Yatareni -Volumen 2 - 07
Un poco impresionado de que lo hayan dejado pasar aparentemente fácil, Jim entró a aquella biblioteca y, después de que la líder del grupo se alejara con los demás, se dedicó a analizar el lugar al que había llegado.
Tal y como él había adivinado antes, porque la misma chica se lo confirmó, estaba en un club de lectura y, efectivamente, era de literatura grafica japonesa. Es decir manga.
Había escuchado muy poco de ese tipo de historietas cuando vivía en Canadá. Estaba más familiarizado con las historias de superhéroes que estaban teniendo recientemente bastante aceptación en el cine.
Lo más parecido a manga que él había conocido fue una historieta creada por un compatriota suyo, en el que un tipo que acababa de conocer a una misteriosa chica de pelo multicolor, tenía que enfrentarse a los siete exnovios malvados de ella. Y eso, tan solo porque ambos formatos estaban a blanco y negro. Más allá de eso no tenía ni la menor idea de manga ni animación japonesa.
Lo primero que hizo fue tomar un manga al azar, el primero, el que más a la mano tuvo y sentarse en una de las bancas del lugar a leerlo. Pero todo era un truco. No estaba leyendo en realidad.
Mientras escuchaba un poco la plática de los demás chicos a lo lejos, imaginó que estarían bastante ocupados como para ponerle atención y decidió entonces moverse, usando aquel manga que había tomado como chivo expiatorio.
Con mucho cuidado y sin hacer ruido, Jim se deslizó a la parte de atrás de la iglesia y contempló entre otras cosas, la sala donde se proyectaba anime.
Vio el equipo moderno del que disponían. El canadiense se preguntó entonces porqué en un lugar tan pequeño tendrían un equipo de primera. Viendo que aquel lugar no tenía más que un televisor de plasma, algunos reproductores de DVD y Blu-ray y algunos asientos, descartó la búsqueda de los documentos en ese lugar.
Para seguir engañándolos, según él, a ratos leía algunas páginas del manga que llevaba consigo. Curiosamente mientras avanzaba en su búsqueda, leía cada vez más páginas del manga porque la historia terminó atrapándolo, pero no dejó de buscar los documentos.
Se movió discretamente hasta el fondo de la iglesia, hasta llegar a las puertas corredizas de lo que la líder había llamado “prisión” y que daban a la pared curva de la parte posterior del edificio. Ahí no había nada más que basura y un papel doblado que llamó su atención porque, las marcas que presentaba, le mostraron que había texto escrito. Lo levantó y lo leyó mentalmente, después de unos segundos, lo dobló de nuevo y lo tiró donde lo había encontrado mientras murmuraba al mirar el manga que llevaba:
─Creo que leer estas cosas hace daño.
Su búsqueda terminó muy rápido debido al espacio muy estrecho del lugar, así que decidió de inmediato, volver a la biblioteca y pensar en otro posible lugar para buscar.
Y de paso, continuó leyendo el manga. Al final, la historia lo envolvió tanto que decidió abandonar la búsqueda y concentrarse de lleno en la lectura.
Entonces oyó algunos gritos provenientes de la reunión de aquellos chicos, decidió acercarse un poco y escuchar de qué estaban hablando. Quizá podría obtener una pista sobre la ubicación de los documentos. Pero en lugar de eso, oyó todo lo que se planeaba hacer en el pueblo el fin de semana siguiente.
Él ya sabía de aquello, porque había visto los carteles pegados por todas partes, pero no se había detenido a leerlos.
Y a medida que escuchaba todo lo que decían, conforme iba oyendo más y más de aquellos eventos, apareció en Jim una curiosidad latente por conocerlos de primera mano.
Cuando percibió que se estaban levantando de sus asientos, rápidamente volvió a las bancas de la biblioteca y fingió que estaba leyendo. En realidad, ya no fingía, ahora realmente estaba leyendo. Para mala suerte de Jim, justo cuando la líder lo interrumpió, había llegado a la parte más interesante de la historia.
La líder, que se había presentado como Mayra Páez, le preguntó que si le estaba gustando lo que había leído.
─Agradarme manga mucho ─dijo sonriendo un poco tímidamente.
De hecho, era verdad. Sí le había gustado.
─Nos tenemos que retirar ─le anunció la líder.
─¿Ustedes… reunirse… después?
─Solo nos reunimos los sábados ─contestó─. Aunque quizá el sábado que viene no haya reunión por la fiesta, pero si quieres acompañarnos, estos días mi equipo y yo ayudaremos a adornar las calles del pueblo.
