Yatareni -Volumen 2 - 34
Y finalmente, el esperado día de la fiesta llegó.
Aunque en realidad, se podría decir que todo el evento comenzó desde un día antes.
Desde una noche antes muchas vecinas del pueblo se habían reunido en casa de Martina y le ayudaron a la abuela de Martina a preparar toda la comida. La madre de Gibrán también estaba entre todas esas mujeres. Incluso trajo consigo algunas de sus cocineras para agilizar la labor. Al parecer toda la comida vino de su restaurante.
Algunas de las mujeres se encargaron de cocinar el pollo y el mole para preparar los mixiotes, que es un platillo típico de por aquí. Otras mujeres se encargaron de amasar la masa para hacer tortillas a mano, varios kilos de tortillas. Y las mujeres más jóvenes, adolescentes y algunas niñas, hacían tareas menores o auxiliares, como acomodar las tortillas en canastos o conseguirles utensilios de cocina.
Desde el día de la fiesta, temprano en la mañana, los hombres del pueblo también se habían reunido en la casa de la niña. Y entre ellos también se dividieron varios trabajos un poco más pesados. Mientras algunos se dedicaban a barrer y emparejar el terreno donde se celebraría la fiesta, otros más se encargaban de acomodar las mesas, sillas, manteles y todo lo demás para los comensales. Había otro grupo de hombres que se encargaba de poner las lonas y carpas, además de los globos y otros adornos.
De cierto modo me sentí de nuevo como en los días de la fiesta patronal, solo que esta vez, todo el jolgorio seria solamente en la casa de Martina.
Durante toda la mañana, los demás chambelanes, la quinceañera y yo, estuvimos ensayando por última vez los pasos de baile. Aun no nos vestíamos con nuestros trajes ni Martina usaba su vestido. Después de ensayar por última vez antes de la fiesta, el coreógrafo nos reunió y nos felicitó. Dijo que aunque el centro de la fiesta era Martina, y ella tenía que destacar sobre todos, nosotros también podíamos lucirnos esta noche. Yo, y quizá los demás, solo nos preocupábamos de que no se nos olvidaran los pasos a medio baile o que nos equivocáramos.
Al mediodía, nos bañamos, cada uno en su casa, o en mi caso, en la casa de mi tía, y nos pusimos los trajes. Los chambelanes usaríamos el traje típico de cadete, del cual muchos bromearon diciendo que era el uniforme de los niños héroes de Chapultepec. No sé si sea cierto, aunque si recuerdo que, cuando iba a la primaria, me hicieron marchar vestido así en un convivio.
Martina también, en su casa, se estaba poniendo su vestido.
Me imagino que debe de ser una labor muy complicada vestir a una niña de 15 años con un vestido como ese. Y eso lo digo porque, algunas chicas, entre ellas, Mayra Páez, Guadalupe y Angelina, se dedicaron a ayudarle y también a peinarla. Además de que todo aquello lo hicieron con mucho secretismo. Según ellas, dejarían a Martina radiante y no querían que nadie las molestara.
Cuando me contemplé con mi traje en el espejo mi nerviosismo aumentó. Además de que, contemplarme con esa vestimenta se me hacía extraño. Y no era para menos, porque era la primera vez que participaba como chambelán en un vals.
A mi hermana nunca le hicieron XV años, nunca le interesaron esas cosas. Así que, como regalo de XV años ella pidió un balón de futbol profesional y fuimos a un partido de su equipo favorito al Estadio Azteca.
Hablando de ella, mi madre y mi hermana no pudieron venir a la fiesta. Mi madre tuvo que trabajar ese día por algunas cuestiones en su trabajo de las que no estoy enterado. Como ya tiene tiempo que no vivo con ella empiezo a olvidarme de algunas cosas, qué pena. Mi hermana, ese día tenía un entrenamiento con su equipo de futbol. Parece ser que se acerca un torneo importante y quería estar concentrada.
Es una lástima, tal y como dijo el coreógrafo. Me hubiera gustado lucirme frente a ellas. Menos mal que Gibrán y los demás me prometieron que grabarían todo para que después ellas pudieran verlo.
Todos los chambelanes, ya cambiados y presentables nos reunimos a las dos de la tarde en casa de Martina, esperándola para que de ahí todos nos fuéramos a misa, la cual seria las tres de la tarde.
