Yatareni - Volumen 1 - 02
Durante la comida, como debí suponerlo ya que mi madre tenía años sin venir aquí, la conversación entre dos amigas que llevaban mucho tiempo sin verse no se hizo esperar.
Y yo solo me limitaba a escuchar todo lo que decían.
Mencionaban nombres de tíos, abuelos y otros parientes que jamás en mi vida conocí, porque la mayoría o vivían lejos o ya estaban muertos. Cuando querían introducirme a la plática, era para comentarme alguna anécdota que ellas vivieron de niñas, algo que quizá ahora les daría risa, pero que en aquel entonces era algo serio o vergonzoso, y acto seguido, volvían a ignorarme.
Pensar que la plática comenzó por el acta de mi madre.
De todos modos, mi tía se ofreció a acompañarla a ver aquel asunto por la mañana. Ahora ya era un poco tarde, el sol se estaba ocultando y comenzó a soplar un fuerte frio, uno muy intenso.
Ya que Yatareni era un pueblo situado en la sierra, debido a que estábamos a mayor altitud, el frio aquí resentía aún más.
Mamá mencionó que planeaba quedarse más días en el pueblo. Había pasado bastante tiempo desde la ultima vez que vino, así que quería recordar viejos tiempos.
Y también quería visitar el panteón donde estaban sus abuelitos.
Mi tía sugirió entonces algunos lugares de interés en Yatareni. Por ejemplo, una vieja hacienda de la época revolucionaria que yace abandonada a las afueras del pueblo.
Ella comentó que, durante la revolución, los hacendados ricos escondían su dinero, joyas y demás pertenencias valiosas, ya que era común que las tropas revolucionarias las saquearan en busca de recursos para la guerra.
Y pues, muchos de esos “tesoros” siguen ahí escondidos, o eso dice ella.
Ella pasó por esa hacienda unas semanas antes y comentó que el recinto estaba lleno de agujeros por todas partes, desde las paredes hasta el suelo, ya que aún siguen buscando el “tesoro”
Contaron muchas otras anécdotas, pero la que llamó mi atención fue la siguiente:
Mi bisabuelo, el que crió a mi madre, cuando era un niño, estaba sentado a la sombra de un árbol cuidando un rebaño de ovejas, cuando a lo lejos, pudo ver a varios revolucionarios a caballo moviéndose a gran velocidad.
Él se escondió detrás del árbol y observó todo desde ahí.
Acababan de conseguir, es decir, de robar un botín muy grande y planeaban esconderlo bajo tierra, cual piratas de los cuentos infantiles.
Después de cerciorarse de que nadie más los estuviera observando, cavaron un agujero en el suelo y escondieron una caja enorme, seguramente repleta de dinero y joyas, y después se alejaron.
Mi bisabuelo siempre recordó el lugar exacto donde lo enterraron, e incluso, tiempo después plantó una mata de aguacate cerca de ahí para que no se le perdiera la ubicación.
Siempre quiso desenterrar el tesoro, pero nunca encontró a alguien que lo ayudara ya que no mucha gente le creía, pero más que nada, era por miedo, o alguna clase de superstición.
Y esto salió a colación porque cuando mi madre y mi tía cambiaron el tema de la plática de anecdótica a sobrenatural, entendí a lo que se refería.
La gente, no solo de Yatareni, sino de todos los pueblos como este, que, por lo general, permanecen aislados de las grandes ciudades, tienen su propia idiosincrasia, sus costumbres y tradiciones intactas, a veces por siglos, y en muchas ocasiones incluso siguen creyendo en cosas sobrenaturales.
Por la manera en la que mi tía lo narraba, me hizo darme cuenta de que toda la gente cree en esas cosas como si fuera una verdad que no necesita demostrarse, como algo cotidiano. Y eso hizo que yo también me terminara convenciendo de que todo lo que decían era verdad.
Parece ser que aquí suceden a menudo eventos paranormales, desde un alma en pena que vaga por ahí en busca de descanso eterno, hasta lugares embrujados donde el tiempo pasa más rápido dentro que afuera.
Muchas veces estas almas en pena estaban en la Tierra porque no pudieron entrar al cielo debido a que dejaron asuntos pendientes aquí, y tienen que pedir ayuda a los vivos, indicándoles un lugar donde hay escondido un tesoro, el cual le es ofrecido a algún incauto que se haya encontrado con esa alma, con la condición de que le sean pagadas una cierta cantidad de misas por el descanso de esa alma para que finalmente pueda entrar al cielo.
