Yatareni - Volumen 1 - 05
Al inicio no sabía por qué, pero, aunque ya habían pasado varios días desde que volví de Yatareni, no dejaba de pensar en Mayra, pero no de manera romántica. Admito que es linda, y pienso que, me llamó poderosamente la atención su manera de vestir.
Supongo que es porque tengo la idea de que a ella le gustan esas cosas del anime así como a mí.
Y entonces se me ocurrió buscarla en cierta red social muy popular en todo el mundo.
Quiero pensar que hasta en un pueblo como Yatareni, debe de haber gente que tenga una cuenta ahí, o más bien, eso esperaba.
Si tengo suerte en encontrarla, podría mandarle un mensaje, aunque no estoy seguro de que acepte.
Para empezar, no estoy seguro de poder encontrarla ahí.
O, mejor dicho, ni siquiera estoy seguro de que tenga una cuenta ahí.
O, más bien, ni siquiera sé si es correcto hacerlo.
Pero no pierdo nada con buscarla.
Esta red social tiene un “Buscador de amigos” con el cual puedo localizar a cualquier persona en el mundo siempre y cuando tenga una cuenta asociada.
Sólo tengo que poner algunos datos como el nombre, el lugar de residencia y la edad.
Los dos primeros los tengo, pero para el tercero, supongo que tendré que tantearle un poco.
Así que puse en el “Buscador de amigos” el nombre Mayra. Ojalá logre algo porque no tengo los apellidos. Como es un pueblo chico, dudo que haya otra Mayra viviendo en Yatareni.
En “Lugar de residencia” escribí: Población de Yatareni, Municipio de Sayula, Estado de Puebla.
Y la edad, como calculé que tendría unos 20 años de edad, esa cifra puse.
Sorprendentemente funcionó, o eso creo.
Me arrojó un resultado. Una chica llamada Mayra Páez que vive en Yatareni y que tiene 20 años de edad.
Viendo su foto de perfil deduje que era ella.
No llevaba la capa roja ni el vestido negro de aquella vez. Era una foto normal, es decir, con ropa casual, y con el cabello atado con una cola de caballo.
Pero se parecía demasiado a la chica que yo vi. Tenía que ser ella.
Estuve varios minutos armándome de valor para enviarle un mensaje. No me atrevía, pensaba cosas como “¿Y si me bloquea? ¿Y si no se acuerda de mí?”
Después de un buen rato de pensarlo, al final, ignoré todos esos pensamientos y le di a “Escribir mensaje”
Y escribí:
“Hola, me llamo Eliseo Torres Cruz, soy el chico que viste en la iglesia abandonada en la cima de un monte en Yatareni hace unos días mientras estaba lloviendo. Espero que te acuerdes de mí, bueno, espero que seas la chica de aquella vez, saludos”
Solo puse lo primero que se me ocurrió, si perdía el tiempo pensando en un buen mensaje, se me iría el valor.
Ya sólo queda esperar a que conteste. Ojalá que no me bloquee o algo así.
Y la respuesta llegó unas horas después cuando me “asomé” a ver qué había pasado.
Sentí que mi corazón aceleraba durante los últimos segundos antes de ver su respuesta.
Y Mayra Páez me envió este mensaje:
“Hola Eliseo, lo siento pero no te conozco, creo que me confundes con otra Mayra”
Además, estaba conectada en ese momento.
─¿No es? ─me dije sorprendido─. Pero se parece demasiado a la que Mayra que yo conocí.
Volví a revisar su foto de perfil.
Excepto por la vestimenta, era idéntica a la chica que yo vi en la iglesia aquella ocasión.
Lo más probable es que si sea ella, pero quizá me está mintiendo y me imagino que lo hace por motivos de seguridad.
Y si, tratándose de alguien que violó su espacio personal, es comprensible.
Siendo así, creo que no lograré nada con ella.
Lo que menos quería era parecer un acosador, quizá no debí mandarle nada. Me siento como un idiota.
