Yatareni - Volumen 3 - 21
Nada más llegar al pueblo lo primero que hizo Martina fue ir a saludar a su abuela. Incluso se adelantó corriendo dejándome atrás con su maleta. Pero puedo entenderlo.
Aunque la abuela de Martina ya sabía que iríamos por su nieta se sorprendió cuando la vio de nuevo. Creo que no esperaba que la trajéramos de vuelta. Y otro reencuentro lindo, así como el que tuvimos ella y yo antes, sucedió.
Durante los días en los que esperábamos el viaje a Japón ella estuvo viviendo en casa de su abuela. Naturalmente ocupó su habitación original. De cierto modo las cosas volvieron a ser como eran antes de que ella se fuera. Martina se había ido solo por un mes pero se sintió como si hubiera estado varios años ausente. Es raro decirlo, pero el mero hecho de saber que había regresado hizo que el ambiente se tornara más, ¿Cómo decirlo? Festivo, quizá.
─Esta reunión de SPEED será especial… o algo así ─anunció la líder del club en la reunión del sábado siguiente, la última antes de salir del país─. Porque otra vez todo el equipo está completo. Y realmente me da gusto que, por lo menos una vez más, otra vez estamos todos aquí.
Y dirigiéndose a la más pequeña, le dijo:
─Nos da gusto tenerte aquí de nuevo Martina.
─Aunque solo será por pocos días ─respondió Martina sonriendo─. Pero también me siento feliz de haber regresado a mi querido pueblo y con mis queridos amigos.
─De hecho ─comentó Mayra Páez─. Precisamente porque estabas de vuelta pensaba hacer algo especial, tomando también en cuenta que esta será nuestra última reunión antes del viaje a Japón.
─Eso quiere decir… ─murmuré.
─Si amigos míos ─respondió─. Como planeo disolver el grupo después del viaje esta sería nuestra última reunión formal. Nuestra última reunión en este lugar.
A todos nos invadió de repente una sensación melancólica. Todo aquello que habíamos hecho juntos en aquel lugar y en otros más, estaba a poco de terminarse. Pero le daríamos el final que se merece.
─Y para que vayan quitando esas caras largas ─comentó Mayra Páez─. No significa que está realmente sea la última vez que nos reunamos, planeo unas cosas para la verdadera última reunión. Yo solo me refería a que esta sería nuestra última reunión antes de salir de viaje a Japón.
─¿Qué es lo que planeas? ─le preguntó la otra Mayra.
La líder, llevándose el dedo índice de su mano derecha a la boca, le respondió:
─Es… una sorpresa. Ya tengo planificado todo el viaje y todo lo que haremos. Ustedes solo déjense llevar.
En ese momento sonó la puerta.
Era muy raro que alguien viniera a visitarnos mientras estábamos en nuestras juntas. Más que nada porque poca gente sabía que hacíamos esto y dónde lo hacíamos.
Al abrir la puerta, mi amiga rubia apareció frente a todos nosotros.
─Sabía que estabas aquí Eliseo ─me increpó con un tono triunfal mientras pasaba hacia dentro aun cuando Mayra todavía no la invitaba a pasar. Independientemente de que ella realmente lo hubiera hecho. Ni siquiera saludó a los presentes. A veces se le olvida que tiene modales.
─¿Me estabas buscando? ─pregunté.
─Tu madre acaba de llamar por teléfono ─respondió─. Dice que le hables más tarde.
─Bueno ─comenté─. No había necesidad de que vinieras hasta acá para decirme eso, podrías habérmelo dicho más tarde pero está bien.
─No solo vine a eso Eliseo ─replicó Araceli─. Mayra ya antes me había invitado a que asistiera a una de sus juntas para ver qué y cómo hacen, y pues, ya estoy aquí.
─Pues… ─le dijo la líder─. Aunque ya pasaste sin permiso, bienvenida a SPEED chica Ara-ara.
─Realmente nunca entendí ese afán de decirme Ara-ara ─Araceli entró a la sala de juntas de la base y tomó lugar en la reunión.
