Yatareni - Volumen 1 - 04
Me quedé helado por las palabras cortantes de aquella chica, tardé un poco en responder.
─Yo… lo siento ─me excusé─. No sabía que este lugar era propiedad privada… solo me refugié por la lluvia, pero si te molesta entonces me voy…
─No es propiedad privada ─respondió secamente─. Pero no importa, puedes quedarte en lo que pasa la lluvia.
Esto último lo dijo después de soltar un suspiro que, aparentemente no quiso que sonara tan obvio. Definitivamente no le agradó encontrarme ahí. Imagino que esta iglesia abandonada debe ser una especie de escondite para ella. Porque sí se notaba que de mala gana aceptó que me quedara.
Ella entró al recinto y se sentó recargada en una de las paredes, se quitó la mochila que llevaba para sentarse mejor, se acomodó la capa roja que llevaba y así se quedó, en posición de cuclillas.
Yo, inconscientemente, la imité al sentarme en la misma posición, pero en el muro de enfrente, de manera que quedamos uno frente al otro. Cuando me di cuenta de que estábamos en posiciones muy parecidas, ya no quise moverme de nuevo porque creí que algo como eso podría molestarla, pero no sé porque pensé eso.
Y ahí comenzó un silencio incómodo. Ella parecía sobrellevarlo bien, a ratos se giraba para ver la lluvia, y cuando nuestras miradas se cruzaban, durábamos así menos de un segundo y se desviaba a otro lado, ella no parecía sonrojarse ni nada por el estilo.
Pero yo sí.
Supongo que solo esperaba a que la lluvia pasara para que me fuera de ahí, y ella hiciera lo que fuera a hacer, por algo trajo esa mochila con esas herramientas.
Aprovechaba las veces que ella no me miraba para observarla bien, preguntándome, ahora que ya me daba cuenta, porqué estaría vestida de esa forma.
Entonces me percaté de que, aunque no sabía si era por su “cosplay”, se veía hermosa.
Su rostro lindo y perfecto, su color de piel, bastante claro para la gente que vive aquí, su cabello largo y negro del cual aún escurrían algunas gotas de lluvia, su cuerpo bien formado que portaba ese vestido negro.
Se que he visto antes un traje como ese en algún anime, pero no logro recordar cual.
Debería de tener alrededor de 20 años.
Fue un buen rato de escuchar solamente la lluvia cayendo sobre el lugar, hasta que comencé a fastidiarme de eso, y decidí tomar la iniciativa:
─¿Tú vives aquí? ─pregunté algo muy obvio, pero fue lo primero que se me ocurrió.
─Si ─respondió de manera desinteresada sin siquiera mirarme.
Mi intención era que diera una respuesta que permitiera continuar el hilo de la conversación, pero al parecer, no quiso hacerlo.
Bueno, tampoco es como si mi pregunta permitiera algo así.
Así que lo intenté de nuevo:
─Pues… yo no soy de aquí, vine de visita con mi madre porque ella nació en este pueblo… vino a arreglar unos papeles y…
─Aja ─respondió taciturna aun sin voltear a verme.
─Y pues… ─continúe a pesar de su evidente rechazo a la conversación─. En cuatro meses vendré a vivir aquí un tiempo porque voy a trabajar.
Esta vez, ni siquiera se molestó en responderme o hacer algún sonido. Probablemente ya ni siquiera me estaba prestando atención.
Que chica tan exasperante, era la primera vez que me sentía tan incómodo con una persona.
¿De verdad estaba tan molesta de que estuviera aquí? ¿No le habría costado más trabajo decirme simplemente que me fuera y ya, aun con este aguacero?
Afuera seguía lloviendo cada vez más fuerte, no veía la hora en el que, por lo menos la lluvia bajara un poco para poder irme de ahí.
Y como si alguien me hubiera escuchado, de repente comenzó a escampar.
Me levanté dispuesto a irme, pero antes de que me incorporara por completo, ella también se levantó, casi como si me hubiera seguido.
Otra vez fue incómodo. Creo que ambos lo pensamos al mismo tiempo.
─Yo… me tengo que ir ─dije secamente.
─Yo también me iré ─comentó ella también.
¿Qué? ¿Ya se va? Pensé que iba a hacer algo aquí, ¿Para que trajo entonces esa mochila, y lo que sea que tenga adentro?
Y se lo pregunté.
─Esto no es nada ─respondió un poco molesta─. Ya no importa.
Sabía que, aunque ella no me lo quería decir, ella sí planeaba hacer algo. Sea lo que fuere, ya no lo hizo porque yo estuve aquí.
