía muy deprimida como para concentrarse en las ecuaciones. Se sentó en un rincón del patio cerca a los bebedores.
—Saki tiene razón… no sé qué siente Kimura. ¿Qué he estado haciendo? —Abrazó sus rodillas, deseando que una respuesta celestial la iluminara.
Alguien la descubrió escondida, un estudiante estuvo buscándola desde que extrañamente no la encontró en el salón.
—Aquí estás.
—¡Satoshi! —No esperó verlo después de que se mostrara tan animado en estudiar.
—Me preocupó no verte en matemáticas. —Se sentó a su lado.
—No debiste ausentarte. Sacaste excelentes calificaciones. —Sonrió ocultando su tristeza.
—Aprenderé solo cuando vuelva a casa. ¿Qué te sucede? ¿Alguien te insultó, maltrató, golpeó? Porque si es así dime y se las verá conmigo.
—No, nadie me hizo daño. Se trata de mí… hay algo malo en mí que… —Pausó y miró adelante hacia la cancha de atletismo, insegura si desahogarse o intentar olvidar lo ocurrido para focalizarse en su futuro, aprobar con buenas notas como esperarían sus padres. Plasmó la tristeza en su rostro.
—… —Satoshi recibió esa tristeza como si fuese suya. Podría ser un sujeto violento con otros de su misma especie, sin embargo en circunstancias como estas, exponía su lado comprensivo, uno que pocos habían visto. Sufrió bastante en su vida debido al gran tamaño de su cuerpo, lo cual le generó problemas al intentar encajar con los demás. Respondió a los insultos con agresiones, a la soledad con odio, a la incomprensión de su familia, con desprecio hacia ella. Fue expulsado por su abuelo del dojo acusándolo de ser un abusivo sin remedio, una deshonra para el apellido Yoshida. Conocía mejor que nadie ese “algo malo” que residía en su persona—. Es normal, mírame. Se suponía que debía haber dejado este asqueroso lugar hace años, y sigo aquí estancado —bromeó.
—Pero tienes potencial para aprobar con las mejores notas. Si te lo propones hasta podrías estudiar en una universidad prestigiosa. —Rina se concentró en animar a quien fue su alumno en las tutorías.
—Ja, ja, ja. Me has ayudado más que mi propia familia. ¿Sabes por qué? —Satoshi levantó la mano y abrió los dedos viendo las nubes moverse—. Porque nunca te rendiste. Si piensas que hay algo mal en ti, tómalo, estrújalo con fuerza… —Cerró el puño, al abrirlo le entregó una flor rosada que recogió de club de jardinería después de divisarla en el patio—… Y aprenderás, lo harás convirtiéndolo en algo bueno y hermoso.
Rina quedó maravillada con el truco de magia y el mensaje de Satoshi. La aceptó permitiendo que sus lágrimas salieran.
—Gracias. —Entendió que los lazos resistentes, se forjaban con aciertos y errores. No existía una receta efectiva para las relaciones humanas, únicamente se basaba en perseverar.
Satoshi sonrió, provocando que Rina también lo hiciera. La chica acabó contándole los sucesos del día. El yankee veterano reflexionó acerca de las reacciones de los involucrados.
—El rubio parece ser la clase de sujeto obstinado que no le interesa lastimarse con tal de conseguir sus objetivos. He escuchado sobre sus iniciaciones, pero más sobre sus peleas. Golpea a cualquiera que abuse de los chicos normales más débiles.
—¿Normales? ¿Así nos llaman los yankees? —interrumpió Rina.
—Bueno no es empleado por nosotros, más bien es… una denominación popular para diferenciarlos. Por otra parte, esa tal Saki, puede que sepa cosas de Kimura que tú desconoces. —Satoshi no era perspicaz como Takeshi en analizar a otros, sin embargo con la información recibida sacó un par de conclusiones.
—¿Qué opinas de Manami?
—Tiene agallas, me recuerda a la mujer que se nos unió hoy.