Jim entonces pensó en todas las posibilidades. Aunque por ese momento no había tenido éxito consiguiendo los documentos, pensó que de ese modo tendría un chance de poder obtenerlos después. Pero se estaba engañando a sí mismo. Quizá no se dio cuenta o lo ignoró, pero la verdadera razón por la cual aceptó la invitación de la chica fue que se sintió como si lo hubiera invitado a formar parte de aquel grupo. Y eso lo llenó de mucha alegría, no por el hecho de que también le gustara el manga o el anime que acababa de descubrir, era más bien porque era la primera vez en mucho tiempo que unas personas lo invitaban a pasar el rato juntos. Aunque sea adornando las calles. Pero él se sentía feliz, como si ya fueran amigos.
Y si eso no le pareció suficiente razón, cuando se acordó de su hermana, decidió aceptar completamente la oferta de la chica. Cualquier cosa era mejor que estar a su lado.
Por esa razón, cuando se despidió de los chicos y se alejó de la iglesia, llevaba una sonrisa de oreja a oreja.
Aunque había fallado en su misión, de cierta manera, al final logró un poco de lo que su padre le había pedido que intentara.
****
─Me estaba preguntando porqué dejaste que entrara así nada más a nuestra base ─le pregunté a Mayra─. ¿Sabes que él viene con los mineros no? Incluso lo invitaste a que nos acompañara a adornar las calles.
─El hecho de que haya venido significa que él sabe que los documentos están aquí, lo que significa que ya saben que los documentos desaparecieron de la hacienda abandonada ─me respondió Mayra Páez.
─Lo que quiere decir ─continuó Gibrán─. Que podemos confirmar que fueron los tipos de la mina los que escondieron los documentos ahí.
─Menos mal que cambié los documentos de lugar ─murmuró la líder.
─¿Qué no estaban detrás del manga? ─pregunté.
─El lugar donde los dejé no era provisional ─contestó─. Por eso los moví de lugar, y funcionó perfectamente porque aunque los estuvo buscando, no los encontró.
─¿De verdad los estaba buscando? ─preguntó Guadalupe─. Lo vimos leer un manga, incluso me dio la sensación de que le estaba gustando.
─Hizo ambas cosas ─respondió la líder─. Ese chico es demasiado fácil de leer. Lo dejé entrar y lo dejé a solas porque sabía que buscaría los documentos y aun así no podría hallarlos. Eso demuestra que los documentos están seguros con nosotros. Puede que hasta crea que no están aquí realmente.
─¿Entonces por qué lo invitaste a que nos acompañara a adornar ─preguntó ahora Angelina.
─Por dos razones ─contestó Mayra Páez─. La primera es que, si se queda con nosotros no intentará de nuevo entrar a escondidas a la base, de esa forma lo mantendremos vigilado.
─Y la segunda razón ─continuó─. Como les dije, ese chico es fácil de leer. Se nota a leguas que no sabía lo que estaba haciendo aquí aun cuando vino a buscar los documentos, titubeaba mucho, de cierto modo me recuerda a Mayra Palacios.
─¿A mí? ─dijo la susodicha.
─A él también le vendrían bien unos amigos, y nosotros somos los indicados, de esa manera lo atraeremos a nuestra causa.
─¿Crees que si se vuelve nuestro amigo, también se ponga en contra de la mina? ─pregunté─. Lo dudo, ese chico creo que es el hijo del jefe de la mina. Lo vi cerca de él.
─Y por esa razón es el más indicado ─contestó─. Siendo el hijo del jefe de la mina, podría tener un poco más de influencia, o quien sabe, implantar la semilla de la rebelión en la mina.
Esa última frase de Mayra Páez me pareció demasiado fantasiosa. Definitivamente la sacó de algún anime, aunque desconozco cuál. Por esa razón es que dudaba un poco de todo lo que estaba planeando. No creo que eso suceda, pero aunque los demás probablemente pensábamos lo mismo, ninguno la contradijo. Pero era cierto, por ahora era muy difícil que lograran quitarnos los documentos. O eso pensamos hasta que Martina nos hizo bajar de nuestras fantasías:
─¿Y qué pasaría si él le dijera a los mineros que los documentos están aquí? Podrían venir más personas y saquear la iglesia hasta hallar los documentos, y de paso destruir nuestra base.
Para ser solo una niña de 14 años había sonado muy tétrica.
Y todos nos sobresaltamos, excepto Mayra Páez.
─No lo hará ─contestó serena la chica sin dejar de sonreír.
─¿Por qué crees que no lo hará?
─Porque sé que él intenta hacer esto solo ─contestó─. Pude darme cuenta por su actuar. Si él ya sabía desde antes que los documentos estaban aquí, hoy mismo pudo haber traído a toda esa gente para buscar los documentos y saquear la iglesia como dices. Pero no lo hizo, se le nota en la cara que él quiere hacer esto solo.
─Quizá solo vino a verificar primero y… ─dijo Gibrán antes de ser interrumpido por la líder.
─No se preocupen… y ya dejen de pensar en tonterías, todo saldrá bien.
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