Yatareni - Volumen 3 - 15
─No había necesidad de que me acompañaras ─le dije a Mayra Páez mientras ya estaba a bordo de su auto convertible y ya estábamos en medio de la carretera hacia Santa Miranda─. Podría haber ido yo solo. Además ya sé cómo llegar.
Supongo que ya era algo tarde para quejarme.
─¿Realmente lo sabes? ─me preguntó.
─Si ─contesté─. La abuela de Martina me dio la dirección donde vive su hija.
─Me refiero a que si sabias cómo llegar a la ciudad ─replicó─. Es decir, qué camión tomar y dónde bajarte.
─Además ¿Por qué gastarías pasaje a lo tonto? ─continuó diciendo─. Teniendo una amiga que tiene un auto que corre a gran velocidad, prefieres irte en transporte público.
─No quería molestarte ─respondí─. Además, tu madre estaba usando el auto ¿no?
─De todos modos se lo iba a pedir ─comentó─. Además no es tan tarde, a esta velocidad llegaremos a Santa Miranda al atardecer.
─Espero que sí.
─¿Pues con quien crees que estás hablando? ─sonrió─. Tú solo confía en mí y en este pequeñín.
Olvidándose rápidamente de aquella conversación, la chica conectó su MP3 al estéreo del auto y una cantante japonesa con voz de ardilla comenzó a sonar. Pero la sorpresa es que, estas canciones kawaiis, se alternaban con música grupera, ranchera, de banda y demás géneros parecidos. En un momento se podía escuchar “Nippon Egao Hyakkei” de Momoiro Clover Z y segundos después “Te hubieras ido antes” de Julión Álvarez.
No hablamos mucho en ese rato ya que Mayra tarareaba las canciones que iban sonando y yo solo me limitaba a admirar el paisaje. Los paisajes hermosos que solo había visto en Yatareni y alrededores también estaban presentes en todo el estado.
Poco más de una hora después de que puso la música, desde el horizonte pudimos ver un letrero que anunciaba la cercanía de una tienda de conveniencia a unos 500 metros.
─¿Quieres comer algo? ─me preguntó la líder de SPEED.
─¿No deberíamos apresúranos? ─pregunté yo también.
─Realmente no tenemos mucha prisa ─dijo─. Además, tengo un poco de hambre y no sé si aguante hasta que lleguemos allá. También necesito ir al baño.
─Está bien ─respondí─. A decir verdad, se me antojaron unas galletas.
Llegamos en pocos minutos a la tienda de conveniencia, que resultó ser un omnipresente Oxxo.
Los dos bajamos y mientras ella se encarreraba a unos baños públicos al lado de la tienda, yo la esperé afuera del establecimiento. Creo que ya le urgía, lo de comprar comida era solo un mero pretexto. Mientras tanto, miraba a través de la ventana algo que pudiera comprar, además de las galletas. Quizá un refresco.
Mayra salió de los baños y los dos entramos al Oxxo. Para entonces el cielo se había cubierto de nubes anunciando una lluvia tupida.
Yo elegí unas galletas con chispas de chocolate y unas frituras con queso. Ella unas papas fritas y unas donas de chocolate. Si ella quiere engordar es su problema. Decidimos cooperar y comprar un refresco más grande para los dos y unos vasos desechables.
Pagamos y nos subimos al auto a comer todo lo que habíamos comprado, al tiempo que seguíamos escuchando su música, ahora con un volumen bajo, y viendo pasar los autos en la carretera.
─¿No te agrada esto? ─me preguntó Mayra mientras se tomaba su refresco.
─¿Qué cosa?
─Muchas veces los pequeños placeres de la vida se reducen a esto ─respondió─. Comer comida chatarra a bordo de un automóvil en medio de la nada, mirando pasar los autos a gran velocidad.
El cielo estaba nublado, hacia un poco de frío, pero tenía razón. Podría relajarme todo lo que quisiera. Son de esos momentos que no suceden a menudo, pero cuando suceden, hay que aprovecharlos al máximo.
Como la lluvia estaba por soltarse, decidimos reanudar nuestro camino.
