Yatareni - Volumen 1 - 28
En la siguiente reunión de SPEED, no tocamos mucho el tema del enfrentamiento con Nipponkenkyo, aunque sobra decir que todos estábamos tranquilos y felices de que no perdiéramos. Pero, aunque tampoco ganamos, Gibrán se mofaba como si lo hubiéramos hecho. Sin embargo, también dijo que no deberíamos bajar la guardia.
─Ellos podrían intentar otra cosa más adelante ─decía─. Pero sin importar qué sea no podrán con nosotros.
Aunque yo era de la idea de que ellos no querían de verdad eliminar nuestra Sociedad, más bien querían pasar el rato jugando. Creo que eso de que ninguna Sociedad haya sido disuelta sólo porque quedamos empatados fue un mero pretexto.
Finalmente el líder decidió cortar de tajo el asunto y nos preguntó de qué conversaríamos en esta ocasión. Porque hablar de manga y anime al parecer nunca es suficiente.
Y la primera persona en tomar la palabra, fue la que menos me lo esperaba.
Mayra, que por lo general, se mantiene casi siempre callada durante las juntas soltó de golpe:
─Me gustaría sugerir algo.
Llamó la atención de todos poderosamente por la razón que ya antes he referido.
─¿Qué cosa? ─preguntó el líder.
─¿Quiero saber si es posible que se adapte este lugar para poder dormir aquí?
─¿Dormir aquí?
¿Porque habrá dicho eso?
─¿Por qué querrías pasar la noche aquí? ─preguntó Martina.
Quizá todos los demás pensábamos que su petición era un poco absurda, pero el líder de SPEED se lo estaba tomando muy enserio. Bastaba con verlo en esa pose en la que nos daba a entender que ya estaba considerando las posibilidades.
─No es mala idea─ dijo al final.
─Pero aquí no hay mucho espacio ─comentó Claudio─. Apenas y cupieron los muebles que trajimos.
─Creo que sí hay manera de acomodarse ─respondí─. Las sillas se pueden apilar y la mesa es plegable, eso nos daría más espacio al menos para acostarnos. Si el chiste es solo pasar la noche aquí, creo que con traer lo que necesitemos para dormir es suficiente.
─Podemos hacerlo ─sugirió Angelina que también ya estaba pensando en las posibilidades─. Y podemos hasta realizar una piyamada aquí.
─Esa idea sí me agrada ─la secundó Guadalupe─. Dormir en un lugar como este me llama la atención.
─¿Pero no les da miedo? ─increpó la pequeña Martina─. Este lugar, aunque sea la base de SPEED por las noches está muy oscuro.
─Eso era antes de que SPEED ocupara este lugar ─comentó Gibrán─. Pero ahora que estamos aquí, lo hemos “evangelizado” ahora es nuestro. Además, todos pasaremos la noche aquí, no hay nada que temer.
─Yo me refería más bien ─prosiguió Martina─. A… ya saben… fantasmas.
─¿Fantasmas? ─pregunté.
─No hay nada de eso aquí ─comentó Gibrán.
─Pero mi abuelito dice que los ha visto ─replicó Martina─. Bueno, cuando era joven los veía a menudo, ahora creo que ya no.
Ahora que lo menciona, mi tía, y hasta mi mamá comentaban cosas parecidas acerca de fantasmas, almas en pena y cosas de ese tipo. Por la manera en que lo comentaban, llegué a pensar en que todas esas cosas eran reales y de cierto modo, cotidianas. Y así es como todos lo creen en este pueblo.
El miedo de Martina no estaba fuera de lugar. Era la más pequeña y la más susceptible de sentir temor.
Gibrán le sugirió que no era obligatorio asistir a la piyamada por si sentía miedo pero aun así, ella obligándose a sí misma, dijo que de todos modos iría.
─Somos un equipo ─dijo sonando un poco más madura para su edad─. Y debemos estar juntos.
─Así se habla “Flor de Capomo” ─la animó el líder.
Entonces se levantó y anunció:
─Decidido tropa. Durante la semana estaré viniendo a acondicionar el lugar para pasar la noche aquí, naturalmente pueden venir a apoyarme si quieren.
