Yatareni - Volumen 1 - 31
Era evidente que la única que no estaba cómoda con ese tema era la más pequeña de la Sociedad.
─No tengas miedo ─le dije a la niña─. Son sólo historias, nada de lo que contarán será cierto.
Pero todos me miraron como si me tuvieran lastima, y de cierto modo, también Martina.
─No todo lo que contaremos serán meras fábulas ─anunció el líder de SPEED mientras se acomodaba los lentes oscuros de una manera seria─. Muchas historias que contaremos son verídicas.
Se me había olvidado que aquí, todos creen en esas cosas a tal grado que les parece algo cotidiano.
─Miren, no es que no les crea del todo lo que me cuentan ─comenté─. Mi tía y mi madre también han hablado de eso y ellas también asumen que todo eso es verdad. Pero para alguien como yo que no proviene de lugares como este, le es difícil creer quizá porque jamás he visto ese tipo de cosas.
─Porque lo es ─argumentó Guadalupe─. Tú quizá como vienes de la ciudad lo entiendes diferente, pero aquí en el campo las costumbres y creencias de la gente son distintas.
Lo que creo que sí debería de sorprenderme es que todos aquí creen que ese tipo de cosas son verdaderas y parecen estar tranquilos con eso, pero la única a la que le da miedo es a Martina.
Ella, que ha vivido toda su vida aquí, parece que aún no está acostumbrada a ello, pero creo que será más porque es la más pequeña.
Me recuerda un poco a mi hermana, aunque creo que las dos son muy diferentes en cuanto a personalidad. A mi hermana no le darían miedo esas historias, todo lo contrario, sería la primera en armar una expedición para investigar si todo eso es cierto.
─Bien ─preguntó Gibrán─. ¿Quién comienza?
─Yo primero ─Guadalupe levantó la mano y comenzó su relato:
─Durante los días en los que le estuve ayudando a la madre de Gibrán en su Fonda de Comida Económica, salía un poco tarde de trabajar y me tenía que ir en bicicleta a Calkini, ustedes saben, en esa parte hay muchas vueltas que bordean los cerros lo que hace que el camino sea aún más largo.
─¿Calkini? ─pregunté.
─Es el pueblo donde vive Guadalupe.
─El último día ─la chica reanudó su relato─. Como teníamos que preparar comida para 100 comensales para una boda que se celebraría al día siguiente, salí más tarde, a las nueve y media de la noche, y me regresé en bicicleta a mi pueblo.
Aunque toda la carretera está iluminada por los postes de luz, hay una parte en la que aún no ponen los postes porque creo que se quedaron sin presupuesto, y los pocos que hay, no sirven. Esa parte se extiende por más o menos un kilómetro, así que andar por ahí de noche es muy peligroso porque no se ve nada y puedes caer por el borde de la carretera hacia el acantilado o un auto que pase de improvisto puede atropellarte. Pero como conozco muy bien el camino porque paso todos los días por ahí decidí irme rápido.
Nada más entrar a esa parte oscura, la temperatura bajó de golpe, no sabía por qué. Entonces llegó un momento en el que estaba tan oscuro que decidí mejor detenerme por un momento e irme caminando. Total, sólo era un tramo chico y cuando entrara de nuevo a la parte iluminada de la carretera, volvería a montar la bicicleta.
Entonces comencé a oír un ruido. Eran cascos como de caballos golpeando el pavimento, se oían detrás de mí y cada vez aumentaban su intensidad, lo que indicaba que se acercaban a mí. Supuse que era una carreta jalada por unos cuatro caballos quizá, aparentemente nada paranormal.
Como se acercaban cada vez más, decidí hacerme a un lado del camino para dejar que pasaran, pero también se me había ocurrido irme junto con el que estuviera en la carretera para no irme sola, así que esperé.
Pero esperé un rato y nada pasó, aunque el ruido aumentaba, esperaba que la carretera se iluminara con los faroles y lámparas de petróleo que suelen cargar cuando salen de noche, pero no vi nada, aunque seguía escuchando el ruido de la carreta y los caballos, e incluso oí algunos relinchos.
Y entonces, de la nada, el ruido comenzó a oírse ahora del otro lado y ahora disminuía, como si la carreta y los caballos ya hubieran pasado por donde yo estaba y así se alejaron.
Pero les juro que jamás vi la carreta ni a los caballos, jamás me pareció que pasaran frente a mí, y aunque estaba muy oscuro debí haberlos visto por las lámparas que llevarían, o en todo caso debí haber visto aunque sea su silueta. Incluso estuve un rato parada en medio de la carretera para que ellos me vieran, pero nunca los vi pasar.
─Uy que miedo ─dijo Gibrán un poco sarcásticamente.
─Espera ─le pregunté a la chica─. ¿Eso que contaste es verdad?
─Por supuesto ─contestó Guadalupe─. Me pasó cuando estaba trabajando en la fonda de la mamá de Gibrán.
