Yankee love © - 41
El fin de semana brindó un poco de tranquilidad a los estudiantes y profesores, luego de sobrevivir a las elecciones del consejo estudiantil. Kimura se quedó en el hotel sin realizar ningún trabajo bajo recomendación del médico, quien operó su brazo para reparar el daño causado por su pelea con Satoshi. El joven pasó dos días comiendo, durmiendo y mirando televisión. Periódicamente lo visitaba Emiko en su habitación para entregarle la medicina, el desayuno, almuerzo y cena. Karin por otra parte cubrió los turnos de Kimura encargándose de la limpieza de varias zonas, no pudiendo igualarlo en habilidad y talento.
Cuando arribó el inicio de las jornadas escolares, el yankee decidió asistir. No era momento de acobardarse a causa de lo acontecido, sino de enfrentar las miradas rencorosas de sus compañeros, los murmullos a sus espaldas y los comentarios ofensivos. Caminó al salón de clases como siempre lo hacía, viéndose despreocupado, aburrido y somnoliento. La falta de movilidad en su brazo no le impidió verse atemorizante, seguía manteniendo la postura llamativa de un maleante, siendo un repelente para los demás.
—Buenos días. —Manami lo sorprendió esperándolo en la puerta con una sonrisa, sosteniendo un bolso con ambas manos.
—Oh, buenos días —la saludó extrañado con su temprana presencia. Al ya no pertenecer al consejo estudiantil, la chica disfrutaba de la libertad de deambular por los pasillos disponiendo de bastante tiempo libre.
—¿Cómo está tu brazo? —le pregunto observándolo.
—Está bien. Se curará rápido.
—Espero que así sea. Toma. —Manami le entregó su bolso, algo ruborizada por hacerlo.
—¿Qué es?
—Mi padre regresó de un viaje. Le conté sobre tu… “accidente” y te preparó el almuerzo —contó deseando haber sido quien se lo preparara. Había intentado cocinar, pero cada platillo resultó ser peor que el anterior. Creó tantas masas uniformes con caras tétricas que incluso tuvo pesadillas con ellas.
—¿Tu padre? —Se asombró, inseguro de aceptar algo de ese sujeto. Recordó su personalidad “amorosa” y un escalofrío le recorrió el cuerpo.
—Está bien si no quieres aceptarlo, lo comprendo debe ser… extraño —manifestó Manami nerviosa.
—No, no. Lo haré. Después de todo invirtió su tiempo para prepararlo. —Kimura tomó el bolso.
«Esas palabras pudieron ser para mí», envidió avergonzada.
El chico no revisó el contenido, en cambio la personita que apareció para invadir el momento sí lo hizo.
—¿Qué tienes ahí? —Saki saltó.
—¡Oye! ¡¿Qué crees que haces?! ¡Es mío! —Kimura apartó el bolso de la vista de Saki escondiéndolo atrás.
—¿Por qué no puedo verlo? Acaso… —sospechó la recién llegada mirando a Manami.
—¿A-acaso qué? —reaccionó inquieta a los ojos verdes penetrantes.
—¡¿Terminaste tu relación con Takeshi y comenzaste una con Kimura?! —La señaló alzando la voz.
—¿? —Kimura se confundió.
—¡¿Qué estás diciendo?! —Manami le tapó la boca. La enérgica estudiante intentó hablar, pudiéndosele entender apenas la pregunta “¿le has ganado a las otras?”—. ¡Cállate, cállate, cállate, cállate! —Sacudió a Saki en intentos desesperados por silenciarla. Kimura aprovechó la oportunidad para huir hacia el salón y refugiarse en su asiento lejos de las peleas de las mujeres.
—Por primera vez en mi vida de estudiante quiero un día tranquilo. —Suspiró.
—¡No puedo creer que en apenas cinco minutos de habernos encontrado ya se lo contaste a Takeshi! —Manami le jaló la oreja a Saki reprendiéndola por ser una entrometida. Takeshi se quedó al margen de la situación viendo como el castigo se ponía más interesante.
—Soy afortunado de que Yori no me preparara el desayuno hoy para presenciar este momento —expresó disfrutando de la vista.
—¡Voy a acusarte con Kurosawa, eres una pervertida! —se quejó Saki mientras Manami le estrujaba los senos.
