Yatareni - Volumen 1 - 27
Para la tercera competición jugaríamos, de parte de nuestro club, Gibrán y Claudio, y de parte del otro grupo, una chica de cabello castaño y un poco rizado y al tipo de los lentes deportivos.
Mayra llamó a los cuatro y entonces abrió el frasco frente a todos.
Contenía canicas. Canicas de distintos tamaños, formas, colores, materiales. Llenaban todo el frasco. Debían de ser más de 500.
─Van a jugar canicas ─dijo la líder de Nipponkenkyo de manera directa.
─¿Canicas?
─Jugarán el juego del cocol ─dijo─. Pero le haremos algunas variaciones.
Hay muchas maneras de jugar a las canicas. Mayra eligió la que supongo que es la más popular, porque recuerdo que cuando iba a la primaria, la jugaba con mis amigos.
Creo haber coleccionado cerca de 100 canicas, pero ahora no sé dónde están.
Mayra repartió a cada jugador 25 canicas. Hizo que Gibrán y Claudio tomaran todas del mismo color y sus rivales de otro diferente, de manera que el equipo de SPEED eligió canicas azules y Nipponkenkyo escogió verdes.
Entonces la chica procedió a explicar las reglas.
Sobre el suelo se dibuja un rombo llamado cocol, y sobre su contorno, se colocan las canicas que cada jugador apuesta. Pueden ser las que sean o las que quepan en la figura, de manera que se jugarían varias rondas.
Cada jugador elige una canica llamada “tiro”.
Por turnos, los jugadores dispararán con su “tiro” a las canicas en la figura, tratando de sacarlas de ahí.
Las canicas del bando rival que hayan salido de la figura, pasarán a formar parte del equipo que las sacó, las que quedaron dentro permanecerán ahí hasta que sean expulsadas del rombo. Las canicas que hayan salido y que sean del mismo equipo que las sacó se considerarán “salvadas” y esas ya no se jugarán.
Seguirán jugando y apostando más canicas y al final, el equipo que haya conseguido más canicas de su rival, será el vencedor.
También agregó algunas reglas adicionales, como por ejemplo, si la canica disparadora termina quedando dentro del rombo, esta persona no podría jugar hasta que su compañero la saque de ahí, y si el que lo saca es el rival, automáticamente perderá.
Procedieron a dibujar el rombo o cocol en el suelo, para lo cual nos tuvimos que transportar a otra de las canchas, que era de tierra caliza y tepetate. Mayra tomó una varita del suelo y ella misma dibujó el rombo, haciéndolo un poco más grande de lo normal para que pudiera soportar más canicas. Cada chico primero apostó cinco canicas, diez por equipo y acomodaron las veinte resultantes en todo el perímetro del rombo.
Como los ganadores de la segunda competencia fueron los del equipo de Mayra Páez, ellos comenzaron.
El primero en tirar fue el tipo de los lentes deportivos. Usando una canica color verde esmeralda, lanzó la esfera hacia el rombo y logró sacar dos canicas suyas y una de las nuestras.
El siguiente en tirar fue Claudio, usando una canica color azul casi metálico, probablemente hecha de metal. Disparó y saco dos verdes y dos azules.
Tuvo suerte porque su canica por poco se queda dentro de la figura.
Naturalmente las canicas obtenidas eran retiradas del campo de juego para evitar confusiones.
Estábamos presenciando una verdadera competición de canicas, pero estábamos más intrigados porque sabíamos lo que estaba en juego.
Ambos equipos seguían disputándose las canicas, poniendo nuevas apuestas cada vez que las anteriores se terminaban.
Como estábamos más embobados viendo el juego, nadie llevó la cuenta de las canicas obtenidas por cada equipo, pero eso lo sabríamos hasta el final.
Hasta que Claudio nos hizo sudar frio: su canica terminó atrapada dentro del cocol.
La chica rival no tardó en apuntar su tiro directo contra el tiro de Claudio con el objetivo de sacarlo de la figura, y del juego. Y Gibrán también hizo lo mismo con el propósito de salvarlo.
Eran dos contra uno porque también el tipo de los lentes deportivos se había unido al quite.
Fueron unos minutos de una tensión abrumadora para los miembros de SPEED, hasta que, de milagro, Gibrán logró sacar a su compañero, llevándose de paso, algunas canicas del equipo rival. Y pudimos respirar tranquilos.
Nunca pensé que un simple juego de canicas me provocaría tantas emociones.
De cierto modo, me recordó a una película mexicana que vi hace tiempo donde parecía que los torneos de canicas eran verdaderas competiciones profesionales. No recuerdo el nombre de la película, pero creo que tiene que ver con el hecho de que, quizá el niño protagonista tiraba con la mano izquierda.
Fuera del error que cometió Claudio, no hubo más impresiones hasta que finalmente, cuando todas las canicas ya habían sido apostadas, era el momento de decidir quién había ganado.
Sin contar los “tiros” de cada jugador, cada equipo debería tener una cierta cantidad de canicas de su respectivo rival, ya que todas fueron apostadas excepto los tiros.
