Yatareni - Volumen 1 - 19
Mayra también se dio cuenta muy tarde.
A decir verdad, aunque Guadalupe no era muy atractiva realmente, verla vestida de ese modo resaltó la poca belleza que tenía. Como se veía muy diferente, creo que por eso no la reconocí al inicio.
─¿Trabajas aquí? ─preguntamos.
─Por ahora si ─respondió─. Gibrán es el que ayuda a su madre cuando regresa de la escuela, pero como está enfermo, yo me ofrecí a apoyarla.
─¿Y él está bien? ─preguntó Mayra.
─Está mejor que cuando lo fuimos a ver ─respondió Guadalupe─. Pero aun así su mamá no quiso que la ayudara.
─Espera ─me detuve porque hasta ese momento entendí lo que Guadalupe quiso decirme─. ¿Gibrán ayuda a su madre en la fonda?
Mi mente divagó en un pensamiento donde Gibrán estaba vestido de tehuana, dándonos la bienvenida a la fonda, pero aún seguía usando el sombrero y los lentes negros.
Hasta que Guadalupe me sacó de mi fantasía:
─Él ayuda en la cocina, o a veces acomoda mesas y sillas. No estabas pensando en que él también se vestía así ¿verdad?
─No… claro que no ─contesté algo apenado─. Pero te ves bien ─comenté para olvidarme del asunto.
─Gracias ─respondió un poco ruborizada─. También me da gusto que hayan venido, aunque pensé que Mayra ya estaba aquí.
─¿Qué quieres decir? ─preguntó la chica.
─Es decir ─respondió algo seria─. Hay sentada allá otra Mayra, una chica idéntica a ti pero no está vestida como tú. Pensé que eras tú pero cuando le hablé de SPEED parecía no saber de qué hablaba.
─Mayra Páez ─comenté al echar un vistazo a aquella mesa─. ¿Se parecen bastante verdad?
─¿Otra Mayra? ─preguntó el arqui.
─Ah ─expliqué─. Lo que sucede es que hay una chica que es idéntica físicamente a Mayra y que además también se llama así.
─Y vive aquí en Yatareni ─continuó su hija─. No la habíamos visto antes porque vivía en Sayula.
Mayra Páez, vestida de manera similar a como estaba el día que conoció a la otra Mayra, según la foto que me mandó, esperaba solitaria en una de las mesas cercanas a la puerta. Guadalupe me dijo que acababa de llegar y aun esperaba su orden.
─¿Y ella también es otaku? ─preguntó el arqui, quizá de manera sarcástica.
─No ─respondí─. Que yo sepa.
─De hecho creo que sí lo es, o por lo menos tiene conocimiento de anime ─dijo Guadalupe.
─¿Por qué lo dices?
─Cuando le hice la plática creyendo que eras tú ─explicó la chica─. Le comenté que pertenecíamos a una sociedad llamada SPEED, pensé que eras tú y fingías que no sabías nada, pero por su manera de hablar, y por el hecho de que no llevaba ni la capa ni el vestido, supe que no eras tú, aunque el parecido era muy grande. Además, cuando le dije todo eso, pareció mostrar interés y me preguntó por mi anime favorito.
─¿De verdad?
Vaya, eso sí sería una sorpresa, que la otra Mayra también sea otaku, aunque más bien pensaría que no es tan fan del anime como Mayra y yo. Quizá es de esas personas que se avergüenzan de serlo por los prejuicios que se tiene hacia los otakus y por eso no lo hacen tan público. Bueno, pensándolo bien, no sería una sorpresa que sea otaku. Con eso de que se parece en muchas cosas a la Mayra de la capa roja, era de esperarse.
─¿Quieren que la llame? ─preguntó de repente Guadalupe.
─¿Qué?
─Está solita ─dijo mientras nos señalaba dónde estaba sentada.