La campana de entrada sonó y la discusión no pareció tener fin.
—Oigan, me gustaría que sigan, pero si no me presento a clases me amonestarán y no quiero perder el amor de mi hermanita otra vez —dijo haciéndole señas para que lo escucharan.
Manami soltó a su amiga y se acomodó el uniforme como toda buena y educada niña.
—Hace medio año estas cosas no hubieran pasado. Qué insolente eres. —Entrecruzó los brazos molesta, para luego ponerse a reír a las carcajadas.
—Eres tan rara. —Saki se enfadó, pero terminó por reír también. Juntas se fueron cada una a su respectivo salón. Takeshi en soledad, se rascó la cabeza, confundido.
—¿Qué pasa con ellas? Pensé que estarían deprimidas por perder las elecciones. —La duda persistió hasta que se enteró sobre la pelea de Kimura y Satoshi. Allí, todo cobró sentido. Ahora que el apodado Jack estaba al tanto de la invasión de otros pandilleros, la preparatoria estaría libre de conflictos entre pandillas. Como el director siempre planeó, de nuevo la violencia se alejó de Minato.
Satoshi se despertó tarde para llegar a tiempo a clases. Sus padres estaban ausentes como era de costumbre, trabajaban en las calles para ganarse el sustento del día. Desde que fue desheredado por su abuelo, el que compartía con Sayumi, su familia debió esforzarse más por mantenerse. Desanimado, se levantó y salió rumbo a la estación de tren. En una esquina cerca de su casa, se encontró con su abuelo, el dueño de un dojo de kendo al final de la calle.
—Me enteré de que te postulaste para presidente del consejo estudiantil —dijo el anciano. Era la mitad de alto que su nieto, sin embargo su imponente presencia superaba la de Satoshi. Todos en la zona lo respetaban, era estricto y severo con sus estudiantes. La disciplina era su ley, se decía que era capaz de dominar a cualquier rebelde. A simple vista el anciano había cumplido con las expectativas que depositaban en él, pero en el fondo sabía que aún no estaba ni cerca de lograrlo. Satoshi era la piedra en su camino, un estudiante que se distanció y humilló a la familia metiéndose en una pandilla.
—Sí y perdí —se limitó a decir.
—Ya veo, era de esperarse. — Peinó la larga barba canosa con los dedos y cerró los ojos para que no fuera evidente su decepción.
—Me voy, viejo —se despidió Satoshi sin pronunciar una palabra más.
Su abuelo regresó al dojo en paso lento. El yankee se detuvo y volteó por impulso para verlo, solo así podía observarlo. El anciano siempre caminaba a pasos acelerados, mostrando la buena condición física que tenía, sin embargo actualmente lucía agotado. A Satoshi lo desconcertó la lentitud y percibió los duros años vividos para su abuelo recaer sobre su cuerpo.
La tristeza lo invadió, pero no podía detenerse a sentirla. Había iniciado su propio camino y hasta que no terminara de recorrerlo, no podría regresar.
El nuevo presidente del consejo estudiantil ingresó al salón asignado para las reuniones. El lugar deshabitado le recordó a la cancha en las tardes, cuando se disponía a entrenar béisbol. Yuuta era un chico atlético, pero no muy alto. Era el mejor lanzador de su equipo, por lo tanto era popular entre los estudiantes deportistas del sexo masculino. Un aspecto destacable en su persona era su buena vista, muchos afirmaban que sus observaciones eran precisas. Sabía cuál sería la trayectoria de la bola antes de lanzarla, era calculador, analizaba a sus contrincantes aunque conservara siempre una sonrisa de idiota.
Se ubicó en la silla del presidente.
—Será difícil acostumbrarme a ocupar este puesto —comentó desistiendo de sentarse en aquel cómodo y espacioso asiento. Prefirió cambiarse al asiento más próximo a la puerta. Colocó los pies sobre la mesa y se impulsó atrás.
—Aquí estaré bien. Si alguna de mis conquistas sale mal podré huir más rápido —festejó. Sin darse cuenta, acabó cayendo al suelo en una pose vergonzosa, al mismo tiempo, otro alumno entró hallándolo con las piernas abiertas, cual si fuese una coprotagonista de un anime ecchi.
