Yatareni -Volumen 2 - 21
Pasaron unos minutos en los que poco a poco dejaron de estallar las luces en el cielo.
─Arqui ─comentó Mayra Páez─. A como están las cosas, lo más seguro es que su hija no quiera verlo por un tiempo así que le recomiendo que se vaya. Sirve que así descansa un poco para que la borrachera se le baje.
─Es verdad ─comentó el hombre─. Después de esto ya no me atrevo a mirarla a los ojos, creo que hay que dejar pasar un poco el tiempo.
─Piensa bien lo que harás para ganarte su confianza.
El arquitecto se levantó de su silla, y como todavía estaba tambaleándose, fue ayudado por el señor Isidoro.
─Tranquilo arqui ─comentó el tío de Eliseo─ Yo le ayudo a llegar a su casa, no se agüite.
Y así, los dos se fueron.
No pasaron ni cinco minutos desde que los dos se fueron, cuando Eliseo y Mayra regresaron al grupo.
─Hey ─señaló Martina─. Ahí vienen.
Los chicos observaron cómo Eliseo y Mayra Palacios se acercaban al grupo. Aunque se notaba que la chica había llorado mucho estaba sonriente. Y todos los miembros de SPEED se acercaron corriendo a abrazar a los dos chicos.
─Mayra, ¿Por qué nunca nos pides ayuda? ─comentó su gemela─. Siempre intentas resolver y cargar con todo tú sola.
─Somos un equipo no lo olvides ─comentó Angelina.
─No solamente somos un montón de otakus que ven anime ─dijo Claudio.
─También somos un grupo que se apoya mutuamente ─mencionó Guadalupe.
─En las buenas y en las malas estamos juntos ─completó Martina.
─Somos una familia, no lo olvides ─dijo Gibrán.
─Te lo dije ─murmuró Eliseo─. Todos te queremos. Nunca te dejaremos sola.
─Gracias chicos ─dijo Mayra Palacios sonriendo al borde de las lágrimas otra vez─. Los amo.
─¿Y ustedes dos qué? ─mencionó Eliseo dirigiéndose a su hermana y al canadiense─ ¿No se unen?
─Pero nosotros no ser del club.
─Yo diría que sí ─comentó Mayra Páez─. Al menos por los días en los que estén aquí, aceptaré su ingreso a la Sociedad, aunque técnicamente ya eran miembros desde antes.
Renata y Jim voltearon a verse, sonrieron y corrieron a unirse al abrazo grupal de SPEED. Ahora estaban más unidos que nunca.
─Creo que aquí las cosas ya se solucionaron ─comentó la madre de Eliseo al ver a los chicos─. Yo me tengo que retirar, me muero de sueño, y mañana me regreso temprano a México, ustedes diviértanse.
─Te acompaño ─le dijo la tía de Eliseo mientras caminaban─. Y sirve de que nos tomamos un cafecito pal frío.
─Pero yo quiero dormir…
─Y bien ─anunció Mayra Páez─. Ya que todo ha sido superado, ¿Por qué no vamos a divertirnos?
─¿Divertirnos?
Como si se hubieran puesto de acuerdo, las chicas del grupo tomaron de las manos a los chicos y todos corrieron hacia los juegos mecánicos.
─Esperen ─exclamó Claudio─. No nos vamos a subir a esas cosas ¿o sí?
─¿Tú qué crees? ─le respondió Martina.
─Pero no quiero.
─No me digas que te da miedo.
─No es eso pero… no, espera. No me gustan esas cosas…
Los chicos ingresaron al juego conocido como “remolino” en el que hay varios asientos que giran a gran velocidad sobre una plataforma circular inclinada en algunas partes que también gira a gran velocidad. La combinación de ambos giros produce un efecto vertiginoso en quien se sube.
Aun contra los gritos y reclamos de Claudio, todos se subieron ocupando distintos espacios del juego.
El operador encendió la máquina y esta comenzó a andar. Segundos después, los diez chicos sentían en sus cuerpos los efectos de aceleración del juego. Y era algo realmente agradable, no tanto por el juego en sí. El juego les hizo olvidar todo lo malo que había sucedido en todo el día, y también les ayudó a liberar el estrés acumulado. No fue solo el final de la fiesta del pueblo, fue el final de un día de muchos recuerdos, experiencias y emociones. El cierre perfecto, en la noche perfecta.
Ninguno de ellos olvidaría esa noche por mucho tiempo.
****
Jim volvió al campamento de la minera después de un día muy cansado, pero que realmente había valido la pena.
Pero una voz femenina lo detuvo, hablándole en inglés:
─Estuviste todo el día fuera de casa.
─Fui a divertirme con mis amigos ─respondió el chico─. ¿No eso quería que hiciera papá?
─¿No son a esos a los que les gustan las caricaturas japonesas? ─comentó Rebeca despectivamente─. ¿Cómo los llaman? ¿Otakus? Que pésimo gusto tienes para elegir amigos.
─¿Tú como sabes eso?
─Lo sé todo ─comentó─. Te he estado observando cuando te sales del campamento y te reúnes con ellos. Incluso ya sé dónde se reúnen.
─¿Me has estado siguiendo?
─Sólo cumplo lo que papá me ordenó.
─¿Qué te ordenó?
─Que te vigilara.
─¿Por qué?
─Porque no confía en ti ─respondió─. Dice que podrías causar un alboroto allá afuera que pudiera afectar a la mina, por eso me lo pide, y sí, es comprensible ─La chica jugó un poco con los mechones de su cabello, en una actitud soberbia─. Ya sabes que papá confía mucho en mí.
─Pero papá me dijo que anduviera fuera para que hiciera amigos.
