Yatareni - Volumen 3 - 06
Temprano por la mañana, Mayra Palacios se apresuraba encaminándose hacia la casa de la tía de Eliseo. Estaba nerviosa pero poco a poco controlaba mejor sus nervios.
Hubo una época en la cual ella jamás se atrevería a buscar al chico en aquella casa. Y si ahora podía ir a buscarlo, quizá fue más porque ella estuvo un tiempo viviendo ahí donde se dirigía.
De todos modos, conforme se iba acercando parecía caminar más lentamente. Esperaba encontrarse con Eliseo de camino para no tener que ir hasta la casa. Pero no sucedió y eventualmente la chica llegó.
Ahí estaba Mayra Palacios parada frente a la puerta de la casa de la tía de Eliseo esperando algo que no iba a suceder. Miró hacia ambos lados como si fuera a cruzar la calle.
Finalmente se resignó y tocó el timbre. Le abrió la puerta la tía de Eliseo.
─¡Hola mija! ─saludó afanosamente la señora como si no la hubiera visto en años─. ¡Qué milagro que venes a vernos!, ¡Pásale ándale, ya casi termino de preparar el desayuno!
Mayra, que por lo general no estaba tan acostumbrada a que la trataran tan bien, quizá porque no era muy común, y se sentía un poco incomoda con eso, se disculpó.
─Buenos días… disculpe, pero solo venía a buscar a Eliseo.
─No está mija ─respondió la tía de Eliseo─. Salió desde temprano, quesque fue a hacerle un favorcito a su otra amiguita, la que se parece un montón a ti.
─¿La otra Mayra?… espere ¿un favor?
─¡Ah, caray! ─preguntó la señora─. ¿También se llama como tú?
─Si ─respondió Mayra, y siguió hablando en voz baja como si hablara consigo misma─. Nos parecemos en muchas cosas, hasta en el hecho de que ambas le pedimos favores al mismo chico.
─¿No le dijo a qué clase de favor se refería? ─preguntó la chica mientras unos incipientes celos la invadían─. ¿O a qué hora volvería?
─La verdad no sabría decirte mija ─respondió─. Podría tardar un poco ¿Por qué no lo esperas aquí? Sirve que desayunas con nosotros.
─De verdad se lo agradezco mucho señora ─comentó Mayra─. Me gusta su comida pero acabo de desayunar.
─Pos cuando queras, puedes venir a comer con nosotros mija ─le dijo la señora─. Ya sabes que eres benvenida en esta casa cuando gustes.
Mayra se despidió y abandonó el domicilio.
A partir de ese punto, Mayra estuvo decidiendo qué hacer o a dónde ir. Podría ir a buscar al chico a la base del grupo de la otra Mayra. Sabía dónde quedaba. Pero algo dentro de ella le decía que no era buena idea, que quizá si iba vería algo desagradable.
Era inevitable pensar de ese modo sintiendo lo que ella sentía por el chico. Pero también, si se quedaba ahí sin hacer nada el sentimiento era el mismo. Le daba curiosidad saber qué clase de “favor” haría Eliseo por Mayra Páez. Pero también tenía miedo de saberlo.
Al final la chica suspiró y murmuró resignada:
─Supongo que se lo diré mañana.
Rindiéndose de una manera sumamente fácil y decidiendo rápidamente qué hacer, la chica decidió cambiar de plan y dirigirse a la tienda para comprar sus acostumbradas frituras y demás productos.
La realidad es que ella acababa de conseguir un buen pretexto. Ya que no encontró a Eliseo, por lo menos ese día podía hacer lo que siempre le gusta hacer, que es irse a la base a leer manga.
Se puso en camino hacia la tienda donde siempre compra sus frituras.
Todavía no cruzaba la calle principal para llegar al establecimiento, ya que un autobús permanecía estacionado mientras dejaba pasaje.
Cuando el vehículo se movió Mayra pudo contemplar a una recién llegada. Una chica vestida a la usanza citadina destacando entre los demás pobladores. Cabello dorado y ondulado, lentes rosas muy femeninos, y bastante curiosa ya que no dejaba de mirar a todos lados.