Así que decidí seguirle el juego, o, mejor dicho, disculparme antes de que el problema creciera:
“Perdona entonces, creo que te confundí, gracias de todos modos”
Fue lo que escribí antes de cerrar mi sesión.
Pero no la cerré, porque vi que ella aún estaba escribiendo.
Podría ser un “No te preocupes” o algo así, no era tan relevante.
Pero sí lo fue. Y honestamente no me esperaba un mensaje así:
“Si quieres puedo ayudarte a encontrar a la chica que buscas”
****
Siguiendo las instrucciones de Eliseo, Mayra Páez se encaminó hacia el cerro donde estaba aquella iglesia abandonada, y donde podría encontrar a aquella chica.
Dudaba un poco de aquello que le dijo el tal Eliseo, acerca de que había una chica idéntica a ella físicamente.
Fue por esta razón principalmente, por la cual aceptó ayudarlo a localizarla.
Ella no lo sabía, pero ese día, el hecho de que el cielo estuviera nublado, le daría la oportunidad de darse cuenta de que todo era cierto.
Y tal y como Eliseo le dijo, en la cumbre del cerro, rodeada de bastante vegetación, estaba aquella iglesia abandonada.
Sintiendo la misma curiosidad que el chico, la chica caminó lentamente y admiró la estructura.
─Pensar que un lugar como este estaba aquí ─murmuró la chica sonriendo─. No estaría mal para una prueba de valor.
Pero a diferencia de Eliseo, Mayra no entró, y eso fue porque oyó la voz de alguien más.
Y al voltear, las dos se llevaron una sorpresa tremenda.
Para Mayra Páez fue como verse en un espejo, pero con otra vestimenta, aunque la imagen reflejada se moviera independiente de ella.
Por la mente de Mayra, la recién llegada, cruzaron pensamientos fugaces a gran velocidad intentando hacerle entender lo que estaba pasando. Casi todas interpretaciones basadas en ciertas animaciones orientales que la chica estaba acostumbrada a ver.
Pero estaba pasando.
Las dos chicas eran idénticas, tanto físicamente, como en complexión, estatura y color de piel.
La únicas dos cosas que las diferenciaban eran:
La primera, que ambas estaban vestidas de manera radicalmente distinta. Mayra aun llevaba el conjunto que lució cuando se encontró con Eliseo. Aunque el vestido negro estilo victoriano que llevaba esta vez era distinto, pero la capa roja era la misma.
Además, ya no llevaba su mochila con sus herramientas como aquella vez.
Mayra Páez llevaba una ropa casual, típica de un citadino, chaqueta de mezclilla color azul claro que, hacia juego con unos jeans del mismo color, una playera grisácea y unos tenis blancos.
La segunda diferencia, era que, aunque ambas tenían el mismo color de cabello con la misma longitud, Mayra Páez lo llevaba anudado con una cola de caballo, y la otra Mayra lo llevaba suelto.
Por la impresión que se llevaron, las dos se quedaron sin palabras por unos segundos, hasta que Mayra Páez tomó la iniciativa:
─¿Q-quien eres… tú?
─Yo… te pregunto lo mismo ─respondió tartamudeando la de la capa roja al tiempo que la señalaba─. ¿Por qué te pareces tanto a mí?
─Ese chico tenía razón ─murmuró Mayra Páez─. Pero no pensé que nos pareciéramos tanto.
Se acercaron lenta y curiosamente, a medida que se movían, sus pasos parecían estar reflejados una con la otra, pero no se percataron de ello.
Llegaron a unos treinta centímetros de distancia una de la otra y cada una levantó su mano derecha y la posó en la mejilla izquierda de la otra con mucha suavidad.
Quizá ambas creerían ver un fantasma.
─¿Por qué nunca te había visto en el pueblo? ─le preguntó la Mayra de la capa roja a la otra.
─Acabo de mudarme ─respondió─. Hasta hace una semana más o menos, estaba viviendo en Sayula.
Y esta a su vez preguntó:
─¿Cómo te llamas?
─Mayra.
─No me jodas, ¿también te llamas Mayra?