─¿Pero de verdad no viste nada?
─Estaba parada en medio de la carretera y nunca pasó por ahí una carreta, pero oí cómo se acercaba y cómo se alejaba.
─¿Y qué hiciste después?
─Pues, solo seguí mi camino y cuando llegué a la zona iluminada me subí de nuevo en la bici y llegué a mi pueblo.
Hay veces en las que puedo detectar cuando una persona cuenta una historia inventada y una historia real por la manera en que relatan lo sucedido o el modo de hablar. Pero en este caso ella estaba contando una historia real, no parecía que se la hubiera inventado en ese momento ni que la hubiera planeado antes. Si así fuera, sería mejor escritora que yo.
─Ahora me gustaría escuchar algo más interesante ─dijo Gibrán y me señaló─. Tú que eres de la ciudad, que tienes una visión diferente de estas cosas, me pregunto si sabrás alguna historia o algo por el estilo.
─Pues ─contesté─. Sólo conozco las cosas que me han contado mi madre y mis tíos, nada que yo haya vivido.
─Cuenta alguna de las que te sepas.
─Bueno ─ahora me tocaba a mí contar un relato─. Debo de aclarar que no sé si esto que les diré es cierto, porque como les dije, son cosas que me contaron ellas, pero mi tía dice que en una ocasión andaba explorando una hacienda abandonada cerca de aquí en la que dicen que había un tesoro que habían escondido los dueños de la hacienda para que los revolucionarios no se la robaran y pues, había mucha gente buscando por toda la hacienda ese tesoro.
Ella entonces vio una serpiente enorme de colores llamativos arrastrándose por ahí hasta que se metió en un agujero. Mi tía dice que tuvo miedo, pero que si hubiera seguido a la serpiente, esta le habría mostrado la ubicación del tesoro, o que incluso esa serpiente se pudo convertir en el tesoro.
─¿Eso es todo? ─preguntó Angelina.
─Es todo lo que me contaron ellas ─respondí─. No recuerdo otra cosa.
─Eso no da miedo ─comentó Claudio─. Pero sí me llama la atención saber si aún está ahí ese tesoro.
─Lo dudo ─comentó Gibrán─. Ya pasaron 100 años desde esa época y durante todo ese tiempo lo han estado buscando, si había un tesoro ahí, seguramente ya no está.
─¿Entonces por qué hay gente que aún sigue buscando?
─Dejemos ese tema para después ─dijo el líder─. Recuerden que la temática son historias de terror ─y esta vez señaló a la callada del grupo.
─Te toca a ti caperucita gótica ─le dijo a Mayra─. Cuenta alguna historia que te sepas.
Por la manera tan natural con la que llamó a Mayra, por poco todos explotamos de risa.
Mayra, ignorando el apodo que se acababa de ganar, aunque sí frunció el ceño, comentó:
─Yo tampoco sé muchas historias de ese tipo, pero mi padre una vez me platicó que en Sayula, en el cerro Colhua hay una cueva encantada.
─¿Colhua? ─pregunté.
─Es un cerro que está al lado de Sayula ─explicó Guadalupe─. Es el cerro más alto de todo el lugar y el más conocido.
─Recuerdo haber visto un cerro inmenso cuando pasamos ahí al ir a la playa ─mencioné─. Quizá es ese.
─Pues la próxima vez obsérvalo bien ─dijo Gibrán─. Se ve imponente.
─Como decía ─relató Mayra─. Se dice que en el cerro, en algún lugar, hay una cueva donde al parecer, hace muchos años un hombre hizo pacto con el diablo. También se dice que, como ese lugar está encantado, el tiempo dentro de esa cueva fluye de manera diferente al resto del mundo, y que si permaneces adentro unos minutos, cuando salgas, habrán pasado 40 años. Y también dicen que hace años, cuando cayó un ovni cerca de aquí, los aliens se refugiaron en esa cueva para reparar su nave y regresaron a su planeta, pero dejaron su tecnología ahí.
─Creo que eso ultimo lo escuché en otro lado ─comentó Claudio─. Ah ya recuerdo, lo leí en una novela, eso lo sacaste de ahí, ¿verdad?
─Bueno… ─admitió tímidamente la chica al ser expuesta─. Pero lo del ovni es cierto.
─¿Cuál ovni? ─pregunté.
─En 1979 ─explicó el líder─. Se dice que un ovni cayó del cielo, que incluso algunos aviones de la Fuerza Aérea lo persiguieron y lo derribaron en los cerros cercanos a Sayula. Entonces vinieron especialistas y científicos de todo el mundo buscándolo pero jamás lo encontraron. Al final zanjaron el asunto diciendo que lo que cayó en realidad era chatarra espacial, un satélite soviético que ya había terminado su vida útil, pero no muchos creen eso. Me imagino que el autor de esa novela conocía esa historia y lo incluyó en la novela.
─Yo igual había leído esa novela ─comenté─. Bueno, es de mi hermana, pero he leído algunas partes.
