Yatareni -Volumen 2 - 48
Tan pronto como salí del restaurante me enfoqué en buscar a la niña.
Aunque no había pasado mucho tiempo desde que ella se alejó hasta que yo salí del lugar no pude ver hacia dónde se había ido. Sobre todo porque, ese día era día de tianguis. Había muchos puestos ambulantes en toda la calle aledaña a la plaza de manera que había mucha gente.
Quizá era un pueblo pequeño pero buscarla no iba a ser tarea fácil.
Pero decidí no complicarme las cosas tanto. Se me ocurrió primero ir a su casa. Fue el primer sitio que me vino a la mente.
Sin embargo, al llegar al lugar, ella no estaba ahí. La abuela de Martina me dijo algo que podría haber adivinado de antemano. Martina había salido desde hace algún rato a buscarme porque quería platicar conmigo.
Considerando lo que su madre me dijo, quiero pensar que su madre ya le había propuesto irse de Yatareni pero ella se había negado, de manera que la propuesta de su madre no fue tan “sutil” como ella lo dijo. Y seguramente Martina quería conversar conmigo acerca de eso o quizá hasta pedirme ayuda.
Lo curioso es que su abuela no sabía nada al respecto de eso. Era de esperarse porque la madre de Martina sabe que si la abuela se enterara de que quiere llevarse a la niña ella sería la primera en oponerse.
Pero como tampoco quería complicar más las cosas decidí que yo tampoco se lo diría, al menos por ahora. Pero ahora que sabía que Martina no estaba en su casa se me haría más difícil localizarla.
Así que lo único que se me ocurrió fue regresar al centro del pueblo. Con eso de que había mucha gente reunida, supongo que era más probable encontrarla.
O eso pensé, porque hasta después no me percaté de que, si ella se había escapado de esa forma, lo más seguro es que quisiera estar sola y alejada de la gente. Es decir, aquel era el lugar menos probable en el que podía hallarla.
Estaba por irme cuando la vi, pero no era quien yo esperaba. Mayra Palacios salía en ese momento de la tienda. Llevaba en la mano izquierda una bolsa de papas fritas y en la otra un refresco. Parecía estar algo más alegre de lo usual.
A veces envidio la vida despreocupada que lleva, aun cuando creo que tiene más problemas que yo o que cualquier otra persona en el pueblo. Quizá solo sea una tapadera.
En cuanto la chica me vio, se encaminó hacia mí y me saludó.
─¿Has visto a Martina? ─fue lo primero que salió de mis labios. Ni siquiera le devolví el saludo.
─Ehm… No ─respondió naturalmente─. ¿Quieres un poco?─. dijo ofreciéndome lo que comía.
No pude evitar verla con un poco de incredulidad, pero también con algo de ternura, como si comer aquello fuese de lo más importante del mundo para ella.
Como de todos modos no tenía ni la menor idea de dónde buscar a la niña me senté con Mayra en las bancas del parque y le conté todo lo sucedido.
─No creo que haya ido lejos ─comentó Mayra después de escucharme mientras aún seguía comiendo sus frituras─. Bueno, dudo que se haya ido del pueblo jeje. Creo que te preocupas demasiado, no es tonta, ella aparecerá solita.
─Eso lo sé ─respondí─. Yo sé que ella pese a su edad ya sabe cuidarse.
─¿Entonces?
─Quiero buscarla porque ella me estaba buscando a mí primero ─respondí─. Pero yo estaba en otras cosas y no sé, me siento un poco mal por eso. Creo que ahora que más lo necesita no estuve con ella.
─Te preocupas demasiado por ella ─comentó la chica─. Hablas como si fuera tu hija.
─De eso no sé ─murmuré─. Quizá si tuviera una hija me gustaría que fuera como ella.
─¿U-una… h-hija? ─la chica se ruborizó y me desvió la mirada─. P-para tener una hija como ella… ¿con quién tendrías que… casarte?
─¿Con alguien que se parezca a ella?
Mayra entonces hizo algo extraño, se contempló las manos, se tocó el rostro y algunas partes del cuerpo.
─¿Qué haces?
─N-no, nada ─la chica apartó rápidamente las manos─. Bueno… ¿de verdad su mamá quiere llevársela?
─Yo creo que sí va enserio.
─¿Y planeas detenerla?
Me quedé callado por un momento. Supongo que ella esperaba que respondiera que sí, es decir, era lo más lógico. Pero yo tenía mis dudas.
Suponiendo que lo que dijera esa mujer fuera cierto ¿Qué pasaría cuando a la niña se le acabe el dinero? ¿O cuando quiera entrar a una universidad?
Ahora que su abuelo no está ella y su abuela la tendrían más difícil, ¿Y si algo le pasara a su abuela también, dada su avanzada edad…? Mejor no pensaré en ello.
Entonces Mayra me sacó de mis pensamientos:
─Creo que sé dónde podría estar.
─¿De verdad?
─Bueno ─comentó─. Eso es algo que haría yo.
─Ah, ya sé de dónde hablas ─respondí─. Pero no lo creo, ella no es como tú.
En efecto, Mayra Palacios no es como Martina. Pero la niña sí estaba en la iglesia. Me pregunto si habrá algo en este lugar que la hace preferida para las personas que buscan la soledad.
─Martina ─toqué la puerta antes de pasar junto con Mayra─. Soy yo.
Entramos y vinos a la niña sentada en la mesa de reuniones.
Estaba leyendo un manga, pero deduje por sus ojos que había llorado antes.
Tengo la sensación de que Martina en realidad imitaba de cierto modo a Mayra en su modo de sopesar la tristeza y los problemas que suele tener intentando ver si funcionaba en ella.
─¿Estás bien? ─pregunté.
─No lo sé ─respondió mientras cerraba el libro─. Es decir, después de años de no saber nada de ella mi madre viene de la nada y me compra muchos regalos, me lleva a pasear a distintos lugares, solo para decirme que quiere alejarme de mi abuela, de mis amigos y del pueblo que me gusta. Las madres son complicadas, prefiero las abuelas aunque la mía no me dé regalos.
─Yo… no sé qué decirte ─respondí─. Tu madre dice que solo quiere lo mejor para tí, pero a costa de que te vayas de aquí.
─Aunque mi madre tenga una mansión gigante con una habitación llena de juguetes ─dijo la niña─. Soy más feliz en mi pequeño jacal con posters de anime.
─Pero… supongo que es inevitable ─continuó─. Ella mencionó algo llamado patria potestad, no sé a qué se refiera pero creo que con eso puede llevarme.
─Ya entiendo ─murmuré.
─Ella también dijo que la única forma de evitar eso es que yo fuera mayor de edad ─dijo la niña─. Pero yo conozco otra manera.
─¿Cuál?
La niña se me acercó y me tomó de la mano. Me estremecí un poco, lo raro es que Mayra se estremeció más que yo.
─Eliseo ─Martina se puso seria como pocas veces─. Cásate conmigo.
Mayra y yo tardamos en procesar lo que la niña me había dicho.
─E-espera ─le dije soltándola rápidamente─. N-no estás hablando en serio ¿verdad? Yo no puedo…
─Claro que hablo enserio ─exclamó─. Casémonos.
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