Yatareni - Volumen 1 - 13
Y así fue. En el poblado de Ihuatzio, todos nos reunimos temprano en la mañana.
Este pueblo está a unos veinte minutos de Yatareni en bicicleta. Mi tía hizo el favor de prestarme una que era de su hija, o sea, mi prima, pero que ya no usa porque ya no vive aquí.
De hecho, muchos aquí usan la bicicleta para trasladarse entre pueblos, porque no mucha gente tiene autos. Se usa el auto o el transporte público para ir a lugares más lejanos como a Sayula, la cabecera municipal que queda a casi una hora en bicicleta.
Pero a pesar de usar la bicicleta, Mayra y yo fuimos los últimos en llegar.
Para cuando llegamos ya habían subido todas las cosas a la camioneta de la hermana de Angelina, ya solo nos estaban esperando a nosotros.
─Lo siento, se nos hizo tarde ─me disculpé junto con Mayra─. Esta chica se quedó dormida y tardó en prepararse, así que tuve que esperarla.
─No era necesario que me esperaras, te lo había dicho ─respondió─. Yo también sabía cómo llegar.
─Si no fuera por mí, aun seguirías dormida ─repliqué─. Por algo tu papá me pidió que fuera a recogerte a tu casa.
Mencioné al arquitecto porque, durante la semana le platiqué sobre nuestra excursión a la playa, y antes de que yo pudiera decir algo, él mismo me animó, y de cierto modo “obligó” a Mayra a ir con nosotros. Él, y también yo, sabíamos de sobra que Mayra jamás habría querido ir por su propia cuenta. Supongo que él pensará que unos amigos como nosotros le cayeron muy bien a su hija la solitaria.
Pero olvidamos el asunto rápidamente y observé la camioneta de la hermana de Angelina, una camioneta Urban del año, es raro ver vehículos como ese por acá.
─¿Nos iremos en esta camioneta? ─pregunté.
─Así es ─respondió Angelina hablando como si fuera una agente de ventas─. Llegaremos en unas dos horas.
─Pero también haremos una escala en el mercado de Sayula para comprar la comida y otras cosas ─intervino Claudio.
─Y unos trajes de baño ─comentó Martina.
─Es lo que iba a preguntar ─exclamó Mayra un poco apenada─. No tengo un traje de baño, pero mi papá me dio dinero para comprarme uno.
─Te ayudaremos a escoger uno ─le dijo Guadalupe.
─Su hermana saldrá en un momento ─anunció Gibrán─. Dejen sus bicicletas en el patio, se quedarán aquí. Suban sus cosas en la camioneta, aún hay espacio.
Y así lo hicimos.
Cuando la hermana de Angelina salió, nos pidió que nos subiéramos al vehículo.
Era una chica de unos 28 años más o menos. Se parecía bastante a su hermana, a decir vedad, era como ver a Angelina con esa edad.
Se notaba a leguas que ella misma se ofreció a llevarnos a la playa porque ya desde ese momento estaba usando ropa ligera y lentes de sol.
─¿Son todos? ─preguntó.
─Así es ─respondió su hermana.
─Ok, vámonos.
Después de subirse al asiento del conductor, ella se disculpó por no haberse presentado antes.
Su nombre es Evangelina.
Llegamos al mercado de Sayula en aproximadamente veinte minutos porque la camioneta iba a gran velocidad en una carretera donde casi no transitan carros. Durante ese tiempo, los chicos y yo nos pusimos de acuerdo para que, al llegar al mercado, nos dividiéramos para comprar todo lo que hacía falta, así que cada uno ya sabía qué tenía que comprar. La única que no fue a comprar fue Mayra, que, por alguna razón, no quiso entrar al mercado.
Por cierto, era la primera vez que iba a la cabecera municipal. Sayula es un pueblo igual de rural que Yatareni, solo que mucho más grande, y también hay algunas cosas que no hay ni en Yatareni ni en los otros pueblos, como el mercado, un teatro al aire libre, algunos museos regionales, escuelas secundarias y una preparatoria.
Mientras Evangelina nos esperaba en la camioneta, nos dividimos en tres grupos. El grupo de las chicas se dirigió directo hacia el área de la ropa para mujeres para escoger sus trajes de baño, y también para comprar algunos salvavidas. Tuvieron que obligar a Mayra a que las acompañara para que eligiera su traje de baño, y ella aceptó, pero evitaba pasar por algunas partes del mercado, y nunca dijo por qué.
Gibrán y yo nos dirigimos al área de las bebidas y compramos algunos refrescos de tres litros cada uno.
Claudio y Guadalupe, la única chica que no se juntó con las otras porque ella sí llevaba su traje de baño, se dirigieron a la zona donde venden las botanas y compraron muchas bolsas de papas fritas, totopos y otras cosas.
Por lo que sé, Gibrán también le ordenó que consiguiera, según sus palabras “la sandía perfecta”
Y supongo que sí era perfecta porque cuando Gibrán la vio, dio su aprobación.
