Yatareni -Volumen 2 - 30
─¿Y bien? ─Mayra me hizo la pregunta obligada, mientras cruzaba los brazos esperando mi respuesta─. ¿Qué te parece?
Ella y su equipo acababan de terminar los primeros cinco minutos del primer episodio del anime que estaban produciendo basándose en mi novela. Técnicamente, ese capítulo ya estaba terminado, solo hacía falta el opening, el ending y la música incidental.
¿Cómo decirlo? Desde un inicio no esperaba una animación digna de las grandes compañías animadoras de Japón, pero, para ser un anime hecho por aficionados, creo que estaba bien. Incluso si tenía bajas expectativas por lo mismo, creo que fueron superadas. Pero algo de mi creía que esa no era toda su capacidad, que ellos podrían haberlo hecho mejor, pero no sabía si pensaba eso porque de verdad creía en las capacidades de aquellos chicos o si fue porque yo tuve siempre el hype en alto, esperando algo de una calidad superior a lo que ellos podrían darme.
Sin embargo, estaba bien, eso fue lo que les dije. De todos modos estaba encantado con el resultado, es decir mis personajes estaban cobrando vida.
─Me agrada su trabajo chicos ─concluí─. De verdad se los agradezco.
─Es lo que hacemos ─dijo el chico de los lentes deportivos situado detrás─. Tu historia hará que más adelante hagamos maravillas.
Sonó un poco cliché, pero me gustó cómo lo dijo.
Todos los demás miembros del estudio me sonreían también, como si buscaran mi aprobación.
Y ahí también estaba Alice.
Había olvidado mencionarlo antes, pero Alice volvió a integrarse a Nipponkenkyo. Había vuelto al pueblo para disculparse con Mayra por todo lo sucedido pero con todo lo que estaba pasando con relación a la mina esa disculpa había llegado un poco tarde. Mayra se dio cuenta de que esta vez era sincera y aceptó su regreso colaborando de nuevo con los chicos. Y eso le cayó bien al equipo por algunas razones que más adelante mencionaré.
─Ahora hablemos de la música ─comentó la líder─. Verás, al inicio pensábamos usar como opening y ending canciones que yo iba a componer, pero lo estuve pensando bien y no creo que sea buena idea, además de que quizá no pueda.
─¿Por qué?
─Lo que tratamos de hacer aquí es un anime ─contestó la chica─. Aunque haya sido hecho aquí en México lo hacemos parecido a lo que se hace a Japón precisamente para atraer al público que disfruta de la animación japonesa. Si los espectadores oyeran una canción en español o con ritmo mexicano en algo que se supone que tiene que tener esencia japonesa se sentiría extraño. Por eso aunque suene malinchista, decidí que usáramos canciones japonesas como openings y endings.
─¿Entonces ya no compondrás canciones para el anime? ─me adelanté a preguntar.
─No exactamente ─respondió─. Solo compondré algunas canciones para usarlas como inserts songs, pero hasta ahí, y serán menos de las que originalmente pensaba incluir.
─Eso que estás diciendo es por el público objetivo del anime ¿no? ─pregunté─. Pero también dijiste que no podías aunque quieras.
─A eso voy ─comentó Mayra─. Hace unos días me llamó la representante de “La Mimosa” ─y conforme hablaba, su emoción aumentaba más─. Y quiere que nos veamos en unas dos o tres semanas.
─¿De verdad? ─pregunté de cierto modo igual de emocionado─. ¿No te dijo para qué?
─No ─respondió sonriendo─. Pero ojalá sea para algo bueno.
─Bueno, si de verdad, en el mejor de los casos, comenzaras una carrera musical ─dije─. Ya no tendrías mucho tiempo para musicalizar el anime.
─Exacto ─respondió─. Y necesito que vayas pensando estos días qué canciones quieres usar, porque ya que subiremos nuestro anime a la web como algo legal, necesitamos enviar permisos a las artistas para poder usar las canciones.
─¿Enserio? ─pregunté─. ¿Vas a enviar peticiones a los artistas japoneses?
─Planeamos estrenar el anime en unos dos meses a más tardar cuando ya tengamos una cierta cantidad de capítulos ─respondió─. Para entonces esperamos tener ya los permisos.
─De acuerdo ─agradecí─. Me tengo que ir, gracias chicos.
─¿Tienes prisa?
─Un poco ─respondí─. Martina me dijo que fuera a verla a su casa. Creo que sus abuelos quieren hablar conmigo.
─Ah, eso fue lo que te dijo hoy cuando acabamos la reunión ─murmuró y sonrió pícaramente─. ¿Y ahora qué le hiciste?
─No le he hecho nada ─respondí─. Creo que tiene que ver con sus XV años.
─Hablando de eso ─me preguntó la líder─. ¿Cómo van los ensayos?
─Creo que van bien ─exclamé─. Pero eso ya lo verán ustedes ese día.
Me despedí de los chicos y me fui de ahí, hacia la casa de Martina.
Llegué luego de unos minutos a la casa de la niña.
Como la casa de Martina carece de muros perimetrales o portones, es fácil entrar directamente al patio de su casa.
Cualquiera pensaría que podrían meterse fácilmente a robar pero la verdad es que eso no sucede muy a menudo aquí en Yatareni, otra de las razones por las cuales me gusta este pueblo, la gente aquí sí es honesta y trabajadora. Además, no hay nada de valor que puedan robar aquí.
