Yatareni -Volumen 2 - 36
Entre todo el baile y lo demás no nos dimos cuenta de cuánto tiempo había pasado, solo hasta que el cielo comenzó a oscurecerse.
Mayra Páez aún no llegaba de Sayula.
Naturalmente estábamos preocupados, sobretodo porque ella misma había dicho que no le tomaría más de una hora volver, y sin embargo, llevaba más de tres horas ausente.
─Le hablé a su teléfono ─comentó Guadalupe─. Pero no contesta, parece que lo tiene apagado.
─Quizá no lo puso a cargar ─sugirió Gibrán.
─O quizá no hay buena señal donde está ─dijo Angelina.
─No lo creo ─replicó Gibrán─. Con eso de que tiene dinero, tiene un teléfono muy bueno.
─¿A qué hora comienza el vals? ─preguntó Mayra Palacios.
─A las nueve de la noche ─respondió Martina─. Ella tiene que estar aquí antes de esa hora.
─No tiene sentido ─murmuré─. Ella iba en el convertible de su madre, debería haber llegado desde hace mucho.
Luego, sentencié poniéndome muy serio:
─Tengo un mal presentimiento. Si el vals es a las nueve, tengo unas dos horas para ir a buscarla.
─¿De verdad vas a ir? ─me preguntó Mayra.
─No podemos dejar a la quinceañera sin su último juguete ¿verdad? ─dije sonriendo.
No se me olvidará el rostro con el que Martina me vio después de decir eso.
─Espera ─me dijo Guadalupe─. No puedes ir tú, tienes puesto el traje de cadete.
─Soy uno de los chambelanes ─respondí─. No podemos empezar el vals si alguien falta, y así como yo soy importante, creo que también el juguete de Martina es importante. Si voy yo, así me aseguraré de que no inicien sin nosotros.
─Eliseo ─murmuró Mayra tímidamente─. ¿Tanto te preocupas por Mayra?
O eso me pareció oír, porque para ese momento ya había salido de la casa de la quinceañera.
Mientras tanto, adentro, todo transcurrió con normalidad.
****
Cuando recuperó la conciencia poco a poco descubrió donde y en qué estado se hallaba. Estaba atada a la base de un árbol con una cuerda bastante gruesa.
─¿Dónde estoy? ─murmuró confundida.
─Por fin despertaste ─se oyó una voz masculina.
Y Mayra se sobresaltó. Reconoció de inmediato la voz pero no quiso reconocer que se trataba de él.
─Estás muy bien vestida ─murmuró─. ¿Ibas a alguna fiesta?
Cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad ella confirmó lo que más temía.
─Gustavo ─dijo la chica sollozando.
─Cuánto tiempo Mayra.
Uno de los primeros detalles que la chica pudo notar era una gran cicatriz que nacía muy cerca del ojo izquierdo del chico y continuaba hacia abajo hasta unirse con la comisura de su boca. Debido a aquella herida, el ojo izquierdo de Gustavo permanecía entrecerrado.
─¿Qué te pasó en el rostro?
─Digamos que en donde estaba no eran muy amigables.
─¿Qué haces aquí? ─preguntó de nuevo─. ¿Por qué volviste?
─Quería verte de nuevo ─respondió─. Ya sabes, teníamos algo pendiente que arreglar.
─Ya no tengo nada que ver contigo.
─Tú no decides eso─ continuó─. Después de lo sucedido ese día no me podía quedar de brazos cruzados, por eso regresé.
─No tienes que hacer esto ─suplicó la chica─. ¿Por qué no te olvidas de mí? Puedes empezar de nuevo en otro lado y…
─¡No! ─prorrumpió Gustavo─. ¡No te puedo dejar ir así nada más! ¿Es que no entiendes que eres solo mía y de nadie más?
─Te estás haciendo daño ─replicó Mayra─. Mírate, ¿hasta dónde has caído? pero todavía puedes enderezar tu vida…
─¡Ya deja de decir esas tonterías! ─la interrumpió Gustavo─. Nada va a cambiar lo que va a suceder ahora.
─¿Qué quieres decir?
─Ya es tarde para mí de todos modos ─respondió─. Así que tendré que tomar medidas drásticas.
─No estarás pensando en…
─Solo quiero que sepas que realmente nunca quise hacerte daño ─dijo Gustavo─. Pero fuiste tú la que me orilló a esto.
─Eras tú el que me trataba mal ─replicó Mayra─. Yo de verdad intenté ayudarte pero tú…
─!Silencio¡ ─interrumpió─. Ya te dije, ya no tiene caso. Si yo no te tengo…
Y acto seguido sacó, de una pequeña bolsa que llevaba consigo, una navaja.
─…Nadie te tendrá.
─No, espera ─Mayra intentó zafarse de las cuerdas que la aprisionaban sin éxito─. No lo hagas.
─Es tarde.
Ya estaba por llegar a la chica cuando ambos oyeron un potente grito que proveía de lejos.
Alguien gritaba el nombre de la chica.
Debido a la oscuridad reinante, a Gustavo le fue difícil deducir de dónde salió aquel grito. Pero aparentemente salió de la nada.
