Yatareni -Volumen 2 - 32
Es curioso cómo las cosas se dieron.
Hace ocho días Martina me pidió que la acompañara a Sayula a comprar su vestido para su fiesta de XV años. Y hoy, después de la junta de SPEED, Mayra Palacios se me acercó y me pidió una petición muy parecida.
Me hizo recordar que ella una vez me había dicho que ya sabía en qué gastaría su dinero. Ella mencionó que quería comprarse ropa nueva y quería que yo la acompañara a Sayula.
No recuerdo si lo dije o no, pero de todos modos la acompañaré porque me lo pidió. Sobre todo porque, aunque todavía le cuesta trabajo tomar la iniciativa para hablar con la gente creo que ya está mejorando en ese aspecto. También me da gusto que también vaya cambiando su estilo de ropa, que ya no use tan seguido los vestidos estilo victoriano.
Puede que haya sido por las circunstancias y ella hubiera hecho ese cambio por obligación, pero después de unos días pareció agradarle. Por algo quiere comprarse ropa nueva.
Y es que, verla vestida de diferente manera a la que estoy acostumbrado es gratificante para mí porque me está demostrando que está saliendo adelante de su timidez y todos sus problemas que tiene.
Aunque en sus vestidos todavía predomina el color negro creo que es un avance que ya use otro tipo de ropa. Y ahora que quiere comprarse aún más ropa pues qué mejor. Se siente como si me sintiera orgulloso de que una hija mía hubiera aprobado la escuela con la calificación más alta.
Curiosamente, cuando le dije que la acompañaría, sonrió al igual que lo hizo la “loli” ocho días antes.
Pero en fin. Al día siguiente nos levantamos un poco más temprano de lo usual y esperamos en la parada el camión que nos llevaría a Sayula.
Mayra Palacios no dijo nada más allá del saludo, y cuando quise hacer plática preguntándole qué tipo de ropa le gustaría comprarse solo me dio respuestas cortantes. No quise insistir. Quizá el mero hecho de haberme invitado a acompañarla era mucho para ella.
Me acordé entonces que, la semana pasada con Martina, yo iba un poco más desarreglado y ella estaba muy bien vestida como si fuera a una cita. Ahora la situación era al revés. Era Mayra la que venía un poco desaliñada y era yo el que se arregló como si fuera a una cita.
Pero aclaro que no me arreglé de ese modo sabiendo que saldría con la chica, fue solo porque hace ocho días no estaba tan presentable y una niña de catorce años me demostró que es más ordenada que yo. Eso me caló un poco y creo que fue la razón por la cual decidí arreglarme más de lo normal. Pero Mayra no lo hizo, y no creo que se le hubiera ocurrido aun si esto fuera una cita verdadera.
Tomamos el camión, el cual venía muy vacío y nos sentamos. Ella en la ventanilla y yo a su lado. Justo en ese momento, aunque no hacía frío, comenzó una pequeña llovizna. Los vidrios del autobús comenzaron a empañarse y, a ratos la chica los limpiaba para poder ver el exterior. De tantas veces que hizo aquello la manga de su vestido comenzó a mojarse. Pero a ella no parecía importarle. Seguía viendo el mundo exterior, e incluso parecía que yo no estaba presente.
Ella no me hacía la plática por su timidez y yo no le hacia la plática porque no sabía de qué hablar con una chica como ella. De manga y anime hemos hablado hasta el cansancio y creo que ambos estamos un poco fastidiados de eso. De la relación con su padre creo que tampoco es buena idea, podría aun estar sensible.
Menos mal que llegamos en poco más de media hora a la cabecera municipal. A diferencia de la ocasión con Martina, esta vez, el autobús se fue más rápido.
Para entonces la llovizna se había detenido pero el ambiente había bajado de temperatura y una incipiente niebla comenzó a aparecer.
─¿Sabes dónde comprar tu ropa? ─le pregunté.
La chica tardó en responder y al final dijo:
─No.
─Espera ¿no sabías?
─Pensé que tú sabias.
─Pero es tu ropa, es decir, es ropa de mujer ─contesté─. ¿Cómo sabría yo…?
Pero me detuve, sí que lo sabía. La semana pasada, cuando acompañé a la pequeña por su vestido, pasamos por un área donde había muchos locales de ropa, no solo para fiestas y eventos como los que ella y yo visitamos, sino también de ropa en general. De manera que le indiqué que teníamos que ir al mercado municipal y que quizá ahí habría algo que le gustara.
Cruzamos el mercado hasta llegar a donde se vendía toda la ropa, tanto la de hombre como la de mujer.
─Bueno, es aquí ─comenté─. Si quieres te espero aquí.
─No ─replicó─. Entra conmigo.
─Pero aquí solo venden ropa de mujer.
─Pero aun así puedes entrar ¿no? ─me dijo─. Acompáñame, quiero… que me digas cómo me veo cuando me ponga la ropa.
─Ah, era eso… está bien, pero trata de no tardarte.
Mi última petición estuvo de más. Todas las mujeres del mundo al parecer piensan igual.
Mayra primero recorrió todo el lugar. Ocasionalmente tomaba algún vestido o tomaba varios y de ahí se dirigía a los vestidores, se probaba uno por uno y siempre me preguntaba cómo se le veían. Casi todo lo que escogía era de tonalidad negra, y una que otra gris. Aunque realmente se le veían bien yo solo respondía por compromiso. Mayra entonces decidió buscar otro tipo de vestidos. Se acercó a la empleada del lugar y le pidió ayuda. La mujer nos llevó a los dos a otra zona del local donde había otros vestidos negros, pero más lindos según ella.
Ella tomó uno de los vestidos, y se lo dio a Mayra mientras le decía:
─Este se te podría ver bien.
─Pero creo que es muy largo.
─¿Por qué no le preguntas a tu novio qué opina?
─¿N-novio?
Tardé en darme cuenta de que ella estaba hablando de mí. Mientras la chica de la capa roja se moría de la vergüenza, yo le aclaré a la dependiente que solo éramos amigos.
─¡Ay! ¡lo siento! ─se disculpó─. Es que se ven tan bien juntos y… olvídenlo, si necesitan ayuda pueden llamarme─. y se alejó como si tuviera ganas de ir al baño.
Volteé a ver a la chica. Ella tenía su rostro cubierto con el vestido que le dio la chica.
─¿Todo bien? ─le pregunté tratando de sonar natural porque a mí también me apenó un poco que dijera eso.
Ella solo movió la cabeza afirmativamente pero ni siquiera despegó el vestido de su cara.
Cuando acabó de probarse todos los vestidos que elegía, daba un segundo recorrido y tomaba otros vestidos aunque cada vez eran menos, estos también se los probaba y yo la evaluaba. Repitió esto unas cuatro veces y todo este proceso lo repetía en todos los locales que visitamos.
Cuando vine con Martina solo íbamos a comprar un solo vestido, era uno en específico y aun así se tardó. No quería imaginarme lo que se iba a tardar ella si iba a elegir varios. No sé cuántos vestidos se habrá probado, no sé cuántos locales habremos recorrido, pero a eso de las tres de la tarde acabamos. Y ella solo compró unos diez vestidos todos de color negro.
Lo que si me pareció demasiado raro es que por lo menos cuatro empleadas asumieron que ella y yo éramos pareja.
¿De verdad teníamos pinta de ser novios?
Comments for chapter "32"
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