Ahora comenzaba el verdadero viaje a la playa.
Durante todo el camino los chicos se la pasaron cantando canciones en japonés, asumo que openings de anime porque reconocí algunas, pero Mayra y yo no los acompañamos en eso.
Yo me entretenía viendo el paisaje que pasaba frente a mis ojos. Todo este lugar, sus sierras, sus bosques, sus montañas, sus pueblos, su gente, todo es tan hermoso.
Había visto paisajes como estos en películas y fotos pero siempre me enteraba que estaban en lugares lejanos como Europa.
Aquí no hay villas alpinas que se yerguen sobre campos de flores inmensos y tienen como fondo montañas nevadas, pero todo lo que vi es igual de hermoso.
Cuesta trabajo creer que en este país haya paisajes así, pero los hay.
Me imagino que Mayra también estaba viendo todo esto.
Al llegar a la playa, las chicas se cambiaron los trajes en el lugar indicado para ello y aparecieron frente a nosotros.
Para ser chicas pueblerinas, escogieron trajes de baño muy exuberantes, excepto el de Mayra, la cual, a pesar de tener el traje de baño puesto, no se quitó la capa. También llamó la atención que su traje de baño era completamente negro con bordados que me hacían recordar los vestidos góticos que siempre usa.
Quería preguntarle por qué nunca se quita la capa, pero pensé que no sería buena idea, sus razones tendrá.
─Si esto fuera un anime ya estaría escupiendo sangre por la nariz ─murmuró Claudio al ver a las chicas un poco ansioso.
─Que bueno que no lo es ─comenté─. Y ten cuidado, porque una de ellas es menor de edad.
─Yo no soy lolicon ─replicó─. Jamás atentaría contra la pureza e inocencia de una “loli”.
─Solo que esta “loli” no es tan pura ni inocente que digamos ─dijo a modo de broma Angelina.
─Cállate ─intervino Martina.
─Yo prefiero mujeres como esa ─argumentó Claudio mientras señalaba a Evangelina, la cual estaba llegando. Era la única que usaba un traje de baño de dos piezas, o, mejor dicho, un bikini.
Hasta ese momento me di cuenta de que era muy hermosa. Si quisiera podría hacer modelaje y ganar mucho dinero.
Pero bueno, supongo que es inalcanzable, para mí y para todos, o eso me dio a entender Claudio.
Además, según su hermana, ya tiene novio, y planean casarse el próximo año.
Lo primero que hicimos, fue, entrar a la playa a jugar un rato. Tuvimos cuidado de no meternos hasta dentro por la marea.
Afortunadamente en esa zona de la playa no había mucha gente.
El agua estaba fría al inicio, pero luego de unos minutos uno se acostumbra.
Martina era la única que estaba usando un salvavidas, tenía un poco de miedo de meterse al agua, pero Guadalupe y Angelina la ayudaban.
Se acostumbró rápidamente, pero aun así, no quiso separarse de las chicas.
Mientras tanto, Gibrán y Claudio estaban formando un castillo con arena.
Pero reconocí que no era cualquier castillo, era una fortaleza que me parece haber visto antes en un anime. Todo iba bien hasta que una ola rompió muy adentro y destruyó todo su trabajo.
Y entonces me percaté que Mayra estaba un poco más alejada. Caminaba como en círculos mirando al suelo.
Cuando me acercaba para preguntarle qué estaba haciendo, vi que recogió algo del suelo.
Era una concha.
Siguió caminado por otro lado y recogió otra.
Me acerqué y me ofrecí para poder ayudarle a recoger conchas, pero no quiso.
─No sabrías cuáles son las que necesito ─argumentó.
─¿Qué tienen de especial esas? ─le pregunté.
─Esto ─y tomando una, la acercó a mi oído, yo sólo escuchaba el aire escapando de la concha.
─¿Qué oyes? ─me preguntó.
─Nada ─respondí.
─¿Cómo que nada?
Ella se puso esa misma concha en el oído y me dijo:
─Se oye el mar.
─Pero si ya estamos en el mar ─repliqué─. ¿Cómo sabes que ese ruido viene de la concha?
Me dio otra concha que había levantado, me la puse en el oído y de nuevo no oí nada, creo.
Caminamos unos metros más hasta que Mayra vio algo que llamó su atención a tal grado que fue por aquello corriendo.
Era una concha aún más grande, de unos veinte centímetros de diámetro quizá.
─Pues veremos si oyes esto ─me dijo y acto seguido intentó soplar la concha por una parte angosta que tenía, pero no pudo porque el aire que ella soplaba no tenía por dónde salir.
Entonces entendí lo que quería hacer.
Me parece que esas conchas como la que ella recogió las usan los danzantes que bailan en el zócalo de la ciudad de México. Ellos saben cómo soplar para que salga el característico sonido.