Un muchacho logró derribar a Gustavo antes de que él atentara contra Mayra. Ambos cayeron al suelo. Sin tiempo que perder, le arrebató la navaja, lanzándola lejos de ahí.
No tardó en recibir un puñetazo en la mejilla izquierda. Sin embargo, aquel chico logró responderle de la misma manera. Ambos comenzaron a forcejear.
Por la oscuridad, a Mayra y a Gustavo les fue difícil identificarlo al inicio. Finalmente se pusieron de pie.
─¿Y tú quién eres? ─preguntó Gustavo─.
─Eso debería preguntarte yo ─respondió─. Pero ya me lo imagino, seguramente eres el ex-novio de Mayra. Me han hablado de ti, sobretodo porque lastimaste a una amiga mía.
─No sé de qué hablas ─replicó Gustavo─. Y no deberías de meterte en lo que no te importa, soldadito ─diciendo esto al notar la vestimenta peculiar del chico.
─Sí me importa, y mucho ─respondió─. No puedo permitir que sigas lastimando a mis amigos.
Ahí fue cuando Mayra lo reconoció. Era Eliseo.
Fue como si de repente, toda la oscuridad del lugar desapareciera y diera paso a una luz intensa. Y aquella luz provenía de su salvador. No sabía si era por las circunstancias pero esta vez, Mayra estaba viendo a aquel chico de una manera muy distinta.
─Ok muchacho ─dijo Gustavo mientras tomaba posición─. Esto no cambiará nada.
Eliseo, también hizo lo propio.
Aquel chico, quien siempre intentó en la medida de lo posible cualquier tipo de violencia, quien siempre intentaba resolver los problemas por medios pacíficos, se dio cuenta de que esta vez no tendría de otra. Esta vez tendría que pelear. Como suele decirse, siempre hay una primera vez para todo.
No lo hacía realmente por cobardía, lo hacía porque simplemente era pacifista. Y también porque no tenía mucho conocimiento acerca de ello. Pero esta vez tendría que pelear por salvar la vida de su amiga. Sin embargo, aún seguía inconforme, y hasta lo recalcó:
─Preferiría no tener que pelear.
─¿Qué sucede? ─se burló Gustavo─. ¿Es que acaso tienes miedo?
─No es eso ─respondió─. Es que no quiero ensuciar este traje. Hoy es un día muy importante para alguien a quien quiero mucho y definitivamente no dejaré que tú lo arruines.
─Como sea ─exclamó Gustavo─. Será lo mismo.
Ambos se lanzaron contra el otro. Quizá fue por la oscuridad, pero ninguno al inicio fue capaz de acertar contra su contrincante. Cuando se encontraron, comenzó el intercambio de golpes, aunque muy pocos lograron dar en su objetivo.
Sin embargo, Gustavo intentó otra cosa. A medida que atacaba, iba desplazando al chico a través del terreno. Cuando Eliseo se percató, estaba a centímetros de un barranco que no había visto por la oscuridad. Ahí entendió lo que Gustavo estaba planeando.
Eliseo usó todas sus fuerzas para poder contrarrestarlo.
─!Eliseo¡ ─la chica gritó con todas sus fuerzas al percatarse de lo mismo─. ¡Ten cuidado!
─Animarlo no le ayudará ─replicó Gustavo.
─Tienes razón ─dijo Eliseo y sonrió dejando a Gustavo confundido.
A una gran velocidad, Eliseo logró zafarse de su atacante al tiempo que se giraba tras de él. Gustavo intentó reaccionar, pero, debido a que para hacerlo, tuvo que cambiar de posición, sin darse cuenta, su pie ya no encontró ningún apoyo, y así, como una reacción en cadena, todo su cuerpo comenzó a perder el equilibrio. No pudo sostenerse ni del chico ni de ninguna otra cosa porque ya no tuvo tiempo de hacerlo. Aunque no lo vieron, supieron que Gustavo había resbalado y caído por aquel precipicio. Pudieron oír un grito que cada vez se alejaba más y más dándoles a entender que aquel barranco era bastante profundo y que muy probablemente no sobreviviría a la caída.
Eliseo todavía se dio un tiempo para verificar el acantilado.
Cuando pasó el peligro, el chico, de inmediato, fue y desató a Mayra.
─¿Estas bien? ¿No te hizo daño? ─le preguntó.
Pero Mayra estaba en shock. Ella comenzó a reaccionar solo después de que fue liberada.
La chica no sabía qué decir, incluso le costaba trabajo respirar, como si tuviera asma.
Al final el llanto la venció y se acurrucó en Eliseo. El chico le correspondió el abrazo.
─Ya está ─el chico la tranquilizó─. Ya todo está bien, porque yo estoy aquí.
─Tenía miedo ─exclamó llorando─. Tenía mucho miedo.
─Pero ya estoy aquí ─le dijo mientras la miraba a los ojos─. Y no dejaré que nada te pase, te lo prometo.
Mayra de nueva cuenta reanudó su llanto y se refugió en los brazos del chico.
Tomaría un poco más de tiempo tranquilizar a la chica.
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