Yatareni -Volumen 2 - 22
Al día siguiente, temprano, después de acomodar todo como estaba en la base, Mayra y yo bajamos a casa de mi tía a desayunar.
A diferencia de la primera vez que invité a la chica, esta vez no se mostró tan tímida. Incluso tuvo la iniciativa de entrar primero y saludar, pero tengo la sensación de que lo hizo por impulso y no realmente por iniciativa, ya que después se apenó por lo que hizo.
Pero ya era tarde, mi tía le dio la bienvenida y la invitó a desayunar.
─Pásenle mijos ─sonrió mi tía como siempre─. Llegan justo a tiempo pa’ desayunar.
De modo que entramos al comedor.
─Oh, llegaron ─contestó mi hermana Renata sentada ya en la mesa, mientras nos miraba de una manera expectante y sonriendo disimuladamente─. ¿Cómo se la pasaron ustedes dos solitos en esa iglesia?
─¿Pues no sé qué estarás pensando tú? ─le respondí mientras Mayra otra vez se sonrojaba─. No pasó nada. Además, ¿Qué haces aquí? Pensé que te habías regresado con mamá a México.
─Mamá dijo que podía quedarme unos días más porque todavía no tengo clases ─respondió─. ¿O es que ya no me quieres ver hermanito?
─No, no es eso ─contesté─. Es un poco inesperado, eso es todo.
─Me encanta este lugar ─comentó─. No me quiero ir todavía.
De cualquier modo, Mayra y yo nos sentamos a la mesa.
Mi tía nos sirvió un poco de champurrado de canela y pan recién hecho, porque aún estaba calientito. Ese pan, el recién hecho, es el más delicioso que puede haber. Tenemos suerte de que la panadería del pueblo este cerca de la casa de mis tíos.
Durante el desayuno, guardamos silencio por unos minutos mientras recordé lo que le tenía que decir a mi tía, y se lo pregunté:
─Tía ¿puedo pedirle un favor?
─Dime hijo.
─Bueno ─contesté─. Usted sabe lo que pasó ayer con el papá de Mayra, así que, como ella dice que no quiere verlo estos días, me preguntaba si puede darle permiso de que se quede aquí unos días.
Se supone que Mayra ya sabía que le iba a pedir eso a mí tía, porque se lo dije, así que me sorprendió un poco que haya reaccionado como si no supiera nada.
Mi tía se quedó mirándome por unos segundos. Llegué a pensar que no me dejaría.
Pero me sonrió.
─Por supuesto ─contestó sin borrar su sonrisa─. Ella es benvenida en esta casa cuando guste, y más ahora que está pasando por un momento difícil.
─¿Pero mi tío estará de acuerdo? ─pregunté─. Como no está ahorita, pensé preguntarle más tarde y…
─Por él no te preocupes ─respondió mi tía─. Sé que él también estará de acuerdo, pero si no lo estuviera, yo me encargo de convencerlo. Seguramente si le compro un litro de pulque termine aceptando.
─Muchas gracias ─asintió Mayra─. Espero no causar muchas molestias.
─Para nada ─exclamó mi tía─. Será como si otra vez mi hija Lidia viviera aquí.
─¿Lidia?
─Mi prima ─respondí─. No vive aquí, vive en Santa Miranda.
─Ah.
─¿Pulque? ─ahora fue Renata la que preguntó─ ¿Qué es eso?
─Es una bebida alcohólica ─respondí─. No creo que quieras probarla.
─Stas muy chiquita aun ─comentó mi tía─. Pero tu tío dudo mucho que piense lo mismo. Capaz y si lo pruebas, te pones igual que Eliseo cuando llegó aquí por primera vez, uy pa’ que te cuento…
─Tía ─murmuré un poco incómodo─. Le dije que no le contara a nadie de eso.
─Mijo, no le he dicho a nadie, no te preocupes.
─¿Qué sucedió? ─preguntó mi hermana, muy curiosa─. ¿De qué hablan?
─No fue nada.
