Yatareni -Volumen 2 - 02
Después de esperar a reunirnos en la base de SPEED, nos dirigimos a la hacienda guiados por Gibrán y los demás que saben dónde estaba.
Y a las diez de la noche, nos reunimos en la famosa hacienda. No se percibía en su totalidad por la oscuridad pero las ruinas de esa hacienda eran enormes. Aunque más de la mitad ya estaban cubiertas de vegetación, por esa razón no podría decir realmente cómo era. Y eso también era porque, en esa noche, había más oscuridad de lo normal.
A veces las noches en Yatareni están despejadas y la luna ilumina todo el paisaje con una potencia casi como la del sol. Pero esta noche estaba nublado, no hacía mucho frío pero siento que la noche se presentó de ese modo para incitarnos más temor.
Según mi tía, hace más de 100 años había un rancho agrícola en esta hacienda. Cultivaban muchas hortalizas y también tenían una granja avícola. Parece ser que fue muy próspera. No es raro que hubiera sido de los primeros lugares en ser barridos por la Revolución.
Nosotros nos encontrábamos ubicados en un arco que daba paso a los terrenos de la hacienda. Todavía colgaba un letrero hecho de hierro forjado con su nombre: La Media Luna.
─¿La Media Luna? ─pregunté sonriendo─. ¿De causalidad el dueño de la hacienda no mató al pueblo de hambre?
─¿De qué hablas? ─me preguntaron.
─No, nada ─comenté─. Olvídenlo.
Estos chicos sin cultura.
─Bien ─dijo Mayra Páez juntando las palmas de sus manos─. Todo lo que tienen que hacer es entrar, explorar todo el complejo y conseguir algo que pruebe que estuvieron ahí
─¿Cualquier cosa? ─preguntó la otra Mayra.
─Así es.
─Trae monedas de oro o joyas ─sugirió Claudio.
─No creo que quede algo de eso aquí ─respondí─. Aunque no pierdo nada con buscar.
Pero tampoco serviría de mucho porque nadie trajo palas ni nada para excavar.
Los demás se quedaron esperando en la entrada y la chica y yo entramos lentamente mientras iluminábamos el camino que teníamos delante con las lámparas que llevábamos.
Llegamos primero a un gran patio que estaba dentro de la hacienda. En otro momento quizá era usado para ir a pastar a los animales, pero ahora, parecía una selva, de modo que fue un poco difícil moverse por ahí.
─¿De verdad… no tienes miedo? ─me preguntó Mayra titubeando.
─Lo que siento ahora no es miedo ─respondí─. Es más como ansiedad, no creo en fantasmas ni esas cosas, pero admito que estar aquí sí es algo inquietante.
─¿Por qué no tienes miedo?
─No lo sé ─contesté─. Supongo porque inconscientemente siempre le busco alguna explicación lógica a las cosas y eso me tranquiliza.
─¿Y si no la encontraras?
─¿Qué quieres decir?
─¿Si de verdad aquí hubiera algún fantasma o algo así?
Reflexioné por segundos lo que me dijo y le contesté:
─Supongo que hasta cosas como esa podrían tener una explicación científica, pero seguramente estaré muy asustado en ese momento como para pensar en algo.
Después de cruzar por el área boscosa finalmente entramos a la hacienda en sí. Ahí comenzó la oscuridad total.
Las lámparas únicamente iluminaban solo el área que la luz tocaba. Sin ellas no era posible ver ni a un centímetro de distancia, así que tuvimos cuidado.
Avanzamos por lo que parecían unas habitaciones, quizá unas recamaras por la disposición que mostraban. Probablemente usadas como cuartos de huéspedes.
Pudimos ver que en todo el piso habían agujeros de diversos tamaños y muchos huecos, señal de que, tal y como lo dijo Claudio, aún seguían buscando tesoros aquí.
─Tengo miedo ─murmuró Mayra después de un rato.
─Ya lo sabía ─contesté─. Y si tenías miedo ¿Por qué no te negaste?
─No lo sé ─respondió─. Supongo que solo quería hacerme la valiente, ya no me podía retractar después de que Mayra me dijo que yo haría la prueba contigo.
─Parece que aún no aprendes a decir que no.
─Y por eso se aprovechan de mí.
Me hubiera gustado decirle otras cosas con relación a ello, pero estaba más enfocado en la caminata que dábamos sobre todo para no perdernos ni caernos.
Aunque Mayra aun con su lámpara sí estuvo varias veces a punto de tropezar.
Cuando sucedió por quinta vez, le pregunté que si quería tomarme de la mano
─¿Tu-tu mano? ─preguntó bastante nerviosa.
Estaba muy oscuro pero podría jurar que le vi el rostro rojo como un tomate. Me acabo de acordar que por culpa de eso perdimos una competencia.
─Yo solo te lo pregunto para que no te separes de mi ─comenté─. Este lugar está muy oscuro.