Cuando salimos de la reunión, le pregunté a Mayra si no había hablado con su papá.
Lo que sucede, es que el día anterior no fue a la oficina a trabajar y asumí que se había ido a Sayula a seguir viendo si le revocaban el permiso. Pero dentro de mí creo que se había emborrachado de nuevo.
Le pregunté sólo para asegurarme.
─Se fue a Sayula ─respondió la chica─. No te avisó porque fue de improvisto.
Y desviando la mirada, continuó:
─Y ahora que lo dices, me dijo que te avisara el jueves en la tarde, pero se me olvidó, lo siento.
─No te preocupes ─respondí─. Tampoco era como si lo fuera a esperar todo el día.
Y continúe hablándole:
─Podrías haber ido a mi ca… Digo, a la casa de mis tíos.
─No… no creo que fuera necesario ─señaló un poco taciturna─. Ya te avisé de todos modos.
─Pero un día tarde ─repliqué.
Mayra desvió la mirada, aunque noté que sonrió un poco. Y dicho esto, se alejó sin despedirse, como es su costumbre.
Estuve pensando un poco e imaginé que en realidad ella aún seguía enojada con su papá.
Y quizá por eso no me dijo que él no iría el día anterior a trabajar, aun cuando yo no tengo la culpa de nada.
Pero en fin, así es ella.
Durante las tardes de la siguiente semana, estuvimos yendo a ratos a la iglesia a acondicionarla para que se pudiera pasar la noche ahí.
Seguía preguntándome de dónde sacó Mayra la idea de adaptar la iglesia para pasar la noche en ella. Es verdad que ella usaba este lugar como refugio, pero dudo que haya pasado alguna vez una noche aquí.
Tal y como dijo Martina, este lugar en las noches da miedo, y más cuando SPEED aún no llegaba aquí. Pero el lugar quizá cambie cuando todos estemos aquí en la noche.
No sé de dónde la sacó Gibrán, pero trajo un sofacama que a primera vista parecía pequeño, pero cuando lo metimos, dejando primero el espacio requerido, logró expandirse hasta convertirse en una cama para cuatro personas. Apenas y entró en la iglesia. De hecho, tuvimos que mover un poco los “muros” de tarimas para que cupiera perfectamente.
Como ya no podíamos meter otro sofacama, los demás decidieron traer bolsas para dormir, e hicieron un espacio en la sala de espera para poder acomodarse.
También trajeron una cafetera eléctrica, sobres de café y azúcar, y un pequeño mueble para guardar tazas, vasos y otros utensilios. También tuvimos que extender la red eléctrica del recinto y agregarle entradas para focos y lámparas de noche con sus respectivos apagadores.
De cierto modo, el lugar no cambió mucho, y es que el sofacama no iba a ser permanente debido a su tamaño.
El siguiente sábado, después de la junta, Gibrán nos citó a todos a las ocho de la noche de ese mismo día.
─Ya saben lo que tienen que traer ─anunció.
Nos despedimos con nuestra acostumbrada arenga y nos separamos.
Pero antes de irme, Mayra me detuvo.
─Quiero hablar contigo.
Mayra me contó algo que por alguna razón no me sorprendió.
Su padre estaba tomando de nuevo.
Y, naturalmente ella se molestó, así que vino a la junta de SPEED, pero ahora que ya había acabado, no quería regresar a su casa.
También me comentó que, aunque no pretendía asistir a la piyamada, ya que esa no fue su intención cuando sugirió la adaptación de la iglesia, vendría nada más para no tener que quedarse en su casa.
─El problema es que tengo que sacar mi ropa, cobijas y otras cosas de mi casa para venir a la piyamada.
─Pero dices que no quieres ir a tu casa.
─Así es.
─¿Estas sugiriendo que te metas a tu propia casa como una ladrona y saques todo eso?
─No estás entendiendo ─replicó alzando la voz─. Yo no quiero ir a mi casa ahorita.
─Entiendo ─dije aunque creo que se dio cuenta de que no estaba del todo convencido.
Y después de pensarlo, se me ocurrió una idea.
La tomé de la mano sin percatarme al inicio de lo roja que se había puesto del rostro, y le dije:
─Ven conmigo.
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