Yatareni -Volumen 2 - 50
Fue inesperado para todos.
La madre de Martina dejó de insistir con llevarse a su hija del pueblo. Y eso fue porque, fue la propia niña la que tomó la decisión de irse.
Al inicio, los chicos y yo pensamos que era una mentira de su madre, pero cuando Martina lo mencionó frente a todos, cuando fue ella la que dijo esas palabras de su boca no lo podíamos creer. La niña que había llegado hasta el extremo de pedirme matrimonio con tal de no irse del pueblo, ahora de buenas a primeras cambiaba de opinión y comentaba que irse del pueblo era lo mejor. Más adelante, cuando estábamos todos en casa de Martina ayudándole a hacer las maletas nos dio una explicación un poco más profunda de lo que quería decir:
─Cuando dije que me iría porque era lo mejor no me refería a que quería dejar de verlos chicos ─comentó─. Yo los quiero mucho pero creo que necesito un tiempo para superar lo de mi abue.
─¿De verdad estás bien con eso? ─le preguntó Mayra Páez─. ¿Dejarás sola a tu abuela?
─Mi mamá dijo que le enviará cada mes dinero para que se mantenga ─respondió─. Y me prometió que cuando haga algunas mejoras a su casa la traerá a vivir con nosotros.
─¿Y qué pasará con esta casa entonces?
La niña tardó en responder:
─No lo sé.
A mi parecer y creo que al de los demás, Martina había madurado bastante pero no pude sentir su argumento muy sólido que digamos.
Creo que ya no nos causaba ternura así como antes. Había crecido no solo físicamente. Supongo que fue por algo de los XV años aunque creo que es más por las cosas que dice. Ya no parecía tan “loli”.
Por otro lado, la madre de la niña pensaba eso mismo. Que según, Martina había sentado cabeza y por fin se dio cuenta de que irse del pueblo era lo mejor. ¿De verdad no la estaba obligando? Por la manera en la que las dos hablaban entendimos que ella no la convenció.
Me pregunto qué habrá pasado para que la niña cambiara de opinión. No me creo del todo eso de que quiere superar lo de su abuelo pero preferí no decir nada.
Pero en fin. Si al final era su decisión, tampoco es que quisiéramos obligarla a que se quedara aquí. Pero eso sí, la Sociedad no iba a ser lo mismo sin ella.
Al día siguiente todos nos reunimos en la parada de autobuses del pueblo. Acompañamos a la niña para despedirla. Todavía hasta ese momento llegué a creer que la niña se arrepentiría y terminaría quedándose. Pero la vi muy decidida.
Uno por uno, fuimos dándole un abrazo deseándole lo mejor y también le dimos algunos regalos. Mayra permitió que la niña tomara algunos mangas y animes de la biblioteca para que se los llevara gratis. Los demás también le dieron cosas relacionadas al anime.
Cuando Mayra Palacios se despidió de la niña y la abrazó, noté que Martina le murmuraba algo provocando que la chica se sonrojara. Después de eso se mantuvo un poco alejada del grupo.
Yo también le di un regalo, aunque creo que yo fui el más creativo. Lo que yo hice fue comprar una de esas muñecas artesanales que se llaman Muñecas María, y modificarle su indumentaria poniéndole la vestimenta del cosplay de la hada de hielo, el personaje que ella interpretó el día en que la conocí. Bueno, en realidad la conocí un día antes, pero digamos que esa vez fue oficial.
No solo a ella, a las demás chicas también les gustó la muñeca. Incluso Guadalupe y Angelina me pidieron que les hiciera unas. La verdad es que mi tía hizo la mayor parte. Creo que fue el regalo que más apreció.
─Ya es hora ─anunció la madre de la niña al notar que el camión se aproximaba.
La niña abrazó el muñeco y comenzó a sollozar. Me agaché un poco para estar a su altura y la abracé.
─Cuídate mucho “Flor de Capomo” ─le dije al oído─. Espero que podamos vernos pronto de nuevo.
