Yatareni -Volumen 2 - 47
Fue inevitable sobresaltarme. Incluso la gente a mí alrededor se percató de mi sorpresa. Aunque ni siquiera les puse atención.
─Con todo respeto señora ─exclamé─. Pero creo que Martina es muy feliz aquí en Yatareni, no hay necesidad de que se la lleve.
─Yo sé que es feliz ─me dijo─. Ella me ha platicado muchas cosas acerca de ti y de tus otros amigos, las cosas que han hecho juntos, también me platicó sobre su fiesta de XV años…
─Fiesta a la que usted no vino ─agregué.
─Noto un poco de hostilidad en ti ─comentó tranquilamente─. Pero te aseguro que sí quería venir. Sus abuelos me invitaron y yo estaba dispuesta, pero bueno, el trabajo siempre se interpone.
─¿Y qué hay del funeral? ─pregunté─. En ese tipo de cosas uno definitivamente tiene que estar presente con la familia. No puede poner el trabajo como prioridad.
─Eso fue diferente ─respondió─. Verás, mi trabajo requiere que yo viaje mucho por el país, y cuando me enteré de que falleció mi suegro estaba en Sonora, estaba por cerrar un importante negocio. Traté de resolver mis cosas lo más rápido que pude e inmediatamente venir aquí.
─Y por eso llegó con tres días de retraso ─comenté─. ¿Qué tipo de negocios hace usted?
─Preferiría que no nos desviemos del tema ─respondió.
─¿Pues qué se trata de algo malo o por qué no me lo quiere decir?
Aunque creo que tiene razón. Preferiría evitar hablar de cosas que ni al caso. Que diga lo que tenga que decir y que acabemos esta platica lo más rápido posible. Esta mujer no me agrada.
─Y bueno, como te decía ─continuó─. Yo sé que Martina es muy feliz aquí. Qué más daría yo de que se quedara a vivir con sus amigos, pero no puedo dejarla aquí.
─¿Por qué no?
─No me quiero llevar a Martina a la fuerza ─contestó─. O al menos no obligarla. Quiero que ella misma se dé cuenta de las cosas y que decida irse conmigo.
─Si ella no acepta irse con usted hablándole de buena manera ─argumenté─. Menos querrá irse si la obliga.
─Pero no es que la obligue realmente ─dijo la mujer─. Es más porque es necesario.
─¿Y no es lo mismo?
─No.
─¿Por qué?
─No sé si lo sepas ─contestó─. Pero en esa casa la única persona que daba gasto era su abuelo, y no solo con la venta del pulque. Él tiene un terreno donde cultivaba varias hortalizas que posteriormente vendía a buen precio. Pero solo él trabajaba la tierra, ahora que ya no está esa huerta quedará abandonada y también el negocio del pulque. Por otro lado, mi madre ya está muy grande y ya no puede trabajar por lo que se dedica únicamente a tareas domésticas menores, ¿Qué crees entonces que pasara con la niña?
─No sé si usted también lo sepa ─respondí─. Pero nosotros tenemos mucho dinero. No le puedo decir cuánto pero creo que con lo que ella tiene podrían sobrevivir por un tiempo las dos, quizá hasta que ella logre terminar una carrera y trabaje.
─Eso me dijo ella también ─dijo la madre de Martina─. Acerca de que el alcalde del pueblo les dio dinero porque lograron que la mina se fuera, pero déjame decirte que ella ya no tiene la misma cantidad de dinero que ustedes. Ella ha sido la que más dinero ha gastado con su fiesta de XV años, ¿crees que lo que le queda le alcanzará para sostenerse a ella y a su abuela por, no sé, tres años? Ella tiene quince años, si nos mantenemos optimistas, debería de terminar su carrera a los 22 años, aunque claro, depende de lo que ella estudie, pero aun así, son siete años, es mucho tiempo ¿crees que su dinero le alcance para eso?, teniendo en cuenta también que las carreras universitarias suelen ser muy caras y aun si ella trabajara de medio tiempo para solventarse, ¿quién cuidaría entonces a su abuela?
─Entonces no le veo sentido que se la lleve ─dije─. Acaba de decir que si ella trabaja de medio tiempo, nadie cuidará a su abuela ¿y usted pretende llevársela? Ahora más que nunca su abuela necesita que alguien la cuide.
─Planeaba también llevarme a mi madre en un principio ─respondió─. E incluso vender esa casa, pero ella se negó y dijo que aquí quería morir junto con su esposo así que lo que haré será darle algo de dinero cada mes para que pueda mantenerse.
─Entonces no necesita llevarse a Martina ─comenté─. Puede quedarse a vivir aquí con la ayuda que usted le dé a su abuela más lo que Martina tiene creo que las dos podrán salir adelante.