También, cada equipo debía de tener una cantidad de canicas “salvadas” las cuales no entraban en la cuenta.
Todo se decidía por el número de canicas del rival, el equipo que tuviera más, era declarado ganador.
Así que, Mayra, primero tomó un bolso donde juntaban las canicas obtenidas por los miembros de su equipo frente a todos, para que todos pudriéramos ver que no había ninguna clase de trampa. Sacó una por una, las canicas mientras pronunciaba su número consecutivo en voz alta. Si, como los niños gritones de la Lotería Nacional.
Tenían 25 de nuestras canicas azules.
Mayra al final nos mostró la bolsa vacía para que nos diéramos cuenta de que ya no había nada más dentro.
Ahora era el turno de SPEED.
Mayra, de nuevo hizo lo mismo y procedió a contar todas las canicas verdes que obtuvimos nosotros en el juego.
Pero nadie se esperaba esto.
Sonará demasiado cliché lo que diré y bastante irreal quizá, o hasta forzado, pero así fue.
También teníamos 25.
─¿Empatamos? ─preguntó Guadalupe.
─Técnicamente sí empatamos ─contestó Mayra Páez.
─¿Y entonces que procede? ─preguntó Gibrán─. Eso significa que aun con los dos juegos anteriores seguimos empatados.
Mayra estuvo pensando un rato. Quizá pensaba en la posibilidad de un cuarto desafío, pero algo cambió en su cara. Miró el reloj de su muñeca y después nos dijo:
─Eso lo decidiremos tú y yo Gibrán ─le dijo mientras lo señalaba con el dedo─. Ya que quedamos empatados, tenemos dos opciones, la primera es que las dos Sociedades permanezcan.
Y la segunda ─dijo sin miramientos─. Es que las dos se disuelvan.
Todos, tanto los de SPEED como los de Nipponkenkyo nos estremecimos al escuchar la segunda alternativa.
─Creo que sabes de sobra lo que escogeré ─contestó Gibrán mientras se acomodaba el sombrero.
─De acuerdo ─sentencio la líder de Nipponkenkyo─. Al final ninguna Sociedad será disuelta.
─¿Entonces estas competencias para qué fueron? ─pregunté.
─No resolvimos nada ─dijo Angelina tras de mi─. Pero nos divertimos.
─Cierto ─contestó la chica pelirroja de la otra Sociedad─. Me sentí de nuevo una niña.
─Pero no canten victoria aun ─amenazó Mayra mientras nos señalaba de manera efusiva─. Solo les hemos dado un poco más de tiempo, pero al final, nosotros ganaremos.
A diferencia de las primeras veces, en esta ocasión no se oyó tan seria, parecía más amistosa. Y todos sonreímos.
─Pero tienen razón ─agregó─. Hacia tiempo que no me divertía tanto.
Estaban por retirarse cuando la líder dio la vuelta y me dijo algo que no me esperaba:
─Seguiré esperando con ansias tu novela, chico escritor.
Me sonrió de una manera un poco rara y se fue.
─¿Novela? ─preguntó Mayra, la nuestra─. ¿De qué habla?
****
─No tenías por qué mencionar que era escritor ─le dije a Mayra Páez en el lugar donde acordamos vernos mientras le entregaba el manuscrito de mi novela terminada.
─Pensé que se lo habías contado a tus amigos ─me dijo sonriente mientras recibía las hojas.
─Pues al final les tuve que contar todo ─respondí─. Con toda la pena del mundo.
─Pero no te preocupes ─dijo mientras daba un rápido vistazo al manuscrito─. Si tu novela es buena, ya no tendrás de qué avergonzarte.
─Ojala que sí ─suspiré.
─¿Tu líder no te dijo algo acerca de que tú y yo estamos haciendo estos tratos a escondidas…?
Y continuó aquella frase cantándola:
─…Porque somos de distintas Sociedades.
Y se echó a reír.
Entendí la referencia pero contuve la risa.
─Gibrán dijo que no hay problema porque esto de mi novela es algo independiente de lo que hacemos en los clubs.
─Puede que para ti sea así ─me dijo─. Pero para Nipponkenkyo no.
─¿Qué quieres decir? ─pregunté.
─Lo sabrás más adelante, solo te diré que nuestra Sociedad se toma el anime mucho más enserio ─y continuó:
─Estos días iré a Sayula y le dejaré el manuscrito a mi madre. Ella evaluará si tu novela es apta o no.
─De acuerdo.
Mayra también me pidió mi número de teléfono por si tenía noticias y pudiera avisarme.
─Ahora me tengo que ir ─dijo─. Se hace tarde.
Se despidió sonriendo y se alejó.
Es curioso cómo su personalidad cambia. Cómo se comportaba en momentos como este y cómo cambiaba radicalmente cuando estaba con su Sociedad.
Me dio mucha pena darle la novela. Siento como si le acabara de dar una carta a la chica que me gusta en la que le estoy confesando mi amor.
Y ahora tengo miedo de la respuesta.
Pero ojalá valga la pena.
Comments for chapter "27"
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