Creo que no me di cuenta al inicio, sobretodo porque la chica puso la música, probablemente para mitigarlo, pero Mayra estaba un poco inquieta. Parecía como si se sintiera incómoda de viajar conmigo. No creo que fuera eso, pero realmente no sabía en qué estaba pensando.
─¿Estás bien? ─le pregunté cuándo fue un poco más evidente.
─No es nada ─respondió rápidamente─. Mejor pondré de nuevo la música.
Pero creo que estaba más distraída de lo que pensaba. La primera vez que puso la música no pasó nada. La segunda vez, por estar haciendo eso Mayra se desvió del camino. Nos salimos de la carretera y terminamos entrando a una parte donde había rocas muy duras. Se escucharon golpeteos muy fuertes en la parte de abajo del coche. Además, casi chocamos con un árbol.
Todo pasó muy rápido.
─¿Qué pasó? ─pregunté─. Te pregunté que si estaba todo bien y me dijiste que sí.
─¡Lo siento!, ¡lo siento! ─se disculpó al tiempo que intentó arrancar el auto de nuevo sin éxito.
Y por más que lo intentó, no pudo hacerlo arrancar. Y no era porque algo nos impidiera el paso. Algo se dañó allá abajo.
─¿Qué hacemos? ─pregunté.
─Supongo que habrá que llamar a un mecánico ─respondió.
─¿Y tienes algún número? ─pregunté de nuevo─. Además de que, como ves, estamos en medio de la nada.
Ahora ya no había ni siquiera tiendas de conveniencia. Realmente estábamos en medio de la nada.
─Espera ─me dijo─. Ese letrero dice que hay una gasolinera a medio kilómetro, quizás si vas allá te digan acerca de un mecánico.
─¿Quieres que yo…? Ah, por supuesto.
Y eso hice, me encaminé hacia la gasolinera a preguntar por algún mecánico mientras la chica esperaba en el auto. Nunca vi ni un auto pasar por la carretera durante mi recorrido. Y curiosamente, mientras Mayra conducía por la carretera, sí llegamos a ver algunos.
Fui, cumplí el mandato y volví con la respuesta:
─No hay mecánicos allá pero me dieron este número ─le dije al tiempo que le mostraba un papel con el número─. Es de un mecánico que vive en un pueblo cercano, el más cercano por cierto.
─Le marcaré ─me dijo mientras le daba el papel con el número.
Justo en ese momento se soltó la lluvia aunque no comenzó con mucha fuerza. De todos modos nos subimos al auto y la chica puso el descapotable.
─¿Qué te contestó?
─Me dijo que vendría en media hora ─respondió Mayra─. Aunque como ya se soltó la lluvia creo que tardará un poco más.
Y así fue, mientras esperábamos al mecánico, Mayra y yo permanecíamos dentro del auto contemplando la cada vez más intensa lluvia. Nos entreteníamos limpiando los vidrios empañados o comiendo algo de la comida sobrante que habíamos comprado antes.
─Mayra ─pregunté al tiempo que hacía unos círculos con el dedo en la ventana empañada─. ¿Qué te pasó?
─¿D-de que hablas? ─preguntó.
─Cuando pusiste tu música la primera vez no sucedió nada ─contesté─. Pero ahora hiciste lo mismo y chocamos. No me di cuenta antes pero estás muy distraída ¿te pasa algo?
─N-no es nada Eliseo ─respondió sonando idéntica a Mayra Palacios─. No es para tanto.
─¿De verdad lo crees? ─pregunté─. Tu auto está descompuesto, ¿eso te parece poca cosa? ¿Qué habría pasado si anduviéramos en una carretera al borde de un precipicio? Ten más cuidado.
─Lo siento ─y miró hacia otro lado.
Me pregunto si no habré sido muy duro.
─Mayra ─le dije sinceramente─. Cualquier cosa que necesites puedo ayudarte.
─¡No tengo nada! ─respondió con un tono elevado de voz.
Definitivamente tenía algo pero decidí dejar de insistir.
La chica se volteó y se acomodó para intentar dormir un poco.
Después de eso no nos dirigimos la palabra.
Comments for chapter "15"
QUE TE PARECIÓ?