Yatareni -Volumen 2 - 45
Fue esta pequeña anécdota la que terminé platicándo a los demás miembros de SPEED el siguiente sábado, día de reunión.
─¿Su madre? ─murmuró Gibrán al final de mi relato.
─¿Y ella no la reconoció? ─preguntó Mayra Páez.
─Martina una vez dijo que ella la vio por última vez cuando era casi una bebé ─respondí─. Así que prácticamente no la recuerda.
─¿Y por eso no vino a la reunión? ─preguntó Claudio.
─Su madre la llevó a Sayula ─contesté─. Desde que llegó esa señora, ha estado viviendo en casa de sus abuelos y ella y Martina salen muy seguido de paseo.
─La consiente mucho al parecer ─comentó Angelina.
─Demasiado ─asentí.
─Además del hecho de que haya venido justo después del funeral del abuelo de Martina ─indagó Guadalupe.
─Por eso es que esto no me agrada nada ─exclamé─. Esa mujer no vino ni a la fiesta de XV años de Martina ni al funeral de su abuelo, pero justo después de eso se aparece de la nada e intenta ganarse a Martina, cuando ella la dejó abandonada cuando era una bebé.
Entonces crucé los brazos y continúe:
─Esa señora podrá ser su madre biológica y lo que quieran, pero ella no la crió así que no tiene derecho de venir a ganársela.
─Pero tú dices eso porque habías mencionado que tu madre también pasó por eso cuando era niña ¿no? ─me preguntó la líder de SPEED.
Mayra decía la verdad, y creo que hasta ese momento me di cuenta de que quizá mis sentimientos con respecto a aquella situación eran precisamente por eso, porque mi madre pasó por lo mismo. Pero no respondí algo que todo el mundo ya sabía. Al final decidí cambiar de tema:
─Hay otra cosa de la que les quiero hablar ─anuncié─. Como saben, ya se acercan las fiestas navideñas y algunos vecinos ya están empezando a organizarse para las posadas. A mis tíos les tocó celebrar la posada del día 23, así que me gustaría que ese día nos echaran la mano.
─¿Qué hay que hacer? ─me preguntaron.
─Ese día temprano hay que ir al mercado de Sayula a comprar los dulces y la piñata ─contesté─. Hay que comprar los suficientes para la piñata y para unos treinta aguinaldos quizá. Creo que en el pueblo no hay muchos niños. Algunas mujeres vendrán a ayudarle a mi tía a preparar tamales y atole, supongo que nosotros podríamos encargarnos de adornar la casa, rellenar la piñata, preparar los aguinaldos, en su momento, de repartir la comida y cosas de ese estilo.
─Es una buena idea ─afirmó la líder─. Sobretodo porque creo que con esa actividad podríamos apoyar un poco a Martina para que supere su duelo.
─Eso también estaba pensando yo ─dije.
Después de que acabó la junta fui a casa de Martina para ver si ya había regresado con su madre. Fue una coincidencia muy grande porque llegué menos de un minuto después de ellas.
Estaba todavía lejos cuando las vi entrar. La niña cargaba algunas bolsas con algo voluminoso adentro. Su madre también cargaba algunas. Por las etiquetas que pude ver en las bolsas, supuse que, fuera lo que fuera que hubieran comprado, lo habían comprado en una tienda departamental, lo cual les habría salido muy caro. Pero de todos modos, intenté no sacar conclusiones apresuradas.
Toque la puerta de la casa de Martina. La abuelita de la niña me abrió y me invitó a pasar.
─Que bueno que beniste a vernos ─me dijo─. Martina se pondrá feliz.
─Gracias ─respondí─. Pero no me puedo quedar mucho tiempo, tengo otro compromiso, solo quería saber cómo estaba Martina.
─Oh ─respondió─. Acaba de llegar con su mamá, fueron a comprar unos regalos.
─¿Regalos?
─Ellas están en la sala.
Al llegar ahí pude ver a la chica abriendo uno de los tantos “regalos” que le compró su madre. Era una muñeca Barbie, pero no era cualquiera, era una de esas que son de edición especial y que solo estuvieron poco tiempo en el mercado. Me pregunto cómo la habrá conseguido. Habían otras cosas más a su alrededor, entre peluches, juguetes y algo de ropa. Por eso tardó en darse cuenta de mi presencia.
Al verme, corrió y me abrazó.
─Hola ─la saludé─. ¿Cómo te encuentras?
─Estoy bien ─respondió sonriendo─. Mi mamá me compró todo esto.
─Ya veo ─murmuré─. Pero yo me refería más bien a cómo te sentías.
─Ah.
La madre de la niña, que hasta ese momento estaba en otra habitación, hizo acto de presencia. Al parecer ella también aprovechó para comprarse unos abrigos nuevos.
Ella volteó a verme e inconscientemente me puse a la defensiva.
─Tú eres el chico de ese día ─me dijo mientras se quitaba los lentes oscuros para verme mejor─. Veo que te llevas muy bien con mi hija.
─¿Qué le puedo decir? ─le dije con un poco de sarcasmo─. Me preocupo mucho por ella.
Ella sonrió. Quizá sí logró captar mi indirecta.
─¿Por qué no te quedas a comer con nosotros? ─me preguntó la abuela que en ese momento iba ingresando.