—¿Una mujer se unió a la pandilla?
—Sí, alta y pelirroja.
—¡Es Anzu! —Rina se levantó de un salto.
—¿La conoces?
—Sí, es una amiga del club. ¡¿En qué estaba pensando?!
La reina del jenga se estaba quedando atrás, sus amigas le quitaron ventaja cada una a su manera. Si continuaba de ese modo no podría generar un cambio en su vida que la transformara en una persona decidida como siempre quiso ser. Sin temor afirmó:
—¡Le mostraré a Kimura senpai que puedo luchar! ¡Yo también soy fuerte!
Satoshi observó a la pequeña engrandecerse. Una luz dorada la cubrió, encandilándolo con su ternura.
«¡Es tan linda!», pensó.
Corrió luego de agradecerle a su compañero. Buscaría a Saki para arreglar las cosas, reconocería su maestría en conocimiento de Kimura Kimimura, le pediría consejos para no volver a arruinarlo. La halló en el club, estaba escribiendo en el pizarrón un enorme texto titulado “El poderoso plan de las sombras para ganarle a Yamato, ku, ku, ku.”
—¡¿Qué es eso?! — exclamó anonadada.
—Has vuelto, doncella. Presencia con tus propios ojos el futuro del instituto superior Minato ¡Conquistaremos este territorio destronando al demonio de los cuernos cortos!
Después de explicarle el brillante plan, el cual prácticamente fue elaborado por Takeshi, Rina se propuso reclutar a Satoshi para convertirlo en el nuevo presidente del consejo estudiantil. Así corregiría la reputación como yankee temido, exterminaría de una vez a “Jack el destripador” y lo encaminaría hacia el éxito estudiantil.
Anzu arribó al club, agotada por soportar a tantos idiotas juntos. Se la pasaban jugando, desafiándose, golpeándose y gritando la mayoría del tiempo. Formuló la misma pregunta que Rina tras leer el pizarrón.
—Apostaremos a ganar las elecciones del consejo estudiantil —notificó Rina con una gran sonrisa.
—Ooh, ya veo. Derrotar a Yamato sacándole el liderazgo. Bien pensado, kohai. —Anzu se alegró.
—E-en realidad fue idea de Saki.
—Estamos perdidos —sentenció.
Kimura se recostó a la sombra de un árbol grande, ubicado en el corazón del patio. Solía dormir siestas legendarias ahí cuando se escapaba de las clases. El final de esa jornada no fue la excepción. Tenía mucho en qué pensar, los conflictos entre estudiantes empeoraban y el director no se hacía cargo de la gran diferencia entre los grupos, que actualmente se asemejaban a dos bandos enfrentados. Cerró los ojos y dormitó por cinco minutos, hasta que una voz conocida lo despertó.
—Ya es hora de irnos. —Takeshi vertió parte del agua que guardaba en una botella sobre la cara de Kimura.
—¡Maldito cuatro ojos, voy a matarte! —Se sacudió cuidando de no desarmar su peinado. Experimentó la misma estrategia que él usaba con Kaito en las mañanas.
—Dime cuál es tu secreto para gustarle a las mujeres, eres un completo idiota. —Bebió de la botella, el día estaba muy caluroso como para ponerse a pelear por pequeñeces. Se recostó al tronco del árbol y suspiró. Era inevitable dialogar con su rival si pretendía solucionar el conflicto que inició. Sin embargo antes de que pudiera comenzar, el yankee rubio se le adelantó.
—¿Por qué no les dijiste que era yo el culpable de lo que le sucede a Manami?
—… —La pregunta lo dejó boquiabierto, Kimura era una caja de sorpresas—… No te culparía, te ama de verdad. —Le dolió expresarlo, pero no podía mentirle para ganar puntos en una relación que de por sí, ya era imposible que resultara.
La falta de respuesta de su adversario le dio un empujón para que pudiera seguir.
—Entiendo cuáles son tus intenciones, pero esas cuatro chicas te frenan. Lo mejor sería si cuentas con otro yankee, por ejemplo yo.
