Yatareni -Volumen 2 - 33
Íbamos a salir del mercado pero la lluvia se soltó de nuevo, y esta vez fue más intensa. Mucha gente entró a refugiarse dentro del mercado o se resguardaba bajo la marquesina.
Por la intensidad de la lluvia, supusimos que tardaría bastante en detenerse.
Y entonces lo oí.
Aunque la lluvia sonaba fuerte en el techo de lámina del mercado pude oír el gruñido que provenía del estómago de la chica. Yo pensaba que solo en los animes se oía de ese modo. Roja de la pena, Mayra se apretujaba el abdomen.
─¿Tienes hambre? ─le pregunté.
Ella asintió con la cabeza sin perder su color.
─Podemos comer aquí ─comenté─. Hay varios locales donde ofrecen comida corrida.
Nos dirigimos entonces al conjunto de locales de comida del mercado. Ocho días antes ahí mismo había comido con Martina. Pero esta vez, simplemente quise comer en otro lado para variar.
Llegamos a una cocina económica y pasamos hacia una de las mesas. Pero no nos sentamos. Resulta que había alguien más sentada en la mesa de al lado, la reconocí de inmediato porque no tenía mucho que la había visto pero Mayra no la reconoció.
Mi prima Lidia estaba sentada también esperando su orden. Estaba vestida de oficinista así como en aquella ocasión en la que la vimos en Santa Miranda.
Volteó a verme, tardó unos tres segundos en procesarlo, y me sonrió.
─Hola primo ─saludó efusivamente─. ¿Qué te trae por aquí?
─Lidia ─también saludé─. ¿Qué haces por acá?
─Vengan, siéntense ─nos invitó─. Comamos juntos.
Mayra y yo nos movimos a su mesa y nos sentamos con ella. En ese momento la empleada vino a ofrecernos el menú.
─¿Qué van a pedir?
Revisando el menú, me decidí por unas enchiladas, Mayra pidió unos tacos dorados y mi prima pidió huevos a la mexicana. La empleada se alejó diciendo que en un momento traerían nuestras órdenes.
─¿Qué te trae a Sayula querido primo? ─me preguntó sonriendo mi prima.
─Yo también me pregunto lo mismo ─respondí─. ¿Qué te trae a ti aquí?
─Vine a dejar unos papeles a la presidencia municipal ─contestó─. Y aproveché para pasar a comer ¿Y tú?
─Pues vine a acompañarla a ella a comprar ropa ─respondí mientras señalaba a la chica de la capa roja.
─¿No es la chica con la que fuiste aquel día a verme en Santa Miranda?
─No ─respondí─. Esa era otra pero se parecen demasiado, es todo.
─¿Es su hermana gemela?
─No.
─¿Entonces por qué se parecen tanto?
Respondí lentamente como si agregara un extra de misterio:
─Nadie lo sabe.
─¿Entonces ella es tu novia? ─preguntó de la nada.
─¡N-no!, claro que no ─exclamé efusivamente─. Es solo una amiga.
─Espera ─razonó─. ¿Qué no es ella la chica que siempre dicen que anda vestida de negro y usa una capa roja?
─Si ─respondió levemente la chica─. Soy yo.
─He escuchado acerca de ella ─comentó Lidia─. Pero no imaginé que fueras amiga de mi primo, aunque creo que es de esperarse, a los dos les gustan esas cosas del anime.
Luego me percaté que Lidia mostró un interés repentino en Mayra quizá por el atuendo que llevaba, pero comenzó a interrogarla cual policía que interroga a un sospechoso. Entre otras cosas le preguntó su nombre, su edad, dónde vivía y cosas así. El interrogatorio evolucionó cuando ella le preguntó si ella había estudiado la universidad, pues dada su edad, ya debería tener una carrera profesional terminada, o por lo menos muy avanzada.
Y Mayra respondió que ella había estudiado la carrera de derecho y leyes, y que sólo estudió por un año, porque, aunque su madre ya había fallecido unos tres años antes más o menos, las cosas en su familia estaban muy mal desde entonces y ella ya no pudo seguir estudiando.
─¿Y has pensado retomar tu carrera?
