Yatareni -Volumen 2 - 18
Eliseo corrió con todas sus fuerzas alejándose cada vez más de la luz de aquel festival para internarse poco a poco en la oscuridad de las afueras del pueblo. Quizá por su mente pasaría que aquello era una metáfora de lo alejada que estaba Mayra Palacios de la luz. Y él la traería de vuelta.
La parte del camino que conducía hacia el refugio de Mayra fue la más difícil por la inclinación del suelo. De manera que terminó sumamente cansado cuando llegó a la cima. Se cansó más en subir corriendo el cerro que en todo el tramo que corrió antes.
Al llegar al recinto, lo encontró con la puerta entreabierta. Alguien había retirado el candado e ingresado. Definitivamente había sido ella. Mayra Palacios era la única del equipo, además de la líder por supuesto, que tenía el privilegio de tener un juego de llaves para poder ingresar a la iglesia cuando se le antojara. Esto para respetar el hecho de que, aunque SPEED sigue establecido en aquel lugar, la iglesia sigue siendo el refugio de la chica.
Mayra Palacios siempre carga con su llave porque sucede que, a veces de la nada, le da por irse a refugiar a la iglesia, ya sea cuando llueve, cuando quiere estar sola, o cuando quiere leer manga o ver anime. Pero esta noche era cuando más necesitaba estar sola. Eso creyó Eliseo al ver la puerta entreabierta y pensarlo por un momento.
Mayra era una chica sensible con estas cosas, y él sabía que ella estaba realmente harta de todo lo que su padre le prometió y nunca le cumplió.
Llevaba años haciendo lo mismo, pero esa noche todo eso que se fue acumulando estalló.
Esta vez, la tendría muy difícil para lograr tranquilizarla.
Se acercó lentamente y, despacio tocó la puerta de entrada.
─¡Vete, no quiero ver a nadie! ─se oyó desde el interior una voz sollozando.
─Soy yo ─dijo─. Soy Eliseo.
─¡Que te vayas!
De verdad estaba enojada.
Ya en unas dos ocasiones antes Eliseo se había enfrentado en una situación similar con la chica. En aquellas veces simplemente hizo caso de lo que le dijo Mayra diciéndole que ella estaría bien y lo dejó pasar. Pero en esta ocasión, la situación era mucho más complicada. Pero también sabía que era ahora cuando más la necesitaba. Esta vez no se perdonaría si la dejaba sola.
─Voy a entrar ─anunció el chico y de inmediato cruzó la puerta a pesar de las negativas de la chica.
Mayra estaba sentada en la mesa de reuniones del grupo. Se notaba que había llorado bastante, ya que un pequeño charco de lágrimas se había formado frente a ella sobre la mesa.
─Te dije que no entraras ─le dijo la chica entre lágrimas.
─Y yo te dije que lo iba a hacer de todos modos ─respondió Eliseo.
****
Aunque la fiesta comenzó a trascurrir con aparente normalidad la realidad es que no era así.
Los habitantes de Yatareni jamás olvidarán la noche en la que el arquitecto del pueblo, aquel al que consideraban el hombre más rico, precisamente por su profesión, y una de las personas más respetadas y admiradas del pueblo, también por su profesión, hizo un ridículo descomunal ante, literalmente todo el pueblo. Todo ese respeto se fue a la basura en solo unos minutos.
Minutos antes su hija le dijo lo más doloroso que podría haber escuchado en su vida. Llegó a pensar que, en efecto, preferiría estar muerto con tal de no tener que soportar esa humillación un segundo más.
Sentado en una silla, el papá de Mayra había dejado de llorar desde hace algunos minutos, pero aun así tenía los ojos rojos. Los que estaban a su alrededor se preguntaban si los ojos rojos fueron por el llanto o por haber bebido demasiado.
Entre los que lo rodeaban se hallaban los miembros de SPEED, Jim, Renata y su madre, y también los tíos de Eliseo.
─¿Qué he hecho? ─se dijo mientras se ponía su mano en la frente─. Mi hija me odia y con mucha razón, le he fallado.