—Ni en sueños, apenas te conozco —contestó sin considerarlo ni por un segundo.
—No estoy diciendo que seamos amigos, solo colaboraríamos. No me agradas y yo no te agrado, forzar una amistad no va con nosotros.
Kimura lo reconsideró sobándose el mentón con una mano. No era un sujeto listo, pero no necesitaba tener un destacado intelecto para decidir proteger a quienes quería dejando de lado su orgullo. Recordó los mensajes en la carretera, el lugar donde murió Kaito. Ninguno de sus compañeros lo abandonó, estaban agradecidos en participar de su vida, sea peligrosa o no, se ganó el corazón de muchos.
—Rina, Anzu, Manami y Saki, cuando las conocí creí que no durarían mucho tiempo hablándome… —Sonrió, como si estuviera contando un chiste—… A Rina la asusté cayendo de improviso a su club rechazado, estaba seguro de que sería la peor persona del mundo para una chica tímida y solitaria. No sé qué vio en mí, pero nunca dejó de creer que lograría ganarle para cumplir mi objetivo. Rina no se rinde, enfrenta sus miedos, la admiro por eso.
Takeshi incrédulo de verlo sincerarse, decidió terminar de oír la historia. Era extraño incluso que pronunciara correctamente los nombres.
—Lo primero que conocí de Anzu fue la suela de su zapato sobre mi rostro. Nunca nadie me derribó así, quede asombrado con su fuerza, pero sobre todo con su amabilidad. Intentaba proteger la dignidad de su amiga borrando insultos escritos en las paredes de los baños de chicos. No teme enfrentarse a quien sea por los suyos. Admiro a Anzu porque aunque la lastimen, ella siempre se levanta.
»El día que conocí a Manami su padre me golpeó con el auto. No solía prestarle atención a las chicas populares, pero después de ese accidente pude ver por qué Manami lo era… no únicamente por su apariencia, sino porque estaba dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. La admiro porque no importa quién seas, siempre podrás contar con ella.
—Supongo que sigue Saki Matsurina —comentó Takeshi.
—Innovó el plantel de estudiantes con su Chuunibyou. —Sonrió—. Le dije que encontraría personas que la valoren por cómo es. No me equivoqué…
El peliazulado esperó a que siguiera, sin embargo Kimura volvió a su estado anterior y se tronó los dedos poniendo la clásica expresión tiesa de un yankee, combinándola con una sonrisa malévola.
—¿Está abierto el club de teatro?
—Las actividades extracurriculares de los clubes son los jueves y viernes. Está vacío hoy —respondió Takeshi automáticamente, percibiendo una avalancha de mal comportamiento avecinarse.
—Perfecto. Si me quieres ayudar usarás tu palo de madera para romper la cerradura. Vamos a asustar a Yameto. Quería al líder, pues ahora tendrá dos.
—Tomaste en cuenta ese hábito del jefe para disfrazarnos, nada mal. Por cierto, es Yamato, y mi bokken no es un palo de madera. —Se molestó.
El dúo explosivo se dirigió al club de teatro, intentaron destruir el candado, al fracasar, rompieron una ventana e invadieron el teatro. Kimura pateó unas sillas que obstruían su paso, Takeshi detrás colocó su bokken sobre su hombro, mientras un soundtrack imaginario resonaba en sus mentes al creer que se veían geniales.
Robaron trajes de los vestuarios junto con un par de máscaras.
Manami ubicó una bolsa de hielo sobre la mejilla golpeada del presidente, tumbado sobre un sofá en el salón del consejo estudiantil. Después de su pelea con Anzu, de un terrible día de estudio escuchando rumores sobre su nueva relación, finalizó la jornada soportando las quejas de un debilucho.
—Me agredió sin razón. Tú la viste.