Ahora que lo pienso llevo casi cinco meses conviviendo con esa chica y jamás se me ocurrió preguntarle eso.
─No lo sé ─respondió─. Sobretodo porque creo que ya se pasó mi tiempo.
─Yo no lo creo ─dijo Lidia─. Sabes, en esta época, los abogados son de los profesionistas mejor pagados del país, incluso más que los arquitectos.
Hizo énfasis en esto último y me miró despectivamente como para burlarse en broma.
─En realidad no es tan tarde como dices ─continuó─. Nunca es tarde para aprender como dicen, aunque tengas 21, aun puedes entrar de nuevo a la universidad ¿Por qué no lo intentas?
─No es mala idea ─ahora fui yo quien continuó la conversación─. Últimamente, o quizá desde que te conozco, solo te la pasas leyendo manga y viendo anime en la base. Creo que deberías hacer algo productivo. Podrías conseguir un trabajo o meterte a estudiar como ella dice.
Me veía como un padre sermoneando a su hija. Algo que quizá su verdadero padre debió haberle dicho y no lo hizo.
La chica me miraba de una manera un poco molesta, quizá porque le estaba diciendo algo que ella sabía que era verdad, pero muy en el fondo yo sé que ella sabía que era cierto y que quizá eso era la causa de su malestar. O eso creí que ella debería estar pensando. Hasta alguien como ella, con sus traumas y todo lo que quiera, debería de saber que esa rutina diaria que tiene, entre el anime que ve en la iglesia, la comida chatarra que compra en la tienda y el manga que lee de nuevo en la iglesia, no duraría para siempre. Ella sabía que en algún momento tenía que hacer algo con su vida. Y no solo para ser alguien productivo para la sociedad, como siempre se dice, sino porque también le serviría para enderezar poco a poco su vida.
Mayra estaba comenzando a desenvolverse cada vez más. Lentamente, pero poco a poco, estaba volviéndose más sociable y más extrovertida, y era todo gracias a mi… es decir, a SPEED. Pero el incidente con su papá en la fiesta patronal creo que frenó un poco todo lo que había logrado hasta ahora. Eso fue lo que creí al inicio, pero me di cuenta de que aunque estuvo deprimida unos días, pasado ese tiempo, volvió a como estaba antes de aquel incidente. Si esto fuera un juego, sería como decir que ella no bajó de nivel. A pesar de casi perder la partida, permaneció constante.
Últimamente Mayra parece tener un poco más de iniciativa, además, está variando su vestimenta más que antes. Y ahora estoy aquí acompañándola a comprar más ropa porque le gustó la idea. Supongo que ahora, el siguiente paso, además de perseverar en lo que hasta ahora ha logrado es recomponer su vida completamente. Diría, a como estaba antes de que su madre falleciera. O quizá antes de que su papá cayera en el alcoholismo. No lo haría para demostrarle a su padre, que ella, la que quedó más traumada por la pérdida de su madre logró salir adelante. Lo haría por ella misma, es decir, lo tenía que hacer por ella misma. Y la única manera de lograr salir del bache es volviéndose alguien en la vida, alguien que ya no carga con rencores ni remordimientos de ningún tipo.
Mayra tenía que volver a estudiar la universidad, y eventualmente, convertirse en abogada, o si ella quisiera, estudiar otra cosa, pero tenía que convertirse en profesionista. De este modo, también tendría la oportunidad de convertirse en alguien mucho mejor que su padre. Mayra Palacios, la otaku pueblerina, la nini de Yatareni, tenía que enderezar su camino y sentar cabeza antes de que sea ella misma la que la hunda en el abismo o podría llegar a un punto de no retorno. Y yo estoy dispuesto a ayudarla.
Estaba pensando en todas estas cosas y también me preguntaba si ella, de casualidad estaría pensando algo parecido.
Y fue ella misma la que lo confirmó:
─Lo pensaré.
Y eso fue todo lo que dijo.
En ese momento trajeron nuestras órdenes, Mayra dejó de hablar y se limitó únicamente a comer. Probablemente se sintió incomoda con aquella conversación y no quería seguir hablando de ello de manera que comía sin pausas como si usara aquello como escudo.