─Disculpe, pero no puedo ─respondí─. Tengo que ver a alguien, vendré después.
─Eliseo, quédate a comer con nosotros ─ahora fue la niña la que me insistió.
─Me gustaría pero no puedo ─insistí─. Tengo que ver a Mayra para ya sabes qué.
─Ah, cierto ─comentó─. Está bien, te veré después.
Me despedí de las mujeres y me fui de ahí.
No volteé a verla ni nada por el estilo, pero estaba completamente seguro de que la madre de Martina me estaba analizando de pies a cabeza. Podía sentir su mirada posándose en mi espalda.
De ahí, me dirigí a la sede de Nipponkenkyo.
Mayra Páez me había pedido que fuera a verla ya que tenía algunas cosas que decirme. Pero no me esperaba el recibimiento que me dieron. O más bien el que me dio ella. La madre de la chica estaba ahí. Nada más verme, se abalanzó contra mí y cubriéndome con sus brazos, exclamó:
─¡Oh! ¡Aquí estas! ─dijo─. No sabes lo agradecida que estoy de que le hayas salvado la vida a mi hija, de verdad te lo agradezco.
─Gra-gracias ─respondí con un poco de dificultad debido a aquel abrazo.
Definitivamente era la misma mujer que conocí en Sayula, pero había una diferencia abismal entre la personalidad de la mujer de ese día con la actual. Ahora se parecía más a su hija.
─Tienes mi aprobación para convertirte en el esposo de mi hija ─soltó.
─¡Ma-mamá! ─Mayra Páez se sonrojo completamente─. No tenías que decir algo así.
─¿Qué tiene de malo? ─soltó─. Es un buen muchacho, y si tú no te pones lista puede que yo…
─¡Mamá!, ¡Ya es suficiente!
¿Quién diría que llegaría el día en el que vería a Mayra Páez ponerse colorada así como Mayra Palacios?
Solo entonces la mujer me soltó. Se puso un poco más seria y me dijo:
─Acabamos de terminar de corregir tu novela. Creo que ahora ya está más presentable ─me dijo al tiempo que me extendía una memoria USB que contenía, según sus palabras, mi novela corregida─. Te la entrego para que la leas y me digas qué te parece. Tomate tu tiempo.
─Gracias ─acepté al tiempo que la recibía.
─Cuida bien esa memoria así como cuidaste bien a mi hija esa noche ─bromeó─. Es la única copia que existe de tu novela corregida. Nosotros ya no tenemos ningún archivo en nuestras oficinas.
─¿Y porque no hay más copias de…? espere, ¿qué dijo?
─Es por motivos de seguridad ─respondió sin prestarme mucha atención─. Ha habido casos en los que las editoriales publican novelas casi idénticas a las de autores desconocidos pero con otro nombre o seudónimo. Es un plagio, pero como aquellos escritores son completos desconocidos, no pueden hacer nada. Por eso decidí hacer esto. Te entregué la única copia de tu novela para que la leas. Si más adelante decides publicarla conmigo simplemente me regresas la memoria. No tienes por qué preocuparte por si la borras por accidente porque la USB está protegida contra escritura de modo que no se puede modificar lo que tiene ahí dentro. Pero si pierdes la USB, pierdes tu novela.
─Entonces ─murmuré─. Ustedes básicamente hacen esto para evitarse demandas.
─Por supuesto ─sonrió.
─De acuerdo ─agradecí al tiempo que me guardaba la memoria─. La leeré en mis ratos libres. Gracias por todo.
─Y pues ─la hija se unió a la conversación─. Yo también quiero decirte algo.
─¿De qué se trata?
─Ya tenemos finalizado el primer capítulo del anime ─murmuró─ Pero…
─¿Y ahora?
─Te había mencionado que como usaríamos canciones japonesas para los openings y endings teníamos que pedir permiso a las intérpretes allá en Japón. Envié las peticiones la semana pasada pero todavía no me contestan, y no sé si para el día del estreno me respondan.
─¿De verdad enviaste correos a esas cantantes japonesas?
─Fue más bien a sus representantes.
─Me refiero a que si la escribiste en japonés.
─Las escribí en inglés ─sonrió.
─Pero tú no sabes inglés ¿o sí?
─Un poco ─contestó─. El punto es que espero que nos respondan antes de que se estrene, porque si no, ese primer capítulo tendremos que subirlo sin opening ni ending, y si nos responden positivamente, a partir del segundo capítulo ya llevarían las canciones.
Y después, al igual que su madre, también se puso seria.
─Y pues… hay otra cosa que quiero decirte.
─¿Más?
─Oye… esto es importante ─dijo mientras se sonrojaba y desviaba la mirada─. Creo que nunca te agradecí formalmente el que me hayas salvado ese día por todo lo que ha estado pasando, pero ahora… quiero hacerlo correctamente.
Se acercó entonces y recargó su cabeza en mí. No sabía cómo reaccionar y más por el hecho de que su madre estaba presente. Pero a Mayra no pareció importarle. Y al parecer a su madre tampoco.
Extendió sus brazos tras de mí envolviéndome en un abrazo. Todo lo que se me ocurrió fue responder con lo mismo. Solo quedaba esperar a que ella comenzara a hablar.
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