También algunos invitados ya se estaban reuniendo. Gente que nos acompañaría a misa o que ya, desde ese momento, esperaba sentada en las mesas por la comida. Y eso que la comida todavía tardaría un poco más en servirse después de la misa. Entre ellos, naturalmente, estaban los chicos de SPEED. Aunque no estaban todos, porque las chicas aún estaban arreglando a Martina.
─Me agrada esa vestimenta tuya ─Gibrán me analizaba inquisitivamente como si fuera el juez de algún concurso─. Es una lástima que no haya algún anime con algún personaje al que te parezcas, sería un buen cosplay.
─Entonces habría que hacerlo nosotros ─sugirió Claudio.
─Eso le toca a Mayra Páez ─respondió Gibrán.
─Tenía tiempo que no usaba un traje de cadete ─dije mientras me tocaba el saco─. Pero aunque me veo bien, me incomoda un poco.
─¿Por qué?
─Tengo la sensación de que se equivocaron en mi talla cuando fueron a pedirlos ─respondí─. O de que este traje no es mío y otro de los chambelanes usa el mío.
─Quizá con el movimiento se afloje ─comentó Mayra Palacios, la única fémina de SPEED que estaba con nosotros─. Pero me agrada cómo te ves.
─Gracias ─contesté─. Por cierto, ¿a ti no te hicieron unos XV años?
─¿A mí? ─Mayra desvarió un poco, como si buscara en su cabeza la respuesta adecuada, y contestó─: Pues, yo sí quería unos XV años, pero no me atreví a pedírselos a mi madre, sobretodo porque en aquel entonces gastábamos mucho dinero en su tratamiento médico. Pero conociéndola, ella seguramente habría querido que se celebrara, aunque nos quedásemos sin dinero, y por eso es que nunca dije abiertamente que quería una fiesta. Lo que más quería en ese momento era que ella se recuperara.
Después de que ella dijo eso me sentí mal por haber preguntado. Pero creo que ella se percató.
─No, no te sientas mal, no lo dije para que te sintieras mal ─respondió rápidamente─. Eran las circunstancias de entonces. Además, creo que… ella ya sabía lo que iba a pasar, quizá por eso a ella le habría gustado que me hicieran la fiesta.
─Oye ─le preguntó Claudio─. ¿Y no te gustaría tener una fiesta de XV años ahora?
─¿Cómo qué ahora? ─pregunté─. Ya tiene 21 años.
─Obviamente no sería algo así de grande como el de la “loli” ─comentó─. Seria algo sencillo.
─Pero ya le habíamos hecho una fiesta hace como un mes ─intervino Gibrán.
─Pero no bailamos ¿cierto?
─No creo que sea necesario ─dijo la chica.
Pero me di cuenta de que sus palabras no concordaban con su rostro, como si se contradijeran. Me preguntaba si con todo esto que estaba pasando de los XV de Martina, ella no sentiría una especie de “envidia” Ella quería una fiesta de XV años, pero por la enfermedad de su madre, nunca la tuvo, quizá sería lo lógico. Pero dejé de pensar en ello.
Vimos cómo Mayra Páez y las otras dos chicas de SPEED, salían de la habitación de Martina.
─Chicos, creo que quedarán complacidos con lo que hicimos ─comentó Páez mientras daba una palmada con las manos.
─Realmente nos quedó hermosa ─dijeron a coro las otras dos.
Y entonces, vimos salir a la reina de la fiesta.
Las palabras de las chicas se quedaron muy cortas. Podríamos haberla llamado princesa, reina, lo que fuera. Todo le quedaba.
Recuerdo que yo fui el único que la había visto vestida el día en el que compramos su vestido en Sayula. Pero esto era otro nivel. Creo que era la quinceañera más hermosa que había visto en mi vida. Ya empezaba a sentirme orgulloso de que sería chambelán de una quinceañera tan bella.
Ahí, todos los de SPEED, pudimos confirmarlo. Martina, la pequeña “loli”, la “mascota” de SPEED, había crecido. Ahora realmente parecía una mujer. No, mejor dicho, ya era toda una mujer.
¿Seré el único que se sintió orgulloso, tal y como un padre se sentiría orgulloso de su hija?
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