Curiosamente no hubo necesidad de hacerlo. Cuando ella la señaló, Mayra Páez ya se encontraba de camino a nuestra mesa. Llegó y se sentó en el asiento vacío que quedaba. Terminó sentándose al lado de la otra Mayra porque el arqui y yo ocupábamos los otros dos asientos de enfrente. Así pudimos comprobar que de verdad eran idénticas, y era en verdad impresionante.
Llamaban la atención de los comensales que estaban ahí, aunque ya deporsí, Mayra Palacios llamaba la atención por su capa roja.
Me pregunto en qué estaría pensando el arquitecto.
─Hola chicos ─nos saludó como si ya nos conociéramos desde hace mucho tiempo.
─Yo me retiro ─dijo Guadalupe─. Tengo que llevar sus órdenes para que las preparen, no me di cuenta de que me quedé platicando con ustedes y…
─Descuida ─le dije y se alejó a toda prisa.
─De verdad es idéntica ─comentó el arquitecto sin salir de su asombro─. Es como tu gemela.
Y agregó:
─Me dijeron que no vivías aquí, vienes de Sayula ¿cierto?
─Así es ─respondió─. Viví toda mi vida allá pero me mudé recientemente, aunque todavía sigo yendo varias veces a Sayula a arreglar unos asuntos, así que todavía no paso mucho tiempo aquí. Pero espero esta semana ya poder acabar con eso.
─Por eso no la he visto tan seguido ─comentó la otra Mayra.
─¿Y tú sigues refugiándote en la iglesia? ─le preguntó Mayra Páez.
─De hecho ahora funciona como base de SPEED ─respondió la Mayra de la capa roja─. Se ve bien, deberías ir a visitarnos, ya que por lo que oímos, también te interesa el anime.
Yo no sé qué intentaba lograr Mayra Palacios con eso. Parecía como si la estuviera retando a admitir que de verdad ve anime, aunque pienso que igual y no era para tanto.
Y sé que tramaba algo porque cuando le dijo eso último, sonrió un poco.
Quizá aquello que pensé de que ella esconde sus aficiones era cierto, por eso aunque sí me dio curiosidad decidí no preguntarle.
Pero Mayra no pensó lo mismo que yo y le preguntó de todos modos.
Y la otra Mayra se quedó seria. Estuvo largo rato pensando en una respuesta.
─Pues sí veo anime ─respondió─. Aunque no mucho. No soy tan fan como tú al parecer. Pero me llamó la atención lo que dijo la tehuana ─continuó─. Acerca de que pertenecen a un club de anime, ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Speedy? ¿Cómo el ratón?
─SPEED ─corregí.
─¿Por qué dices que te llamó la atención? ─preguntó la de la capa roja.
En ese momento Guadalupe iba llegando con nuestros pedidos, todos sobre una bandeja de plata, la puso en la mesa y los distribuyó.
El papá de Mayra pidió unos chiles en nogada, un chile poblano relleno de un guisado de picadillo y frutas con acitrón, cubierto de salsa de nuez, perejil y granada. Yo pedí un mole poblano con arroz blanco y pierna de pollo. Curiosamente las dos Mayras pidieron el mismo platillo: Unos huevos motuleños.
─¿Gustan que les traiga algo de tomar? ─nos preguntó Guadalupe─. Tenemos pulque, mezcal, tequila, o también aguas frescas, café…
─¿Tienes cerveza? ─preguntó el arqui.
Mayra Páez y yo nos dimos cuenta de que la otra Mayra se quedó mirando fijamente a su padre. Como si fuera una madre que está por regañar a su hijo por alguna travesura que está por cometer.
─Mejor unas aguas frescas ─dijo al final intimidado por su propia hija.
─¿De qué sabor? ─volvió a preguntar nuestra tehuana.
─Dos jarras ─respondió─. De Jamaica y horchata por favor.
─En un momento se las traigo ─y Guadalupe se alejó.