─¿Todavía crees que lo hizo por esa razón? ─la chica sonrió─. Papá sabe que causas problemas aquí adentro, así que para él lo mejor es tenerte lejos.
─Pero yo no causo ningún problema ─respondió el chico─. Yo solo quiero ayudarlo, quiero demostrarle que yo también puedo serle útil.
─Pues él no lo cree ─exclamó Rebeca─. Por algo te dice que te vayas a vagar, él dice que así al menos no lo molestas.
Jim ya no dijo ni una sola palabra.
─Lo siento hermanito ─le dijo Rebeca sarcásticamente mientras ponía su mano en su hombro─. Pero no te preocupes, yo le puedo ayudar a papá en todo lo que necesite, no necesita tu ayuda.
Y se alejó dejándolo solo.
Jim se dio cuenta que desde el inicio su padre jamás confió en él, y que aquello de que saliera para conocer amigos, fue más bien una estrategia para deshacerse de él. O, al menos, esas fueron las palabras de su hermana. Por eso mismo, no podía confiar en su veracidad.
Pero no se mostró molesto, porque de cierto modo así fue, había conseguido amigos, y eso fue porque su padre quería deshacerse de él. Para él, eso había valido la pena. Y estaba feliz con eso. No dejaría que su hermana le arruinara el perfecto día que acababa de tener.
Se dirigió al remolque donde estaba su habitación, pero antes de llegar, pasó también por el de su padre. Como la ventana estaba abierta, pudo oír una conversación que su padre sostenía por teléfono. Las primeras palabras que oyó captaron su atención, y se escondió para poder oír lo demás.
─Ya sé que los documentos desaparecieron de la hacienda abandonada ─exclamó─. Me lo acaban de decir, pero no saben quién fue… pero eso es lo de menos… no, no te preocupes, además esos documentos no son prueba suficiente… si, esos otros documentos, aun los tenemos nosotros… oye tranquilo, tú seguirás como presidente municipal, nadie se enterará de los sobornos…
─¿Sobornos? ─murmuró Jim─ ¿De qué está hablando?
─Mira, la gente ahorita está con su fiesta, no se han enterado aun de esas cosas… de todos modos cuando se enteren ya será tarde… solo espero que nos des la parte del dinero que acordamos ¿entendido?… y por los documentos no te preocupes… los encontraremos. Mi hija es muy lista parece que ya los encontró. Te lo dije, confío más en ella que en mi otro hijo, ella sí me ayuda.
Aunque en efecto, había comprobado que su padre creía que Jim era un inútil, lo que más le sorprendió fue la otra parte de la conversación.
─Pero qué… ─susurró Jim impactado─. ¿Qué estás haciendo padre?
****
─Recuerdo que habías mencionado que una vez dormiste tú sola en la iglesia ─le dije a la chica.
─Si ─respondió Mayra tímidamente─. Esa vez te dije que no me había dado miedo pero la verdad es que sí. Por eso… te agradezco… que hayas aceptado acompañarme.
─Tranquila, era algo que yo quería hacer ─comenté─. Incluso me sorprendió que mi madre me permitiera dormir contigo aquí.
─Ella no sabe que nos reunimos en una iglesia abandonada ─comentó la chica─. Seguramente cree que nuestro club es un edificio con todas las comodidades ─sonrió─. Quizá si supiera cómo es el lugar donde dormiremos, no te habría dado permiso.
─Pues esta iglesia ya no parece tan abandonada ─respondí.
Hicimos un espacio en el piso, quitando las mesas y sillas y apilándolas en un rincón.
A diferencia de aquella piyamada en la que dormimos siete personas, esta vez solo dormiríamos dos, de manera que no tuvimos que mover muchos muebles. Tendimos las cobijas que nos prestó mi tía y lo acomodamos todo para formar una cama a manera de futón. Mayra diría que esto le recordaba los futones en los que duermen los japoneses en los animes.
Nos acomodamos, y apagamos la luz.
De todos modos dudé de que pudiéramos dormir rápidamente porque, aun desde ahí, se oía la música y los cohetes de la fiesta del pueblo que aún no acababa. Así que permanecimos largo rato en silencio. Llegó un momento en el que, al voltear a vernos por coincidencia, Mayra se sonrojó y se dio la vuelta rápidamente.
─¿No puedes dormir verdad? ─le pregunté.
─No mucho ─respondió.
─Tranquila ─le dije─. Si es por el miedo, no pasa nada, estoy aquí contigo.
Realmente no sabía si era por el miedo. Igual y está nerviosa de que nosotros dos durmamos solitos en este lugar. Rayos, no lo había pensado así.
Quizá una de las chicas debió acompañarla, aunque siento que sería lo mismo. A lo mejor ella se sentiría más protegida con un hombre a su lado.
─Oye ─le pregunté─. ¿Piensas pasar todas las noches aquí?
─Las que sean necesarias ─respondió─. Hasta que se me baje el coraje.
─Mira, no es un mal lugar para dormir ─comenté─. Pero creo que tampoco este lugar sirva para que te quedes a vivir aquí. Así que mañana hablaré con mi tía para pedirle que te deje quedar unos días en su casa. No se me había ocurrido pedírselo antes, pero ya estamos aquí, ya ni modo.
─¿De verdad?
─Mis tíos de alguna manera también te quieren ─murmuré─. Creo que estarán encantados.
Mayra sonrió y me dijo─: Gracias.
Luego de eso, se volvió a poner roja como un tomate y se dio la vuelta deseándome las buenas noches de una manera precipitada.
─Buenas noches ─respondí.
Me di la vuelta y esperamos un rato.
No tengo idea de a qué hora habrá acabado la fiesta. Creo que nos quedamos dormidos antes de que eso pasara.
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