Yatareni - Volumen 1 - 15
El fin de semana siguiente, a la hora acordada, el equipo de SPEED esperaba reunido a las puertas de la obra, a que el arqui, nos diera permiso de entrar.
Como era domingo, no estaban la mayoría de los trabajadores. Solo unos pocos haciendo cosas menores. Es posible que precisamente por eso, haya aceptado dejarlos pasar.
El papá de Mayra llegó y llamó a uno de los chalanes para que nos trajera el número de cascos y chalecos necesarios, y después de comprobar que todos tuviéramos botas industriales, nos los repartió.
Gibrán se contempló a sí mismo y se tomó una foto con su celular. Presumía de parecerse al protagonista del anime de los arquitectos.
Enserio ¿Qué anime es ese? No lo conozco.
Y Mayra… pues, se veía más que curiosa usando la capa roja y su vestido negro junto el casco y el chaleco de construcción.
─Les explicaré todo lo que hacemos aquí ─nos dijo el papá de Mayra─. Pero no se separen de mí, y no se acerquen demasiado a las máquinas o a las fosas.
El arquitecto mandó llamar a otro chalán, y le pidió que le trajera los planos, éste fue corriendo, y regresó con un conjunto de hojas tamaño doble carta donde imprimieron los planos para hacerlos “portátiles” ya que los verdaderos planos, que son más grandes, estaban en la caseta donde el papá de Mayra tiene su oficina.
Nos dio los planos para que fuéramos viendo todo lo que estaban construyendo, y lo que van a construir.
Para ese momento, la obra apenas iba “despegando” por decirlo así. En un terreno inmenso, de unos 3000 metros cuadrados, según nos explicaría el arquitecto, estaban apenas desplantando la losa de cimentación.
Apenas llevaban una tercera parte de la losa finalizada, de la cual salían las varillas de acero que formarían las futuras columnas. Otra tercera parte estaba todavía formada únicamente por varilla de acero que se entrelazaba para formar el soporte interior de la losa. Y una tercera parte aún no había sido excavada. Una máquina estaba ahí sacando la tierra y echándola a un camión de volteo. Cuando este se llenaba, salía y entraba otro para ser llenado y así sucesivamente.
En otra parte, un grupo de albañiles, comandado por un oficial herrero, doblaba y formaba a gran velocidad las varillas y estribos para las columnas y el resto de la losa de cimentación.
Y otro grupo más de trabajadores, liderados por un oficial carpintero, formaba la cimbra, es decir, el recubrimiento de madera para ponerla más adelante alrededor del acero y así recibiera el concreto.
El arqui nos explicaba cuánto de concreto se usaba y de qué resistencia, cuánto de varilla y de qué diámetro. Naturalmente esta explicación era sólo para mí, que lo entendía porque estudié eso, los demás no entendieron del todo esas fórmulas, aunque tampoco es como si estuvieran prestando atención.
Finalmente llegamos a otro agujero donde aún no había nada, excepto un charco enorme de agua sucia que parecía no tener profundidad. Observando con cuidado, vimos que de una parte del charco, brotaba el agua, como si naciera de ahí mismo.
El arquitecto nos explicó que en ese lugar planeaba construir las cisternas de agua potable y la cisterna contra incendio, pero se encontraron con un manto acuífero. Aun no sabían qué tan grande era, pero por ahora lo que iban a intentar era sacar el agua con una bomba.
Para los demás chicos de SPEED todo esto era impresionante, y aunque ya conocía todo esto, yo igual me impresioné.
La arquitectura siempre ha sido algo complejo para mí porque parece que tiene mucha diversidad. Se puede trabajar de muchas cosas y hay veces en las que no sé por dónde debería de moverme. Pero la realidad es que, aunque admito que es algo impresionante, y en ocasiones hasta bonito, más adelante descubrí mi verdadera vocación.
Cuando salí de esos pensamientos, vi que todos aún seguían observando el agua saliendo del manto acuífero.
Y entonces Mayra lo dijo. Mencionó aquello que encendió una mecha en mi cerebro:
─Esto parece como esos portales de los animes que llevan a mundos de fantasía.
Después de escucharla, volví a ver el agua y ahí me vino una idea, una idea que estaba buscando desde hacía bastante tiempo.
Esto nunca se lo he platicado a nadie porque me da mucha pena y porque también no sé cómo revelarlo, pero soy escritor, o al menos soy el intento de uno. Siempre pensé en escribir algo que, debido a la influencia del manga y anime que he visto a lo largo de los años, terminaría por ser algo parecido a las novelas ligeras japonesas. Algo que la gente de nuestros círculos llama de manera no oficial, Novela Ligera Hispana. Básicamente se trata de una novela con un estilo narrativo sencillo y con algunas ilustraciones, o al menos esa es mi idea.
Había pensado en muchas historias y de ellas trataba de elegir alguna que tuviera el potencial suficiente como para poder ser escrita sin que en algún momento me quedara sin ideas o se volviera demasiado compleja para mí. Y, bueno, como el género isekai del anime es mi favorito y por ende, el que más conozco, planeé que mi novela fuera de esa temática.
Para la gente ajena a este mundo, el género isekai, consiste en un protagonista de nuestro mundo que es invocado a otro, por lo general de fantasía. El mercado de novelas ligeras japonesas está saturado de este género, a tal grado que se tiene el prejuicio de que, escribir isekai es sinónimo de falto de originalidad, sobre todo por el hecho de que la gran mayoría de las novelas de este género tienen los mismos clichés.