—Qué asqueroso —habló la vicepresidenta, Chisato, cargando una laptop y varios libros. A pesar de las palabras hirientes, acordes a la situación, Yuuta respondió amistosamente.
—¿Me ayudas? Creo que me fracturé la columna.
—No, gracias —lo rechazó esquivándolo. Chisato era una chica común como cualquier otra, con objetivos comunes de graduarse, estudiar una carrera, trabajar y esperar la muerte siendo una anciana, habiendo cumplido con cada etapa de la vida. Nada en su persona destacaba, no era habilidosa en deportes, ni estudiosa, ni atractiva. Había sido elegida como representante de su clase solo porque nadie más quiso serlo.
Se ubicó a la derecha de la silla del presidente. Yuuta maniobró su cuerpo para poder pararse, lográndolo treinta segundos después de que la chica encendiera la laptop.
—Estoy bien, no te preocupes. —Caminó cojeando mientras escogía otra silla, analizando la ubicación de absolutamente todas.
—Descuida, no me preocupas —respondió concentrada en la pantalla.
—Puedes llamarme Yuuta. Aquí todo el mundo se…
—Se dirige hacia los demás por los nombres, lo sé —completó la oración. El joven observó los ojos oscuros, carentes de vida de su compañera y afirmó posicionándose frente a ella.
—Tengo el presentimiento de que nos llevaremos bien.
—Tus presentimientos son correctos. Somos la dupla de estudiantes ideal para darle un vuelco a esta historia. No faltará mucho para que decidan emparejarnos, y aunque me parezca repulsivo que me emparejen contigo, no soy quien decide esta clase de asuntos —concordó sin descuidar sus tareas.
—No entiendo nada de lo que dices —manifestó Yuuta confundido.
—Vamos a lo importante. Encontré los planes malvados de Yamato Umehara mientras hackeaba su computadora. Planeaba desenmascarar al líder de la pandilla, sin embargo los resultados de los análisis tipográficos desmintieron su teoría de que Kimura Kimimura era el líder. Según el informe el trastorno de personalidad provenía de un chimpancé que un yankee utilizó para realizar su examen. ¿No crees que fue una locura? ¿Cómo ingresó un chimpancé al salón? ¿Cómo hizo un yankee para enseñarle a escribir a un primate cuando ellos quedaron en la misma etapa de la evolución? Los chistes han sobrepasado los límites de lo creíble.
—Ja, ja, ja, eres muy chistosa —rio el chico.
—Creyó que sería el jefe final, pero no fue así.
—No cometeré ese error, averiguar quién es el líder es una locura. Prefiero seguir teniendo este hermoso rostro sano. —Descartó la idea de continuar con la investigación de Yamato. Sus intereses eran diferentes a esos, ser el presidente le otorgaría popularidad y por ende, muchas chicas para cortejar.
—Comenzaremos cumpliendo con la rutina del festival escolar. Según lo que leí en los archivos, Yamato y Manami pensaban realizar uno luego de ser reelectos —propuso Chisato.
—¡Es un excelente inicio! ¡Quiero un café de maids! —Yuuta se entusiasmó imaginándose a sus compañeras vestidas como sirvientas ofreciéndole sus servicios aptos y no aptos para todo público.
—No me extraña que apareciera un pervertido que también sobrepasara los límites del género —agregó Chisato observando como Yuuta babeaba y movía sus dedos como si estuviera estrujando algo blando.
—¡A los estudiantes les gustará organizar un festival escolar antes de que se termine el verano! —clamó acortando las faldas de las maids en su mente.
—Convenceré a las chicas del café maid si cumples una misión importante. Confía en mí, suelo ser muy persuasiva.
—¿Lo eres?
—Sí.
—¡Bien! ¡Lo haré! —accedió el joven poniéndose al servicio de Chisato.
—Ve al territorio de los yankees e invítalos a colaborar con el festival. Ellos son corpulentos, serán útiles para ejercer labores que requieran usar la fuerza física.
Yuuta partió a toda velocidad, pero no sin antes saludar a su nueva compañera.
—Nos vemos luego.
—Sí.
Chisato se quedó en el salón elaborando otros planes, claramente sería el cerebro de la dupla.
—Eso pondrá las cosas más entretenidas por un rato.