─Aun así pretendo llevármela ─contestó─. En donde vivo hay escuelas y colegios mejores que los que hay aquí. Además, si quiere estudiar una carrera, tendrá una universidad muy cerca, ella tendría un mejor futuro si vive conmigo, yo gano muy bien y quiero darle una mejor vida.
Me da la sensación de que se la quiere llevar nada más por capricho y no porque realmente le interese Martina. Por eso no confío en ella. Podrá tener mucho dinero y una vida asegurada pero no sé si sea buena idea que Martina se vaya con ella.
─¿Y por qué no le dio esa “mejor vida” desde que nació? ─le pregunté.
─Porque tardé 15 años en conseguirla ─respondió─. Y ahora que por fin lo he logrado quiero darle la vida que se merece, ella no se puede quedar para siempre aquí, ¿Qué puede lograr aquí?
Tenía que admitir que tenía algo de razón en sus palabras. Yatareni y sus alrededores son pueblitos pintorescos y lindos, pero son pésimos lugares para realizar un proyecto de vida o de negocios. La minera canadiense que nosotros sacamos del país es el mejor ejemplo de eso.
Bueno, pensándolo bien, quizá algún proyecto turístico sí pegue.
Es verdad que esa mujer tiene dinero y tiene las posibilidades de darle a Martina todo lo que necesita para alcanzar sus metas, pero, aquí la pregunta sería si todo eso la podría hacer realmente feliz.
─¿Martina ya sabe que usted planea llevársela? ─pregunté.
─Se lo dije indirectamente ─respondió─. Pero es muy lista y me aseguró que no quiere irse del pueblo.
─Ah, ya entendí lo que está pasando ─exclamé─. Usted quiere que yo convenza a Martina de que se vaya a vivir con usted porque sabe que se lleva bien conmigo, por eso quiso hablarme. Y ahora que lo pienso, todos esos regalos que le compró no solo eran para ganársela de nuevo, eran también para “prepararla” para cuando le tuviera que decir eso, pero veo que no le funcionó, si no, no estaría aquí pidiéndome ayuda.
─¿Eso significa que no piensas ayudarme?
─No es que no quiera ayudarla ─respondí─. Es que creo que pierde su tiempo. Aun si yo fuera a hablar con ella para convencerla de que se fuera con usted ella jamás aceptaría. Ella se lo ha dicho muchas veces, es feliz aquí, aun sabiendo que más adelante podría tener dificultades económicas, porque, como usted dijo antes, es muy lista, seguramente ella también es consciente de ello, pero aun así ella quiere ayudar a su abuela después de todo lo que ha pasado porque este es el lugar que ella ama. Le aseguro que si ni usted ni yo podemos convencerla de que se vaya, nadie podrá.
─En ese caso tendré que obligarla ─la mujer se sobresaltó, aún más de lo que yo lo hice antes, llamando la atención de los demás comensales. Incluso se puso de pie mientras golpeó la mesa─. Quiero reparar mi error y darle una mejor vida a esa niña, ¿y ella no lo acepta? ¿En qué demonios está pensando? ¿No será que ustedes le han metido ideas extrañas con eso que dicen que les gusta? Aunque ella no quiera, me la voy a llevar conmigo porque soy su madre.
─Pero usted no la crio, por eso pienso que no tiene el derecho de llevársela así nada más ─repliqué─. Además, no sé a qué se refiere con eso de que nosotros le hemos metido ideas a la niña, y menos echándole la culpa a algo que al parecer no conoce para nada, porque al parecer se deja llevar por los prejuicios de la gente. Y le repito, obligarla a irse solo empeorará las cosas.
Solo entonces, cuando ya algunas tehuanas se habían acercado a vigilar que el comportamiento de la mujer no se saliera de control, cuando ya éramos el centro de atención de toda la fonda, alguien más, además de todo el mundo ahí dentro pudo oír todo lo que ella dijo.
Martina estaba en la entrada del restaurante. Al parecer nos estaba buscando y se asomó en la fonda. La niña veía a su madre con una mirada de desaprobación.
─¿De verdad… me vas a obligar a irme de aquí?
─No Martina, yo… yo solo quiero lo mejor para ti.
─¡Entonces deja que me quede aquí! ─y acto seguido se alejó corriendo del lugar, perdiéndose entre las calles del pueblo.
Qué gran espectáculo estábamos dando. Pero yo me sentía indiferente porque yo no lo provoqué. Espero que con esto olviden un poco el “incidente” que hizo el papá de Mayra en la fiesta patronal. Pero lo digo por su hija, no por él.
Yo también me levanté.
─Vino a pedirme ayuda pero creo que empeoró las cosas tal y como se lo dije ─le comenté a aquella mujer mientras me dirigía a la salida.
Ella no dijo nada, tenía la mirada perdida en la comida que todavía no se acababa.
Y antes de abandonar el local, solté:
─Por cierto, gracias por la comida.
Y fui tras de Martina.
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