La complementaba una maleta color rosa que hacia perfecta combinación con la chica como si hubiera sido diseñada para ella. Mayra pensó que aquella maleta era como la maleta de la Barbie azafata pero en tamaño real.
Siendo muy curiosa, una de las cosas que primero llamaron su atención fue precisamente Mayra. Aunque la chica ya no usaba sus vestimentas victorianas oscuras la capa roja ondeando al viento aun llamaba mucho la atención al menos para los recién llegados ya que los nativos del pueblo ya se habían acostumbrado.
Aquella chica rubia observó a Mayra como si se hubiera encontrado con alguna celebridad. Cruzó la calle con su maleta y se acercó a la chica quedando a poco menos de medio metro de distancia. Naturalmente Mayra Palacios se sobresaltó.
─¿Qué… q-quieres? ─titubeó Mayra.
Hasta ese momento la rubia escuchaba música por medio de unos minúsculos audífonos en sus oídos. Se quitó entonces uno de ellos, el izquierdo para oír mejor, y le dijo:
─De todas las cosas que esperaba encontrarme en este pueblo esta es la menos improbable. No sabía que Caperucita Roja vivía aquí.
─No soy Caperucita Roja.
─¿Y esa capa? ─le preguntó─. ¿O eres superchica?
─Oye ─exclamó Mayra─. Sé que es normal que yo llame la atención de la gente que visita el pueblo y no me conoce, pero tú estás demasiado cerca.
─¿Cómo no llamar la atención si vistes esa capa? ─soltó la rubia─. Parece que vas a torear.
Mayra estaba comenzando a fastidiarse hasta que otra cosa llamó su atención.
Debido a la cercanía con la chica Mayra podía escuchar claramente, desde los audífonos de la rubia, la música que escuchaba. Y la recién llegada se percató de eso.
─¿Quieres escuchar? ─le preguntó al tiempo que tomaba el audífono libre.
No esperó a la respuesta de Mayra, ni siquiera esperó a terminar su propia frase. Simplemente tomó el audífono y se lo colocó en la oreja a la chica. Si esa chica hubiera tardado por lo menos medio segundo más en ponerle el audífono probablemente Mayra había retrocedido asustada. No se conocían para nada, llevaban pocos segundos de verse por primera vez en la vida y aquella chica citadina ya se tomaba demasiadas libertades con Mayra. Pero no fue así, y eso fue también porque la letra de la canción y su melodía, la atraparon.
Si me das más de tus besos
Si me das más de tus labios
Tal vez ya no quiera regresar
Si te doy más de mis besos
Si te doy más de mis labios
Tal vez ya no quieras separarte de mí
─Se oye bien ─comentó Mayra─. ¿Quién es?
─Es Camilo Séptimo ─respondió la rubia─. La canción se llama Miénteme.
─Wow ─dijo olvidándose un poco de la cercanía que tenía con aquella chica.
La recién llegada le quitó el audífono y este volvió a la chica.
─Y pues ─continuó─. Ya que estoy hablando contigo quizá puedas ayudarme.
─¿Ayudarte?
─Primero que nada, solo quiero confirmar algo ─preguntó la rubia─. ¿Este pueblo es Yatareni?
─Sí.
─Bien, no me equivoqué ─dijo con un tono triunfante pero también infantil─. Veras, estoy buscando a alguien que…
Se detuvo.
─¿Pasa algo? ─preguntó Mayra.
─Creo que ya no hay necesidad ─murmuró la rubia quien veía a lo lejos a alguien. Aparentemente, la persona que buscaba. Aquella persona también estaba observando desde lejos a las chicas, reconoció a la recién llegada y se encaminó hacia ella.
Cuando Mayra volteó para ver de quién se trataba se llevó una gran sorpresa.
─Araceli ─preguntó sumamente sorprendido Eliseo─. ¿Qué haces aquí?
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