Yatareni -Volumen 2 - 17
─¿Estas bien? ─preguntó Eliseo.
─Estoy bien ─respondió.
─Yo te lo preguntaba en realidad por tu reacción de hace rato ─dijo─. Cuando me abrazaste.
La chica se sobresaltó, perdió el ritmo y terminó pisando a Eliseo.
─¡Lo siento!, ¡Perdón! ─se disculpó la chica.
─No te preocupes ─respondió─. Pero solo quería saber cómo estabas.
─Yo… ─la chica titubeó y de nuevo se recargó en el chico─. Estoy bien.
─¿Segura?
─Ya te lo dije antes ─replicó─. Te preocupas más que mi padre, lo cual de cierto modo es verdad.
─Pero no soy tu papá ─dijo el chico─. Creo que me quedaría mejor el papel de hermano mayor ¿no crees?
La sonrisa que hasta ese momento tenía la chica se borró de su rostro. Pero a pesar de ello seguía feliz.
─Lamento haberme portado así contigo ─comentó la chica─. Estaba nerviosa pero no sabía por qué.
─No importa ─respondió─. Yo sé cómo eres de todos modos, ya me acostumbré a eso.
Aunque, técnicamente, el chico se estaba burlando de ella, Mayra sonrió.
─¿Quieres hablar de algo?
Mayra entonces recordó lo que le había dicho Angelina acerca de confesar sus sentimientos. Se preguntó si sería buena idea hacerlo en ese momento. Quizá el hecho de que la misma canción haya sonado de nuevo sería una señal.
─No ─respondió─. Solo bailemos.
Por tercera vez Mayra se recargó en Eliseo y bailaron el resto de la canción.
No confesó sus sentimientos y aun así ya había sido rechazada. Sin embargo, no quería dejar de bailar con él. Y como si los demás se hubieran puesto de acuerdo (o quizá por la intervención de cierta chica) Eliseo bailo únicamente con Mayra Palacios a partir de ese momento.
Y así estuvieron hasta que el sol se ocultó.
****
Seguimos bailando un rato más hasta que oscureció.
Creo que una vez mencioné que en Yatareni, debido a que no muchas casas aún tenían electricidad y a que era realmente un pueblo pequeño rodeado de colinas, por las noches, literalmente no se veía nada. Pero esta noche era todo lo contrario. Las luces de la fiesta, los puestos de venta, los juegos pirotécnicos, y todo lo demás brillaban con mucho esplendor. Era como si el pueblo se hubiera convertido en una suerte de estrella en medio del firmamento oscuro en aquella región.
Seguimos paseando por todo aquel jolgorio de luces, sonidos, aromas…
Aunque “La Mimosa” ya se había ido, había otros eventos musicales, por ejemplo, uno de rock nacional al que acudieron varios punks y metaleros. Justo pasábamos por ahí cuando nos percatamos de que los metaleros estaban bailando de una manera más violenta que de costumbre. Y no estaban bailando slam, o quizá al inicio sí, pero nos dimos cuenta de que algo andaba mal. Y en efecto así era, había comenzado una pequeña trifulca.
Nadie sabía por qué comenzó, pero no nos detuvimos a pensar en eso, solo nos enteramos que varios de aquellos chicos ya estaban pasados de copas. Creo que era muy temprano aun.
Estábamos por indicarles a los demás que nos alejáramos de ahí cuando lo vimos a él también. Fue algo muy desagradable, por no decir incómodo para todos nosotros, y también para mí que trabajo con él.
Pero para su propia hija…
No sé qué podría estar pensando en ese momento.
Ya era conocido de sobra que el arquitecto tiene serios problemas de alcoholismo. Pero lo que estaba haciendo, definitivamente era mucho más serio.
El papá de Mayra, aparentemente el que más había tomado, ya que ni siquiera podía mantenerse de pie, era uno de los integrantes de aquella trifulca. Lo vimos revolcarse en el suelo intentando golpear a uno de los punks, pero sin poder atinarle siquiera. Lo único que hacían era levantar polvo.