—Café de maids, café de maids —Yuuta cantó ingenuamente caminando hacia el patio trasero. Allí estaban reunidos un grupo de pandilleros, fumando y jugando a las cartas—. Buenos días, compañeros —los saludó levantando un brazo.
—¿Eh? ¿Quién carajo eres? —Uno se molestó apretando el cigarrillo entre los dientes.
—Soy el nuevo presidente del consejo estudiantil. Pueden llamarme Yuuta. No crean que soy superior a ustedes solo porque parezco un adolescente, a diferencia de ustedes que parecen gorilas en celo.
—¿Presidente? ¿Este idiota? —Otro yankee que permanecía sentado apostando sus últimos billetes se levantó.
—Sé que me veo demasiado inofensivo para ser el presidente. Pero, ¿no es genial? Podemos ser amigos así. Como dicen, los opuestos se atraen. —Yuuta no estaba alterado, ni temeroso por compartir el mismo espacio que los yankees. Invadir su territorio era suficiente para hacerlos enfadar, no obstante creyó que su presencia pacifica bastaría para repeler cualquier futura agresión.
—¿Amigos? ¿Lo oyeron? Este idiota piensa que seremos amigos. ¡Ja, ja, ja, ja! —rio descontroladamente el más cercano al estudiante, seguido por el resto de los presentes. Yuuta también rio opacando las risas de los pandilleros con su carcajada escandalosa.
—Golpeémoslo y acabemos con esto —sugirió quien comenzó a reírse primero.
Todos estuvieron de acuerdo, se abalanzaron sobre el desafortunado adolescente, este los recibió con los brazos abiertos sin esperar la golpiza que se avecinaba.
La clase de Kurosawa finalizó. Kimura obligó a su cerebro a prestar atención hasta el último segundo. Saki lo vio caer rendido sobre la mesa y lo felicitó por su gran avance.
—Me alegra verte como un estudiante normal.
—… —Kimura no contestó, miró por la ventana en dirección al árbol donde solía dormir durante las horas de estudio. Lamentó sacrificar tiempo invertido en sus actividades en la preparatoria, como la de dormir.
Saki lo notó algo desanimado, con la cabeza posada sobre su mano sana.
—¿Qué tal si comemos afuera? —lo invitó sacando su almuerzo del bolso.
—De acuerdo —accedió investigando qué le preparó el padre de Manami. La comida no se veía nada mal para provenir de un padre adinerado que tenía chefs a su disposición.
Los dos se dirigieron al patio, en el camino se les unió Rina, luego Anzu, que acaba de rechazar el amor de otro pandillero. Manami las visualizó desde las escaleras, no podía acompañarlas por el momento, Takeshi le pidió encontrarse a solas en la azotea para tratar un tema de importancia. La chica pensó en la posibilidad de que estuviera celoso por lo acontecido en la mañana.
—¿Para qué querías verme? —preguntó Manami arribando al lugar acordado. Takeshi la esperaba sentado leyendo una revista. Tras verla se puso de pie, listo para decirle lo que ensayó toda la noche.
—Quiero que terminemos nuestra relación.
Manami se sorprendió por la repentina ruptura. Durante la recuperación de Takeshi lo había visitado y le ofreció un beso en los labios para compensarlo por su acto de valentía protegiendo a una chica.
—¿Por qué quieres que terminemos? Dijiste que no te importaba que estuviera enamorada de Kimura.
—No es por eso. Me gustas mucho… pero… no sé si de la forma que piensas.
—¿Qué intentas decir? Sé franco —exigió intrigada.
—Desde que comenzamos a salir… descubrí que… ¡Me gustas sexualmente hablando! —reveló la principal atracción que tenía por Manami, después de descubrir otro sentimiento que guardaba hacia una persona diferente.
—¡No lo digas de esa forma! —exclamó avergonzada.
—Lo siento. Es lo que siento por ti. Eres sexy.
—¿Hay alguien más? ¿Es eso? —intuyó un tanto preocupada por haber perdido valor para Takeshi por la aparición de una chica.
—Sí, apenas lo descubrí hace poco… estoy interesado en otra mujer —declaró.
—Es la primera vez que un chico termina conmigo. Dime quién es ella.
—Ella es… —Takeshi miró hacia la puerta, alguien estaba escondida detrás espiándolos.
—Es… —siguió Manami esperando conocer la identidad.