La chica no contestó. Me pregunto qué podrá más, su miedo o su pena.
─E-está bien ─aceptó tímidamente─. Pero… sólo el meñique.
─¿El meñique?
─S-si ─respondió mirando hacia otro lado. Aunque estaba oscuro podía notarlo.
Entonces, con las manos que nos quedaron libres nos tomamos de los últimos dedos de la mano y así anduvimos.
No se cómo se sentiría ella pero yo no debería tener motivos para avergonzarme, supongo. Es decir, sé que en algunos animes las parejas se toman de las manos así porque son tímidos y…
Un momento, ¿no será que ella me pidió que nos tomáramos así de las manos porque…?
No, es imposible. Mejor me olvido de esa posibilidad, es decir, yo no podría…
Nunca me detuve a pensar en algo así, admito que es linda pero…
Supongo que yo solo la veo como una hermana menor. Además no tengo motivos para pensar estas cosas, ella jamás se fijaría en mí. Mejor dejaré de pensar en eso.
Entonces Mayra me preguntó si ya debería buscar algo que llevar como prueba.
Tenía razón, llevábamos cerca de media hora explorando el sitio.
─Es lo que he estado buscando desde hace rato ─respondí─. Pero solo hay basura.
De repente, la lámpara de la chica se apagó.
─No puede ser ─la oí decir─. Se supone que la pila es nueva.
─Todavía tenemos la mía.
No había terminado de hablar cuando mi lámpara empezó a parpadear y también se apagó. Estábamos completamente a oscuras, así que por precaución, le dije a Mayra que nos quedáramos quietos ya que no se veía absolutamente nada.
─¿No te parece ya todo esto sospechoso?
─¿Qué quieres decir?
─Que se hayan apagado las lámparas al mismo tiempo ─comentó asustada─. Algo se aparecerá aquí.
─No tengas miedo ─la tranquilicé─. No pasará nada.
De repente el viento comenzó a soplar mucho más fuerte de lo normal. Eran demasiadas coincidencias así que no pude evitar ponerme nervioso.
─N-no es nada… ─comenté─. Es solo el viento.
─¿Por qué no admites que algo anda mal?
─¿Y tú qué ganas con que admita que algo realmente anda mal?
Entonces oímos lo que parecía ser un susurro, y nos estremecimos.
─Q-quizá deberíamos irnos de aquí.
Estábamos a nada de salir corriendo de ahí, aunque no viéramos por dónde cuando algo nos detuvo. Y digo, nos detuvo, porque fue literal. Oímos una voz muy suave que susurró: “NOO”.
Fue como si lo pudiéramos oír desde todas partes al mismo tiempo. Eso nos congeló y dejamos de avanzar.
─¿Q-qué fue eso?
─S-seguramente es Mayra ─murmuré─. S-se ha de haber metido a jugarnos una broma.
─Esa no sonaba como su voz. Aunque…
Y entonces, oímos un segundo susurro, aún más profundo y más, diría, aterrador tenía que admitirlo:
“ABAJOOO”
─Me estoy volviendo loco─ dije intentando calmarme sin conseguirlo─. Tiene que haber una explicación… lógica.
─Pues… te oigo ─y Mayra se aferró a mi brazo.
En ese momento, por alguna razón las lámparas volvieron a encender.
Y nos mostraron lo que teníamos adelante:
Un enorme agujero que abarcaba todo el suelo de la habitación a la que habíamos llegado.
Entendí que si hubiéramos echado a correr como lo teníamos planeado antes inevitablemente hubiéramos caído a ese agujero, y debido a la oscuridad podríamos haber salido seriamente lastimados.
Cuando le comenté esto a Mayra Palacios, ella dijo que si de casualidad esos susurros que oímos antes eran más bien advertencias de que no avanzarnos más para no caernos. Pero sinceramente no quise darle vueltas al asunto. Ya todo lo que había pasado se me hacía demasiado impactante.
Desde donde estábamos, era posible ver el sótano situado justo bajo la habitación donde estábamos. Con las lámparas pudimos ver mucho escombro, basura, y mucha tierra.
─Ahí hay algo ─me dijo la chica mientras me señalaba con el haz de la lámpara.
Yo igual apunté hacia allá y vimos lo que parecía ser un cofre.
Creo que todo el tiempo en el que estuvimos ahí explorando, me imaginaba que si me encontraba un cofre, sería como el de los cuentos de piratas. Pero el “cofre” que nosotros encontramos era apenas una caja tosca hecha de madera con algunos remaches oxidados.
Bajamos con cuidado y nos acercamos a la caja.
─Claudio tenía razón ─exclamó la chica─. Aun hay tesoros aquí.
─Esto es extraño ─murmuré.
─¿Qué quieres decir?
─Si de verdad hubiera algo valioso aquí, considerando que esto lleva más de un siglo abandonado ¿por qué no se han llevado esto aún?