Pues bien, eso le sucedió a una señora hace muchos años, le dieron el plazo de un año para que pagara 80 misas por un alma que estaba en el purgatorio, pero ella no lo hizo, terminó despilfarrando todo el dinero para sí misma y como castigo, cada vez que entraba a una iglesia salía muy lastimada, como si la hubieran golpeado.
También, supuestamente, estos tesoros están malditos, ya que mi tía contó que otra mujer, había encontrado uno de esos tesoros cuando una serpiente gigantesca le indicó el camino, aunque según ella, la serpiente se convirtió en el tesoro. Y cuando ella abrió la caja con todo el oro, quedó ciega instantáneamente.
Me puse a pensar en ello y llegué a la conclusión de que la supuesta “maldición” no es más que vapores tóxicos que sueltan los metales de las monedas y joyas antiguas, cuando permanecen muchos años bajo tierra y se oxidan. Eso pudo haberle provocado la ceguera.
Me imagino también que por eso mi bisabuelo estuvo pensando muchos años si sacaba aquel tesoro.
Y con respecto a aquellos lugares “encantados” ella comentó algo sobre un cerro que esta junto a Sayula, la cabecera municipal. Se dice que allí hay una cueva donde una vez un hombre hizo un pacto con el diablo, y que, en esa cueva, si alguien entra, el tiempo pasa de manera distinta que, en el exterior, de manera que, aunque se permanezca pocos minutos dentro, afuera habrán pasado varios años.
Finalmente mi tía encontró la forma de introducirme en la conversación.
Me preguntó mi edad, ya que, según ella, la última vez que me vio, tenía poco más de dos años de edad. Naturalmente no recuerdo nada de eso.
Respondí que tengo 22 años, que estudiaba la carrera de arquitectura y que ya estaba cursando el último semestre.
─Si todo sale bien ─comenté un poco inseguro─. Espero terminar la carrera en agosto de este año, en cuatro meses.
─¿Y por qué no, cuando acabes te vienes a trabajar aquí? ─soltó mi tía de golpe.
─¿A-aquí? ─hablé con una voz entrecortada.
─Hay aquí en el pueblo un arqui ─respondió mi tía─. Tiene su despacho y todo, como es el único de los alrededores me imagino que ha de tener harta chamba.
─No es mala idea ─intervino mi madre─. Así podrías ganar algo de experiencia antes de entrar en una empresa más grande.
─Pero para eso tendría que quedarme a… ─titubeé porque pensé que lo siguiente que diría podría malinterpretarse─. vivir aquí un tiempo ¿no?
─Eso es lo de menos ─mencionó mi tía bastante despreocupada─. Te puedes quedar aquí conmigo, solo estoy yo, aunque tu tío regresa en un mes del gabacho, aquí hay espacio pa´ que te quedes.
Las dos siguieron conversando sobre la posibilidad de que me quedara a trabajar, y, por ende, vivir en Yatareni cuando acabara mi carrera. A medida que seguían hablando, la posibilidad se hacía más real.
No niego que es un pueblo muy bonito, y si lo comparo con la ciudad de México, que es donde vivo, aquí no hay contaminación, hay más contacto con la naturaleza y la vida es más sencilla. Viéndolo bien, no hay mucha diferencia entre un lugar como este y los paisajes rurales de Japón. He visto tantos animes que transcurren en el campo japonés que, tan solo esa idea, fue la que me dio el primer impulso para quedarme aquí.
El problema es que, pienso que me voy a aburrir, porque al parecer, aquí no hay nada con que entretenerme. No hay cines, no hay salas de videojuegos, no hay centros comerciales, y no sé qué haré en mis ratos libres.
Honestamente, no me agradó mucho la idea de mi madre y mi tía, pero no quise contradecirlas, sobretodo porque la que parecía más emocionada con esa idea era mi tía precisamente. Así que, cuando mi madre confirmó que vendría a trabajar a Yatareni dentro de cuatro meses, acepté sin más.
Creo que estaré bien siempre y cuando encuentre algo con que entretenerme.
Comments for chapter "02"
QUE TE PARECIÓ?
Wow wow está interesante 🙂