—Está detrás de ti en este momento. —Apuntó a la ubicación de Sayumi. Manami volteó, inmediatamente Sayumi escapó emitiendo un casi inaudible chillido.
—¿Esa era Sayumi? —Reconoció la voz.
—Sí, me gusta que me acose —se sinceró Takeshi.
—Ja, ja, ja. Eres increíble —rio.
El yankee contempló una risa genuina, la risa más encantadora que le mostró Manami. Su relación finalizó con esa imagen, un final aceptable para el corto tiempo que pasaron juntos.
—Espero que Kimura se enamore de ti —deseó Takeshi desde el fondo de su corazón. Verla feliz, reírse con el hombre de su vida, sería como un regalo para él. Manami era una chica generosa que se merecía que la amaran. Dejarla partir era la decisión correcta, e intentar enfocar sus sentimientos hacia alguien que sí lo quería, lo ayudaría a aprender más sobre el amor, uno que le fuera correspondido.
—… —Manami calló dibujando una tímida sonrisa en su rostro.
Ambos se despidieron después de un momento de silencio.
Kimura, Saki, Rina y Anzu se reunieron debajo del árbol. La tempestad de las elecciones habían pasado y la calma de un nuevo comienzo les permitió recobrar algo del tiempo perdido entre tantos problemas, peleas y discusiones. Convivir en la preparatoria Minato era un desafío, tener una amistad con un yankee lo era aún más. Kimura no quería volver a ver a sus amigas llorar por su causa, aunque las últimas lágrimas fueron de preocupación, no de dolor como serían si él no regresaba a la escuela.
El rubio tomó los palillos con su mano menos diestra. Tembloroso, trató de comer el primer bocado, pero su torpeza lo hizo soltarlos. Maldijo y probó otra vez. El resto de sus acompañantes lo observó inseguras de sí ayudarlo. Las enamoradas como Rina y Anzu desearon animarse a darle de comer, sin embargo apartaron ese deseo de sus cabezas por distintas razones, ya sea por orgullo o por timidez. Saki descubrió a las nerviosas chicas, como fiel aliada intervino para que tuvieran la oportunidad de acercarse a Kimura.
—Se me acaba de ocurrir una idea. ¿Por qué no nos turnamos para ayudar al herido? —Le arrebató el almuerzo a su compañero con una rapidez asombrosa.
—Oye, no necesito ayu… —Kimura intentó protestar, pero Saki lo calló poniéndole un gran bocado en la boca—. Agggh.
Anzu y Rina quedaron boquiabiertas con la acción inesperada de Saki. Siempre las sorprendía con sus ocurrencias del Chuunibyou, no obstante animarse a hacer una escena de ese calibre, sabiendo lo que la juventud pensaba acerca de eso, era demasiado.
Kimura tragó y cuando quiso protestar por segunda vez, Saki volvió a darle otro bocado, más grande que anterior.
—¡Aggghhh!
—¡Basta, déjalo! —Rina se abalanzó quitándole los palillos de la mano sumamente ruborizada.
—Estaba por llegar tu turno. —Sonrió con picardía. Su plan de que una de las dos tomara la delantera se concretó.
De pronto, los cuatro escucharon una voz masculina quejarse desde las alturas. Simultáneamente miraron las ramas del árbol, un adolescente colgaba de cabeza atado de los pies. Tenía el rostro cubierto de moretones, las mejillas inflamadas y el cabello alborotado.
—¡Kyaaa! —gritó Rina asustada, espantada por la horrible apariencia de una víctima de los abusivos.
—¡Está colgado! —distinguió la líder de los demonios.
—Solo pudo haber sido obra de los yankees —acertó Anzu.
—Hola, soy Yuuta, el nuevo presidente del consejo estudiantil —los saludó estirando el brazo para estrecharles la mano.
—¡Dijo que era el presidente del consejo estudiantil! —se asombró Saki.
—Será mejor que lo baje. —Anzu trepó unos metros por el tronco y desató el nudo que lo sujetaba a una rama gruesa. Yuuta cayó sobre el césped sin ser retenido por nadie.
—Gracias… eres muy amable —agradeció arrastrándose como un gusano.
—¿De verdad eres el presidente del consejo? —preguntó Rina.
Yuuta se dio cuenta de que lo rodeaban tres mujeres y rápidamente peinó su cabello.
