Yatareni - Volumen 3 - 16
Poco a poco las nubes comenzaban a retirarse dando paso a la oscuridad de la noche.
Cuando escampó la lluvia el mecánico apareció. Efectivamente, lo hizo justo después de que la lluvia bajara su intensidad.
Me pregunto por qué todos los mecánicos lucen siempre de manera parecida. El nuestro era obeso, usaba un overol manchado de grasa y una gorra color rojo.
El mecánico revisó el auto y después de quince minutos y un pequeño informe de lo sucedido usando muchos términos automotrices que no conocía, nos dio el veredicto:
─Tendría que llevármelo a mí taller señorita, aquí no podré trabajar, allá tengo todo lo necesario para repararlo.
─¿Cuánto tiempo le tomaría? ─preguntó la chica.
─Lo más probable es que quede para mañana al mediodía ─respondió.
─¿Mañana?
─Es que el golpe que se dio fue muy duro señorita ─respondió el mecánico─. Tomará algo de tiempo.
─De acuerdo ─la chica suspiró.
─Mi pueblo no queda muy lejos ─nos dijo─. Llamaré a que traigan la grúa para que se lleven el carro.
Media hora después, la grúa llegó, anclaron el vehículo y se llevó el auto de Mayra. Nosotros nos fuimos en la parte de atrás de la grúa.
Llegamos al pueblo del mecánico cuando ya era de noche. Este pueblo también era pequeño y estaba rodeado de varios cerros. Tenía, de hecho, la misma configuración urbanística que la mayoría de los pueblos aledaños a Yatareni. En el centro, una plaza central con áreas verdes. A un lado la iglesia, siendo la edificación más prominente de todo el pueblo. Del otro lado, la presidencia municipal y alrededor de todo eso, un anillo de negocios, mercados y demás comercios. Más allá se extiende la zona habitacional, racimos de calles y callejones que desaparecen en los límites del pueblo. Y, a las afueras, el panteón, algunas canchas, parques más pequeños y casas solitarias, cada vez más alejadas del núcleo que se pierden entre los cerros.
Recorrimos algunas calles y llegamos al taller del mecánico. No estaba tan alejado del centro del pueblo.
El mecánico acomodó el auto en su taller, listo para trabajar con él.
─Venga mañana a mediodía por su auto señorita ─nos dijo el mecánico─. Le quedará como nuevo.
─Muchas gracias ─agradeció Mayra y nos despedimos.
Salimos de ahí pero creo que ninguno de los dos sabía a dónde ir. Estábamos en un pueblo desconocido. De hecho, no sabíamos exactamente donde estábamos porque ni siquiera sabíamos el nombre de aquel pueblo.
Supongo que fue por inercia, pero nos dirigimos al centro del pueblo, aunque no específicamente a la plaza.
─¿Y ahora qué? ─murmuré.
─Hay que buscar algún lugar para pasar la noche ─respondió Mayra─. Menos mal que traje algo de dinero extra.
Nos fuimos directo al hostal más cercano que teníamos a la mano. Por el tamaño que tenía deduje que era el único de todo el pueblo. Quizá era demasiado grande para un pueblo tan chico. Por lo general solo tienen ese tamaño si hay cerca algún atractivo turístico pero yo no vi ninguno.
Tocamos el portón de aquel hostal que tenía más la apariencia de una vecindad y dos señores de avanzada edad, un hombre y una mujer, nos salieron al encuentro.
─Buenas noches ─dijo Mayra─. Nos gustaría alquilar una habitación para una noche.
─Estos jóvenes tan promiscuos ─nos dijo el señor mientras nos abría la puerta.
─¡N-no es para eso señora! ─dijimos llenos de vergüenza─. Solo pasaremos la noche aquí.
─No le hagan caso ─bromeó la mujer─. Él es así.
Nos hicieron avanzar a la explanada central de aquel hostal, donde había en medio, una fuente. Subimos por unas escaleras de hierro forjado y nos dieron una habitación.
─Oiga ─preguntó Mayra─. ¿Puede darnos una habitación individual a cada uno?
─¿No eso saldría más caro? ─intervine.
─Lo siento ─se disculpó la mujer─. Todas las habitaciones individuales están ya ocupadas, solo tenemos disponibles habitaciones dobles.
─Gracias de todos modos.
Parece ser que sigue rara.
En efecto, nos dieron una habitación doble. Una cama matrimonial (sin ánimo de insinuar algo), un ropero para guardar la ropa, y en el centro del mueble, una televisión y hasta el fondo, un baño completo. Parecía más la habitación de una casa que el cuarto de un hostal.
─Si necesitan algo solo llámenos ─nos dijeron los dos señores.
─Muchas gracias ─respondimos y nos dejaron a solas.
─Vamos a acomodar nuestras cosas ─me dijo Mayra─. Y luego saldremos a cenar, a ver qué encontramos acá.
─Creo que ni es necesario acomodar ─repliqué─. Sólo pasaremos una noche aquí.
─Mmm… creo que tienes razón.
Así que ella, literalmente, dejó sus cosas en la cama y su bolsa se desparramó con todo lo que tenía dentro.
─Oye, tampoco me refería a eso.
Aunque estuvimos recorriendo el centro del pueblo en busca de algún restaurante o fonda, la realidad era que estábamos turisteando. Esta vez, nos dirigimos directamente a la plaza central. Al igual que en Yatareni, esta plaza también contaba con un kiosco en el centro de una gran área ajardinada. Tal y como dije, este pueblo se parecía bastante al nuestro. Y sin embargo, para nosotros parecía un lugar nuevo y diferente. En otra parte de la plaza, en una zona donde no había muchos jardines, había una vendimia en algunas partes de la plaza, como un tianguis navideño, o un matsuri, como lo dijo Mayra, refiriéndose a los festivales japoneses nocturnos.
Solo hasta ese momento, se nos ocurrió acercarnos a un peatón para preguntarle el nombre del pueblo. Y nos dio la respuesta:
─San Andrés.
Comments for chapter "16"
QUE TE PARECIÓ?