Yatareni - Volumen 3 - 17
─Vayamos a donde sea porque ya tengo mucha hambre ─sugirió Mayra.
Se nos ocurrió ir al restaurante más cercano que teníamos a la mano. Un pequeño restaurante como la Fonda de Comida Económica, pero más chico, y no tan elegante. Aquí no había tehuanas sirviendo la comida. Pero aún se respiraba ese aire provinciano, el mismo que se respira en el restaurante de la madre de Gibrán.
Nos sentamos, y una chica se acercó a tomar nuestras órdenes al tiempo que nos entregaba las cartas con el menú.
─Yo quiero un pollo adobado ─pidió Mayra.
─Y yo pediré… unos huevos rancheros por favor.
─¿Algo para tomar?
─Un refresco por favor.
─En un momento les traigo sus órdenes ─nos dijo y se retiró.
No pasaron ni diez minutos y la misma chica volvió con nuestras órdenes.
─Disfruten la comida.
─Gracias.
─Sabe bien ─exclamó la chica al dar el primer bocado.
─Este también sabe bien ─dije también al dar el primer bocado.
Este restaurante sería el equivalente de la Fonda de Comida Económica de este pueblo.
─Oye ─pregunté─. ¿Quieres hacer algo antes de irnos al hostal?
─¿Cómo qué?
─Dar un paseo para conocer el pueblo ─respondí.
─Creo que ya lo recorrimos todo ─anunció la chica─. Además, creo que ya es algo tarde.
─Todavía no son las diez ─respondí─. Y pues no tenemos mucha prisa para llegar con Martina.
Mayra dejó de hablar. Aunque no me lo dijo, supuse que estaba de acuerdo con la idea. Creo que hasta comió un poco más rápido para ganar tiempo.
Y tal y como lo planeamos, después de cenar, anduvimos dando vueltas por el centro del pueblo, otra vez. Visitamos otros lugares como el kiosco del pueblo y una secundaria cercana.
Pero no ella ni yo dijimos palabra alguna. No, no era porque Mayra estuviera ensimismada en todo lo que veía. Tardé en darme cuenta de que, otra vez, Mayra estaba inquieta como antes.
Y como si lo hubiera olvidado, volví a cometer el mismo error. Le pregunté que si todo estaba bien. La última vez que se lo pregunté, me contestó molesta que estaba bien. Esta vez, pasó lo mismo de nuevo.
─Sé que tienes algo aunque digas que no ─le dije─. Pero ya no te preguntaré nada, haz lo que se te dé la gana.
Mi intención no fue sonar grosero. De hecho, creo que dije aquello sin pensar.
Creo que por eso, tan pronto como se lo dije, la chica se alejó de mí. Ya ni siquiera intenté detenerla.
Supongo que le tendré que pedir una disculpa pero mejor esperaré a que se le baje el enojo.
Enserio ¿Quién entiende a las mujeres?
****
Mayra decidió volver al parque central del pueblo. Se sentó en una de las bancas y contempló a la gente que iba de un lado al otro. Gente que visitaba los negocios ambulantes, que daba paseos nocturnos por la plaza, niños jugando.
Se perdió en todos ellos para olvidar un poco su propio malestar.
Probablemente no se dio cuenta pero, de lejos era evidente que sí la estaba pasando mal. Por algo una nativa del pueblo se le acercó a preguntarle:
─¿Estás bien amiga?
─No es nada ─respondió Mayra amablemente y después de aquello reaccionó.
─¿Realmente me veo mal?
─Si no me hubiera dado cuenta ─respondió la chica─. No te lo habría preguntado, no eres de aquí ¿verdad?
─No ─respondió Mayra─. Solo vengo de visita.
─¿Cómo te llamas?
─Mayra.
─¿Realmente estás bien? ─preguntó de nuevo la chica mientras se sentaba a su lado─. Porque es evidente que no, se te nota mucho ¿es amor verdad?
A Mayra se le subieron los colores al rostro, aunque eso también podría haber sido por la confianza que se estaba tomando aquella chica para con ella.
─Lo sabía ─exclamó triunfante─. Supongo que es amor no correspondido, siempre pasa.
─Algo así ─respondió─. Solo digamos que es algo que no me esperaba, así que no sé cómo manejarlo, sobretodo porque… creo que estoy en desventaja.
─¿Desventaja? ─preguntó la chica.
─¿Has escuchado que a veces dicen que el peor enemigo de alguien es uno mismo?
─Creo que sí.
─En mi caso es literal.
─No lo entiendo del todo ─comentó aquella chica─. Pero supongo que nada pierdes con decírselo ¿quién quita y te corresponde?
─No sé cómo decirle ─comentó Mayra─. Tuve un novio antes pero él fue quien tomó la iniciativa ─y suspiró─. Supongo que esta vez me toca a mí.
─Tú solo inténtalo ─comentó la chica─. Si no te corresponde, pues, no se acaba el mundo. No es el único hombre que existe.
─Creo que tienes razón ─Mayra sonrió─. Parece que sabes mucho de esas cosas.
─No exactamente ─respondió─. Es puro sentido común, si no se te ocurrió antes es que quizá realmente no sabías nada de nada.
─¿Debería de sentirme ofendida?
─Usa mi respuesta anterior.