Lidia y yo, por otro lado, conversamos acerca de los acontecimientos recientes relacionados a la mina, a la fiesta patronal y a otras cosas. También mencioné la fiesta de XV años de Martina y ella dijo que esperaba poder ir pero todo dependía de la carga de trabajo que tuviera ese día.
Ella dijo que hay mucho trabajo en el gobierno estatal por la transición de poder. Recordé entonces que el anterior gobernador había renunciado para contender por la presidencia de la república y actualmente se estaba efectuando la elección de un gobernador interino.
Deporsí ella siempre está ocupada lo cual ha hecho que no haya podido visitar a sus padres en por lo menos seis meses, y ahora con la transición, sería aún más difícil.
─Oye ─Lidia cambió de tema de manera abrupta─. No me había percatado bien hasta ahora, pero ─dijo señalando a Mayra─. Ella tiene un vestido muy parecido a uno que yo tenía. Creo que aún lo tengo guardado en el closet de mi casa. Si puedo ir un día de estos me lo traeré conmigo.
Mayra y yo nos sobresaltamos. Lidia no sabía que ese vestido del que hablaba, de hecho, era el que Mayra estaba usando en ese momento. Formaba parte de la primera colección de ropa que mis tíos le regalaron.
─Dudo… que te quede ─le dije disimuladamente.
─¿Insinúas que estoy gorda, primo? ─preguntó.
─¡N-no quise decir eso! ─respondí lleno de pena─. Es solo que ya pasó tiempo desde que lo usabas, quizá probablemente ya no te quede.
Lidia guardó silencio por un momento. Estaba muy seria. Llegué a pensar que había descubierto que ese vestido que usaba Mayra era el suyo.
Pero sonrió encarecidamente mientras dijo:
─Quizá tengas razón, creo que me compraré más ropa.
Mayra y yo suspiramos aliviados.
****
Cuando hubieron acabado de comer y se levantaban para irse, Eliseo y Mayra se despidieron de Lidia.
Un poco antes de salir del mercado, Mayra posó su mirada en el final de un pasillo del mercado. Entonces se dirigió al chico diciéndole que la esperara porque quería dirigirse al baño. Pero no iba a los sanitarios. Se dirigió explícitamente al final de aquel pasillo que antes contemplaba.
A medida que se acercaba reducía su velocidad, como si no quisiera hacer lo que estaba haciendo. Y a medida que lo hacía, de su bolsa sacaba un sobre pequeño de color amarillo aunque nunca lo sacó completamente.
Era cierto que quería que Eliseo la acompañara a comprar ropa pero también tenía otros motivos para venir a aquel mercado. Había asuntos pendientes que debían resolverse. Lo había pensado varios días antes. Y aunque no estaba segura de poder hacerlo, de todos modos, se llevó con ella aquel sobre en caso de que adquiriera la valentía necesaria.
Cuando llegó al final del pasillo, se encontró con un local grande de abarrotes. En ese momento no se encontraba nadie. Y suspiró.
Era verdad lo que dijo Eliseo, ella ya se estaba abriendo cada vez más, pero aun dolía estar en ese lugar. Sin embargo, después de aquellas palabras, y después de la sugerencia de la prima de Eliseo, ella quería demostrarse que podía hacerlo. Después de todo ya había pasado un año.
Una voz masculina la sacó de sus pensamientos.
─¿Mayra? ─el encargado de aquella tienda apareció de entre varios anaqueles y reconoció a la chica─. ¿Eres tu Mayra? ¿Qué haces aquí?
─Ru-Rubén ─murmuró la aludida y se petrificó. Aun no estaba lista. Aun no podía superarlo.
─Yo… ─pero no pudo conectar palabras. Estaba tan nerviosa, incluso sintió que iba a desmayarse.
─¡Lo siento! ─exclamó al tiempo que daba la vuelta para alejarse─. ¡No debí venir!
─¡Espera Mayra! ─Rubén intentó detenerla pero sus palabras no llegaron a la chica.
Todavía, antes de perderse, Mayra pudo oír una última frase de Rubén.
─¡No fue tu culpa!
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