─Seguramente te emborrachaste con el pulque ¿verdad? ─afirmó Mayra─. Es normal si nunca lo has probado.
─¿Y tú acaso ya lo has probado?
─Por supuesto ─contestó─. Mi papá a veces le compra al abuelo de Martina y a veces me da a probar. Nunca me he puesto borracha, pero admito que la primera vez que lo probé me mareé un poco, aunque solo fue un trago, tú al parecer tomaste bastante ¿verdad?
─La verdad no lo recuerdo.
─Entonces sí tomaste bastante ─concluyó mi hermana.
─No le digas a mamá.
Y entonces mi hermana y Mayra sonrieron una a la otra, como si se hubieran puesto de acuerdo en algo.
Después de desayunar, le ayudamos a mi tía a acomodar la habitación donde antes habían dormido mi madre y Renata, y donde dormiría Mayra los días en los que estuviera aquí. Supongo que durante esos días ellas dos dormirían juntas, pero después de que mi hermana se vaya, Mayra dormirá sola.
Aunque esta habitación era de huéspedes, ahí también había un ropero con algo de ropa de Lidia. A nadie se le ocurrió preguntar por qué mi prima tenía dos roperos con su ropa en dos habitaciones diferentes.
─¿Traes ropa para cambiarte mija? ─preguntó mi tía.
─No ─respondió─. Así que tengo que ir por algo de ropa a mi casa, pero no quiero ver a mi papá.
─No hay necesidad de que vayas ─comentó mi tía─. En este ropero también hay ropa de mi hija, puedes usar la que te guste, o también llévate la que quieras, no creo que ella venga por esta ropa de todos modos.
─Gracias.
Lástima que mi prima no usa esos vestidos estilo victoriano que Mayra siempre usa.
Eso mismo pasó la primera vez. Ella escogió mucha ropa del otro ropero de mi prima, pero hasta hoy jamás la he visto usarla. Pero hoy no tenia de otra. Hoy dejaría de usar sus vestidos.
Un rato más tarde se apareció ante nosotros usando otra ropa diferente a la que siempre usa.
Excepto cuando tuvo que vestirse de tehuana para el concurso, y el cambio de ropa que tuvo con la otra Mayra, esta era la primera vez que la veía usar otro tipo de ropa por su propia voluntad, o algo así. Pero de cierto modo seguía igual. Lo que ella estaba usando era un vestido negro pero ya no tan llamativo como el anterior. Lo viera por donde lo viera era un vestido negro común y corriente, uno que jamás llamaría la atención de la gente. De no ser porque aún seguía usando la capa roja.
El vestido que usaba era parecido a uno que usaría en una cena de gala pero más casual.
Quizá de esos vestidos que usan los protestantes cuando salen a predicar.
─¿Cómo… me veo? ─me preguntó mientras, al parecer inconscientemente, posaba un poco.
Me acostumbré tanto a verla vestida como siempre que creo que me causó el mismo impacto que cuando la vi vestida de tehuana el día anterior, aunque eran vestimentas radicalmente diferentes.
─Te… ves bien ─respondí evadiendo un poco la mirada.
─Gr-gracias ─contestó sonrojada─. Me estoy dando cuenta de que usar estos vestidos me hace sentir más ligera, quizá comience a usarlos más seguido.
─¿De verdad?
─Además el otro me estorbaba para bailar y para dormir ─contestó sonriendo.
Creo que se acordó de algo porque se puso aún más roja.
─¿Quieres salir a dar un paseo con tu nuevo vestido? ─le pregunté.
─¿A-ahora? ¿En este momento? ─preguntó.
─Por supuesto.
También invité a mi hermana y ella aceptó acompañarnos con la condición de que pasáramos un rato a las canchas del pueblo a practicar un poco de futbol.
─Quizá vestida de ese modo pueda jugar mejor ─argumentó Renata.
Pero no creo que eso cambie nada. El que vista ropa más ligera no la hace mejor jugadora de futbol.
Ni usando el uniforme de la selección femenil de futbol.
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