─Claro que sí ─comentó ella─. Me siento tan feliz de haberte conocido.
─Igual yo Martina ─respondí─. Eres una gran niña y sé que serás una gran mujer.
─Oye ─me susurró al oído cuando aún estábamos juntos─. Lo que te dije acerca de la propuesta de matrimonio… no solo fue para evitar que me fuera del pueblo.
─¿Qué cosa?
No había terminado de hablar cuando me sorprendió con un beso en la mejilla.
─Te quiero Eliseo ─dijo con las palabras más dulces que le he oído decir.
Mi corazón se aceleró.
Nos separamos, tomó sus maletas y abordó junto con su madre el camión.
Todavía estaba en la puerta del vehículo cuando nos miró por última vez, sonrió y nos dijo:
─Los amo chicos, a ustedes y a este pueblo.
Nosotros también comenzamos a ponernos melancólicos. Creo que todos también querían llorar pero cada uno no quería que los demás se dieran cuenta.
Martina y su madre se sentaron en la parte posterior del camión de modo que ella podía aun vernos desde la ventana.
Luego hice algo que todavía no entiendo bien porqué lo hice o de dónde lo saqué. Se me ocurrió levantar el puño de la mano derecha muy alto como señal de despedida. Los demás, lejos de preguntarse por qué estaba haciendo eso decidieron secundarme. Menos mal. Uno por uno, fueron levantando el puño detrás de mí. Al borde de las lágrimas, todos, incluyéndome, gritamos en alto el nombre de nuestra Sociedad. Pudimos ver que Martina hizo lo mismo al levantar el puño aunque ella no gritó. También ella estaba al borde de las lágrimas.
Gibrán es alguien quien acostumbra hacer este tipo de cosas que yo hice ahora. El hecho de que imite posiciones y diálogos que ve en los animes siempre me pareció ridículo. Pero ahora nosotros hacíamos lo mismo. Y no se sentía para nada ridículo.
Al final, creo que fue una despedida de lo más épica. Una despedida al estilo SPEED.
El camión comenzó a alejarse y se perdió entre los bosques y los cerros que rodean el pueblo. Y así SPEED se quedó sin un miembro menos.
─Se fue ─murmuró Mayra Páez.
─¿Y ahora que haremos sin la “loli”? ─preguntó Claudio.
─Sin un miembro menos ─continuó Guadalupe.
─No ─replicó Mayra Páez─. Aunque se haya ido y jamás regrese, ella seguirá siendo parte del grupo, nadie le quitará su lugar. Somos siete miembros, ni uno más, ni uno menos.
─Pero cuando Jim estaba también lo tomaste en cuenta ─le dije a Mayra─. Así que en ese entonces éramos ocho.
─Él no cuenta ─respondió Mayra Páez─. Sólo estaba de paso.
─Ah, y también…
─Tú hermana tampoco cuenta.
─Ok.
Ya no teníamos nada que hacer ahí. Creo que fue hasta ese momento que nos dimos cuenta de lo que hicimos, porque nos percatamos de que la gente a nuestro alrededor nos miraba extrañada. Aquí la única rara y digna de llamar la atención era Mayra Palacios no nosotros.
Así que regresamos, y cada quien tomó su camino.
La realidad es que estábamos bastante desanimados porque Martina se había ido, pero creo que intentábamos disimularlo, y por eso bromeamos un poco.
Mayra Palacios y yo volvimos a casa de mi tía.
─Por cierto ─le pregunté mientras nos dirigíamos allá─. Noté que Martina te dijo algo y te sobresaltaste ¿Qué te dijo?
─N-nada ─respondió.
─Justo así como reaccionaste ahorita, reaccionaste cuando habló contigo.
─S-solo me dijo que me cuidara ─respondió─. Eso es todo.
─Nadie reacciona de ese modo si le dicen algo así ─repliqué─. ¿Qué fue lo que te dijo?
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