Ambas chicas sonrieron.
─Bueno, me tengo que ir ─dijo la chica al tiempo que se levantaba─. Tengo que reunirme con los demás. Iremos a explorar la iglesia abandonada que está a las afueras del pueblo.
─Ok ─dijo Mayra algo confundida por aquello pero sin prestarle demasiada atención─. Gracias… ehm.
─Minerva.
****
Como Mayra se dirigió al centro del pueblo yo me fui a las orillas del mismo. Dudo que aquí haya algún cerro con una iglesia abandonada donde me encuentre con una cosplayer chuuni.
No hay mucha gente en las calles más alejadas del pueblo aunque sí tienen bastante iluminación. Cualquiera que caminara por acá pensaría que es un sitio ideal para ser asaltado, siendo que esas cosas casi no suceden aquí. Bueno en Yatareni no pasa eso, aquí no lo sé. Quizá no debería arriesgarme.
Pero al doblar la esquina, la escena de varios niños enfrascados en un partido de futbol callejero aumentó mi confianza. Justo cuando pasaba por ahí, el balón se les fue llegando hasta donde yo me encontraba.
─¡Bolita señor! ─me gritaron.
Les regresé el balón con una patada y recibí un gracias al unísono de regreso.
Verlos jugar me recordó mucho a Renata. Ella desde muy chica también se reunía con sus amigos de la colonia para jugar futbol callejero, y siempre… esperen ¿esos mocosos me llamaron señor?
Decidí alejarme de ahí antes de que se les fuera de nuevo el balón. Si pasaba de nuevo ya no se los iba a devolver.
Mayra estaba aún en la plaza.
No me dirigió la palabra y en ocasiones me desviaba la mirada pero nos fuimos juntos al hostal. Yo tampoco le dije nada. Realmente no sabía qué decirle.
Eran casi las once de la noche cuando entramos a la habitación del hostal y nos fuimos directo a la cama. Aunque apagamos la luz aun entraba iluminación por las ventanas proveniente principalmente de la luna. Mayra no me dio ni las buenas noches pero tengo la sensación de que quería decirme algo.
Nos acostamos y quedamos de espaldas. Entonces se volteó. Curiosamente cuando eso sucedió yo también me di la vuelta de modo que nos quedamos mirando frente a frente, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo. Creo que se perdió en mis ojos.
Mayra ─le dije─. Perdón por insistir tanto con preguntarte que si estabas bien. Supongo que me preocupas un poco y pues, quería saber si podía ayudarte de algún modo…
─No, no lo digas ─interrumpió─. Yo soy la que debería disculparse por gritarte… tu intención era ayudarme y yo…
Dejó de hablar, pero a cambio de eso se acercó más y más a mí al tiempo que tomó mis manos. Al inicio no entendía bien qué estaba pasando, pero cuando ya estaba a menos de un centímetro lo comprendí. E impulsivamente me hice para atrás.
─¿Qué pasa? ─me preguntó.
─Es lo que yo debería preguntarte a ti ─respondí─. ¿En qué estás pensando?
─Eliseo, con lo que acabo de hacer ya deberías darte cuenta.
─Si, ya me di cuenta de que estás loca.
─!Ashhh¡ ¡Mejor duérmete tarado! ¡Todos los hombres son unos tarados!
Después de eso se volteó y no me volvió a dirigir la palabra. Creo que lo arruiné.
Pero le mentí. Sí que me di cuenta de lo que estaba pasando. Mayra quería besarme pero yo me hice para atrás. Quizá eso se vio mal pero lo hice sin pensar. No sé si solo estaba jugando conmigo o si realmente quería besarme. Y si realmente quería hacerlo, lo que eso podría significar.
Pero esa reacción fue, cómo decirlo, extraña. Mi reacción no fue porque ella fuera a besarme. Fue porque, cuando en mi cabeza me llegó la idea de que ella quería besarme, frente a mis ojos se me figuró otra persona. Estaba mirando a Mayra, pero tenía el cabello suelto y usaba una capa roja. Fueron milésimas de segundo pero la vi frente a mis ojos, hasta que la otra Mayra regresó y por mero impulso me hice hacia atrás.
Si aquello hubiera durado un poco más de tiempo, muy seguramente, y aun sin entenderlo del todo, yo mismo la habría besado en primer lugar.
¿Qué por qué estoy diciendo esto?
Mayra me dijo que me diera cuenta, y sí, me di cuenta. Me di cuenta de algo que durante mucho tiempo he intentado ignorar, pero creo que ya no puedo. Realmente lo siento mucho Mayra Páez si es que ibas en serio. Porque yo no puedo ir en serio contigo. No después de que lo que vi me abriera los ojos.
Al día siguiente al mediodía, cuando Mayra parecía más tranquila y aparentemente olvidamos todo lo sucedido la noche anterior, la chica recogió su auto en el taller. Ya estaba reparado.
─Muchas gracias ─dijo la chica al tiempo que pagaba al mecánico.
─Fue un placer señorita ─respondió el mecánico asintiendo con su gorra.
Nos subimos al auto y la chica lo encendió. A diferencia del día anterior, el cielo de este día, estaba despejado. Era una bella estampa.
─Y ahora ─anunció Mayra más alegre─. Directo a Santa Miranda.
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