Le pedí la concha a Mayra y ella me la entregó sumamente cansada y mareada de tanto soplar.
Después de analizarla, descubrí dónde tenía que soplar y cómo hacerlo, así que eso hice y se escuchó un sonido potente por toda la playa. Por unos momentos todo el mundo me miraba, y eso me incomodó un poco.
Le regresé la concha a Mayra diciéndole que después le enseñaría a soplarla.
Después de una hora más o menos, Gibrán nos llamó a todos para que hiciéramos la dinámica de la sandía.
Lo que haríamos seria partir la sandía con un palo, lo típico en los animes.
Aunque esta tradición no es específicamente exclusiva del anime. Me imagino que es una tradición japonesa.
Esta dinámica consiste en lo siguiente: Se pone la sandía en el centro de una tela, lona o toalla y le vendan los ojos a alguien. Se le dan tres vueltas al susodicho para despistarlo y después intentará romper la sandía con un palo, teniendo un tiempo límite de tres minutos. Gana la primera persona que lo consiga.
Es más o menos como cuando rompemos la piñata en las posadas decembrinas.
Ahondando más a fondo, Gibrán nos explicó que ese juego se llama Suikawari y que existe incluso una asociación que promueve el juego y estableció algunas reglas, pero que no íbamos a usarlas aquí de todos modos.
Como Mayra y yo éramos los nuevos, se decidió que yo pasaría primero a intentar romperla y después le tocaría a Mayra.
Así que me vendaron los ojos, me dieron un palo, y di tres vueltas sobre mí mismo.
De verdad esto se sintió como cuando uno trata de romper la piñata en las posadas.
Y más porque, a pesar de que me daban indicaciones, que no sabía si eran del todo ciertas, no logré asestarle ni un golpe a la sandía.
No soy bueno para estas cosas.
La siguiente fue Mayra. Le vendamos los ojos y ella intentó dar golpes a la sandía, solo que ella estaba agitando la vara como si le pegara al aire. Lo golpeaba todo menos la sandía.
Parecía que en realidad no la estaba buscando.
Como caminaba mucho, le dimos mucho espacio, no vaya a ser que nos golpeara a nosotros.
Al final terminó por tropezarse con la sandía y así la rompió.
Fue muy gracioso, pero traté de contener la risa mientras corría a ayudarla.
Después, pedimos prestadas unas sillas playeras y nos sentamos a descansar mientras comíamos la sandía, las botanas y el refresco que teníamos.
La hermana de Angelina permanecía relativamente cerca de nosotros, descansando recostada en una silla playera que mandó alquilar con sombrilla, mientras tomaba algo de jugo de naranja y cerveza.
Usaba unos lentes de sol y un sombrero ligero que combinaba con su bikini decorado con flores.
Realmente parecía una modelo promocionando algún calendario de verano, excepto por el detalle de que estaba leyendo un manga.
Si, ella también es otaku.
Pero aun así, ella no se unió a nuestros juegos.
Además, ya estaba cabeceando, pronto se quedaría dormida.
Y entonces a Gibrán y a Claudio se les ocurrió despertarla.
Así que los chicos conspiraron para llevar a la fuerza a Evangelina a la playa.
Su hermana, Guadalupe y Claudio la tomaron de las manos y la invitaron “amistosamente” a que fuera a la playa. Pero la hermana de Angelina adivinó sus intenciones e intentó zafarse.
Gibrán y Martina se unieron en la refriega y Evangelina ya no pudo evitarlo.
Llegaron a la playa y ahí la empujaron para que cayera de lleno al agua.
Evangelina entonces intentó vengarse haciendo lo mismo con su hermana y los demás chicos y de esta manera el juego se reanudó con una integrante más.
Solo entonces Mayra y yo nos unimos.
Ni Mayra ni yo participamos en la conspiración de Evangelina porque siento, o al menos, eso pensaba yo, que aún no los conozco lo suficiente como para tomarme ese tipo de confianzas.
Y Mayra pues… es Mayra.
Al atardecer, levantamos nuestras cosas y nos cambiamos.
Mientras subíamos todo a la camioneta, Gibrán parecía aún más feliz de lo normal, porque, según él, hicimos todo lo que se hace en un anime cuando van a la playa. Aunque yo no tuve esa impresión.
Sólo partimos la sandía, y de una manera incorrecta, pero hasta ahí. De hecho, además de eso, no hicimos otra cosa más que comer botanas y jugar en la playa. Y también Mayra y yo recogimos conchas, pero nada más.
Sin embargo, al final del día, fue un buen paseo.
En el camino de regreso a Yatareni los chicos se quedaron dormidos. Todos estábamos cansados. Yo era el único que no dormía.
Solo me limité a admirar el paisaje de nuevo. No me percaté al inicio de que la chica de la capa roja dormía sobre mi hombro.
Y ahí entendí que, partir la sandía no fue lo único de un anime que hicimos ese día.
Comments for chapter "13"
QUE TE PARECIÓ?