Naturalmente tuvo que tomar también una nueva silla porque los asientos ya estaban contados. Aun cuando ella fue invitada y, de cierto modo, vino aquí por su voluntad, tengo la sensación de que Araceli se sentía incómoda de estar con nosotros, aunque trató de que no fuera evidente. Si estaba aquí, era más por curiosidad, y no porque no conociera a mis compañeros otakus, porque ya llevaba varios días aquí en Yatareni y ya los conocía de sobra. Seguramente era por lo que ella llamaba “sus raras aficiones” Probablemente ella se sentiría como si fuera a alguna reunión de alguna secta que pretende cambiarla de religión. Esto no era un grupo religioso pero no dudaba que los chicos intentarían meterla al mundo del anime.
Pude oír entonces que Martina le susurraba algo a Guadalupe:
─Oye ¿Quién es la Polly Pocket?
─¿La qué?
─La pinche rubia que acaba de llegar.
─Ah ─respondió─. Ella es amiga de… ¿Qué dijiste?
─Martina ─respondí porque también logré escucharla─. Deja de decir eso. Estás muy pequeña para hablar de ese modo.
─Ya crecí ─contestó la niña─. Y puedo hablar como se me dé la gana. Me convertí en toda una mujer después de mis XV años.
Aparentemente, Araceli había escuchado también así que decidió intervenir:
─A ti no te había visto ─comentó─. Me sorprende que una niña tan pequeña tenga esa boquita.
─Y no me has escuchado enojada preciosa ─respondió sin dejar de sonreír.
─!Martina¡ ─grité─. ¡Ya fue suficiente! ¡Compórtate!
Solo cuando vi que todos los demás callaron, entendí que inconscientemente asumí un papel paternal cuando regañé a Martina. Después de eso preferí mejor guardar silencio. Qué incómodo.
─Yo era una “loli” pura e inocente ─explicó la niña haciendo unos ademanes parecidos a los que siempre hace Gibrán y sonando algo sarcástica─. Pero la sociedad me abrió los ojos y pude ver el verdadero color de las cosas… ─y se relajó─. Y bueno, mi madre también es muy descuidada con lo que ve en internet.
─¿De qué demonios estás hablando? ─replicó Araceli.
─Martina se ha vuelto más rebelde ─respondió Claudio y luego de esto, habló de manera exageradamente dramática─: ¡¿A dónde se fue nuestra “loli” pura e inocente?!
─Oye Claudio ─le dijo Martina.
─¿Qué cosa?
─Creo que aquí, todos estamos de acuerdo en algo acerca de ti, pero… nadie te lo ha dicho aun por diversas razones.
─¿De qué hablas?
─Yo sí te lo voy a decir.
─Bien ─respondió Claudio emocionado aunque no sabría explicar por qué─. Dime entonces lo que tú piensas de mí.
─Simple ─respondió la niña mientras acomodaba sus muñecas en su cintura─. Que eres un pendejo.
─Esta niña es un monstruo ─exclamó Araceli.
─¡Ya deja de hablar así! ─reprendí a la niña al tiempo que le daba una palmada en la cabeza─. Ni siquiera nosotros que somos más grandes decimos esas cosas, así que tú menos deberías de decirlas.
Y después, murmurando, me dije a mi mismo:
─Maldigo el día en el que fuiste de Yatareni.
─Yo también ─dijo Martina.
─Eliseo, eso… no es del todo cierto ─interrumpió Mayra Páez─. Si… digo una que otra palabrota pero nunca lo hago frente a la gente. Trato en la medida de lo posible de no aparentar otra cosa cuando estoy con ustedes y me imagino que ustedes piensan igual.
─Ah, bueno ─dije un poco en broma─. De ti puedo esperar cualquier cosa.
─¡Asshh, vete a la mierda! ─me respondió la líder.
─Jaja ─reí─. Hice que dijeras una grosería… espera, ¡Hey!
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