─Esa leyenda dices que la conoce tu padre ─comentó Angelina─. ¿Pero tú no sabes alguna?
─No ─contestó la chica─. De hecho preferiría que no habláramos de mi padre ahora.
─Ah, cierto ─comenté─. Mayra está enojada con su papá ahorita porque…
Y otra vez hablé sin pensar ¿Cuándo se me quitará esa costumbre?
─¿Sucedió algo? ─preguntó Guadalupe.
─No, no es nada ─contestó─. Es solo que Eliseo no sabe lo que dice.
─Oye, enserio ─ Angelina se sinceró─. Tennos confianza, somos un equipo, no lo olvides, no muchos sabemos lo que te sucede porque casi no hablas, pero podemos ayudarte.
Y bueno, lo arruiné, y como Mayra fue consciente de eso, tuvo que hablar:
─Últimamente mi papá toma más seguido, de hecho fue por eso que le suspendieron la obra en la que estaba.
─Ah, fue por eso ─comentó el líder de SPEED.
─Se emborracha más seguido y llega un momento en que se vuelve insoportable verlo tirado en el suelo o diciendo estupideces ─explicó─. Por eso prefiero no verlo, prefiero… pasar más tiempo con ustedes chicos.
Y cuando dijo esto sonrió un poco.
─Y por eso solo estoy yendo a las oficinas del arqui ─agregué─. Aunque últimamente ya no hago casi nada, el arqui va seguido a Sayula a ver lo del permiso, pero ya no me deja mucho trabajo así que aprovechaba para escribir la novela que le di a la otra Mayra.
─Y hablando de eso ─me preguntaron─. ¿Ya te dijeron cómo te fue?
─Aún no ─respondí─. No he visto a la otra Mayra en estos días.
─Pero bueno ─dijo Gibrán─. Tropa, recuerden que nuestra misión no solo es divertirnos en torno al manga y al anime, también podemos brindar servicio a la comunidad, o ayudar a los miembros de nuestra Sociedad.
Y levantándose dijo mientras señalaba a Mayra:
─SPEED tomará cartas en el asunto del alcoholismo de tu padre.
Todos nos sorprendimos con lo que acababa de decir.
─¿Me… van a ayudar?
─Hablaremos con tu padre y lo convenceremos de que deje de tomar ─comentó Gibrán.
─¿En serio? ─pregunté─. ¿Eso es todo? No creo que seamos los primeros que intentan hacer que deje de tomar con tan solo hablar con él.
─Pude convencerlo para que nos dejara ir a su obra ─dijo mientras se acomodaba los lentes─. Podremos convencerlo de lo que sea.
También se me había olvidado el enorme optimismo de este chico, a veces hasta raya en la inocencia.
Regresamos al tema de las historias de terror y así estuvimos por alrededor de dos horas más. Creo que de todas, la historia que más me agradó escuchar fue la de la historia de la Fonda de la mamá de Gibrán.
Por alguna razón que, quizá ni ella misma supo explicar del todo, Martina empezó a tener más interés en aquellas historias que todos contábamos, y así se le pasó el miedo. Incluso terminó contándonos una historia acerca de una bruja pelirroja que existió hace décadas en el pueblo.
Fue la única historia que contó porque a partir de ese momento ella ya estaba cabeceando intentando ganarle al sueño. No le dijimos nada porque sinceramente, era demasiado tierno verla así.
Al final decidió dejar la mesa e irse a acostar. Me imagino que no está acostumbrada a desvelarse, y es que a su edad no debería hacerlo.
A eso de las doce y media de la noche, cuando afuera comenzó a caer una ligera llovizna, lo que hizo que el frío aumentara, decidimos terminar la sesión y dirigirnos a dormir.
Nos acomodamos donde previamente ya habíamos decidido, ya que dormiríamos los chicos en una parte y las chicas en otra. Y como habían más chicas que chicos, a ellas les tocó la parte más grande de la iglesia.
Lo normal hubiera sido que, después de contar todas esas historias, no pudiéramos dormir por el miedo, pero como dije antes, están tan acostumbrados a esto que como ya les parece normal parece que no tienen problema con dormir, incluso Martina que era la que tenía más miedo fue la primera en dormir porque tenía el sueño muy pesado.
Solo habíamos dos personas que no pudimos conciliar el sueño, Mayra y yo.
Aunque dormíamos en cuartos separados, debido a lo pequeño del lugar, era posible que ambos pudiéramos platicar en voz baja.
Pero ni ella ni yo dijimos nada. No sé si fue porque no se nos ocurrió nada o por el miedo que pudimos llegar a tener, además, muchas de las historias que contaron aun rondaban mi cabeza.
Y la verdad es que, tampoco supe qué decirle, y más después de que, por mi culpa, revelara que su padre era alcohólico.
Afuera la lluvia aumentó de intensidad y al final los dos decidimos dormir.
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