─¿Y si lo abrimos?
El candado, o lo que alguna vez sujetara la tapa del cofre estaba ya desprendido y oxidado, de modo que fue fácil abrirlo. Solo encontramos documentos, muchos ya estaban pudriéndose por lo que el olor a humedad fue penetrante. Pude ver entre otras cosas, notas de remisión, algunas fotos, monedas y billetes antiguos que de todos modos no eran valiosos. Ninguna de estas cosas era posterior a 1920.
─Aquí solo hay basura ─seguí removiendo un poco los documentos, hasta que encontré algo fuera de lugar. Un grupo de documentos que estaban hasta abajo, dentro de una bolsa de plástico trasparente. El ver que estaban dentro de un folder bastante moderno me llenó de curiosidad. Sacamos los documentos de la caja y los examinamos. Eran más recientes comparados con los demás. Quizá el más antiguo no tendría más de 30 años. Al parecer, eran escrituras de terrenos, concesiones de tierras que había dado el gobierno a algunos ejidatarios, contratos de compraventa y otras cosas relacionadas a ello.
Nos estábamos preguntando porqué algo como esto, mucho más reciente, estaba aquí y porqué estaba dentro de una bolsa de plástico. Definitivamente no pertenecía a la hacienda. Era más que obvio que alguien los había insertado ahí hace poco.
Ya que no habíamos encontrado otra cosa más interesante decidimos llevarnos esos documentos como prueba y salimos de la hacienda.
Una vez fuera, les mostré a todos aquellos documentos y los demás chicos los analizaron.
─Está escritura es del abuelo de mi vecina ─comentó Gibrán al reconocer uno de los documentos.
─Y yo conozco al dueño que vive en esta ─dijo a su vez Claudio al ver otro de los papeles.
─Parece ser que son escrituras, no solo de pobladores de Yatareni ─comentó Mayra Páez─. Sino de otros pueblos cercanos. ¿Pero por qué esto estaba aquí?
─No lo sé ─contesté─. Pero esto definitivamente es muy extraño.
─Bueno ─anunció Mayra Páez─. Dejando eso de lado, pasaron la prueba. Aunque no trajeron nada de valor, cosa que ya todos esperábamos, trajeron algo muy interesante.
─¿Y qué harás con los documentos? ─me preguntó la otra Mayra.
─Quiero mostrárselos a mi tía ─respondí─. Ella quizá sepa algo.
Esa misma noche le mostré a mi tía aquellos papeles, y se sorprendió demasiado. Parece que también encontró un documento que era de una hermana suya que vive en otro poblado y que llevaba algún tiempo buscándolo porque al parecer lo había perdido.
Les conté a mis tíos que esos documentos estaban en aquella hacienda y que por las condiciones en las que estaban, definitivamente alguien los había dejado ahí como si quisiera esconderlos.
Ella me sugirió que lo ideal sería regresarlos a sus dueños originales, pero yo le recomendé que lo mejor sería por ahora conservarlos. Más que nada por un presentimiento que tuve. Le prometí que primero investigaría este asunto, saber quién los puso ahí y con qué propósito.
Más adelante entendería que mis sospechas no fueron infundadas. Nadie, ni nosotros mismos, nos esperaríamos que un grupo de otakus, por querer imitar algo que vieron en un anime, terminaríamos dando uno de los golpes de suerte más grandes que ha tenido Sayula en toda su historia. Yo lo llamaría un verdadero milagro. Y digo milagro, porque todo comenzó por aquella voz que oímos esa noche.
Y hablando de eso.
Me había hecho a la idea de que fue Mayra Páez la que nos susurró a Mayra Palacios y a mí cuando estábamos en aquella hacienda, por eso le reclamé. De hecho, al inicio pensaba que ella misma lo planeó todo para que encontrásemos esos documentos porque ella misma los había dejado ahí.
Pero Mayra Páez, y también los demás chicos juraron y perjuraron que nada tuvieron que ver, que ellos no sabían nada sobre aquellos documentos en la hacienda y que no se metieron a asustarnos. Y tiene sentido. Es decir, Mayra Páez jamás había entrado a esa hacienda porque no la conocía, ella no sabía sobre aquel agujero al que estábamos por caer. Y ver cómo reaccionaron al ver los documentos hizo que descartara a los demás.
Y aunque sé que Mayra Páez a veces gusta de hacer bromas de mal gusto, cuando me dijo que ella no había sido hablaba con mucha sinceridad. Además la voz que ella y yo escuchamos no era la de ninguna de las chicas. Y para rematar, fue Mayra Palacios la que me dijo que aquella voz le sonó familiar. De verdad que esta chica es rara.
Así que me quedaré con la incertidumbre y también el susto de aquella noche, porque prefiero ya no indagar más en el tema. Aunque haya probado mi valor, el cual era el propósito de la prueba, prefiero no volver a repetir la experiencia.
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