—Conservas tus dientes intactos, deberías agradecerle por eso. —A pesar de que Anzu cometió una locura, pensándolo más con calma, Manami disfrutó verlo caído sobre el piso pagando por sus fechorías. Depositó la bolsa de hielo sobre la mesa, cuando su celular sonó. Comprobó quién le escribía y dijo en tono despectivo:
—Tengo que irme. Envíame el presupuesto, lo completaré en la noche. Abstente de escribir tus ridículas propuestas para la elección.
—Sí, sí. Me abstendré de pensar algo para perjudicar a tus protegidos, los que perfectamente pueden darnos una paliza, o convertir esta institución en la burla del distrito.
—Ya es la burla del distrito. Kaito Kimimura expuso al director, somos la generación que lo tiene presente porque somos compañeros de su hermano menor —recalcó Manami atribuyéndole un gran logro.
A Yamato de inmediato se le ocurrió una forma de provocarla, sonrió imaginándose la reacción de la desdichada joven.
—Me diste la solución para recobrar el prestigio. Haré que expulsen a Kimu… —Lo que inició como una burla más del montón, se convirtió en una posibilidad.
De repente, la vicepresidenta se abalanzó sobre él cerrándole las salidas. Los largos mechones del cabello anaranjados cayeron encima de su rostro, únicamente destapándole los ojos para que pudiera ver la expresión de furia en ella. Empujó con su rodilla la entrepierna del adolescente, lo que estaba debajo era tan insignificante, como su idea de creer que tenía el poder para alejar a Kimura.
—Vamos, intenta hacer algo para expulsarlo si te atreves.
Yamato tragó saliva, subestimó el amor de Manami por ese delincuente escolar, cuestionándolo como una simple pasión juvenil.
—Me metería en muchos problemas y no sería conveniente con mi corta edad, pero fácilmente puedo remover a tu padre de su puesto de director. Estoy tratando de ser paciente contigo por el bien de todos, por el bien de mi padre. Es un buen hombre, uno que nadie de tu calaña será jamás.
—Mi-mientes. Tu familia no puede adueñarse de la educación de estos jóvenes.
—Te sorprendería saber lo lejos que el imperio Azuma ha llegado. Si mi hermana Mitsuko estuviera aquí, tú ya estarías fuera. —Se apartó. Amenazarlo así le brindó poderío, subió su estatus de exnovia popular, al de una peligrosa aliada.
La familia Azuma era una de las más ricas del grupo de padres, el propio director la respetaba sobre las demás. No se atrevería a tenerla como enemiga, luego de pedirle varios favores en el pasado. La huella de Kaito no solo quedó marcada en la memoria del director, sino en la del proyecto. Hasta ahora Kimura no era una amenaza, no obstante si llegaba a convertirse en el líder y tomar lo que era suyo por herencia, todo cambiaría.
Manami se retiró del salón y caminó lento por el pasillo, conteniéndose de no liberar una carcajada.
«Se lo creyó, se lo creyó todo. Lo siento Mitsuko, te dejé como una villana». Cubrió su boca con las manos.
En realidad su hermana era una universitaria amante del manga que dibujaba a escondidas. Estudiaba administración de empresas para esconder su trabajo más lucrativo, actuaba bajo el alias de una historietista reconocida en internet como “Minet”. Tanto para Manami como para Mitsuko, ser miembro de esta familia les otorgaba una imagen importante que la menor utilizó para asustar a Yamato.
«Podría volver a hacerlo, aunque cada vez tendrá menos efecto. Yamato no es tan tonto».
—Has retirado la barrera que te protegía, hechicera. —Saki la sorprendió, junto a Rina y Anzu en la escalera.
—¡! —Manami se exaltó al verlas. Intentó no cruzárselas, si pretendía continuar en el consejo estudiantil otro período, necesitaba concentrarse en que el hijo del director no se saliera con la suya cuando los estudiantes lo reeligieran. Ese futuro era más que probable, la figura de Yamato era incuestionable para casi la totalidad—. Váyanse a casa. —Bajó los escalones, conservando una postura distante.