Pero, por mera educación, no entré hasta el patio, pasé primero al jacal donde está el pequeño establecimiento de venta de pulque que tiene el abuelo de Martina. Y él estaba ahí sentado. El señor Efrén siempre está sentado en el mismo lugar en su silla hecha de madera con su bastón en mano y vestido de manera tradicional como si fuera a bailar la danza de los viejitos. Ahí se pasa todo el día y solo se levanta para comer, para ir al baño, para atender clientes que buscan pulque, y también cuando cae la noche y va a dormir. Con eso de que es de los pocos que quedan que aun venden pulque en el pueblo, mucha gente viene a comprarle, incluso de otros pueblos. Y a veces esos mismos clientes se quedan largas horas conversando con él mientras toman su pulque, de modo que nunca se aburre, ni ellos se aburren de él. Y es de esperarse. Siempre cuenta cosas interesantes de cuando era niño, del pueblo, de cualquier cosa.
Pasé al jacal para saludarlo y preguntar si Martina estaba en casa y me respondió que sí, no sin antes invitarme como siempre un tarro de pulque. Y yo, después de cierta experiencia que tuve cuando llegué al pueblo, amablemente rechacé su invitación. Aunque a veces me siento mal por no aceptar y sólo le acepto un tarro, pero solo uno.
Después de aquello, me dirigí atravesando el patio, hasta la casa de Martina en sí.
Ya desde ahí podía escuchar la música. Sonaba “Flor de capomo” de Los Cadetes de Linares, su canción insignia.
Toqué la puerta de la casa de la chica y la abuela de la niña me abrió.
─Gracias por venir mijo ─me dijo─. Pasa, estás en tu casa.
─Gracias.
Mientras yo entraba oí que la abuela le ordenaba a su nieta que me trajera una silla.
Martina apareció siguiendo la orden y colocó una silla en la mesa del comedor que era para seis comensales, pero como en esa casa solo viven tres personas, solo hay tres sillas en la mesa, las demás están arrinconadas por ahí, para usarse cuando vienen visitas que es este caso.
La abuela de Martina me invitó a sentarme mientras me dijo que en poco tiempo serviría la comida y agradecí de nuevo. Martina quería ayudar a su abuela, pero ella le indicó que me hiciera compañía de modo que se sentó a mi lado. Fue un poco incómodo porque ninguno de los dos dijo nada aunque creo que yo no estaba tan nervioso como ella. Percibía que la niña me miraba como si quisiera decirme algo pero cuando volteaba a verla me desviaba la mirada.
Después de unos minutos que asumo que a ella se le hicieron eternos, la abuela de la niña trajo la comida para los cuatro. También el abuelo, lentamente y con ayuda de su bastón y su nieta, ingresó a la casa y tomó su lugar en la mesa.
La abuela de Martina es un poco más joven que su abuelo. Mientras él tiene más de 80 años ella no debe tener más de 70 de modo que es más activa. Pero ella no trabaja por problemas que tiene en su espalda. Al parecer por algún accidente que tuvo hace varios años ella se encarga solo de los quehaceres del hogar. Los tres sobreviven gracias al negocio del pulque y a las pensiones de ambos.
La abuela me recuerda mucho a mi tía por que las dos también son amables y bondadosas hasta el extremo. Y ese día descubrí también que al igual que mi tía, la abuela de Martina cocina muy rico. Creo que la mamá de Gibrán podría tener mucha competencia.
Mientras comíamos, la abuela de Martina me explicó la razón por la cual me habían llamado.
─Mañana Martina irá a Sayula a elegir su vestido que usará en sus XV años ─me dijo la señora─. Y ella me pidió que te pidiera que la acompañaras.
─Espere, ¿Su nieta le pidió que me dijera eso?
Y volteé a ver a la niña. Estaba hecha un manojo de nervios.
─Podrías haberme dicho eso tu misma ¿no crees?
─Yo-yo… ─dijo intentando hablar, pero al final calló.
Básicamente, lo que acababa de suceder es que Martina quería que yo la acompañara a comprar su vestido, pero sentía tanta pena de pedírmelo personalmente que tuvo que invitarme a su casa a comer solo para que su abuela me lo dijera. A veces las mujeres son tan complicadas.
─Bueno, antes que nada, agradezco que me hayan invitado a comer ─respondí─. Pero ─dije dirigiéndome a Martina─. Podrías haberte ahorrado todo eso.
─Entonces… ─me dijo muy expectante─. ¿Podrás acompañarme mañana?
─Por supuesto ─le sonreí─. Aunque fue idea tuya, tu abuela fue quien me lo pidió, así que lo haré con gusto.
En ese momento la niña dejó de estar nerviosa y me sonrió.
─Gracias.
Otra vez hizo esa sonrisa que había hecho el día en el que acepté ser su chambelán.
No es como si tuviera cosas que hacer. Por ejemplo estos días no estoy yendo a trabajar con el arqui. Lleva dos semanas sin abrir su local, y por ahora no necesito trabajar porque tengo el dinero de la indemnización.
Pero verla sonreír de ese modo, después de que acepté acompañarla hizo que realmente valiera la pena. Todo lo vale por esa sonrisa. De verdad esta niña es un amor.
Ojala algún día tenga una hija como ella.
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