Otros punks, amigos del caído, estaban intentando separarlos, y al final uno golpeó al arqui. Este balbuceo unas palabras inentendibles por el estado en el que estaba y se abalanzó contra aquel chico. Otra vez se revolcaron en el suelo y terminaron peleando en un charco de lodo que se formó por tanta cerveza derramada en la trifulca. Incluso su camisa se rasgó, quedando desnudo de la cintura para arriba.
Ni siquiera tenía palabras para describir lo que estaba pasando. Era en verdad, algo bochornoso. Solo sabía que definitivamente no quería estar en su lugar ni el de su hija. Quizá todos pensaban eso. No entiendo por qué los policías tardaron tanto tiempo en detenerlos. Seguramente no podían pasar rápidamente por la cantidad de gente que ya se había reunido alrededor y que ya hasta estaban apostando a uno o a otro.
Y se me ocurrió voltear a ver a su hija. Estaba en shock.
Los policías levantaron a su padre y le ayudaron a limpiarse. Estaban por llevárselo en una patrulla porque todos los implicados lo acusaron como el que inició la pelea. Sin embargo, Gibrán y otros chicos más (aunque no todos) se acercaron a abogar por él. Pero el papá de Mayra aún seguía comportándose como un estúpido. Solo hasta que su propia hija avanzó hacia él fue que recuperó un poco la lucidez.
No me atreví siquiera a mirarla. Creo que nadie más lo hizo. No creo que hubiera sido buena idea. Mayra miraba a su padre con unos ojos llenos de odio. Un odio que jamás creí verle en mi vida porque entraba en conflicto con la idea que todos teníamos de ella. Llegué a pensar que aquella chica inocente sería incapaz de odiar a ese nivel.
─Ma-Mayra ─intentó decir su padre─. Yo… no pude…
─¿De verdad? ─replicó la chica mientras el llanto la dominaba─. ¿Se te ocurrió tomar y actuar como imbécil literalmente frente a todo el pueblo?
Y bueno, el problema con aquello es que aquí, todo el pueblo conoce al arqui precisamente por su profesión y al parecer también por su excéntrica hija. Bueno, en realidad, todos en el pueblo se conocen porque es pequeño, lo cual hace que la humillación que está pasando su hija sea descomunal. Y ahora también lo conocen por ser el más borracho del pueblo. Se lo ganó a pulso.
─Yo… lo siento…
Una sonora cachetada cortó de tajo las palabras del arqui. Todos quedamos boquiabiertos. La situación estaba tomando un rumbo muy serio. Aquel golpe, que quizá le dolió a él mucho más que los que le dieron los punks, hizo que mágicamente la borrachera se le bajara. Es una lástima que ya antes haya hecho su reputación trizas.
Y Mayra por fin descargó todo su resentimiento acumulado a través de los años en un grito potente que pudo escuchar todo el pueblo. Todo en una única frase tan directa y a la vez tan hiriente:
─!Te hubieras muerto tú y no mamá!
Y acto seguido, echó a correr despareciendo entre la multitud.
Nadie dijo nada, aunque la música seguía sonando, todos quedamos en el más absoluto e incómodo silencio. No había manera de ayudarlo.
Los DJ’s encargados de la música fueron los primeros en reaccionar. Intentaron calmar los ánimos cambiando la música e invitando a la gente a bailar para que olvidaran el suceso. Y así poco a poco la gente se dispersó. Ni siquiera los policías quisieron llevárselo. Creyeron que con lo que había pasado había recibido un castigo más que suficiente.
Ambos, tanto el padre como la hija, sufrieron la mayor humillación de sus vidas.
Creo que, hasta ese momento, el padre de Mayra entendió lo que estaba pasando, porque se hincó en el suelo y se soltó a llorar.
Los chicos y yo dudamos por un momento en qué debíamos de hacer, hasta que yo tomé la iniciativa al sugerir que buscáramos a Mayra. Pero la otra Mayra entonces sugirió a su vez que fuera yo la que la buscara y que ellos se encargarían de hablar con el papá de la chica para hacerlo entender.
Y eso hicimos, nos separamos y yo intenté alcanzarla.
Estuve deambulando por cinco minutos hasta que recordé dónde podría encontrarla.
Siempre se me olvida. Esa chica es tan predecible.
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