—¡Espera! —Rina se apresuró y se paró delante extendiendo los brazos—. ¡Nos escucharás quieras o no!— exclamó sonrojada, nerviosa por hablarle así. Saki se sumó para retenerla abrazándola por la espalda como Manami solía hacer. Acto seguido, le apretó los senos levantándoselos.
—¡Lanza tu bola de fuego, dragón rojo! ¡La he inmovilizado!
—¡¿Qué pretenden?! ¡Soy la vicepresidenta, no pueden hacerme esto! ¡Déjenme ir! —ordenó confundida. Estaba tan avergonzada que apenas pudo abrir los ojos para saber qué sucedía a su alrededor.
—El puesto de vicepresidenta se te subió a la cabeza. —Anzu avanzó.
—¡Tengo trabajo, no tiempo para ustedes! —Quiso zafarse, Saki no desistió aferrándose aún más. La pelirroja movió el brazo y señaló a su amiga de la infancia con el dedo índice.
—¡Te venceremos!
La chica sometida abrió los ojos como platos.
—¿Qué… dices?
—E-en las elecciones, nuestro grupo… ¡te vencerá! —agregó Rina frunciendo el ceño con asombrosa determinación e imitó la pose de Anzu.
—Como oíste. Preparamos un plan infalible con Satoshi Yoshida como nuevo presidente y Rina Hamasaki como vicepresidenta. —Saki la liberó saltando de la emoción.
—Están… locas… —En medio de las tres, Manami se sintió rodeada, desafiada por quienes planeaba dejar fuera de sus problemas. Involucrarlas a combatir para unificar el alumnado, sería arriesgarlas a pasar horas trabajando en vano. En su condición actual no podían vencer a Yamato, necesitarían reclutar a los yankees para que persiguieran un propósito ajeno al suyo, y convencer a los normales de votarlos. Incluirlos en las elecciones, no aseguraba que todos los pandilleros participarían, era solo un incentivo postular a uno de ellos, un primer paso, de un largo proceso—. ¡No nos vencerán! ¡Estarán esforzándose sin tener ninguna posibilidad de lograrlo! —Movió a Anzu y Rina de su camino, sumamente enojada y preocupada. Ese era SU sacrificio, no lo compartiría con personas que apreciaba. Producto del agotamiento, Manami se debilitó, las piernas no le respondieron para escapar de esa situación.
«¿Qué estoy… —se preguntó, sus pies no tocaron los escalones—. ¿Estoy cayendo?». Pero antes de que rodara por las escaleras, sus amigas la sostuvieron. Anzu y Rina la tomaron de los brazos y Saki la rodeó de la cintura. Estaban allí para no dejarla caer, para cargarla cuando ya no resistiera más.
—¡MANAMI ERES UNA TONTA! —gritaron las tres al mismo tiempo.
Manami sacudió la cabeza mirando a cada una. Fue tan rápida la reacción, que no logró asimilar del todo lo ocurrido.
—¡¿No ves el daño que te haces?! —dijo Rina.
—¡Creí que te morirías! ¡Que tu cráneo iba a abrirse como una sandía! —lloró Saki.
No estaba sola, así como todas acudieron cuando Saki huyó de su casa, ahora era su turno de ser salvada. No pudo descubrir qué hizo para que ninguna se rindiera con ella, sin embargo era lo que menos importaba, las tenía consigo, eso era suficiente.
—Tra-tranquilas. Estoy bien. —Sonrió, el brillo de la chica apagada regresó, intensificándose con la acción de las miembros del club.
Se sentaron en las escaleras a conversar. Manami les contó cuáles eran sus planes, sobre incluir a los yankees como alumnos, sin mencionar el motor que la movilizó, su amor por Kimura.
—¿Qué sucederá si dejas al presidente solo con su candidatura? —preguntó Rina.
—Queramos o no, se ganó la confianza de los estudiantes en estos años, conseguirá a otro que me reemplace. Mi objetivo era usarlo para que mis propuestas se aplicaran. Si trabajamos por separado, y si ustedes se ganan un gran grupo de seguidores, podemos destronarlo cuando sea reelecta.