─¿Qué? ¿Tú igual te llamas Mayra?
─¿Mayra qué?
─Mayra Palacios
─Yo soy Mayra Páez.
Era algo virtualmente imposible, ¿eran idénticas hasta en el nombre y la primera silaba de su apellido?
Y por la cabeza de las dos pasaron un montón de ideas que intentaron darle explicación, desde padres infieles en el caso de Mayra Páez, hasta clonación extraterrestre, en el caso de Mayra Palacios.
─¿Tú también vives aquí en Yatareni? ─preguntó Mayra Páez
─Si ─respondió Mayra Palacios─. Toda mi vida he vivido aquí, pero nunca te había visto.
─Te acabo de decir que yo vivía antes en Sayula ─dijo─. ¿Qué no me pusiste atención?
Luego de unos segundos, Mayra Páez recordó a qué había venido.
─Ah,… es verdad, alguien me envió porque te estaba buscando.
─¿Me estaban buscando? ─preguntó tímidamente la de la capa roja.
─Es un chico de la ciudad ─comentó─. Se llama Eliseo, dijo que te conoció aquí en esta iglesia en un día lluvioso.
─Ah… ese chico ─murmuró la Mayra de la capa roja desinteresadamente.
─Quería ponerse en contacto contigo y me mandó un mensaje a mi creyendo que eras tú.
─¿Un mensaje?
─Por la red social, ya sabes, la que se ha vuelto muy popular últimamente.
─Ah ─dijo─. Yo no tengo cuenta ahí. Yo la borré.
─¿Por qué?
─Eh… por nada ─respondió haciéndose la desatendida.
─Entonces, ¿no hay manera de que te pongas en contacto con él?
─Él dijo que vendría en cuatro meses a trabajar aquí ─comentó mientras esbozaba una leve sonrisa─. Ya tendrá oportunidad de hablar conmigo.
****
Días después, Mayra Páez me envió un mensaje gigantesco, el cual podría dividir en dos partes:
En una primera parte me contó todo lo que sucedió cuando se encontró con la otra Mayra en la iglesia abandonada.
En la segunda parte me contó lo impresionada que estaba de que las dos se parecieran tanto.
Según ella, la otra Mayra también estaba igual de impresionada.
Ella me envió una foto que se tomó con la otra Mayra el día que se conocieron y me la envió.
Una selfie que se tomaron en el que, aparentemente, Mayra Páez obligó a la otra a posar.
Y sí, eran idénticas.
Jamás se habían visto, no eran parientes, pero se parecían bastante.
Recuerdo haber escuchado, y esto se lo dije a Mayra Páez, que hay una teoría que dice que tenemos siete gemelos en todo el mundo.
Pero que hasta en el nombre se parezcan ya es algo bastante peculiar.
Porque eso también me recordó el caso en un programa que veía hace años, en el que se contaban cosas increíbles, y expusieron la historia de una niña que envió un globo con un mensaje y este mensaje llegó a kilómetros de distancia a casa de una niña idéntica a ella, tenían el mismo nombre y complexión, y hasta las dos tenían de mascota un conejo con el mismo nombre, entre otras coincidencias. Pero nunca se habían visto ni se habían conocido hasta ese momento.
Me pregunto si habrá una explicación racional a esto.
Lo malo de todo esto es que la Mayra que yo buscaba no tiene cuenta en aquella red social, así que no podré comunicarme con ella.
Ocasionalmente hablaba con Mayra Páez, ella acababa de mudarse a Yatareni, sin embargo, todavía pasaba mucho tiempo en Sayula por algunos asuntos pendientes que tiene ahí.
Ella es la que me cuenta cosas acerca de su gemela, que es muy solitaria y pasa todos los días lluviosos en aquella iglesia abandonada, de modo que casi no hablan mucho.
Hablando con ella me doy cuenta de que su vestimenta y su peinado no son las únicas diferencias entre ellas.
Habrá que esperar entonces hasta que me mude a ese pueblo y pueda verla de nuevo.
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