Gibrán, quien en su momento había prometido a ayudar a Mayra Palacios con el alcoholismo de su padre no sabía qué hacer o qué decirle. Aquel líder carismático que hablaba y hacia todo sin mucho sentido común ahora permanecía en silencio. Así que fue la actual líder de SPEED la que tomó la iniciativa:
─¿Si está consciente de la gran metida de pata que acaba de hacer verdad?
─No tienes que repetírmelo.
─Ahora tiene que pensar en cómo conseguirá que su hija le perdone, pero no basta con decirle que dejará de tomar, porque seguramente ya lo ha hecho muchas veces antes y ella ya está harta de siempre oír lo mismo.
─Pero ya no sé qué hacer ─murmuró─. Esto es más fuerte que yo. No pude cumplir la promesa que Cecilia me encomendó.
─¿Quién es Cecilia? ─preguntó Mayra.
─Es la madre de Mayra ─respondió Guadalupe.
─¿Su madre?
─Hay una larga historia acerca de eso ─explicó Angelina─. Te la contaremos después a detalle. Solo te diremos que la madre de Mayra hizo que ella se volviera otaku y le regaló la capa roja que siempre usa y se la dio antes de morir.
─Supongo que por eso siempre la usa ─indagó Mayra Páez─. Pero él mencionó algo acerca de una promesa.
─¿Está bien que se lo contemos? ─preguntó Claudio─. Es algo personal.
─No importa ─respondió Gibrán─. Si él nos lo contó a nosotros no creo que haya problema si se lo decimos a nuestra líder.
─Pues ─explicó Angelina─. Antes de morir, la señora Cecilia hizo prometerle a su marido que haría todo lo posible para que su hija fuera feliz.
─No pues… ─ahora fue Mayra Páez la que se llevó la mano a la frente─ …Qué bien has cumplido tu promesa ─se dirigió al arquitecto hablándole de una manera más informal y sarcástica. Ahí fue donde ella le perdió el respeto─. Me pregunto si Mayra es así precisamente por tu culpa.
─No exactamente ─explicó Martina─. Mayra se volvió así porque entró en depresión cuando su madre murió por eso es que jamás se quita su capa.
─Y pues… ─remató Gibrán─. El arqui se volvió un alcohólico de primera.
─Cada uno padeció su depresión a su manera ─murmuró Mayra─. De cualquier modo eso no es excusa para no cumplir esa promesa. Si ella quería mucho a su hija y Mayra quería mucho a su madre, naturalmente su perdida le afectó tanto como para terminar de ese modo, y es ahí donde debiste esforzarse aún más por hacerla feliz.
El papá de Mayra no contestó. Por momentos daba la impresión de que se había quedado dormido, aunque no lo estaba.
─Debe estar tan mal que ya no sabe qué decir.
─Es natural ─comentó Claudio─. Después de lo que acaba de pasar, imagínense, que todo el pueblo lo haya visto hacer el ridículo, que su propia hija le haya deseado la muerte…
Todos voltearon a ver al chico, no dijeron nada pero en sus rostros Claudio pudo leer que le estaban ordenando guardar silencio.
─Lo siento ─se disculpó.
─¿De verdad eso es todo? ─los chicos oyeron una voz femenina que provenía de la parte posterior.
Al voltear, descubrieron a una mujer que era acompañada por Renata.
Para aquellos chicos, que a ratos deliraban con el manga y el anime, esta entrada les pareció un poco épica. Como si el héroe acabara de llegar para resolver los problemas de los demás. Como si el protagonista interrumpiera la boda de la mujer que ama con un “Yo me opongo”
La mujer comenzó a avanzar hacia el grupo de chicos hasta quedar frente al arquitecto. Renata se estaba preguntando lo que ella pretendía hacer.
La mujer le dirigió una mirada de desprecio al hombre sentado en la silla como si fuera poca cosa. Pero él, en esos momentos, era incluso menos que eso.
─¿Quién es esa? ─preguntó Mayra Páez en voz baja, temiendo que ella la oyera.
─Es mi madre ─contestó Renata.
─Es la madre de Eliseo ─murmuró para sus adentros Mayra.
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