—¿Por qué te golpearon? —indagó Kimura. Yuuta no lo había visto, debido a que su visión detectaba antes a las chicas que a los chicos. Así que se puso en guardia, ahora conocía la agresividad de un yankee—. No voy a hacerte daño —aclaró.
—Te equivocas si piensas que es una pose de defensa o de ataque. Esta es mi danza para comunicarme con otro simio. Acabo de aprenderla de mis observaciones. —Se movió de un lado a otro en pequeños saltos.
—Es raro —comentó Saki.
—No eres la indicada para decirlo —habló Anzu.
—¡¿Estás burlándote de mí?! ¡¿Eh?! —reaccionó Kimura, igual a los demás de su especie.
—¡Tranquilo, senpai! —lo frenó Rina.
—No vale la pena —añadió Anzu.
—Miren cómo se mueve, lo quiero de mascota —expresó Saki.
Yuuta se detuvo, asoció las nuevas observaciones. Un hombre solo con tres hermosas mujeres, solo podía significar una cosa.
—¡Tienes es harén! —Inmediatamente se tiró al suelo delante de Kimura.
—¿Qué le pasa ahora? —Se confundió.
—¡Enséñame, maestro delincuente! —rogó.
—¿Qué es un harén? —preguntó Saki.
—¡N-n-no es lo que crees! —Rina se desesperó.
Anzu volteó sonrojada, dándose golpecitos en las mejillas para enfriarlas.
—Oye, idiota. Las estás incomodando con tus estupideces. —Kimura lo jaló del cabello para que se levantara. Yuuta no tardó en ponerse de pie respondiendo al dolor en su cuero cabelludo.
—Mis disculpas, maestro. —Sonrió.
—¡Y no soy tu maldito maestro! —El pandillero se lo llevó lejos del alcance de sus amigas.
En una esquina del patio, bajo la sombra del edificio perteneciente a los grados inferiores, Kimura lo soltó.
—Entiendo, ser rudo las atrae. Tengo mucho que aprender. —Yuuta se contentó.
—¿Qué planeas? —inició con el interrogatorio. Si algo aprendió concurriendo a la preparatoria Minato, era a desconfiar de los presidentes del consejo estudiantil.
—Planeaba asumir el puesto de presidente para ser popular con las chicas, después planeé hacerme amigo de los pandilleros y ahora planeo tener un harén como tú —contó ayudándose con los dedos de la mano. La debilidad notoria en este particular adolescente, era su inestabilidad. A pesar de ser un buen observador, no podía lograr establecer claros objetivos en su vida. El entusiasmo que lo caracterizaba y el esfuerzo que dedicaba a cumplir sus objetivos fueron decisivos para los profesores que lo eligieron, no obstante la apuesta que hicieron poniéndolo al mando, debía reforzarse con la personalidad de Chisato, alguien capaz de enfocarse en el mundo real.
—¿Qué?
—He hallado sujetos impresionantes hoy en mi camino de descubrimiento. Ya lo decidí. Dejaré el equipo de béisbol, creo que es mejor así. —Emprendió la marcha hacia el salón del consejo, pero no pudo avanzar porque Kimura lo retuvo tomándolo del cuello de la camisa.
—No irás a ningún lado, algo tramas. Los profesores no votarían a un idiota como tú.
—Pero lo hicieron —Yuuta agravó su voz. No le agradaba que lo subestimaran. Muchos contrincantes lo habían hecho en el pasado, y él les demostró lo equivocados que estaban.
Kimura percibió seriedad escondida en la sonrisa pacífica del joven. Sospechó que la expresión de felicidad que mostraba, era una máscara para engañarlo.
—No te preocupes, maestro. No soy malvado como Yamato, además cuento con una vicepresidenta muy eficaz. Si me desvío del camino, me traerá de regreso. —Se liberó del agarre. Acomodó su uniforme y continuó—: Organizaré el mejor festival estudiantil que esta prefectura haya visto. Espero contar con tu apoyo. Te estaré observando, Kimura Kimimura. No te alejes mucho.
—… —El yankee no quitó su vista del presidente, mientras este se marchaba a continuar con sus labores—. Kuuta… —pronunció el nombre erróneamente—… ¿Cómo supo mi nombre?
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