Yo entiendo eso muy bien, por eso veo mucho anime isekai, para saber qué es lo que NO debo de escribir en mi novela, porque busco algo más original. Ya había desarrollado en mi cabeza con el paso de los años una buena historia, pero me faltaban algunos detalles con los cuales no podía arrancar, o, mejor dicho, finalizar la novela. Y desde que llegué a Yatareni casi no me he dedicado a ella porque estoy muy acostumbrado a escribir en computadora y mi tía no tiene ninguna. Tampoco puedo escribir en la oficina del arqui porque corregir los planos me toma bastante tiempo, ya que siempre hay algo que cambiar. De hecho estaba considerando la posibilidad de comprarme un cuaderno y escribir todo ahí, aunque será una lata pasar todo eso a computadora después.
Pues bien, ya solo me faltaba un cierto detalle para poder unir todos los cabos sueltos y poder progresar de manera tremenda en la novela al punto de casi acabarla por completo, y ese detalle me lo dio la frase de Mayra.
Estaba muy feliz, pero no se lo dije a nadie y no lo hice notar mucho para que no tuviera que decirles todo esto. Podría decir muchas cosas que se me ocurrieron después de esto, pero prefiero guardármelas por ahora, mi cabeza estaba trabajando a full.
Luego de un rato, el papá de Mayra y los chicos volvimos a la caseta donde tenían el material, herramientas y todo lo demás.
Era una oficina improvisada con tarimas, hules que fungían como ventanas y cosas igual de rudimentarias. Naturalmente tenía que ser temporal, porque cuando la obra avanzara, se tenía que desmontar y armar en otro lado. No era muy distinta de la iglesia que nosotros acondicionamos.
Solo la parte donde estaba el escritorio del arquitecto, algunas copiadoras e impresoras, su laptop y otras cosas parecía algo más arreglada. Pudimos ver que ahí también tenía en una repisa, algunas figuras de anime, y también había algo que no había en su oficina en el pueblo: la foto de una mujer. Por el tamaño de la foto, adivinamos que no se trataba de cualquier mujer y la lógica nos dijo que se trataba de su esposa, es decir, la madre de Mayra.
Porque sí se parecía a su hija, aunque la otra Mayra se parece más a ella de hecho.
Era una foto sólo de rostro, de una mujer de alrededor de 30 años, vestida de manera casual y sonriendo de una manera tal que podría contagiar su sonrisa. Por el tipo de fotografía nos dimos cuenta que era algo antigua.
Aunque ya sabíamos de quién se trataba, Martina se animó a preguntar sobre la identidad de aquella mujer.
─Es mi esposa ─respondió el arquitecto.
─¿Y ella no está aquí en Yatareni? ─preguntó Guadalupe.
Ahora que lo mencionan, jamás la he visto ¿no vivirá aquí?
El arquitecto guardó un profundo silencio y al final pronunció seriamente:
─Si, ella está aquí.
Noté que Mayra actuaba de forma extraña, como si estuviera incómoda. Pensé que era algo normal en ella hasta que vi que su papá también actuaba de la misma forma. ¿Se habrán divorciado?
─¿Pasa algo? ─pregunté al verlos.
Mayra hizo una larga pausa, me pareció que hasta tragó saliva y dijo al fin:
─Ella ya falleció.
Ahora los que se sentían incomodos éramos nosotros.
Inmediatamente nos disculpamos con los dos, pero Mayra y su papá no le tomaron mucha importancia.
─No lo sabían de todos modos ─comentó el papá de Mayra.
Y entonces, para eliminar la incomodidad, Gibrán cambió de tema:
─Me sorprende que usted sea aficionado al manga y al anime. Pude darme cuenta al ver sus figuras la vez que fuimos a su oficina para pedirle permiso de venir, pero hasta ahora quise preguntárselo.
─Pues lo soy aún de cierto modo ─respondió─. Pero todo fue por mi esposa.
Nadie se esperaba que el papá de Mayra mencionara de nuevo a su esposa fallecida, y ahora Gibrán no sabía cómo continuar la conversación sin sentirse incómodo.
─De hecho─ continuó─. Dentro de pocos días será el aniversario de su muerte…
Ok, nosotros ya no tocamos el tema por respeto pero parece que él sí quiere seguir hablando de ella.
─…Y me gustaría que nos acompañaran.
Esperen… ¿Qué? ¿Nos está invitando? ¿A un montón de desconocidos a algo que debería ser privado? ¿A algo que debería de asistir sólo su familia cercana?
─¿De verdad nos está invitando? ─preguntó incrédulo el líder de SPEED.
─Si ─respondió.
─Es… un honor ─dije─. Creo… pero ¿Por qué? Es decir… a este tipo de cosas solo deberían ir usted y Mayra porque son su familia, pero nosotros no tenemos nada que hacer ahí.
─Esto lo hago por ella ─respondió─. Les aseguro que a ella le habría gustado así.
─Bueno ─dijo Gibrán sonriendo─. Será un honor acompañarlo ese día.
Y después de eso, le agradecimos al arqui por el “tour” por la obra y por invitarnos al aniversario luctuoso de su esposa, devolvimos los cascos y chalecos y nos despedimos.
Por cierto, la arenga de despedida la hicimos cuando salimos de la obra, no creo que hubiera sido buena idea hacerla dentro.
Entonces nos separamos, cada quien a su hogar.
No vi a Mayra en ese momento y cuando me di cuenta, ya se había alejado por otro camino. Como de costumbre, iba sola.
No pensé mucho en su reacción cuando su papá nos invitó a lo de su esposa. No sé cómo lo habrá tomado. En esos momentos, mi cabeza estaba más ocupada intentando enlazar todas las ideas que se me ocurrieron para la novela. Lo que más me importaba era llegar y escribirlo todo antes de que se me olvidara.
Pero antes, tenía que pasar a comprar un cuaderno.
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