—Los dos se usan mutuamente —dedujo la pequeña sorprendida con la relación que tenían.
—Lamento que hayas visto este lado de mí. Sinceramente no me enorgullezco de esto. La familia Umehara y la mía siempre han sido amigas. Yamato y yo nos conocemos muy bien. Él sabe qué cosas me importan, y cuáles me lastiman. Reunirse con Saki cuando trataba de romper nuestros lazos, es un claro ejemplo —explicó apenada.
—¿Eso quería cuando me habló? —Infló las mejillas, disgustada.
—No quiero decir que sea un completo desgraciado. Todos convivimos con nuestros némesis. Es un niño asustado con quedarse solo, por eso quiere apoderarse de los demás.
—Escucharte decir esas cosas no es normal… —comentó Anzu tirándose hacia atrás, poniendo sus brazos como una almohada para recostar la cabeza—… Pero me alegra que abrieras tu boca para hacer otra cosa aparte de pelearte conmigo.
Manami rio y dijo:
—Eres mi mejor amiga, pase lo que pase, golpee contra la pared que me golpee, tú estarás ahí.
Anzu inclinó la cabeza hacia un lado.
—¿Acabas de sonrojarte? —notó Saki acercándosele, gateando con torpeza sobre el escalón.
—Apártate, eres molesta. —Puso la palma de la mano sobre el rostro de la chica impertinente.
—Me alegra que estemos juntas de nuevo. Por cierto, Manami senpai. —Rina secreteó—: No voy a rendirme con Kimura senpai. —para luego reír con picardía.
—Lo sé, tampoco yo. Ya conoce nuestros sentimientos, nos queda conquistarlo. —Devolvió la risa, dejándola estupefacta.
—¡¿Cómo supiste que me le declaré a Kimura senpai?!
Anzu empujó a Saki sacándosela de encima y preguntó:
—¿Que hiciste qué?
—Saki me escribió en vacaciones, fueron muchos mensajes, noche tras noche. Como no contesté ninguno, me contó sobre tu declaración. Ja, ja, ja, tampoco rindió efecto porque seguí sin responderle —contó Manami lanzando una bomba atómica.
………………….
—¡¿No puedes guardar un secreto?! —Rina se enfureció dándole golpecitos a Saki con los frágiles puños.
—¡No liberes tu ira en mí! ¡Tarde o temprano se enterarían! —pidió abrazándola como sistema de defensa, haciendo que la cara de Rina se hundiera entre sus blandos senos.
—Descuiden, también me le declaré a Kimura, aquí hay dos rechazadas. —La pianista levantó dos dedos.
—Ustedes… —suspiró Anzu, no creyó que habría más rivales para pedir la mano del joven yankee.
—¡¿Estás diciéndome que ustedes se enamoraron del mismo hombre?! —Saki soltó a Rina poniéndose de pie bruscamente.
—Somos tres. —Manami sonrió apuntando a Anzu.
La pelirroja se cruzó de brazos y lo confirmó. Ahorraría energías para luchar por Kimura en lugar de mentir.
—Está bien, somos tres, pero no pienso declararme en este momento.
La apodada Chuunibyou cayó hacia atrás, siendo retenida por Anzu.
—Fueron muchas revelaciones para ella hoy, dejémosla descansar —sugirió Manami mientras le enviaba un mensaje de texto a Takeshi para cancelar la cita—. ¿Vamos al karaoke?
Comments for chapter "34"
QUE TE PARECIÓ?
Wow, me encantó este capítulo, me parece genial que ya tengan un plan de acción respecto a las elecciónes, permite visualizar lo que está por venir y crea expectativa =D.
También me gustó mucho que se hayan sincerado, tanto Kimura como las chicas y se vayan formando alianzas.
Me encanta el personaje de Satoshi, empatizo mucho con él.
Las interacciónes de las chicas me gustan mucho, es agradable, sería genial tener amigas así, n_n.