Realmente la comida olía bien, así que nos dispusimos a comer de inmediato, de manera que por momentos, Mayra Palacios olvidó la pregunta que le hizo a la otra Mayra.
Al menos hasta que insistió.
─Preguntaba por curiosidad ─respondió Mayra Páez mientras sonreía y seguía comiendo.
Pero Mayra Palacios no se conformó con esa respuesta.
─Si gustas ─dijo─. Puedes venir a nuestras reuniones, quizá Gibrán te dé permiso de unirte al club.
─¿Gibrán?
─Es nuestro líder ─comenté.
─Me gustaría ─dijo después de esbozar una sonrisa─. Pero no tengo tiempo para eso, ya estoy ocupada… ─hizo una pausa larga─. …en otras cosas.
─¿Ocupada? ─de nuevo la chica de la capa roja insistió de nuevo.
─Verán ─dijo después de dar el primer bocado─. A pesar de que vivo aquí, sigo yendo frecuentemente a Sayula para encargarme de unos asuntos en el trabajo de mi madre.
─¿En que trabaja tú madre? ─preguntó el arquitecto.
─Tiene una editorial ─respondió.
Y entonces toda mi atención se dirigió a la chica.
─¿Tu mamá tiene una editorial? ─pregunté sin darme cuenta de que llamé mucho la atención debido a que me emocioné más de la cuenta.
Para ese momento, Guadalupe ya había llegado con las dos jarras de aguas frescas y cuatro vasos de vidrio.
─Disfruten la comida ─nos dijo y se alejó de nuevo.
Mayra Páez y Mayra Palacios se sirvieron ambas, un vaso de agua de Jamaica. El arqui y yo optamos por la de horchata.
Pensé que Mayra Palacios seguiría insistiendo con su plática, pero por alguna razón dejó de hacerlo y todos permanecimos en silencio mientras comíamos. Y ahora que de verdad necesitaba que lo hiciera.
Mayra llamó poderosamente mi atención cuando dijo aquello de la editorial. Pensé ciegamente que podría tener un chance de que publicaran mi novela. Que, aunque ya estaba prácticamente acabada, faltaba corregirla, pulirla, en fin, le faltaba demasiado para que fuera aceptada por una editorial.
Aun así, quería saber más acerca de esa editorial, pero no me atrevía a preguntarle, y menos después de haber llamado la atención de esa manera. Siempre me ha dado pena hablar de estas cosas. Nunca le he contado a nadie que escribo novelas, ni siquiera a mi madre.
La única persona que lo sabe es mi hermana, y eso fue porque un día descubrió un pequeño cuento que escribí cuando me llegó algo de inspiración. No me dijo que lo leyó pero yo la descubrí haciéndolo. No le pregunté ni le increpé nada por pena, y ella tampoco me dio su opinión, aunque me hubiera gustado saber qué pensaba al respecto.
Y al final la plática se disolvió.
Mayra Páez terminó su comida rápidamente, pidió la cuenta y se despidió de nosotros. Todo lo hizo rápidamente, como si tuviera prisa.
─Fue un gusto, espero que podamos vernos después ─dijo─. Provecho.
─Gracias ─respondimos.
Y así, la chica dejó la fonda, y me dejó a mí con una incertidumbre tremenda.
Estaba a punto de levantarme, alcanzarla y preguntarle por la editorial, pero no me atreví, no hubo valor.
Me prometí a mí mismo que la próxima vez que la viera, definitivamente se lo preguntaría.
Ojala valga la pena.
****
Mayra Páez se encaminaba por las calles del centro de Yatareni. Todavía dio la vuelta y contempló la Fonda de Comida Económica que quedaba a sus espaldas. Recordó la plática que tuvo con Eliseo y la otra Mayra, acerca del club de anime al que la querían invitar.
Y murmuró unas palabras:
─De manera que… en Yatareni también hay un club de anime.
Acto seguido sonrió de una manera maliciosa y se alejó perdiéndose entre las calles del pueblo.
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