Yatareni - Volumen 1 - 32
La niña ingresó a aquel local más alegre de lo usual.
Era tal su emoción que no se decidía por dónde comenzar a buscar el regalo que su madre le compraría. Todo le llamaba la atención.
─Solo puedo comprarte una cosa ─anunció sonriente desde el fondo─. Así que elige bien.
No lo pensó por mucho rato. Sin tiempo que perder, se dirigió hacia la parte donde se encontraban los disfraces, pelucas, y demás accesorios para cosplayers, y ahí la vio.
Una capa color rojo.
Aunque a cualquiera, aquella capa le recordaría al personaje de los cuentos infantiles, para la niña significaba otra cosa. Era el accesorio principal de su personaje favorito de su anime favorito.
─Quiero este ─le señaló a su madre.
Ella le sonrió mientras le dijo:
─Con este completas el traje ¿verdad?
La niña respondió sonriendo afirmativamente.
─Primero pruébatelo ─ordenó su madre─. Para saber si te queda.
La chica lo tomó, y se dirigió a un área donde había un gran espejo de su altura, ahí se midió aquella capa.
Sin embargo, le quedaba aún muy grande. La capa tocaba el suelo cuando, según el modelo del personaje del anime, no debería pasar de las rodillas. Y la sonrisa de la niña se borró.
─Este te queda enorme ─le dijo su madre─. Quizá tengan uno más pequeño.
Y al preguntarle a la encargada del local, esta les informó que sólo las fabricaban en esa talla. Pero la niña no se desanimó con algo así.
─Aun así lo quiero ─anunció decidida.
─Pero no te queda ─respondió su madre.
─Ya creceré ─dijo sonriendo─. Y se me verá mejor.
Despertó a una hora de la mañana en la que aún no clareaba. Se percató de que todos aun dormían.
Afortunadamente nadie la vio llorando.
Así que Mayra decidió dormir un rato más.
****
Nos levantamos a las nueve de la mañana del domingo, recogimos toda nuestra basura, nuestras cobijas y demás cosas que trajimos con nosotros.
Gibrán y los demás estaban felices. Comentaban que había sido una gran piyamada.
Aunque para mí fue más de lo mismo que siempre hacemos en las reuniones normales, excepto porque la hicimos de noche. Pero el hecho de dormir en un lugar peculiar ya es algo interesante, debo decir.
─Iremos a nuestras casas a dejar nuestras cosas ─anunció Gibrán─. Y nos reuniremos en el kiosco del centro en dos horas para que vayamos a hablar con tu padre.
─Espera ─preguntó Mayra─. ¿Lo harán ahora?
─Así es ─respondió el líder de SPEED sonriendo─. Te dijimos que te íbamos a ayudar ¿no?
Y después de hacer nuestra acostumbrada arenga de despedida, todos se separaron y Mayra y yo nos quedamos solos.
Como ambos sacamos nuestras cosas de la misma casa, ella me acompañó a dejar todo a casa de mi tía.
Mis tíos ya estaban despiertos, pero solo mi tía se encontraba en la casa porque mi tío había salido a juntar leña. Nos dio los buenos días y nos preguntó cómo nos había ido en la noche en la iglesia. También nos dio de desayunar café con leche y pan.
Después de aquello nos dirigimos hacia el kiosco del pueblo.
─¿Y qué te pareció la piyamada? ─le pegunté a Mayra de camino al kiosco.
Mayra al inicio no respondió así que creí que no me había escuchado. Cuando estaba por repetirle la pregunta, me contestó:
─Me gustó dormir en la iglesia, estaba un poco incómoda porque no había espacio, pero al menos fue mejor que la última vez que…
Y se calló de repente.
─¿Ultima vez? ─pregunté extrañado.
¿Quería decir que ya antes había dormido ahí?
Me costó trabajo sacarle la verdad, pero al final me confesó que en una ocasión, sí pasó la noche en la iglesia porque su padre había tomado bastante y como tenía miedo de que estuviera violento, se quedó a dormir en la iglesia. Aunque yo pienso que fue más porque estaba tan molesta que no quería verlo. También dijo que fue en la época en la que SPEED ya estaba instalado ahí, de manera que, aunque tuvo con que entretenerse, hacía mucho frío. Y me imagino que fue por eso que se le ocurrió sugerir que la base se adaptara para pasar la noche ahí.
Me sentí culpable por eso, sobretodo porque según entendí fue el mismo día en el que le insistí para acompañarla, aunque al final ella no quiso. Sabía que debí haber insistido más.
─No sabía que te habías quedado a dormir ahí ─le dije─. Bueno, sí sabía que te ibas a quedar ahí, pero no pensé que pasarías la noche ahí. De haber sabido, te habría acompañado.
Ella no dijo nada.
Le pregunté entonces que si le había dado miedo dormir ahí sola.
─Claro que no ─respondió haciéndose la valiente─. Después de todo, ese lugar es mi refugio.
Pero no le creí.
Llegamos al kiosco y todos los miembros de SPEED ya estaban ahí esperándonos.
Mayra nos guió a todos a su casa.
Por cierto, soy el único del equipo que sabe dónde vive, y al parecer soy también el primero que a veces la visita.
Nos tomó unos diez minutos llegar.
En verdad era muy grande. Parecería más bien la casa de alguna persona adinerada del pueblo.
El arqui hizo un buen trabajo al diseñar esta casa adaptándola al estilo arquitectónico de las demás casas del pueblo para no romper la esencia pueblerina.
En su momento llegué a considerar pedirle que me diseñara mi casa así.