Era de esperarse, no todos los días te encuentras un extraño invadiendo tu refugio privado.
─Yo… lo siento ─me disculpé─. Perdón por meterme aquí sin permiso.
─No te preocupes ─respondió, aunque me seguía dando la sensación de que estaba molesta, y supongo que, por eso, casi sin pensarlo, le dije:
─Te prometo que te lo compensaré cuando venga a vivir aquí.
Una frase tan extraña soltada tan de repente llamó su atención como no lo había hecho antes.
Creo que fue la primera vez que me miraba enserio.
─¿Compensarme?
─No se cómo ─le dije ya sin poder retractarme de lo que le acababa de decir, tengo la costumbre de hablar sin pensar antes─. No puedo hoy porque mañana regreso a la ciudad, pero cuando venga a vivir aquí, podré compensártelo, será cosa de que me digas cómo.
─No es necesario ─y sus labios formaron lo que me pareció una leve sonrisa.
Ella tomó su mochila y ambos salimos. Aunque ya no estaba lloviendo, aún seguía nublado.
─Tengo que irme ─le dije─. Te veré después… espero─. Y se lo dije sonriendo. Y sonreí hasta darme cuenta de lo fuera de lugar que estuvo decirle eso. Ni siquiera sé su nombre y ya estoy hablándole como si fuéramos amigos.
…Y hablando de su nombre…
Ese pensamiento me detuvo cuando ya estaba tomando camino para irme, así que me detuve, me volteé y le pregunté, otra vez sin pensarlo:
─¿Cómo te llamas?
─¿Eh?… ¿Yo? ─extrañada, guardó silencio por unos segundos y me respondió al final─: Mayra, me llamo Mayra.
─Mayra ─repetí en voz baja─: Entonces nos vemos después Mayra─ Y me alejé corriendo de ahí.
Cuando ya me había alejado y ya estaba de camino a la casa de mi tía, me pregunté por qué le dije aquello de que la compensaría. En qué estaba pensando.
Pero ya ni modo, lo dicho, dicho está.
****
Esperó unos minutos más hasta que estuviera completamente segura de que aquel extraño chico citadino no regresaría.
Cuando se aseguró de que no volvería, Mayra entró de nuevo a la iglesia abandonada, la observó como si fuera la primera vez que entraba ahí, dio un suspiro largo, dejó su mochila en la entrada y caminó hasta el fondo del recinto. Ahí, de uno de sus bolsillos sacó una hoja de papel de cuaderno doblado, sus arrugas daban a entender que tenía texto escrito en el. Era una carta.
La contempló por algunos segundos y su mente terminó viajando hasta el chico que acababa de conocer, pero del que no sabía ni su nombre.
Recordó sus palabras “Te prometo que te lo compensaré cuando venga a vivir aquí” se preguntaba por qué habría dicho algo así, no había necesidad de compensarle nada, no era como si invadir aquel espacio personal sin permiso fuera un gran crimen.
Por primera vez esbozó una leve sonrisa. Posiblemente ni siquiera era consciente de que estaba sonriendo.
Después de unos segundos, dejó la carta sobre una pila de basura que tenía enfrente, dio la vuelta y caminó dispuesta a irse.
Estaba por tomar su mochila de nuevo cuando algo la detuvo, un pensamiento que hizo que contemplara su mochila por un tiempo más de lo habitual, sobre todo al recordar el contenido dentro de ésta. Dudaba. Otra vez su mente divagó hasta recordar la “promesa” que le hizo aquel chico y entonces se dijo a si misma:
─Será otro día, pero hoy no.
Acto seguido, tomó la mochila, se la cargó al hombro y abandonó la iglesia.
****
Al día siguiente, por la mañana, mi madre, ya con su acta de nacimiento certificada y yo volvimos a la ciudad.
No lo sabía en ese momento ni me lo preguntaba, pero muy dentro de mí, ya estaba deseando que pasaran los cuatro meses para poder venir a Yatareni a trabajar, pero, aunque no quería admitirlo o no me daba cuenta, todo era porque quería volver a ver a Mayra, la chica de la capa roja y el vestido negro. Creo que me dejó impresionado, pero no sabría explicar por qué, ¿Será por su vestimenta tan peculiar que me recuerda a la típica protagonista de anime? ¿Por qué vestía de ese modo? ¿Acaso era otaku? ¿Hay otakus en Yatareni?
Y no creo que haya sido por esa “promesa” que le hice, creo que al final eso fue solo un pretexto, seguramente cuando la vea de nuevo ya se le habrá olvidado.
Al menos eso espero, porque no sé qué hacer si resulta que aún se acuerda.
Comments for chapter "04"
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