Pero en fin. El que diseñó esta casa yacía dormido en un sillón rodeado de botellas y latas vacías y en una posición muy incómoda. Había también otros tipos que no reconocimos dormidos, algunos en el suelo. Se podía oír una canción de Lola Beltrán en el fondo.
En fin, esa casa por dentro era un verdadero desastre.
Todo eso fue lo que pudimos ver por la ventana. Fue lo que la chica sugirió primero, que nos asomáramos desde fuera para evitar problemas, según ella, por si su papá se ponía violento.
─Sigue dormido ─anunció Mayra─. Me da mucha pena que vean a mi papá de este modo.
─¿Vamos a despertarlo? ─preguntó Claudio.
─No sé si sea buena idea ─respondió la chica─. No quiero que se ponga violento y arme un escándalo. Ya el hecho de que vean esto es muy vergonzoso para mí. Preferiría mejor esperar a que él despierte solo.
─¿Segura? ─le preguntaron Guadalupe y Angelina.
─Creo que sería lo ideal ─respondí yo─. Si hablamos con él, estando aun tomado, no creo que nos entienda o nos tome enserio. Lo mejor será hablar con él cuándo esté sobrio.
─De acuerdo ─dijo el líder de SPEED─. Hablaremos con él después, pero descuida ─le dijo a Mayra─. Nos retiramos por ahora, pero eso no significa que no te ayudaremos, recuerda que somos un equipo. Definitivamente hablaremos con él después.
─No ─interrumpió Martina y se acercó a la chica diciéndole:
─Para eso somos amigas.
Mayra quiso sonreír, pero creo que estaba más impresionada al oír aquello.
Quizá era la primera vez en mucho tiempo que la llamaban amiga.
Finalmente, todos se despidieron y, otra, vez nos dejaron a los dos solos.
─¿Vas a entrar? ─le pregunté.
─No ─respondió─. Tengo miedo de que despierte.
─¿Entonces qué harás?
─Iré a la iglesia a leer manga ─respondió.
─¿Y te quedarás todo el día? ─le pregunté─. ¿Y si te da hambre? ¿Y si te tienes que quedar a dormir ahí de nuevo? Esta vez te acompañaré.
─Descuida, estaré bien ─dijo y sonriendo completó─: Te preocupas más por mí que mi propio padre.
─Ah… bueno ─contesté un poco apenado─. Es más que nada que quiero ayudarte, sé que tienes problemas y…
─Olvídalo ─dijo sonriendo─. Pero gracias, puedo cuidarme sola.
─No, la verdad no creo que…
─Estaré bien ─y se fue de ahí.
Se alejó tan rápido que no me dio tiempo de pensar en algo para detenerla.
Decidí entonces retirarme también de la casa del arqui.
Todavía me estaba decidiendo si alcanzaba o no a la chica y acompañarla a la fuerza, cuando mi teléfono sonó y contesté.
Era la otra Mayra.
─¿Estas ocupado Eliseo?
─No ─respondí─. ¿Por qué?
─Te tengo noticias de tu novela.
─¿De verdad?
─¡Por supuesto!
Esto último lo oí gritar con todas sus fuerzas detrás de mí, dándome un susto tremendo, que hizo que diera un grito que, odio admitir, no sonó muy masculino. Al voltear a ver, la chica no pudo contenerse, soltó una risotada tremenda llamando la atención de algunos vecinos que pasaban por ahí.
─Me gusta cómo gritas Eliseo, de verdad me matas.
Y siguió riendo.
─¿Si ya estabas aquí, porqué te molestaste en llamarme? ─reclamé.
─Por esa cara que pusiste y por ese grito que diste, valió la pena.
Estoy empezando a creer que esta Mayra tampoco es muy madura que digamos.
─Bueno ya ─pregunté─. ¿Qué sucede con mi novela?
─Sería mejor que me acompañes a Sayula, y que sea mi madre quien te lo diga.
─¿Ahorita?
─¿Tú qué crees?
****
Mayra Palacios, después de pensarlo mucho decidió volver y buscar a Eliseo. Esta vez se armaría de valor y le pediría que la acompañara a la iglesia.
Pero titubeaba mucho. Por momentos se animaba a ir verlo y por momentos regresaba.
Después de pelear consigo misma, decidió alcanzarlo antes de que se arrepintiera.
Cuando lo encontró ya estaba hablando con su gemela. Parecían hablar bastante animados. Y ella sintió dentro de sí una sensación incómoda que no supo explicar porque era la primera vez que la sentía. Fue como si a ella le molestara aquello, o como si ella desearía que ella estuviera en el lugar de la otra Mayra.
Luego recordó lo que el chico le dijo cuándo se despidieron y por momentos se sintió superior a la otra Mayra. Era más que nada para darse ánimos.
Pudo observar que los dos se alejaron y tomaron un auto deportivo que estaba estacionado cerca. Mayra Páez se sentó en el asiento del conductor y ambos se fueron.
Era evidente que dejaban el pueblo, de manera que ya no podía alcanzarlo.
Más que la impresión de ver un auto lujoso en un pueblo como Yatareni, cosa que quizá sucedía por primera vez en la historia, Mayra siguió sintiéndose incomoda.
Como se dio cuenta de que había perdido su oportunidad, decidió que antes de regresar a la iglesia, compraría algunas frituras y botanas para leer manga y olvidar ese asunto.
Y entonces, de reojo los vio.
Estaban sentados en una de las bancas del parque que rodea el kiosco.
Reconoció de lejos a una chica pelirroja y la identificó como una de los miembros de Nipponkenkyo.
Estaba acompañada de un tipo vestido al estilo punk o metalero, según trataba de adivinar Mayra. Ella lo reconoció como el tipo que antes intentó agredirla.
Y estaban muy, muy cariñosos.
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